La Presentación del Señor
Nuestra
Señora de San Juan de los Lagos
Santos: San Lorenzo de Canterbury,
obispo.
Vísperas
I del domingo: 4a semana del Salterio. Tomo III: pp. 1151 y 114. Para los
fieles: pp. 722 y 393. Edición popular: pp. 289 y 461. Fiesta (Blanco)
FUEGO DE
FUNDIDOR, LEJÍA DE LAVANDERO
Ml 3,
1-4; Lc 2,22-40
El profeta Malaquías conocía de
los procesos de lavado y purificación usados en su tiempo. De esas imágenes se
valió para amonestar a sus contemporáneos sobre la inminente llegada de un
mensajero que con obras y palabras eficaces, confrontaría a Israel con su
realidad cruda y desnuda. Nos hemos de arrancar a escoria y el lastre que
sobrecarga nuestro corazón. Los procesos de liberación personal duraderos son
el resultado de una decisión autónoma; en manera alguna nos puede alguien
modificar desde fuera y contra nuestra voluntad. El Evangelio de san Lucas
relata el encuentro de la familia de Jesús con dos ancianos de una sola pieza:
Ana y Simeón, dos israelitas creyentes y lúcidos que habían sostenido su fe y
su esperanza perseverante, confiados en que el Dios de las promesas, honraría
generosamente su palabra y liberaría a Israel de la opresión y la violencia.
BENDICIÓN
DE LAS VELAS Y PROCESIÓN
Primera
forma: Procesión
1. A una
hora conveniente, se reúnen los fieles en algún lugar adecuado, fuera del
templo donde va a efectuarse la procesión. Los, fieles sostienen en sus manos
las velas apagadas.
2. El
sacerdote, revestido de blanco, como para la Misa, se acerca, junto con los
ministros, al lugar donde el pueblo está congregado. En lugar de la casulla,
puede usar la capa pluvial durante la bendición de las velas y la procesión.
3.
Mientras encienden las velas, se canta la antífona siguiente u otro cántico
apropiado.
Nuestro Señor vendrá con gran poder, e iluminará los ojos de sus siervos,
aleluya.
4. El
sacerdote, después de saludar a los fieles en la forma acostumbrada, les
explica brevemente el significado del rito y los exhorta a participar en él
activa y conscientemente. Lo puede hacer con estas palabras u otras parecidas:
Hermanos, hace cuarenta días celebramos con júbilo el nacimiento del Señor. Hoy
también la Iglesia está de fiesta al celebrar el día en que Jesús fue
presentado en el templo por María y José.
El Señor quiso sujetarse a este rito para cumplir con las exigencias de la ley,
pero, sobre todo, para manifestarse al pueblo que lo esperaba.
Impulsados por el Espíritu Santo, fueron al templo aquellos dos ancianos,
Simeón y Ana, e iluminados por el mismo Espíritu, reconocieron al Señor y lo
anunciaron a todos con entusiasmo.
También nosotros, que formamos el pueblo de Dios por la gracia del Espíritu
Santo, vayamos al encuentro de Cristo en la casa de Dios.
Hallaremos al Señor en la Eucaristía mientras esperamos su venida gloriosa.
5.
Después de la exhortación, el sacerdote bendice las velas, diciendo con las
manos juntas:
Oremos: Dios nuestro, fuente y principio de toda luz, que concediste al justo
Simeón contemplar a Cristo, luz destinada a iluminar a todas las naciones,
bendice estas velas con las que tus fieles van a ir a tu encuentro en medio de
himnos de alabanza, y escucha su oración a fin de que por el camino del bien
puedan llegar a la luz inextinguible. Por Jesucristo, nuestro Señor. R/. Amén.
Y rocía las velas con agua bendita, sin decir nada.
6. El
sacerdote toma entonces la vela destinada a él e inicia la procesión, diciendo:
Vayamos ahora alegres al encuentro del Señor.
7.
Durante la procesión se canta la antífona siguiente, o algún canto apropiado.
R/. Cristo es la luz enviada para iluminar a las naciones y para gloria de
Israel.
Ahora, Señor, ya puede morir en paz tu siervo, según tu promesa. R/.
Porque mis ojos han visto a tu Salvador. R/.
Al Salvador a quien has puesto a la vista de todos los pueblos. R/.
8. Al
entrar la procesión en el templo, se canta la Antífona de entrada de la Misa.
Al llegar al altar, el sacerdote hace la debida reverencia y, si se cree
conveniente, lo inciensa. Luego se dirige a la sede, en donde se quita la capa
pluvial (si la usó en la procesión) y se pone la casulla. Ahí mismo, después de
que se ha cantado el Gloria, dice la Oración Colecta como de ordinario.
Prosigue luego la Misa de la manera acostumbrada.
Segunda forma: Entrada solemne
9. Los
fieles se reúnen en el templo, teniendo las velas en sus manos. El sacerdote,
revestido de ornamentos blancos, va en compañía de los ministros y de una
representación de los fieles a un sitio adecuado, ya sea ante la puerta del
templo o en el interior del mismo, en donde, por lo menos una gran parte de los
fieles, puedan participar cómodamente de la ceremonia.
10. Al
llegar el sacerdote al sitio escogido para la bendición de las velas, se
encienden éstas, y se canta la antífona `Nuestro Señor vendrá con gran poder'
(cfr. n. 3, p. 27), u otro cántico apropiado.
11. En
seguida el sacerdote, después del saludo al pueblo y de la breve exhortación,
bendice las velas, como se indica el los nn. 4-5; se efectúa luego la procesión
con los cánticos, como en los nn. 6-7. Para la Misa se observa lo indicado en
el n. 8.
LA MISA
ANTÍFONA
DE ENTRADA (Sal 47, 10-11)
Recordaremos, Señor, los dones de
tu amor en medio de tu templo. Que todos los hombres de la tierra te conozcan y
te alaben, porque es infinita tu misericordia.
Se dice Gloria.
ORACIÓN
COLECTA
Dios todopoderoso y eterno, mira
a tus fieles reunidos hoy para celebrar la presentación en el templo de tu Hijo
Jesucristo, y concédenos que podamos presentarnos ante ti plenamente renovados
en el espíritu. Por nuestro Señor Jesucristo...
LITURGIA
DE LA PALABRA
Entrará en el santuario el
Señor, a quien ustedes buscan.
Del libro
del profeta Malaquías: 3, 1-4
Esto dice el Señor: "He aquí que yo envío a mi mensajero. Él
preparará el camino delante de mí. De improviso entrará en el santuario el
Señor, a quien ustedes buscan, el mensajero de la alianza a quien ustedes
desean. Miren: Ya va entrando, dice el Señor de los ejércitos.
¿Quién podrá soportar el día de su venida? ¿Quién quedará en pie cuando
aparezca? Será como fuego de fundición, como la lejía de los lavanderos. Se
sentará como un fundidor que refina la plata; como a la plata y al oro,
refinará a los hijos de Leví y así podrán ellos ofrecer, como es debido, las
ofrendas al Señor. Entonces agradará al Señor la ofrenda de Judá y de
Jerusalén, como en los días pasados, como en los años antiguos".
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Comentario:
La Mansedumbre de un Día Grande
Malaquías, como tantos otros
profetas del Señor, hasta Juan Bautista inclusive, anunció un Día descrito con
vigorosos y turbadores trazos. Un Día con D mayúscula en el que no quedaba
claro quién podría resistir y quién no. El Día de refinar los corazones y hacer
aparecer la verdad de cada uno frente a Dios. Para ese Día, anuncia este
profeta, el Señor entrará en su santuario.
Y el Señor entró en su Santuario.
Es lo que celebramos hoy: Jesús entra en el templo. Y sin embargo, su entrada
es humilde y reconocida sólo por unos cuantos humildes. Aparentemente una
contradicción con el mensaje tremendo que venía de los profetas: se anunciaba
fuego y llegó calidez; se anunciaba juicio y llegó salvación; se anunciaba
temor y llegó mansedumbre. ¿Por qué?
Antes de intentar una respuesta,
estaremos de acuerdo en un punto: cuánto hemos ganado con estos cambios. ¡Cuán
preferibles y saludables son para nosotros esa calidez, esa mansedumbre y esa
salvación! Bien está el anuncio del juicio que despierta la conciencia, pero
mejor es el evangelio de la conversión y aquello de "no he venido por los
justos sino por los pecadores". Bien está el santo temor, que nos libera
del cinismo y apaga los ardores de las pasiones inmundas, pero mejor la
mansedumbre que nos atrae al bien, a la pureza y a la reconciliación. Bien está
el fuego, que refleja el celo por la causa divina,, pero mejor la calidez que
acoge al hombre peregrino, agotado del camino y hastiado de sí mismo.
Sin embargo, sería miope
quedarnos sólo con lo que nos "conviene". Toda la ternura de Cristo
es también toda la manifestación de un amor que ya no permite mentir; un amor
frente al cual tendremos que comparecer sin posibilidad de decir: "no
entendí..."; "me asusté..."; "me distraje...". La
absoluta generosidad de Dios significa la absoluta verdad del encuentro con Él.
¿Y hay algo más terrible que comparecer sin disculpas ante el Amor?
Del salmo
23 R/. El Señor es el rey de la gloria.
¡Puertas, ábranse de par en par; agrándense, portones eternos,
porque va a entrar el rey de la gloria! R/.
Y ¿quién es el rey de la gloria? Es el Señor, fuerte y poderoso, el Señor,
poderoso en la batalla. R/.
¡Puertas, ábranse de par en par; agrándense, portones eternos, porque va a
entrar el rey de la gloria! R/.
Y ¿quién es el rey de la gloria? El Señor, Dios de los ejércitos, es el rey de
la gloria. R/.
Tenía que asemejarse en
todo a sus hermanos.
De la
carta a los hebreos: 2, 14-18
Hermanos: Todos los hijos de una
familia tienen la misma sangre; por eso, Jesús quiso ser de nuestra misma
sangre, para destruir con su muerte al diablo, que mediante la muerte, dominaba
a los hombres, y para liberar a aquellos que, por temor a la muerte, vivían
como esclavos toda su vida.
Pues como bien saben, Jesús no vino a ayudar a los ángeles, sino a los
descendientes de Abraham; por eso tuvo que hacerse semejante a sus hermanos en
todo, a fin de llegar a ser sumo sacerdote, misericordioso con ellos y fiel en
las relaciones que median entre Dios y los hombres, y expiar así los pecados
del pueblo. Como Él mismo fue probado por medio del sufrimiento, puede ahora
ayudar a los que están sometidos a la prueba.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Comentario:
"El Señor por medio del autor de la carta a los Hebreos nos
hace entender cuál es el proyecto de hombre perfecto en la mente divina: El que
es fiel a su voluntad hasta el final y deja a un lado sus rebeldías.
Jesucristo, el Hijo de Dios, no
es una ilusión de hombre, es hombre verdadero que, para salvarnos entrega su
vida en oblación pura y perfecta al Padre Dios para el perdón de nuestros
pecados. Desde entonces la muerte ya no será un final inexorable, sino sólo un
paso hacia la resurrección.
El diablo, dueño de la muerte, ha
sido vencido.
Quien deposite su fe en Cristo
caminará hacia la resurrección y hacia la gloria eterna siendo heredero, junto
con Él, de la Gloria que posee, recibida del Padre. Para eso el Hijo de Dios se
hizo uno de los nuestros y, a pesar de ser nosotros pecadores, se hizo hermano
nuestro y sufrió la angustia de la muerte, resumen de todos los miedos humanos.
Al resucitar y entrar en su
gloria nos ha descubierto el misterio oculto desde siglos: que estamos llamados
no a morir sino a vivir eternamente con Él a pesar de que, en algún momento, la
vida pudiese convertirse en algo desesperante. En esos momentos hemos de
aprender a no dar marcha atrás recordando las palabras del resucitado: era necesario
que el Hijo del Hombre padeciera todo esto para entrar así en su Gloria."
ACLAMACIÓN
(Lc 2, 32) R/. Aleluya, aleluya.
Cristo es la luz que alumbra a las naciones y la gloria de tu pueblo, Israel.
R/.
Mis ojos han visto al
Salvador.
Del santo
Evangelio según san Lucas: 2, 22-40
Transcurrido el tiempo de la
purificación de María, según la ley de Moisés, ella y José llevaron al niño a
Jerusalén para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley: Todo
primogénito varón será consagrado al Señor, y también para ofrecer, como dice
la ley, un par de tórtolas o dos pichones.
Vivía en Jerusalén un hombre llamado Simeón, varón justo y temeroso de Dios,
que aguardaba el consuelo de Israel; en él moraba el Espíritu Santo, el cual le
había revelado que no moriría sin haber visto antes al Mesías del Señor. Movido
por el Espíritu, fue al templo, y cuando José y María entraban con el niño
Jesús para cumplir con lo prescrito por la ley, Simeón lo tomó en brazos y
bendijo a Dios, diciendo:
"Señor, ya puedes dejar morir en paz a tu siervo, según lo que me habías
prometido, porque mis ojos han visto a tu Salvador, al que has preparado para
bien de todos los pueblos; luz que alumbra a las naciones y gloria de tu
pueblo, Israel".
El padre y la madre del niño estaban admirados de semejantes palabras. Simeón
los bendijo, y a María, la madre de Jesús, le anunció: "Este niño ha sido
puesto para ruina y resurgimiento de muchos en Israel, como signo que provocará
contradicción, para que queden al descubierto los pensamientos de todos los
corazones. Y a ti, una espada te atravesará el alma".
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una
mujer muy anciana. De joven, había vivido siete años casada y tenía ya ochenta
y cuatro años de edad. No se apartaba del templo ni de día ni de noche,
sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Ana se acercó en aquel momento, dando
gracias a Dios y hablando del niño a todos los que aguardaban la liberación de
Israel.
Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a
Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y fortaleciéndose, se
llenaba de sabiduría y la gracia de Dios estaba con Él.
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Comentario:
Los Pobres
No debemos perder de vista la
ofrenda del Hijo de Dios: dos tórtolas; es la ofrenda de los pobres (cf. Lev
5,7; 12,8). Cristo es el embajador de todos los que no tienen que ofrecer, y la
pobreza de su ofrenda bien resume lo que todos nosotros somos ante Dios.
También nos indica en su sencillez quiénes son los que más a menudo veremos en
la Casa del Señor...
Lucas nos presenta, pues, una
escena, un cuadro imbuido de pobreza. No es el primero ni el último de su
Evangelio. Sin duda, los pobres tienen un lugar privilegiado en su rica
cristología tan cercana a otros temas hermanos: la alegría, la acción del
Espíritu Santo, el lugar de la mujer. Entre estos temas típicamente lucanos hay
una interrelación que uno aprende a reconocer y a disfrutar.
Por eso la exultación de aquel
Simeón, que, además de pobre tenía esa otra pobreza que es la ancianidad,
vecina de la muerte. A este hombre, doblemente pobre, Cristo Bebé le da una
doble alegría: la de la salvación y la de un descanso en la paz y en la luz.
Emocionante encuentro entre el amanecer y el ocaso, entre un bebé y un anciano,
entre la vida que declina y sólo pide un cobijo de paz, y la vida que despunta
y regala de su esplendor y su luz. ¡Qué bello es Cristo! ¡Qué hermosa es la Luz
de este día, con razón iluminado por la liturgia de las candelas!
ORACIÓN
SOBRE LAS OFRENDAS
Que te sea agradable,
Señor, el sacrificio de tu Hijo único, el Cordero sin mancha que tú quieres que
la Iglesia te ofrezca por la salvación del mundo. Por Jesucristo, nuestro
Señor.
PREFACIO
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor,
Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, porque al ser presentado hoy en el
templo tu eterno Hijo, fue proclamado por el Espíritu Santo gloria de Israel y
luz de las naciones.
Por eso, nosotros, al venir hoy llenos de júbilo al encuentro del Salvador, te
alabamos con los ángeles, diciendo sin cesar: Santo, Santo, Santo...
ANTÍFONA
DE LA COMUNIÓN (Lc 2, 30-31)
Mis ojos han visto a tu Salvador,
a quien has puesto ante la vista de todos los pueblos.
ORACIÓN
DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Señor, tú que colmaste las
esperanzas del anciano Simeón de no morir antes de ver al Mesías, completa en
nosotros la obra de tu gracia por medio de esta comunión, para que sepamos
buscar siempre a Cristo en esta vida y podamos llegar a contemplarlo en la
eternidad. Por Jesucristo, nuestro Señor.