Santos: Francisca Romana, laica; Paciano de Barcelona, obispo; Bruno de Germania, mártir.
Vísperas I del domingo: 4a semana del Salterio. Tomo II: pp. 1412, 3 y 248. Para los fieles: pp. 722 y 178. Edición popular: pp. 289 y 433. Feria (Morado)
LA MISERICORDIA Y LA AUTOSUFICIENCIA Os 6,1-6; Lc 18,9-14
Están encarnadas en los personajes que aparecen en el relato evangélico. El recaudador y el fariseo viven actitudes más que contrapuestas: uno está orgullosamente seguro de su escrupulosa religiosidad y la presume sin rubor alguno, el otro, se sabe necesitado de perdón y se confiesa pecador. Ambos se dirigen a Dios con la misma confianza, llamándole: "Dios mío". Aunque el fariseo se dirige al mismo Dios que el recaudador, no se conecta en manera alguna con él; al contrario, se aleja totalmente del funcionario aquél. La famosa sentencia del profeta Oseas nos sirve de referente y orientación: quien pretenda agradar a Dios estará dispuesto a compadecerse de los que sufren y atraviesan pruebas que superan sus fuerzas. El creyente que se solidariza con quienes padecen alguna grave carencia, no busca el aplauso ni pretende fomentar dependencia alguna. El Dios compasivo, suscita la compasión en el cristiano que se dispone a auxiliar a los necesitados.
ANTÍFONA DE ENTRADA (Sal 102, 2-3)
Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus beneficios: Él perdona todas tus culpas.
ORACIÓN COLECTA
Concédenos, Señor, que celebrando con alegría esta Cuaresma, de tal modo penetremos el significado del misterio pascual, que obtengamos la plenitud de sus frutos. Por nuestro Señor Jesucristo...
LITURGIA DE LA PALABRA
Yo quiero misericordia y no sacrificios.
Del libro del profeta Oseas: 6, 1-6
Esto dice el Señor: "En su aflicción, mi pueblo me buscará y se dirán unos a otros: 'Vengan, volvámonos al Señor; Él nos ha desgarrado y Él nos curará; Él nos ha herido y Él nos vendará. En dos días nos devolverá la vida, y al tercero, nos levantará y viviremos en su presencia.
Esforcémonos por conocer al Señor; tan cierta como la aurora es su aparición y su juicio surge como la luz; bajará sobre nosotros como lluvia temprana, como lluvia de primavera que empapa la tierra'. ¿Qué voy a hacer contigo, Efraín? ¿Qué voy a hacer contigo, Judá? Su amor es nube mañanera, es rocío matinal que se evapora. Por eso los he azotado por medio de los profetas y les he dado muerte con mis palabras. Porque yo quiero misericordia y no sacrificios, conocimiento de Dios, más que holocaustos".
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Comentario:
Lluvia y rocío
Hoy el amor es comparado con
el agua. Amor de Dios, que es como lluvia de primavera, y fecunda la tierra de
admirable modo; amor de Israel, que es como rocío engañoso pronto a evaporarse
sin dejar más rastro que su recuerdo.
La lluvia empapa; el rocío
apenas moja. El amor de Dios penetra; el amor humano, si no tiene más cimiento
que su gusto o conveniencia inmediata, apenas moja, de inmediato se evapora y
deja tras de sí un horrible vacío.
Primera enseñanza y primer
cuestionamiento: ¿tu amor es lluvia que fecunda y transforma, o rocío que
embellece sólo un instante, y desaparece?
Un Dios Incomprendido
La última frase de la
primera lectura nos puede extrañar bastante: "Por eso los he azotado por
medio de los profetas y les he dado muerte con mis palabras. Porque yo quiero
misericordia y no sacrificios, conocimiento de Dios más que holocaustos"
(Os 6,6). Lo menos que uno pregunta es: ¿cómo es que Dios, que quiere
"misericordia", habla aquí de azotar y dar muerte?
Antes de juzgar a Dios,
miremos con calma la palabra que nos da. Ante todo esa "misericordia"
es una palabra hebrea de no fácil traducción. Es la famosa "jésed"
que significa también "lealtad", "fidelidad",
"piedad" y "gracia"... Indica la dulzura de un lenguaje
común, algo así como esa atmósfera de entendimiento en el amor que tienen
quienes comparten unas mismas convicciones, unos mismos afectos, es decir: los
que están en comunión.
Cuando el Señor dice:
"yo quiero jésed y no sacrificios", está refiriéndose a esa relación
entrañable de proximidad y amor. Los "sacrificios" son un modo de
establecer un pacto con Dios, un modo de negociar con él. Y eso es detestable
para quien quiere que exista una atmósfera de amor y comunión. Por eso la
"jésed" va unida a la "da-aht", que suele ser traducida por
"conocimiento" de Dios.
"Da-aht" alude a
"estar despierto", "ser consciente, abrir los ojos, darse
cuenta". El sacrifico y el holocausto tienen una lógica que puede volverse
ciega y mezquina en su repetición: hago esto y Dios hará aquello. Es necesario
tener "da-ath"; es preciso estar conscientes, darse cuenta de quién
es el que nos llama y con quién estamos tratando. No es una ley anónima, no es
una energía sin nombre, no es destino ciego: es el Dios vivo y verdadero y hay
que saber quién es él y qué quiere para agradarle y vivir la "jésed"
que él espera de nosotros.
Del salmo 50 R/. Misericordia quiero, no sacrificios, dice el Señor.
Por tu inmensa compasión y misericordia, Señor, apiádate de mí y olvida mis ofensas. Lávame bien de todos mis delitos, y purifícame de mis pecados. R/.
Tú, Señor, no te complaces en los sacrificios y si te ofreciera un holocausto, no te agradaría. Un corazón contrito te presento, y a un corazón contrito, tú nunca lo desprecias. R/.
Señor, por tu bondad, apiádate de Sión, edifica de nuevo sus murallas. Te agradarán entonces los sacrificios justos, ofrendas y holocaustos. R/.
ACLAMACIÓN (Cfr. Sal 94, 8) R/. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Hagámosle caso al Señor, que nos dice: "No endurezcan su corazón". R/
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El publicano regresó a su casa justificado y el fariseo no.
Del santo Evangelio según san Lucas: 18, 9-14
En aquel tiempo, Jesús dijo esta parábola sobre algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás:
"Dos hombres subieron al templo para orar: uno era fariseo y el otro, publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: 'Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos y adúlteros; tampoco soy como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todas mis ganancias'.
El publicano, en cambio, se quedó lejos y no se atrevía a levantar los ojos al cielo. Lo único que hacía era golpearse el pecho, diciendo: 'Dios mío, apiádate de mí, que soy un pecador'.
Pues bien, yo les aseguro que éste bajó a su casa justificado y aquél no; porque todo el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido".
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Comentario:
Lejos y cerca
El evangelio de hoy juega
con los conceptos de lo cercano y lo lejano. El fariseo se creía cercano y
estaba muy lejos; el publicano parecía distante pero su oración, que era apenas
un susurro, alcanzó los oídos del Altísimo.
Hay una relación aquí con el
tema de la jésed que hemos explicado antes. El publicano no se apoya en sí
mismo para hablar a Dios. Este es su gran acierto. Deja a Dios ser Dios; es
consciente de quién es Aquel a quien está hablando y por eso entra en una
relación de piedad desde su miseria, que no oculta.
El fariseo, por su parte,
habla desde sí mismo. Apoyado en lo que cree que son sus méritos tiene bastante
que admirar en su propia vida y no le queda ánimo para admirar la misericordia
del Dios que lo recibe en su casa. Por lo visto, Dios existe ante todo para
admirarlo a él y para aplaudirle su buena vida. En su ignorancia, este pobre
habla solo; no habla con Dios.
Con todo, hermanos, hemos de
obrar con suma prudencia: es fácil caer en el mal de los fariseos en el acto
mismo de condenar al fariseísmo. Estaríamos repitiendo su error si ahora
dijéramos: "te alabo, Señor, porque no soy como ese ridículo fariseo...".
¿Qué solución queda, entonces? Pedir misericordia para todos: para el publicano
que somos y para el fariseo que duerme en nosotros.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Tú que nos purificas con tu gracia para que nos acerquemos dignamente a tu Eucaristía, concédenos, Señor, celebrarla de tal modo, que podamos rendirte una alabanza perfecta. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio I-V de Cuaresma.
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN (Lc 18, 13)
El publicano, manteniéndose a distancia, se golpeaba el pecho y decía: Señor, ten piedad de mí porque soy un pecador.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Dios de misericordia, que no cesas de alimentarnos tu santa Eucaristía, concédenos venerarla siempre con respeto y recibirla con fe profunda. Por Jesucristo, nuestro Señor.