Santos: Victorino de Nicomedia, mártir; Olegario de Barcelona, obispo. Beata María de la Providencia, fundadora. Feria (Morado)
PUEBLO SABIO Y PRUDENTE Dt 4,1.5-9; Mt 5,17-19
La existencia de Israel no podía separarse de la referencia fundamental que le ofrecía la ley mosaica. Los preceptos y mandatos que Dios regaló a Israel en el Sinaí no eran en manera alguna un conjunto de reglas arbitrarias, sino el fundamento mismo de las relaciones justas y fraternas entre israelitas fuertes y débiles, entre jueces poderosos asentados en las ciudades de Israel y las viudas y forasteros caídos en desgracia. En ese sentido el mensaje y su enseñanza de dicha ley tienen validez permanente. De ninguna manera el Señor Jesús disponía de autoridad suficiente para desmontar el proyecto solidario y equitativo que auspiciaban las leyes dadas por Dios a su pueblo. Como cumplidor de la ley y no como su detractor, quería vivir el nuevo Moisés que nos presenta el Evangelio de san Mateo. El Sermón del Monte no es la cancelación de los mandatos del monte Sinaí, sino su planificación más completa y acabada. Aunque los versículos siguientes parezcan derogar la ley de Moisés, en realidad la releen desde su espíritu y tradición originaria.
ANTÍFONA DE ENTRADA (Sal 118, 133)
Haz, Señor, que siga con firmeza tu palabra, para que no se apodere de mí ningún pecado.
ORACIÓN COLECTA
Te pedimos, Señor, que purificados por las prácticas cuaresmales y alimentados con tu palabra, podamos entregarnos enteramente a tu servicio y perseverar unidos en la oración. Por nuestro Señor Jesucristo...
LITURGIA DE LA PALABRA
Guarden mis mandamientos y pónganlos en práctica.
Del libro del Deuteronomio: 4, 1. 5-9
En aquellos días, habló Moisés al pueblo, diciendo: "Ahora, Israel, escucha los mandatos y preceptos que te enseño, para que los pongas en práctica y puedas así vivir y entrar a tomar posesión de la tierra que el Señor, Dios de tus padres, te va a dar.
Yo les enseño mandatos y preceptos, como me ordena el Señor, mi Dios, para que se ajusten a ellos en la tierra en que van a entrar y que van a tomar en posesión. Guárdenlos y cúmplanlos, porque ellos son su sabiduría y su prudencia a los ojos de los pueblos. Cuando tengan noticia de todos estos preceptos, se dirán: 'En verdad esta gran nación es un pueblo sabio y prudente'. Porque, ¿cuál otra nación hay tan grande que tenga dioses tan cercanos como lo está nuestro Dios, siempre que lo invocamos? ¿Cuál es la gran nación cuyos mandatos y preceptos sean tan justos como toda esta ley que ahora les doy?
Pero ten cuidado y atiende bien: No vayas a olvidarte de estos hechos que tus ojos han visto, ni dejes que se aparten de tu corazón en todos los días de tu vida; al contrario, transmíteselos a tus hijos y a los hijos de tus hijos".
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Comentario:
"No olvides lo que vieron tus ojos..."
Uno puede decir que todos los pecados nacen de la mala
memoria. En la primera lectura de hoy encontramos una fuerte admonición:
"no te olvides de lo que vieron tus ojos". Una advertencia que bien
podemos considerar nacida de la experiencia, porque es muy cierto que hemos
visto maravillas y es cierto también que las hemos olvidado. No es la menor de
las desdichas humanas eso de que haya tantos males que al recordarlos nos
parecen tan recientes y tan capaces de afectarnos, mientras la niebla de un
recuerdo borroso e inocuo se apodera de los bienes que también tuvo el pasado.
Por algo san Agustín, y después de él santa Catalina de
Siena, hablaron de la memoria como de una de las "potencias" o
"facultades" del alma. La memoria tiene poder porque somos en buena
parte lo que recordamos ser. Es la memoria, en efecto, esa potencia que unifica
nuestro ser a lo largo de la línea del tiempo, de modo tal que sin ella no
tendríamos más que instantes inconexos, carentes de sentido y de vigor. Gracias
a la memoria no tenemos que reinventar cada día lo que significa
"vivir".
Recordar las maravillas que hizo el Señor es el principio
ineludible para reconocer su grandeza, admirar su poder y agradecer su
misericordia. Y ciertamente no es posible una vida agradable a Dios sin estas
tres cosas.
Además, la obediencia a los mandatos divinos es dura, casi
imposible, si nos quedamos mirando lo que hay que hacer; es suave, en cambio,
posible e incluso deleitable, si atendemos a quién nos los ha mandado y qué
planes de gracia y salvación ha dispuesto a favor nuestro. Todo, pues, depende
de la memoria.
Del salmo 147 R/. Demos gloria a nuestro Dios.
Glorifica al Señor, Jerusalén, a Dios ríndele honores, Israel. Él refuerza el cerrojo de tus puertas y bendice a tus hijos en tu casa. R/.
Él mantiene la paz en tus fronteras, con su trigo mejor sacia tu hambre. Él envía a la tierra su mensaje y su palabra corre velozmente. R/.
Le muestra a Jacob su pensamiento, sus normas y designios a Israel. No ha hecho nada igual con ningún pueblo, ni le ha confiado a otro sus proyectos. R/.
ACLAMACIÓN (Cfr. Jn 6, 63. 68) R/. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Tus palabras, Señor, son espíritu y vida. Tú tienes palabras de vida eterna. R/.
El que cumpla y enseñe mis mandamientos, será grande en el Reino de los cielos.
Del santo Evangelio según san Mateo: 5, 17-19
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "No crean que he venido a abolir la ley o los profetas; no he venido a abolirlos, sino a darles plenitud. Yo les aseguro que antes se acabarán el cielo y la tierra, que deje de cumplirse hasta la más pequeña letra o coma de la ley. Por lo tanto, el que quebrante uno de estos preceptos menores y enseñe eso a los hombres, será el menor en el Reino de los cielos; pero el que los cumpla y los enseñe, será grande en el Reino de los cielos".
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Comentario:
Jesús, Plenitud de la Ley
Si los mandatos son fáciles de practicar recordando siempre
lo que por nosotros ha hecho Dios, nadie puede negar entonces cuál es el lugar
que tiene Cristo en esto de conducirnos a la obediencia.
Su Cruz, su Sangre, su Pasión entera, ¿qué son, en su
conjunto, sino un recordatorio indeleble del amor divino? Por eso Cristo Jesús
es la "plenitud" de la Ley: no porque añada preceptos más sabios o
dispensas más amables, sino porque ha dejado en su ofrenda de amor una señal
que rescata nuestra memoria y despierta siempre nuestro amor hacia Aquel que es
su Fuente, el Padre de los Cielos.
Así entendemos mejor la enseñanza de Cristo. Lo que nos está
mostrando el Señor es que hay una salida al terrible dilema que dividía a los
judíos en aquella época y que también subsiste de algún modo para nosotros. El
dilema es este: ¿nos quedamos con una ley, que es sabia pero imposible de
cumplir, o rebajamos el contenido de esa ley enseñando entonces y pidiendo
menos de lo que ella pide? La solución de Cristo es: "no diluyas la Ley
pero tampoco la exijas a quien no tiene la fuerza para cumplirla, fuerza que
sólo conmigo y mi gracia ha llegado a la raza de Adán". ¡Bendito Dios!
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Acepta, Señor, las ofrendas y oraciones que te presentamos y protege de todo mal a quienes celebramos tu Eucaristía. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio I-V de Cuaresma.
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN (Sal 15, 11)
Me has enseñado el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Santifícanos, Señor, con el pan del cielo que acabamos de recibir para que, libres de nuestras faltas, podamos alcanzar tus promesas eternas. Por Jesucristo, nuestro Señor.