Lecturas
Jueves 04 de Agosto del 2011
Primera lectura
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro de los Números 20, 1-13
En aquellos días, la comunidad entera de los israelitas llegó al desierto de Sin el mes primero, y el pueblo se instaló en Cadés. Allí murió María y allí la enterraron.
Faltó agua al pueblo, y se amotinaron contra Moisés y Aarón. El pueblo riñó con Moisés, diciendo:
-«¡Ojalá hubiéramos muerto como nuestros hermanos, delante del Señor! ¿Por qué has traído a la comunidad del Señor a este desierto, para que muramos en él, nosotros y nuestras bestias? ¿Por qué nos has sacado de Egipto para traernos a este sitio horrible, que no tiene grano ni higueras ni viñas ni granados ni agua para beber?»
Moisés y Aarón se apartaron de la comunidad y se dirigieron a la tienda del encuentro, y, delante de ella, se echaron rostro en tierra. La gloria del Señor se les apareció, y el Señor dijo a Moisés:
-«Coge el bastón, reúne la asamblea, tú con tu hermano Aarón, y, en presencia de ellos, ordenad a la roca que dé agua. Sacarás agua de la roca para darles de beber a ellos y a sus bestias.»
Moisés retiró la vara de la presencia del Señor, como se lo mandaba; ayudado de Aarón, reunió la asamblea delante de la roca, y les dijo:
-«Escuchad, rebeldes: ¿Creéis que podemos sacaros agua de esta roca? »
Moisés alzó la mano y golpeó la roca con el bastón dos veces, y brotó agua tan abundantemente que bebió toda la gente y las bestias.
El Señor dijo a Moisés y a Aarón:
-«Por no haberme creído, por no haber reconocido mi santidad en presencia de los israelitas, no haréis entrar a esta comunidad en la tierra que les voy a dar. »
(Ésta es fuente de Meribá, donde los israelitas disputaron con el Señor, y él les mostró su santidad.)
Palabra de Dios.
Salmo
Sal 94, 1-2. 6-7. 8-9
R. Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: «No endurezcáis vuestro corazón.»
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos. R.
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios, y nosotros su pueblo,
el rebaño que él gula. R.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron
a prueba y me tentaron,
aunque habían visto mis obras.» R.
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo 16, 13-23
En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos:
-«¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?»
Ellos contestaron:
-«Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremias o uno de los profetas.»
El les preguntó:
-«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?»
Simón Pedro tomó la palabra y dijo:
-«Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.»
Jesús le respondió:
-« ¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo.
Ahora te digo yo:
Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará.
Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo.»
Y les mandó a los discípulos que no dijesen a nadie que él era el Mesías.
Desde entonces empezó Jesús a explicar a sus discípulos que tenla que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tema que ser ejecutado y resucitar al tercer día.
Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo:
-«¡No lo permita Dios, Señor! Eso no puede pasarte.»
Jesús se volvió y dijo a Pedro:
-«Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar; tú piensas como los hombres, no como Dios.»
Palabra del Señor
Comentario al Evangelio
Bonifacio Fernández, cmf
La pregunta de Jesús: Y vosotros ¿quien decís que soy yo?, es la cuestión central que todos tenemos que hacernos en ma? de un momento de nuestra vida.
Y la respuesta que espera no es la que podemos darle desde opiniones externas o desde las frases hechas que aprendimos de niños. Al legar al edad adulta, cada uno de nosotros está convocado a responder personalmente, desde ese nombnre único que es el nuestro y desde esa llamada personal e intranferible que hemos recibido.
¿Quién es Jesucristo para mí?
Bonifacio Fernandez, cmf
Liturgia Viva
TÚ ERES EL MESÍAS, EL CRISTO
Introducción Lectura 1: El agua es una necesidad de vida, altamente apreciada, especialmente por hombres que viven en un país árido, como los judíos, o como ellos experimentaron en el desierto en su fatigoso camino hacia la Tierra Prometida. El agua se convierte en el símbolo de Dios, quien es al mismo tiempo dos cosas: una roca firme y de fiar, y agua vivificadora. Se exige fe en esta roca.
Colecta Oh Dios, fuente de vida:
También nosotros profesamos
que Jesús es tu Hijo,
que vino de ti y regresó a ti.
Te damos gracias por nuestra fe,
que hemos recibido como
incomparable regalo tuyo.
Pero perdónanos cuando nos
resulta difícil seguir siempre a
Jesús en su camino de sufrimiento
y de muerte, aun cuando creemos
que ése precisamente es el camino
hacia la felicidad y la gloria.
Ayúdanos a pensar y a vivir según tu voluntad,
siguiendo fielmente a nuestro único modelo, J
esucristo tu Hijo, nuestro Señor.
Intenciones
Para que nuestro Señor Jesucristo sea y permanezca siempre nuestra piedra angular sobre la que se construyan nuestras vidas, y para que nosotros construyamos la Iglesia con nuestro servicio, lleno de afecto y entusiasmo, roguemos al Señor.
Para que aprendamos de Jesús a entregarnos al servicio de Dios y de los hermanos, totalmente y sin reservas ni condiciones, roguemos al Señor.
Para que los que le ven poco sentido a la vida descubran en el Señor Jesús y en su Evangelio qué ricas y llenas de sentido pueden ser sus vidas, roguemos al Señor
Oración sobre las Ofrendas
Señor Dios nuestro:
Con profunda fe profesamos
que Jesús, tu Hijo viviente,
se hará presente entre nosotros
en estos signos de pan y vino.
Que él nos fortalezca con su Espíritu
para seguirle a donde quiera llevarnos,
aun a través de dolor y de muerte,
para que podamos compartir
con él tu gloria y tu alegría eternas,
porque él es nuestro Señor y
Salvador por los siglos de los siglos.
Oración después de la Comunión
Oh Dios de poder y majestad:
Tu Hijo Jesucristo se ha hecho
presente aquí entre nosotros sin
ningún despliegue de poder,
sino más bien como el siervo humilde
de sus hermanos y hermanas.
Que los que llevan en la Iglesia el peso
de la autoridad lleguen a ser, cada vez más,
como tu Hijo Jesús.
Que, indiferentes al prestigio y al poder,
reflejen en sus vidas y en su ministerio
la misma actitud de tu Hijo,
que vino no a ser servido sino a servir.
Y que sea ése su camino para ser
grandes a los ojos de Dios,
en Cristo Jesús, nuestro Señor.
Bendición Hermanos: Hemos oído a Pedro proclamar: “Tú eres el Mesías, el Cristo, el Hijo del Dios vivo”. Esta es también nuestra profesión de fe, y ella cambia toda nuestra vida. A Cristo pertenecemos, somos sus discípulos. Ojalá seamos buenos discípulos suyos, con la bendición de Dios todopoderoso, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y que esta bendición permanezca para siempre.