3 de marzo de 2013

DOMINGO III DE CUARESMA -C-



PRIMERA LECTURA 

Lectura del libro del Éxodo 3, 1‑8a 13‑15f
«Yo soy» me envía a vosotros 

En aquellos días, Moisés pastoreaba el rebaño de su suegro Jetró, sacerdote de Madián; llevó el rebaño trashumando por el desierto hasta llegar a Horeb, el monte de Dios. 
El ángel del Señor se le apareció en una llamarada entre las zarzas. Moisés se fijó: la zarza ardía sin consumirse. 
Moisés se dijo: 
-“Voy a acercarme a mirar este espectáculo admirable, a ver cómo es que no se quema la zarza.” 
Viendo el Señor que Moisés se acercaba a mirar, lo llamó desde la zarza:
“Moisés, Moisés.”
Respondió él: 
-“Aquí estoy.” 
Dijo Dios: 
-“No te acerques; quítate las sandalias de los pies, pues el sitio que pisas es terreno sagrado.” 
Y añadió: 
-“Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob.” 
Moisés se tapó la cara, temeroso de ver a Dios. 
El Señor le dijo: 
-“«He visto la opresión de mi pueblo en Egipto, he oído sus quejas contra los opresores, me he fijado en sus sufrimientos. Voy a bajar a librarlos de los egipcios, a sacarlos de esta tierra, para llevarlos a una tierra fértil y espaciosa, tierra que mana leche y miel.” 
Moisés replicó a Dios: 
-“Mira, yo iré a los israelitas y les diré:  
"El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros." 
Si ellos me preguntan cómo se llama, ¿qué les respondo?”
Dios dijo a Moisés: 
-“´Soy el que soy´; esto dirás a los israelitas: "'Yo‑soy' me envía a vosotros".” 
Dios añadió: 
-“Esto dirás a los israelitas: "Yahvé (El‑es), Dios de vuestros padres, Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob, me envía a vosotros. Éste es mi nombre para siempre: así me llamaréis de generación en generación".” 
Palabra de Dios.  

 REFLEXIÓN   
  
“YO SOY EL DIOS QUE ESTÁ CON SU PUEBLO”    

El texto del libro del Éxodo que nos presenta hoy la liturgia nos narra la llamada de Moisés y al mismo tiempo Dios hace una autopresentación.
            El relato sigue el esquema de todos los relatos de llamada: momento de encuentro, en el que Dios promete la salvación, hace un encargo, el que lo recibe se opone, éste pide un signo, Dios se lo da, vuelve a objetar y termina dando una respuesta positiva.
            En este relato hay algo interesante: el motivo de la llamada: Dios ha escuchado el grito de dolor de su pueblo que desde la sangre de Abel lo tiene inquieto y toma posición: Dios se pone al lado de los que sufren el atropello y lo dice abiertamente: “No dejaré de oír su clamor”
Dios toma cartas en el asunto  y decide mandar a Moisés. Cuando le pregunta su nombre para que le pueda decir a los egipcios y a su pueblo quién es el que lo envía. Dios dice su nombre que, en definitiva, lo que hace es decir lo que va a significar su presencia en medio del pueblo: “Yo soy el que soy”, es decir: “yo soy el que está presente y lleva esto adelante”. Dios garantiza su presencia e indica que está dispuesto a enfrentarse a los que tienen atormentado a su pueblo, es su defensor, pues ha hecho suyos los sufrimientos del pueblo. El Dios que se revela, pues, a Moisés es el Dios de la misericordia.
Es la autodefinición de Dios: El que ESTÁ  al lado de su pueblo que sufre, es, por tanto, el Dios MISERICORDIOSO que no se hace el sordo ante el atropello de sus hijos, que está dispuesto a dar la cara contra el opresor, que no va a dejar sin justicia a los oprimidos.
Pasarán muchos años después y los profetas volverán a centrar su atención en esta definición que Dios hace de si mismo y de su posición al lado del que sufre para, desde ahí, proclamar su defensa de los oprimidos y, después, el mismo Jesús partirá de la misma posición.
Es imposible sustraerse a pensar que Dios sigue teniendo en cuenta el clamor por la situación de todos los pobres y oprimidos de la tierra, que están sufriendo el atropello de todos los “grandes”, que están convirtiendo este mundo en un infierno. ¿Cómo lo hará? Yo no lo sé, pero estoy seguro que SU JUSTICIA ha de triunfar.
  
Salmo responsorial Sal 102, 1‑2. 3‑4. 6‑7. 8 y 11 (R.: 8a)

 R. El Señor es compasivo y misericordioso. 

Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mia, al Señor,
y no olvides sus beneficios. R
R. El Señor es compasivo y misericordioso.

Él perdona todas tus culpas
y cura todas tus enfermedades;
él rescata tu vida de la fosa
y te colma de gracia y de ternura. R.
R. El Señor es compasivo y misericordioso.   

El Señor hace justicia
y defiende a todos los oprimidos;
enseñó sus caminos a Moisés
y sus hazañas a los hijos de Israel. R.
R. El Señor es compasivo y misericordioso.   

El Señor es compasivo y misericordioso,
 lento a la ira y rico en clemencia;
como se levanta el cielo sobre la tierra,
se levanta su bondad sobre sus fieles. R. 
 R. El Señor es compasivo y misericordioso.
  
SEGUNDA LECTURA 

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 10, 1‑6.  10‑12
La vida del pueblo con Moisés en el desierto fue escrita para escarmiento nuestro 

No quiero que ignoréis, hermanos, que nuestros padres estuvieron todos bajo la nube y todos atravesaron el mar y todos fueron bautizados en Moisés por la nube y el mar; y todos comieron el mismo alimento espiritual; y todos bebieron la misma bebida espiritual, pues bebían de la roca espiritual que los seguía; y la roca era Cristo. Pero la mayoría de ellos no agradaron a Dios, pues sus cuerpos quedaron tendidos en el desierto. 
Estas cosas sucedieron en figura para nosotros, para que no codiciemos el mal como lo hicieron aquellos. 
No protestéis, como protestaron algunos de ellos, y perecieron a manos del Exterminador. 
Todo esto les sucedía como un ejemplo y fue escrito para escarmiento nuestro, a quienes nos ha tocado vivir en la última de las edades. Por lo tanto, el que se cree seguro, ¡cuidado!, no caiga.
Palabra de Dios. 
  
REFLEXIÓN   

 “NO HAGÁIS COMO ELLOS”    

S. Pablo se dirige a los Corintios y les recuerda la historia a la que deben tener como referente, no para repetir los mismos errores, sino para encontrar el apoyo que necesitan: los antepasados fueron siguiendo a Moisés en el desierto y se fueron guiando por signos que les indicaban la presencia de Dios, pero aquello no era más que signos, ahora tenemos la realidad que Dios ha cumplido, lo que en un momento de la historia vino haciendo como promesas.
Caminamos ahora con la fuerza de una evidencia, por tanto, ya no podemos cometer los mismos errores que se dieron en el pasado.
            Todo aquello que ocurrió en el desierto, no fue más que un ejemplo de lo que no debemos repetir, por eso les dice: “No hagáis como hicieron ellos” pues terminarán como terminaron ellos.
            En el desierto los israelitas le dieron la espalda a Dios e hicieron un becerro de oro y lo adoraron, ellos tienen el peligro de dejarse llevar de otras cosas actuales, que las pueden poner suplantando a Dios; de la misma manera que nosotros hoy, tenemos el peligro de hacer lo mismo y adorar como “dioses” al dinero, al poder, al placer… que son los verdadero ídolos que hoy se nos presentan y nos fascinan y a los que se invita a dar culto.
            El fondo del mensaje de Pablo a los Corintios, que hoy cobra plena actualidad, es justamente el peligro de la idolatría que sustituye a Dios y en su puesto pone otros ídolos que llevan al hombre a la muerte.
            Hoy nos quejamos y estamos observando esta realidad que denominamos con otro nombre: “La pérdida de valores”, pero en el fondo es la misma situación: hemos quitado a Dios del horizonte y de la trama de la vida y nos hemos quedado en el vacío existencial a la deriva.
  
Versículo antes del evangelio Mt 4, 17

Convertíos
—dice el Señor—,
porque está cerca el reino de los cielos.

 EVANGELIO 

Lectura del santo evangelio según san Lucas 13, 1‑9
Si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera 

En una ocasión, se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos cuya sangre vertió Pilato con la de los sacrificios que ofrecían. Jesús les contestó: 
-“¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos, porque acabaron así? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo. Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera.” 
Y les dijo esta parábola: 
-“Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. 
Dijo entonces al viñador: 
"Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córta1a. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde?" 
Pero el viñador contestó: 
"Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas".” 
Palabra del Señor.
   
REFLEXIÓN   

“…SI NO OS CONVERTÍS…”    

Ante el espectáculo que nos vienen manteniendo los políticos, en donde nos están presentando una especie de tela de araña que se engancha en un montón de puntos, de los que TODOS van colgando sus pillerías y chupando al pobre pueblo que, desde abajo, intenta arreglárselas como puede y como le dejan y, sin poder evitar el imitar a sus dirigentes…
Ante ese espectáculo, cabe hacer la misma pregunta que los apóstoles le hacen a Jesús: ¿quién tiene la culpa de que haya ocurrido lo que estamos viendo?
            La respuesta que dio Jesús: -“¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos, porque acabaron así? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo”. La respuesta nos viene a todos como anillo al dedo y, cada uno debemos aplicárnosla en la medida que nos toca.
            Nadie puede colocarse en fuera de juego diciendo: “yo no tengo que ver nada con esto” pues todos, de una forma u otra, hemos construido esta situación, todos hemos dado lugar y hemos consentido este sistema de muerte que ahora nos asfixia, porque hemos quitado a Dios del horizonte y de la trama de la vida, porque hemos adulterado todos los valores: el AMOR lo hemos convertido en placer, la JUSTICIA en legalismo, la VERDAD en apariencia, la PAZ en consumo-bienestar-avaricia-lujo… y cambiamos la fraternidad por la competitividad y todos nos sentimos felices, porque eso significaba un gran progreso y ahora no nos queda más remedio que aguantar lo que hemos montado.
Esto es lo que tenemos y –como hoy nos dice el Señor- “Si es que no os convertís”, si es que no estamos dispuestos a cambiar…  estamos llamados a la destrucción.
            ¿Qué suena a catastrofismo? ¡Es posible! ¿Pero no es más catastrófico vivir en un sistema que adora la muerte, que vive en la corrupción, y desprecia a la persona que no cabe en sus moldes?
            Constantemente estamos oyendo y, me imagino que muchos lo dicen: “que paren esto, que yo me quiero bajar”, porque no quiero seguir manteniendo el engaño, que no quiero seguir sosteniendo el atropello, que no quiero seguir viendo el cinismo de unos señores que viven descaradamente riéndose del pueblo…
            No se puede vivir manteniendo el espectáculo, de ver cómo unos dirigentes andan denunciándose y animando al pueblo a crear bandos, para que se asocien y compitan como en la liga del futbol, mientras los ladrones dejan a medio país en la calle y sin trabajo, ni medios para subsistir y ellos, andan libremente sin devolver un céntimo y obligando a que el pueblo entregue todo lo que tiene.
            “Si no cambiáis, vais a perecer todos” son las palabras que hoy nos lanza el Señor y no podemos darles de lado y dulcificar lo que es de una amargura tremenda.
            Aunque a algunos todo esto les suene a lenguaje apocalíptico y quieran ver luz en espejismos, no nos queda más remedio que aceptar que nos equivocamos, que hemos llamado “progreso” a un retroceso brutal, pues ha aumentado el hambre en el mundo, las guerras, la avaricia, el atropello, la injusticia, el crimen organizado, la delincuencia, la pobreza y la esclavitud, pero lo curioso es que mientras ha aumentado todo esto,  se han engordado las grandes fortunas, que se han hecho más poderosos.
Nos hemos equivocado de camino y de proyecto: entró en crisis la política, la religión, se ha destruido la moral, la ética. Se corrompió la cabeza y se desarmó todo el cuerpo social.
Hay que dejar actitudes y presupuestos que dábamos como verdades absolutas e intocables, pues estamos viendo que nos han abocado a un callejón sin salida y no queda más remedio que establecer otras formas que hagan posible una convivencia pacífica y en JUSTICIA, no en legalidad, porque estamos viendo cómo funcionan las leyes.  
            Nos hemos equivocado y no nos queda más remedio que aprender de nuevo a tratarnos como personas, como amigos y como hermanos, pues las reglas de juego que hemos establecido no nos sirven para vivir y ser felices.
            La salvación no nos va a venir por el dinero y el poder que adquiramos, sino por la SOLIDARIDAD que seamos capaces de construir, por la JUSTICIA  que seamos capaces  de establecer, por la VERDAD que seamos capaces de expresar.
La salvación no nos viene saliendo todos a la calle, a reivindicar nuestros derechos, porque los otros nos los han confiscado, sino por la asumpción de nuestra obligación de ser justos, honrados, solidarios, auténticos, honestos… Nada se consigue quitando a uno y poniendo a otro igual.
No nos va a salvar, ni nos va a hacer más felices, el que vayamos gritando los slogans de moda, sino que escuchemos las invitaciones que nos hace Jesús: “Trata como te gustaría que te traten” “La medida que uses con los demás, es la que se va a usar contigo” “Perdona setenta veces siete=siempre”… 


 -D. Melitón Bruque Garcia. Párroco de San José. Linares-