Santos: Teófilo de Cesarea, obispo; Virgilio de Arlés, obispo; Beato Cristóbal Macassoli de Milán, presbítero. Feria (Morado)
NO NOS ABANDONES PARA SIEMPRE Dn 3,25-34. 43; Mt 18,21-35
La confesión de culpa brota insistente y sincera en la oración de Azarías. La tesis que sostiene el libro de Daniel es contundente. El Dios de Israel ha obrado con justicia al exponer a Israel a la humillación de las naciones vecinas. Su rebeldía y su desinterés por la práctica de la justicia y la fidelidad los encaminó a la ruina. El aprendizaje está a la vista: no serán los sacrificios ni las ofrendas los que restablecerán su relación con Dios, sino su corazón humilde y su espíritu renovado. El reconocimiento sincero del propio extravío y la consecuente conversión nos permiten reorientar desde abajo nuestra existencia. El camino de la reconciliación auténtica pasa necesariamente por la compasión con nuestros agresores. El Evangelio de san Mateo ridiculiza la insensatez del empleado que no correspondió a la compasión recibida de parte de su amo, pues se cerró a las súplicas de su compañero, que le adeudaba una cantidad insignificante.
ANTÍFONA DE ENTRADA (Sal 16, 6. 8)
Yo te invoco porque tú me respondes, Dios mío; atiéndeme y escucha mis palabras. Cuídame como a la niña de tus ojos y cúbreme bajo la sombra de tus alas.
ORACIÓN COLECTA
Que tu gracia, Señor, nos acompañe, para que nos impulse a entregarnos a tu servicio y nos obtenga siempre tu ayuda. Por nuestro Señor Jesucristo...
LITURGIA DE LA PALABRA
Acepta, Señor, nuestro corazón adolorido y nuestro espíritu humillado.
Del libro del profeta Daniel: 3, 25. 34-43
En aquel tiempo, Azarías oró al Señor, diciendo: "Señor, Dios nuestro, no nos abandones nunca; por el honor de tu nombre no rompas tu alianza; no apartes de nosotros tu misericordia, por Abraham, tu amigo, por Isaac, tu siervo, por Jacob, tu santo, a quienes prometiste multiplicar su descendencia, como las estrellas del cielo y las arenas de la playa.
Pero ahora, Señor, nos vemos empequeñecidos frente a los demás pueblos y estamos humillados por toda la tierra, a causa de nuestros pecados. Ahora no tenemos príncipe ni jefe ni profeta; ni holocausto ni sacrificio ni ofrenda ni incienso; ni lugar donde ofrecerte las primicias y alcanzar misericordia. Por eso, acepta nuestro corazón adolorido y nuestro espíritu humillado, como un sacrificio de carneros y toros, como un millar de corderos cebados. Que ése sea hoy nuestro sacrificio y que sea perfecto en tu presencia, porque los que en ti confían no quedan defraudados. Ahora te seguiremos de todo corazón; te respetamos y queremos encontrarte; no nos dejes defraudados. Trátanos según tu clemencia y tu abundante misericordia. Sálvanos con tus prodigios y da gloria a tu nombre".
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Comentario:
El sacrificio de un corazón
arrepentido
Hay una situación de extrema
indigencia: la de aquel que reconoce su propio límite y admite que ha pecado. Y
es en esa situación, precisamente cuando ninguna explicación cabe, en donde
brilla con mayor intensidad la verdad del corazón del hombre y la verdad del
corazón de Dios. Tal es el cuadro que nos ofrece la primera lectura de hoy: una
preciosa joya que muestra el genuino arrepentimiento.
Verdad del corazón humano,
porque la soberbia hizo de este recinto, el corazón, un aula de mentiras que se
acostumbró a oírse sólo a sí mismo. Y así enceguecidos, de repente nos
estrellamos con la realidad, y entre los añicos de nuestros desastres y
catástrofes descubrimos que todo era falso, que nuestra imagen era sólo
fachada, que nuestro orgullo tenía bases engañosas, que no éramos tan buenos ni
tan justos ni tan agradables como creíamos. Entonces brota como borbotones de sangre
la verdad, de la que se ha dicho que duele. Pero lo que duele no es la verdad
sino tener que romper tantas mentiras.
En la auténtica contrición,
ese dolor santo de haber pecado, aparece también la verdad del corazón de Dios.
El enemigo malo, Satanás, ha querido desde el principio desfigurar el rostro de
Dios. Al hablar con la mujer en el Edén empieza por calumniar al Creador:
"¿es verdad que Dios les ha dicho que no coman de NINGÚN árbol...?"
(Gén 3,1). Esta imagen desfigurada es indispensable para efectos del diabólico
proyecto de nuestro enemigo: apenas aparece la verdad de Dios nos arrojamos en
sus brazos. Pues bien: las lágrimas de la contrición limpian nuestros ojos para
ver el rostro amoroso y perdonador del Dios Eterno.
Del salmo 24 R/. Sálvanos, Señor, tú que eres misericordioso.
Descúbrenos, Señor, tus caminos, guíanos con la verdad de tu doctrina. Tú eres nuestro Dios y salvador y tenemos en ti nuestra esperanza. R/.
Acuérdate, Señor, que son eternos tu amor y tu ternura. Según ese amor y esa ternura, acuérdate de nosotros. R/.
Porque el Señor es recto y bondadoso, indica a los pecadores el sendero, guía por la senda recta a los humildes y descubre a los pobres sus caminos. R/.
ACLAMACIÓN (Jl 2, 12-13) R/. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Todavía es tiempo, dice el Señor, conviértanse a mí de todo corazón, porque soy compasivo y misericordioso. R/.
Si no perdonan de corazón a su hermano, tampoco el Padre celestial los perdonará a ustedes.
Del santo Evangelio según san Mateo: 18, 21-35
En aquel tiempo, Pedro se acercó a Jesús y le preguntó: "Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?". Jesús le contestó: "No sólo hasta siete, sino hasta setenta veces siete".
Entonces Jesús les dijo: "El Reino de los cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus servidores. El primero que le presentaron le debía muchos millones. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él, a su mujer, a sus hijos y todas sus posesiones, para saldar la deuda. El servidor, arrojándose a sus pies, le suplicaba, diciendo: 'Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo'. El rey tuvo lástima de aquel servidor, lo soltó y hasta le perdonó la deuda. Pero, apenas había salido aquel servidor, se encontró con uno de sus compañeros, que le debía poco dinero. Entonces lo agarró por el cuello y casi lo estrangulaba, mientras le decía: 'Págame lo que me debes'. El compañero se le arrodilló y le rogaba: 'Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo'. Pero el otro no quiso escucharlo, sino que fue y lo metió en la cárcel hasta que le pagara la deuda. Al ver lo ocurrido, sus compañeros se llenaron de indignación y fueron a contar al rey lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: 'Siervo malvado. Te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también haber tenido compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?'. Y el señor, encolerizado, lo entregó a los verdugos para que no lo soltaran hasta que pagara lo que debía. Pues lo mismo hará mi Padre celestial con ustedes, si cada cual no perdona de corazón a su hermano".
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Comentario:
Un perdón inagotable
¿Cómo puede Dios perdonar? ¿Cómo puedo yo, cómo puedes tú
perdonar? Si llegamos a entender qué es perdonar inmediatamente comprenderemos
que todo perdón es por definición infinito, inagotable. Un perdón que se acaba
nunca existió.
Lo más parecido al perdón es la creación. Perdonar no es
hacer de cuenta que algo no existió, porque nadie puede luchar para siempre con
la verdad del recuerdo que le hiere. Perdonar es crear una relación nueva, es
ayudar a alguien a ser nuevo. Se parece mucho a crear. Y el que tiene poder
para hacer algo nuevo se llama Dios, y la fuerza con que puede crear pertenece
sólo a Él.
Por eso el perdón es infinito, porque no depende del
perdonado sino del perdonador, y como el perdonador es inagotable en su amor y
en su poder, no hay límite para el perdón. ¡Aleluya!
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Que este sacrificio que vamos a ofrecerte nos purifique, Señor, de nuestros pecados y nos obtenga la ayuda de tu poder. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio I-V de Cuaresma.
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN (Sal 14, 1-2)
Señor, ¿quién puede hospedarse en tu casa y descansar en tu monte santo? El que procede honradamente y practica la justicia.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Que nuestra participación en este misterio, renueve, Señor, toda nuestra vida y nos alcance tu perdón y tu ayuda. Por Jesucristo, nuestro Señor.