2 de mayo de 2013

Jueves de la 5ª semana de Pascua. Ciclo C.



Santos: Atanasio de Alejandría, Doctor de la Iglesia; Félix de Sevilla, mártir. Beata Mafalda de Portugal, religiosa. Memoria (Blanco)

LOS RASGOS DE LA IDENTIDAD CRISTIANA
Hch 15,17-21; Jn 15,9-11
Desde cada una de las lecturas podemos apreciar dos distintas maneras de afirmar la identidad cristiana. Los primeros discípulos de Jesús se fueron desgajando paulatinamente de la vid de Israel para constituirse en la viña del Señor Jesús. Tenían necesidad de afirmar su identidad de frente a los no judíos y obviamente de frente a los judíos. Ellos, por así decirlo, eran judíos mesiánicos que confesaban el poder salvador de Jesús. Desde la perspectiva del Evangelio el principal rasgo psicológico de los seguidores de Jesús era la vivencia efectiva del amor fraterno. Comunidades pequeñas como eran, podían establecer relaciones interpersonales marcadas por el respeto y el trato digno y cariñoso. En el libro de los Hechos de los Apóstoles se plantean las coordenadas éticas indispensables para admitir a los gentiles al camino cristiano. Rechazo a la idolatría, a las relaciones matrimoniales ilegítimas. Esas determinaciones no se imponían de forma vertical, sino que se establecían a través del diálogo y la reflexión fraterna presidida por los apóstoles.

ANTÍFONA DE ENTRADA (Dn 12, 3)
Los sabios brillarán como el fulgor del firmamento; y los que enseñaron a muchos la justicia, serán como estrellas eternas.

ORACIÓN COLECTA
Dios todopoderoso y eterno, que en el santo obispo Atanasio otorgaste a la Iglesia un insigne defensor de la divinidad de tu Hijo, concédenos, por su intercesión, crecer cada día más en tu conocimiento y en tu amor. Por nuestro Señor Jesucristo...

LITURGIA DE LA PALABRA
Juzgo que no se debe importunar a los paganos que se convierten a Dios.

Del libro de los Hechos de los Apóstoles: 15, 7-21

Por aquellos días, después de una larga discusión sobre el asunto de la circuncisión, Pedro se levantó y dijo a los apóstoles y a los presbíteros:

"Hermanos: Ustedes saben que, ya desde los primeros días, Dios me eligió entre ustedes para que los paganos oyeran, por mi medio, las palabras del Evangelio y creyeran. Dios, que conoce los corazones, mostró su aprobación dándoles el Espíritu Santo, igual que a nosotros. No hizo distinción alguna, ya que purificó sus corazones con la fe.

¿Por qué quieren irritar a Dios imponiendo sobre los discípulos ese yugo, que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido soportar? Nosotros creemos que nos salvaremos por la gracia del Señor Jesús, del mismo modo que ellos".

Toda la asamblea guardó silencio y se pusieron a oír a Bernabé y a Pablo, que contaban las grandes señales y prodigios que Dios había hecho entre los paganos por medio suyo. Cuando terminaron de hablar, Santiago tomó la palabra y dijo: "Hermanos, escúchenme. Pedro nos ha referido cómo, por primera vez, se dignó Dios escoger entre los paganos un pueblo que fuera suyo. Esto concuerda con las palabras de los profetas, porque está escrito: Después de estos sucesos volveré y reconstruiré de nuevo la casa de David, que se había derrumbado; repararé sus ruinas y la reedificaré, para que el resto de los hombres busque al Señor, lo mismo que todas las naciones que han sido consagradas a mi nombre. El Señor que hace estas cosas es quien lo dice. Él las conoce desde la eternidad.
Por lo cual, yo juzgo que no se debe molestar a los paganos que se convierten a Dios; basta prescribirles que se abstengan de la fornicación, de comer lo inmolado a los ídolos, la sangre y los animales estrangulados. Si alguien se extraña, Moisés tiene, desde antiguo, quienes lo predican en las ciudades, puesto que cada sábado se lee en las sinagogas". 

Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Comentario:

Una decisión que hizo historia

El “asunto de la circuncisión” de que nos habla la primera lectura de hoy no era algo tan lejano ni tan complicado ni tan inútil como puede parecernos fácilmente.

La circuncisión era la señal visible de la pertenencia al pueblo de Abraham, según dijo Dios al que es padre de todos nosotros en la fe: “Este es mi pacto que guardaréis, entre yo y vosotros y tu descendencia después de ti: Todo varón de entre vosotros será circuncidado. Seréis circuncidados en la carne de vuestro prepucio, y esto será la señal de mi pacto con vosotros. A la edad de ocho días será circuncidado entre vosotros todo varón por vuestras generaciones; asimismo el siervo nacido en tu casa, o que sea comprado con dinero a cualquier extranjero, que no sea de tu descendencia. Ciertamente ha de ser circuncidado el siervo nacido en tu casa o el comprado con tu dinero; así estará mi pacto en vuestra carne como pacto perpetuo” (Gen 17,10-13).

Y aunque esta señal fuera propia de los varones solamente, quedaba entendido, según la mentalidad de la época, que el rumbo de toda familia y la religión propia de cada hogar, lo mismo que su vida moral y las palabras de enseñanza, correspondían todas al varón, de modo que era claro que entrar en la circuncisión era darle una familia a Dios. Y así, cuando los judíos se dispersaron entre las naciones, su miembro circuncidado era algo más que una operación quirúrgica: era prácticamente un motivo de orgullo como pueblo y como raza; de modo que era normal y bien visto llamarse “de la circuncisión”, como leemos en los Hechos de los Apóstoles (cf. Hch 10,45; 11,2).

Por contraste, éstos, los “de la circuncisión” lanzaban una mirada de cierto desprecio a los paganos “incircuncisos”, de modo que Pablo llega a hablar de una especie de “muro” que separaba a los dos pueblos, y por eso escribe a los efesios: “Ahora en Cristo Jesús, vosotros, que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido acercados por la sangre de Cristo. Porque El mismo es nuestra paz, quien de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación, aboliendo en su carne la enemistad, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un nuevo hombre, estableciendo así la paz, y para reconciliar con Dios a los dos en un cuerpo por medio de la cruz, habiendo dado muerte en ella a la enemistad” (Ef 2,13-16).

Es decir que lo que estamos presenciando en la escena de la primera lectura es la caída de ese muro, mayor y más altanero y perjudicial que el infame “muro de Berlín”. El Espíritu Santo, obrando con y más allá de los Apóstoles, traza una ruta que será la gran ruta de la evangelización de los pueblos paganos. Si somos salvos por la gracia y mediante la fe, no cabe considerar a la Ley de Moisés como una obligación o como un requisito que todos han de cumplir para alcanzar la salvación. Una decisión que hizo historia.



Del salmo 95 R/. Cantemos la grandeza del Señor. Aleluya.

Cantemos al Señor un nuevo canto, que le cante al Señor toda la tierra; cantemos al Señor y bendigámoslo. R/.

Proclamemos su amor día tras día, su grandeza anunciemos a los pueblos; de nación en nación, sus maravillas. R/.

Caigamos en su templo de rodillas. "Reina el Señor", digamos a los pueblos, gobierna a las naciones con justicia. R/.


ACLAMACIÓN (Jn 10, 27) R/. Aleluya, aleluya.

Mis ovejas escuchan mi voz, dice el Señor; yo las conozco y ellas me siguen. R/.


Permanezcan en mi amor para que su alegría sea plena.

Del santo Evangelio según san Juan: 15, 9-11
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Como el Padre me ama, así los amo yo. Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecen en mi amor; lo mismo que yo cumplo los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho esto para que mi alegría esté en ustedes y su alegría sea plena". 
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

Comentario:

Permanecer en el Amor

El evangelio nos enseña lo mismo con otras palabras. Notemos que los que fueron salvados de las garras del Faraón, en otro tiempo, no pudieron permanecer en la alianza de Moisés. Para dolor del mismo Moisés, el pueblo que fue rescatado por Dios dio la espalda a su salvador, y no una sino muchas veces, al punto que el profeta Isaías, dándole su boca al dolor de amor del Santo entre los Santos exclama: “Oíd, cielos, y escucha, tierra, porque el Señor habla: Hijos crié y los hice crecer, mas ellos se han rebelado contra mí. El buey conoce a su dueño y el asno el pesebre de su amo; pero Israel no conoce, mi pueblo no tiene entendimiento. ¡Ay, nación pecadora, pueblo cargado de iniquidad, generación de malvados, hijos corrompidos! Han abandonado al Señor, han despreciado al Santo de Israel, se han apartado de El” (Is 1,2-4).

Uno puede preguntarse por qué no puede suceder lo mismo con la salvación que nos trae Jesucristo. ¿No será que también esta vez, después de un comienzo estelar, vendrán la rebeldía y la traición al deseo de Dios? ¿En qué es mejor la alianza de Jesús comparada con la de Moisés? ¿Qué nos hace suponer que esta vez si triunfará el plan de Dios?

Para responder, démonos cuenta de qué es o era lo propio de la alianza de Moisés, leyendo en el libro Levítico: “Yo soy el Señor vuestro Dios. No haréis como hacen en la tierra de Egipto en la cual morasteis, ni haréis como hacen en la tierra de Canaán adonde yo os llevo; no andaréis en sus estatutos. Habréis de cumplir mis leyes y guardaréis mis estatutos para vivir según ellos; yo soy el Señor vuestro Dios. Por tanto, guardaréis mis estatutos y mis leyes, por los cuales el hombre vivirá si los cumple; yo soy el Señor” (Lev 18,1-5). Entendemos pronto que todo el peso de esta alianza reposa en las palabras “guardar” y “cumplir”. Cosa que resulta agradable a nuestra mente, pues son ciertamente muy bellas las disposiciones que allí se describen, pero muy pesada para nuestra carne mal inclinada y para la limitación de nuestras fuerzas.

El lenguaje de Cristo es nuevo. No se trata ahora de ver lo bueno y cumplirlo, sino de recibir lo bueno y dejarlo obrar en nosotros. Bien claro lo enseña el apóstol Juan: “Nosotros amamos, porque El nos amó primero” (1 Jn 4,19). Y lo que hoy pide Cristo es que “permanezcamos” en ese amor. Abastecidos de amor, tenemos cómo amar lo que él nos pide y cómo esperar en lo que nos promete. ¿No es cosa bella y eficaz, con la eficacia del poder de Dios?

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Que el sacrificio que vamos a ofrecerte en la festividad de san Atanasio, nos ayude, Señor, a vivir conforme a la fe que él profesó y a obtener así la salvación eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN (1 Co 1, 23-24)
Nosotros proclamamos a Cristo crucificado: fuerza de Dios y sabiduría de Dios.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Que tu Hijo, Jesucristo, en cuya divinidad creemos firmemente con san Atanasio nos comunique, Señor, tu propia vida por medio de este sacramento. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Homilías de Fr. Nelson Medina, O.P.