Santos: Macario de Jerusalén, obispo; Simplicio I, Papa; Víctor de África, mártir. (Morado o Rosa)
EL MANÁ Y LAS BELLOTAS Jos 5,9.10-12; 2 Co 5,17-21; Lc 15,1-3.11-32
El padre de familia cuida de sus hijos, los alimenta y protege. En la Biblia son numerosos los textos que nos presentan a Dios como un padre bondadoso, atento a alimentar y socorrer a su pueblo. El relato del libro de Josué pone punto final al periodo de la marcha por el desierto. Como signo de la presencia amorosa de Dios que los guió por el desierto, mantuvieron el recuerdo del maná. En lo próspero y en lo adverso Dios asiste a su pueblo. En contraparte, el hijo menor que escapa de la casa de su padre en la parábola evangélica, experimenta el desamparo y el hambre, al punto que no puede llenarse el estómago de las algarrobas que comían los cerdos. El alimento que recibimos de nuestros padres no solamente es un nutriente, también es un símbolo del amor incondicional que nos regalan. Por esa razón vemos que al cierre de la parábola, el padre que recuperó a su hijo organizó un banquete para celebrar el amor recién renacido entre él y su hijo.
ANTÍFONA DE ENTRADA (Cfr. Is 66, 1 0-1 1)
Alégrate, Jerusalén, y todos ustedes los que la aman, reúnanse. Regocíjense con ella todos los que participaban de su duelo y quedarán saciados con la abundancia de sus consuelos.
No se dice Gloria.
ORACIÓN COLECTA
Dios nuestro, que has reconciliado contigo a la humanidad entera por medio de tu Hijo, concede al pueblo cristiano prepararse con fe viva y entrega generosa a celebrar las fiestas de la Pascua. Por nuestro Señor Jesucristo...
LITURGIA DE LA PALABRA
El pueblo de Dios celebró la Pascua al entrar en la tierra prometida.
Del libro de Josué: 5, 9. 10-12
En aquellos días, el Señor dijo a Josué: "Hoy he quitado de encima de ustedes el oprobio de Egipto".
Los israelitas acamparon en Guilgal, donde celebraron la Pascua, al atardecer del día catorce del mes, en la llanura desértica de Jericó. El día siguiente a la Pascua, comieron del fruto de la tierra, panes ázimos y granos de trigo tostados. A partir de aquel día, cesó el maná. Los israelitas ya no volvieron a tener maná, y desde aquel año comieron de los frutos que producía la tierra de Canaán.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Del salmo 33 R/. Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor.
Bendeciré al Señor a todas horas, no cesará mi boca de alabarlo. Yo me siento orgulloso del Señor, que se alegre su pueblo al escucharlo. R/.
Proclamemos la grandeza del Señor y alabemos todos juntos su poder. Cuando acudí al Señor, me hizo caso y me libró de todos mis temores. R/.
Confía en el Señor y saltarás de gusto, jamás te sentirás decepcionado, porque el Señor escucha el clamor de los pobres y los libra de todas sus angustias. R/.
Dios nos reconcilió consigo por medio de Cristo.
De la segunda carta del apóstol san Pablo a los corintios: 5, 17-21
Hermanos: El que vive según Cristo es una creatura nueva; para él todo lo viejo ha pasado. Ya todo es nuevo.
Todo esto proviene de Dios, que nos reconcilió consigo por medio de Cristo y que nos confirió el ministerio de la reconciliación. Porque, efectivamente, en Cristo, Dios reconcilió al mundo consigo y renunció a tomar en cuenta los pecados de los hombres, y a nosotros nos confió el mensaje de la reconciliación. Por eso, nosotros somos embajadores de Cristo, y por nuestro medio, es como si Dios mismo los exhortara a ustedes. En nombre de Cristo les pedimos que se dejen reconciliar con Dios.
Al que nunca cometió pecado, Dios lo hizo "pecado" por nosotros, para que, unidos a Él, recibamos la salvación de Dios y nos volvamos justos y santos.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
ACLAMACIÓN (Lc 15, 18) R/. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Me levantaré, volveré a mi padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. R/.
Tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida.
Del santo Evangelio según san Lucas: 15, 1-3. 11-32
En aquel tiempo, se acercaban a Jesús los publicanos y los pecadores para escucharlo. Por lo cual los fariseos y los escribas murmuraban entre sí: "Éste recibe a los pecadores y come con ellos".
Jesús les dijo entonces esta parábola: "Un hombre tenía dos hijos, y el menor de ellos le dijo a su padre: `Padre, dame la parte de la herencia que me toca'. Y él les repartió los bienes. No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se fue a un país lejano y allá derrochó su fortuna, viviendo de una manera disoluta. Después de malgastarlo todo, sobrevino en aquella región una gran hambre y él empezó a pasar necesidad. Entonces fue a pedirle trabajo a un habitante de aquel país, el cual lo mandó a sus campos a cuidar cerdos. Tenía ganas de hartarse con las bellotas que comían los cerdos, pero no lo dejaban que se las comiera.
Se puso entonces a reflexionar y se dijo: ¡Cuántos trabajadores en casa de mi padre tienen pan de sobra, y yo, aquí, me estoy muriendo de hambre! Me levantaré, volveré a mi padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo. Recíbeme como a uno de tus trabajadores'. Enseguida se puso en camino hacia la casa de su padre. Estaba todavía lejos, cuando su padre lo vio y se enterneció profundamente. Corrió hacia él, y echándole los brazos al cuello, lo cubrió de besos. El muchacho le dijo: 'Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo'.
Pero el padre les dijo a sus criados: ' ¡Pronto!, traigan la túnica más rica y vístansela; pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies; traigan el becerro gordo y mátenlo. Comamos y hagamos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado'. Y empezó el banquete.
El hijo mayor estaba en el campo y al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y los cantos. Entonces llamó a uno de los criados y le preguntó qué pasaba. Éste le contestó: `Tu hermano ha regresado y tu padre mandó matar el becerro gordo, por haberlo recobrado sano y salvo'. El hermano mayor se enojó y no quería entrar.
Salió entonces el padre y le rogó que entrara; pero él replicó: ' ¡Hace tanto tiempo que te sirvo, sin desobedecer jamás una orden tuya, y tú no me has dado nunca ni un cabrito para comérmelo con mis amigos! Pero eso sí, viene ese hijo tuyo, que despilfarró tus bienes con malas mujeres, y tú mandas matar el becerro gordo'.
El padre repuso: 'Hijo, tú siempre estás conmigo y todo lo mío es tuyo. Pero era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado' ".
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Comentario:
En la parábola hay un litigio entra la ley y la misericordia. Y sólo se entenderá cuando la leamos con los ojos de amor y desde el corazón del padre, que parece no sólo padre, sino también madre. Curiosamente estudiosos de la parábola han hecho notar que en esta historia familiar falta la madre. Y hay también alguien ha añadido que en el cuadro que pintó Rembrandt recogiendo la escena del padre y del hijo pródigo que se abrazan a la vuelta de éste, las manos del padre son manos femeninas, como si fuesen manos de madre. Quizás la historia de la parábola está más presente en la sociedad actual de lo que parece; cantidad de familias han vivido o están viviendo situaciones similares. Y la imagen del padre del que con el corazón destrozado acepta el alejamiento del hijo, que espera ansioso su vuelta, que no se cansa de buscarlo si se entera dónde está, que perdona, y que trata de ayudar a recomponer la vida del hijo perdido, se multiplica hoy por muchos enteros en padres y madres con un corazón que el amor ha hecho de oro, interesados únicamente en el bien y la felicidad del hijo.
Credo
PLEGARIA UNIVERSAL
Con plena confianza en el amor del Padre, presentémosle nuestras plegarias.
Después de cada petición diremos (cantando): Señor, ten piedad (o bien: Kyrie, eléison).
Por la Iglesia. Para que se renueve y crezca cada día más en la fidelidad al Evangelio. Oremos.
Por los que recibirán el Bautismo en la Vigilia Pascual. Para que la gracia de Jesús resucitado los llene toda su vida. Oremos.
Por los trabajadores de la industria, la agricultura y el comercio; por los marineros y los pescadores; por los estudiantes y los profesionales. Para que todo el mundo puede realizar su trabajo sin angustias y con espíritu de servicio. Oremos.
Por las mujeres. Para que se acabe toda discriminación, y se logre una verdadera igualdad entre todos los seres humanos. Oremos.
Por los que sufren el hambre y la pobreza, aquí y en todo el mundo. Para que todos los hombres y mujeres de buena voluntad trabajemos decididamente para combatir esa terrible injusticia. Oremos.
Por nosotros. Para que la Eucaristía que hoy celebramos fortalezca nuestra fe y dé nuevo impulso a nuestra conversión cuaresmal. Oremos.
Protégenos, Señor, sálvanos y ten piedad. Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Te presentamos, Señor, llenos de alegría, estas ofrendas para el sacrificio y pedimos tu ayuda para celebrarlo con fe sincera y ofrecerlo dignamente por la salvación del mundo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio I o II de Cuaresma.
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN (Lc 15, 32)
Deberías alegrarte, hijo mío, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido, estaba perdido y lo hemos encontrado.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Dios nuestro, luz que alumbra a todo hombre que viene a este mundo, ilumina nuestros corazones con el resplandor de tu gracia, para que nuestros pensamientos te sean agradables y te amemos con toda sinceridad. Por Jesucristo, nuestro Señor.
UNA REFLEXIÓN PARA NUESTRO TIEMPO.- Quienes no hemos sufrido hambre o sed no podemos apreciar a cabalidad el proceso de dignificación que vivió el llamado hijo pródigo. No se piense que el hijo regresa a la casa paterna por el puro interés del alimento. La conciencia hiriente del hambre le permitió apreciar la hondura de su condición inhumana. El hombre que se autoafirma desmedidamente, haciendo que bienes y personas sirvan para consolidar su bienestar personal, termina viviendo aislado y abandonado por todos. El hombre que vive entre los cerdos, sabe que su aislamiento es resultado de sus opciones egoístas. El camino de la reconciliación comienza cuando el
hijo menor se reconoce necesitado de la misericordia y la compasión. La armonía familiar, la convivencia digna y respetuosa es una de las señales que autentifican al verdadero creyente. Quien afirma amar a Dios, sabe convivir con sus hermanos, quien procede de manera autosuficiente como el hermano mayor, no es capaz de gozar de la alegría del hermano recién encontrado.