PRIMERA LECTURA
Lectura del libro
de Josué 5, 9a. 10‑12
El pueblo de Dios
celebra la Pascua, después de entrar en la tierra prometida
En aquellos días,
el Señor dijo a Josué:
"Hoy os he
despojado del oprobio de Egipto."
Los israelitas
acamparon en Guilgal y celebraron la Pascua al atardecer del día
catorce del mes, en la estepa de Jericó.
El día siguiente
a la Pascua, ese mismo día, comieron del fruto de la tierra: panes ázimos
y espigas fritas.
Cuando comenzaron
a comer del fruto de la tierra, cesó el maná. Los israelitas ya no tuvieron
maná, sino que aquel año comieron de la cosecha de la tierra de Canaán.
Palabra de Dios.
REFLEXIÓN
“LA MADUREZ DE UN
PUEBLO, SIGNO DE LA PRESENCIA DE DIOS”
El texto nos
presenta el momento en que Josué, después de la dura travesía del desierto,
hace ver al pueblo cómo Dios ha sido fiel a su promesa y los ha sacado de la
esclavitud; es la celebración de la Pascua en el desierto. Están a
las puertas de la tierra prometida, ya ha desaparecido el maná, pues ellos
mismos se están cultivando sus productos y pueden subsistir por ellos mismos,
es decir el pueblo ha madurado y no necesita depender de nadie.
Josué celebra
este momento agradeciendo a Dios de haber terminado una etapa de oprobio, pues
han estado dominados y sometidos a un pueblo impuro y como gesto de
agradecimiento hace un rito de purificación, renovando la alianza y ratificando
su adhesión a Yahvé.
Dice el texto
que, al día siguiente de esta celebración, el pueblo empezó a notar la
intervención directa de Dios con algo tan simple como era el poder recoger la
cosecha, como fruto del trabajo de la tierra que han recibido. Esto indica
también el final de esta etapa en la que han tenido que ser sostenidos por
Dios, como un pueblo sin madurez; ahora pueden sostenerse por ellos mismos, son
autónomos.
El signo de esta
presencia de Dios para el pueblo, es justamente el poder comer de los frutos de
la tierra que ocupan. Es el momento en que Israel, circuncidado, marcado con el
sello de pertenencia al Señor, siente que ha llegado a su casa.
Es interesante
observar un dato: el Éxodo comienza con la celebración de la pascua y termina
de la misma manera. Es interesante también notar que dicha celebración marca el
final de una etapa y el comienzo de otra que vendrá marcada por el recuerdo de
momentos de liberación realizados por Dios en la primera etapa.
También es
importante anotar que, cuando un pueblo pierde los referentes de su identidad y
los hitos de su historia y arrasa con todo, para establecer en cada momento su
proyecto, cae en la trampa del mesianismo y deja al pueblo a merced del que
llega, con lo que jamás puede crecer nada interesante, ya que cuando empieza a
nacer algo, viene el siguiente y lo arranca.
Salmo responsorial Sal
33, 2‑3. 4‑5. 6‑7 (R.: 9a)
R. Gustad y ved
qué bueno es el Señor.
Bendigo al Señor
en todo momento,
su alabanza está
siempre en mi boca;
mi alma se gloría
en el Señor:
que los humildes
lo escuchen y se alegren. R.
R. Gustad y ved
qué bueno es el Señor.
Proclamad conmigo
la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos
su nombre.
Yo consulté al
Señor, y me respondió,
me libró de
todas mis ansias. R.
R. Gustad y ved
qué bueno es el Señor.
Contempladlo, y
quedaréis radiantes,
vuestro rostro no
se avergonzará.
Si el afligido
invoca al Señor,
él lo escucha y
lo salva de sus angustias. R.
R. Gustad y ved
qué bueno es el Señor.
SEGUNDA
LECTURA
Lectura de la
segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios 5,17‑21
Dios, por medio
de Cristo, nos reconcilió consigo
Hermanos:
El que es de
Cristo es una criatura nueva. Lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha
comenzado.
Todo esto viene
de Dios, que por medio de Cristo nos reconcilió consigo y nos encargó el
ministerio de la reconciliación.
Es decir, Dios
mismo estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo, sin pedirle cuentas de
sus pecados, y a nosotros nos ha confiado la palabra de la
reconciliación.
Por eso, nosotros
actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo os exhortara por
nuestro medio.
En nombre de
Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios.
Al que no había
pecado Dios lo hizo expiación por nuestro pecado, para que nosotros, unidos a
él, recibamos la justificación de Dios.
Palabra de
Dios.
REFLEXIÓN
“REMOJADOS” Y “APUNTADOS”
S. Pablo parte de
un hecho fundamental que es el referente necesario, pues está en la base de
todo: hemos sido bautizados, nuestro hombre viejo ha sido sepultado,
crucificado, muerto con Cristo; somos, por tanto, hombres nuevos que no viven
bajo la ley del pecado. Nuestra vida es Cristo que nos ha reconciliado con Dios
Padre.
Si esa es nuestra
realidad, no podemos dejar de expresar y manifestar al mundo lo que somos; no
podemos dejar de dar los frutos que corresponden.
Somos, por
naturaleza, embajadores y testigos del amor que Dios Padre nos ha tenido y, al
ser testigos de esta realidad en nosotros, nos convertimos en palabra viva del
Padre.
La misión de un
cristiano es justamente ésta: dejar que se manifieste al mundo lo que vive en
él, que es algo inevitable, que le oprime, le obliga a expresarlo; de ahí que
Pablo llegue a decir que “no vive para sí, sino para el Señor” y es que es algo
imposible de evitar.
Para S. Pablo
“Estar en Cristo” es vivir fundido en Él, pues su vida es la que llena nuestro
ser, hasta el punto que podríamos decir que se ha dado “una nueva creación” de
un hombre completamente nuevo.
El autor de esta
“nueva creación” ha sido Cristo que nos ha reconciliado con Dios, pues fue el
hombre quien se separó de Dios y ha tenido que ser el hombre quien vuelva a
Dios. La misión, por tanto, de todo cristiano, será la de hacer que todo hombre
acepte el regalo que Cristo ha realizado, de nuestra reconciliación volviendo a
Dios.
La pregunta que
nos salta es siempre la misma: ¿cómo puede explicarse que siendo ésta la
realidad cristiana, vivamos tan lejos de sus consecuencias? La respuesta que
aparece más evidente es la siguiente: Dios nos hizo el regalo, pero nos dejó la
libertad para aceptarlo, o despreciarlo y, no basta con estar “apuntado” o
“remojado” con el agua del bautismo, si es que no aceptamos el regalo que Dios
nos hace en Jesús.
Este es
justamente el gran problema que tenemos: llevamos demasiado tiempo “remojando”
y “apuntando” sin, ni siquiera, saber qué es lo que se recibe, cuánto menos
aceptarlo.
Versículo antes
del evangelio Lc 15, 18
Me pondré en
camino adonde está mi padre, y le diré:
"Padre, he
pecado contra el cielo y contra ti."
EVANGELIO
Lectura del
santo evangelio según san Lucas 15, 1‑3. 11‑32
Este hermano tuyo
estaba muerto y ha revivido
En aquel tiempo,
solían acercarse a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los
fariseos y los escribas murmuraban entre ellos:
-"Ése acoge
a los pecadores y come con ellos."
Jesús les dijo
esta parábola:
-Un hombre tenía
dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre:
"adre, dame
la parte que me toca de la fortuna."
El padre les
repartió los bienes.
No muchos días
después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí
derrochó su fortuna viviendo perdidamente.
Cuando lo había
gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar
necesidad.
Fue entonces y
tanto le insistió a un habitante de aquel país que lo mandó a sus campos a
guardar cerdos. Le entraban ganas de llenarse el estómago de las algarrobas que
comían los cerdos; y nadie le daba de comer.
Recapacitando
entonces, se dijo:
"Cuántos
jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de
hambre. Me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado
contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a
uno de tus jornaleros."
Se puso en camino
a donde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se
conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo.
Su hijo le
dijo:
"adre, he
pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo
tuyo".
Pero el padre
dijo a sus criados:
"Sacad en
seguida el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en
los pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete, porque
este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos
encontrado."
Y empezaron el
banquete.
Su hijo mayor
estaba en el campo.
Cuando al volver
se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, y llamando a uno de los mozos,
le preguntó qué pasaba.
Éste le
contestó:
"Ha vuelto
tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con
salud."
Él se indignó y
se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo.
Y él replicó a su
padre:
"Mira: en
tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me
has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando ha venido
ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el
ternero cebado."
El padre le
dijo:
"Hijo, tú
siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este
hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos
encontrado."
Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
“MISERICORDIA
VERSUS SOBERBIA”
Al evangelio de
S. Lucas se lo ha definido como el “Evangelio de la Misericordia” y ésta es una
de las páginas más hermosas.
Frente
a la ley del Talión que se mantiene en Israel, del “Ojo por ojo y diente por
diente”, Jesús deja cerrada definitivamente esta idea y esta forma de
existencia, embadurnada por el odio y la venganza y presenta la imagen
completamente nueva de un Dios que detesta esta forma de pensar y de vivir y,
se presenta como el padre que en su corazón no deja que entre ninguna de estas
cosas y perdona al hijo antes, incluso, que éste le haya pedido el perdón.
El
centro de todo el evangelio está ocupado por tres parábolas que son como las
bisagras en torno a las que gira todo: “El dracma perdido”, “La oveja
descarriada” y “El Hijo Pródigo”.
En
estas tres parábolas, hace Jesús una descripción del Dios Padre Misericordioso,
que sufre con el dolor y la desorientación de sus hijos, antes que llenarse de
ira y de rencor, ansioso de venganza.
El
contexto en el que enmarca las parábolas, es una comida con pecadores que lo
consideran amigo, cosa que es un escándalo para la mentalidad israelita.
El
protagonista de las parábolas es Dios, cosa que para los fariseos significa una
ofensa imperdonable, pues es una blasfemia que deteriora la imagen de Dios.
El centro del
mensaje de la parábola va dirigido a la imagen del “hijo mayor” que representa
a la sociedad israelita, dirigida por los fariseos, escribas y letrados, que
desprecian al pueblo y se aprovechan de él; es interesante tener en cuenta el
lenguaje de la parábola: menciona que “tuvo hambre”, “Deseaba comer lo que
comían los cerdos”… mientras que en la casa del Padre, hay pan en abundancia,
el hijo mayor reclama un cabrito para la fiesta… Y es justamente éste, quien
juzga y desprecia al hambriento, echándole en cara sus pecados y se encarga de
hundirlo más de lo que está (para comer tiene que robar la comida de los
cerdos, animal impuro en Israel… más bajo no se puede llegar).
El hijo menor
reconoce su equivocación, se duele de ella y, pretende volver a su padre, para
que lo tenga como el último de sus jornaleros, pues aun así, será siempre mejor
que la situación a la que ha llegado. El movimiento de vuelta del hijo, es
salir de la muerte a la resurrección.
En el
hijo “bueno” de la parábola, hace una radiografía ridícula de los fariseos y de
los escribas, que desprecian al pueblo que se pierde y, que es representado en
el hijo menor que se va de la casa del Padre.
La
actitud del Padre, contrasta con la postura legalista y puritana del hermano
mayor, que no reconoce haber cometido ningún fallo y, esto le da derecho a
convertirse en juez de su hermano, a despreciarlo y no reconocerlo como
hermano.
La
parábola no deja de ser un retrato fantástico, no solo del ambiente del tiempo
de Jesús, sino del nuestro y, podríamos ir quitando personajes y
sustituyéndolos por nosotros mismos; un ejercicio muy interesante para hacer
una confesión pública de la actitud que venimos manteniendo.
-D. Melitón Bruque Garcia. Párroco de San José. Linares-