18 de enero de 2013

Viernes de la 1ª semana del Tiempo Ordinario. Ciclo C



Santos: Prisca o Priscila de Roma, mártir; Margarita de Hungría, religiosa. Beata Cristina (Mattia) Cicarelli, religiosa. Feria (Verde)

EL DESCANSO VERDADERO
Hb 4,1-5. 11; Mc 2,1-12
El paralitico que llevaba años postrado en su camilla, indudablemente debía estar agotado y desmoralizado, pero afortunadamente no había extraviado completamente su esperanza porque había accedido a que lo llevaran ante la presencia del sanador de Nazaret. La llegada a la casa de Simón había resultado complicada, la muchedumbre les cerraba el paso. Sus amigos no se rindieron y corrieron el riesgo de descolgarlo por el techo. Jesús estaba pendiente de todo aquel lenguaje no verbal que manifestaba su enorme confianza. No podía defraudarlos ni tampoco podía regatearle al paralitico el acceso al descanso verdadero. La Carta a los Hebreos recoge una antigua promesa que Dios extendió a su pueblo: los que se mantuvieran fieles a su palabra, entrarían en su descanso. La vida, sobre la de la gente que sufre privaciones y enfermedades, reclama una segunda oportunidad. Dios la concede gustosamente, invitándonos a participar de su vida plena, del verdadero descanso.

ANTÍFONA DE ENTRADA (Jn 10, 14-15)
Yo soy el Buen Pastor, dice el Señor, y conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí, de la misma manera que el Padre me conoce a mí y yo al Padre; y doy la vida por ellas.

ORACIÓN COLECTA
Dios todopoderoso y eterno, tú que reúnes a los que están dispersos y los mantienes en la unidad, mira con amor a todos los cristianos, a fin de que, cuantos están consagrados por un solo bautismo formen una sola familia, unida por el amor y la integridad de la fe. Por nuestro Señor Jesucristo...

LITURGIA DE LA PALABRA
Apresurémonos a entrar en el descanso del Señor.

De la carta a los hebreos: 4, 1-5. 11

Hermanos: Mientras está en pie la promesa de entrar en el descanso de Dios, tengamos cuidado, no sea que alguno se quede fuera. Porque a nosotros también se nos ha anunciado este mensaje de salvación, lo mismo que a los israelitas en el desierto; pero a ellos no les sirvió de nada oírlo, porque no lo recibieron con fe. En cambio, nosotros, que hemos creído, ciertamente entraremos en aquel descanso, al que se refería el Señor, cuando dijo: Por eso jure en mi cólera que no entrarían en mi descanso.

Los trabajos de Dios terminaron con la creación del mundo, ya que al hablar del séptimo día, la Escritura dice que Dios descanso de todos sus trabajos el día séptimo; y en el pasaje de que estamos hablando, afirma que no entrarían en su descanso.

Apresurémonos, pues, a entrar en ese descanso; no sea que alguno caiga en la infidelidad, como les sucedió a los israelitas.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Comentario:
El descanso de Dios

"Y Dios descansó..." nos enseña la Biblia, ya desde el principio (Gén 2,2). El descanso puede ser signo de muchas cosas: desocupación, inactividad, o lo más sencillo: cansancio. Pero nosotros no adoramos a un Dios cansado; ni siquiera a un Dios "cansable", pues ya nos predica Isaías: "¿Acaso no lo sabes? ¿Es que no lo has oído? El Dios eterno, el Señor, el creador de los confines de la tierra no se fatiga ni se cansa" (Is 40,28). Luego debe haber algo muy profundo y muy bello en eso de entrar al descanso de Dios. No debe ser algo tan obvio y elemental como "dejar de trabajar".

El énfasis que tantos libros de la Escritura ponen en esto del descanso, bajo el tema del "sábado", que por cierto viene de la misma raíz en hebreo, apunta en la misma dirección. No es difícil encontrar textos proféticos que defienden el sábado como una institución sagrada y liberadora que no debe ser transgredida. Uno se queda estupefacto, por ejemplo, leyendo a Jeremías cuando bendice con tanto entusiasmo a los observantes del sábado: "si me escucháis con atención --declara el Señor--no metiendo carga por las puertas de esta ciudad en día de reposo, y santificáis el día de reposo, sin hacer en él trabajo alguno, entonces entrarán por las puertas de esta ciudad reyes y príncipes que se sienten sobre el trono de David; vendrán montados en carros y caballos, ellos y sus príncipes, los hombres de Judá y los habitantes de Jerusalén; y esta ciudad será habitada para siempre" (Jer 17,24-25).

¿De dónde le viene semejante dignidad a este día? La razón puede ser esta: el sábado, el día de descanso, es una degustación del descanso de Dios. En el acto de descansar de sus trabajos para dedicarse a "santificar" el día, el hombre aprende a no vivir para lo que vale menos que él sino a orientarse hacia quien vale más que todo y que todos. En el sábado, así entendido, el hombre reencuentra su dignidad, su vocación, su destino eterno, lo más íntimo y a la vez lo más alto de su mente, lo más puro y lo más bello de su corazón.


Del salmo 77 R/. No olvidemos las hazañas del Señor.

Cuanto hemos escuchado y conocemos del poder del Señor y de su gloria, cuanto nos han narrado nuestros padres, nuestros hijos lo oirán de nuestra boca. R/.

Que ellos también lo cuenten a sus hijos para que en Dios coloquen su esperanza, cumplan los mandamientos del Señor y no echen al olvido sus hazañas. R/.
Que no vayan a ser, como sus padres, generación rebelde y obstinada, inconstante de corazón e infiel a Dios de alma. R/.



ACLAMACIÓN (Lc 7, 16) R/. Aleluya, aleluya.
Un gran profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo. R/.


El Hijo del hombre tiene poder para perdonar los pecados.

Del santo Evangelio según san Marcos: 2, 1-12

Cuando Jesús volvió a Cafarnaúm, corrió la voz de que estaba en casa, y muy pronto se aglomeró tanta gente, que ya no había sitio frente a la puerta. Mientras Él enseñaba su doctrina, le quisieron presentar a un paralítico, que iban cargando entre cuatro. Pero como no podían acercarse a Jesús por la cantidad de gente, quitaron parte del techo, encima de donde estaba Jesús, y por el agujero bajaron al enfermo en una camilla.

Viendo Jesús la fe de aquellos hombres, le dijo al paralitico: "Hijo, tus pecados te quedan perdonados". Algunos escribas que estaban allí sentados comenzaron a pensar: "¿Por qué habla este así? Eso es una blasfemia. ¿Quién puede perdonar los pecados sino solo Dios?".

Conociendo Jesús lo que estaban pensando, les dijo: "¿Por qué piensan así? Que es más fácil, decirle al paralitico: `Tus pecados te son perdonados' o decirle: 'Levántate, recoge tu camilla y vete a tu casa'? Pues para que sepan que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar los pecados —le dijo al paralitico—: Yo te lo mando: levántate, recoge tu camilla y vete a tu casa".
El hombre se levantó inmediatamente, recogió su camilla y salió de allí a la vista de todos, que se quedaron atónitos y daban gloria a Dios, diciendo: "¡Nunca habíamos visto cosa igual!".
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.


Comentario:
Jamás vimos algo así

De tantas cosas que es bello comentar en el pasaje del evangelio que hemos escuchado hoy destaquemos la admiración que Cristo despierta. Los que vieron aquello del paralítico "daban gloria a Dios diciendo: ¡Jamás habíamos visto una cosa semejante!".

Ahora bien, para Cristo la obra grande y primera es el perdón de los pecados. Perdonar fue lo primero que él hizo ante este paralítico, que según parece sufría también de parálisis en su alma. El acto del perdón suscitó extrañeza, el acto de la sanación despertó asombro. Y no debiera ser así. ¿Qué es eso de aplaudir los milagros y sospechar de los perdones? Mas esa es la condición humana, que prefiere la salud para hacer la propia voluntad, antes que el perdón que establece en la voluntad del Creador.

De todos modos, es grande lo que hace Cristo, y seguramente en su mirada compasiva cabe entender que los seres humanos heridos por el pecado empezamos primero por lo más visible (la parálisis) para llegar a entender la gravedad de lo invisible (el pecado), y empezamos por lo que limita nuestra voluntad (la parálisis) para un día darnos cuenta de cómo hemos obstaculizado la voluntad de Dios en nosotros (el pecado). Así que, mejor que renegar de nuestra ingratitud y miopía, gocémonos en su piedad y en su paciencia.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Señor, tú que con un solo y único sacrificio, el de tu Hijo, redimiste a tu pueblo y lo adoptaste para siempre, concédele los dones de la unidad y de la paz. Por Jesucristo, nuestro Señor.

PREFACIO

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno. Por Cristo, Señor nuestro.

Por Él nos has conducido al conocimiento de la verdad, para hacernos miembros de su cuerpo mediante el vínculo de una misma fe y un mismo bautismo; por Él has enviado sobre todos los pueblos del mundo a tu Espíritu Santo, admirable constructor de la Iglesia por la abundancia de sus dones, y autor de la unidad, el cual habita en tus hijos de adopción, santifica a toda la Iglesia y la dirige con sabiduría.

Por eso, unidos al coro de los ángeles, te alabamos con alegría, diciendo: Santo, Santo, Santo...

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN (Cfr. 1 Co 10, 17)
Todos los que participamos de un mismo pan y de un mismo cáliz, no obstante ser muchos, somos un solo cuerpo como uno solo es el pan.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Señor, que esta santa comunión que hemos recibido signo de nuestra fraternidad en Cristo, realice la unidad tu Iglesia. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Homilías de Fr. Nelson Medina, O.P.