Santos: Antonio de la Tebaida, abad; Sulpicio "el Piadoso" de
Antioquia, obispo. Beata Rosalina de Villeneuve, religiosa. Memoria (Blanco)
QUE
NINGUNO SE ENDUREZCA
Hb
3,7-14; Mc 1,40-45
Una de las manifestaciones del
poder demoledor del pecado es la posesión de riquezas desmedidas, o el manejo
de poderes absolutos. Quien acostumbra disponer de dinero y poder en
abundancia, puede manejar a las personas como piezas de ajedrez que se
intercambian de acuerdo a la propia conveniencia. La Carta a los Hebreos ofrece
una estrategia para mantener el corazón sensible y generoso: el dialogo y la
exhortación amigable entre los hermanos en un clima de esperanza. De esa
sensibilidad a flor de piel, nos da una muestra contundente el Evangelio de san
Marcos, cuando nos presenta la actitud empática y compasiva del Señor Jesús que
atiende de buena gana el llamado del leproso. Nadie nos obliga a socorrer a los
débiles. El amor no requiere de motivaciones legalistas. Los compasivos sienten
un impulso, nacido de la convicción creyente de que el Padre compasivo los ha
amado primero sin requisitos ni condiciones.
ANTÍFONA
DE ENTRADA (Sal 91, 13-14)
Los justos crecerán como
palmeras, se elevaran tan alto como cedros del Líbano, plantados en la casa del
Señor en medio de sus patios darán flores.
ORACIÓN
COLECTA
Dios nuestro, que concediste a
san Antonio Abad dejar por tu amor cuanto tenia para servirte heroicamente en
el desierto, otórganos, por sus méritos, superar nuestro egoísmo y amarte a ti
sobre todas las cosas. Por nuestro Señor Jesucristo...
LITURGIA
DE LA PALABRA
Anímense mutuamente
mientras dura este "hoy".
De la
carta a los hebreos: 3, 7-14
Hermanos: Oigamos lo que dice
el Espíritu Santo en un salmo: Ojalá escuchen ustedes la voz del Señor, hoy. No
endurezcan su corazón, como el día de la rebelión y el de la prueba en el
desierto, cuando sus padres me pusieron a prueba y dudaron de mí, aunque habían
visto mis obras durante cuarenta años. Por eso me indigne contra aquella
generación y dije: "Es un pueblo de corazón extraviado, que no ha conocido
mis caminos". Por eso jure en mi cólera que no entrarían en mi descanso.
Procuren, hermanos, que ninguno de ustedes tenga un corazón malo, que se aparte
del Dios vivo por no creer en Él. más bien anímense mutuamente cada día,
mientras dura este "hoy", para que ninguno de ustedes, seducido por
el pecado, endurezca su corazón; pues si nos ha sido dado el participar de
Cristo, es a condición de que mantengamos hasta el fin nuestra firmeza inicial.
Palabra de Dios. Te
alabamos, Señor.
Comentario:
Cuidado con el corazón
Nuestra cultura occidental cuida
con métodos cada vez más eficaces la salud física; no así la salud espiritual.
Cuidamos el órgano del corazón pero hemos olvidado o desobedecido a aquello que
nos advierte la Carta a los Hebreos: "tengan cuidado, hermanos, que no se
encuentre en alguno de ustedes un corazón malo e incrédulo que lo aleje del
Dios vivo" (Heb 3,12).
¿Qué presupone esta exhortación?
En primer lugar, que el corazón no es un asunto "privado". Nuestra
sociedad piensa, o mejor, sueña con un mundo en que las decisiones se dividen
en dos: las públicas y las privadas. Y suponemos que lo que cada quien haga,
piense o sienta en su mundo "privado" no debe ser incumbencia de
nadie más. Una serie de hechos recientes nos están mostrando qué terrible
engaño es este y qué poca consistencia tiene. Desde el caso extremo del
psicópata asesino o violador hasta los desastres morales de generaciones
enteras de jóvenes vamos comprendiendo, por la violencia de los hechos
desnudos, que no es posible dejar el corazón para deleite de los peores
demonios y a la vez esperar con estúpida ingenuidad que el mundo va a funcionar
bien por la fuerza de los parlamentos o de la super-tecnología.
La Carta a los Hebreos nos
despierta del engaño individualista propio del consumismo y de la cultura del
yo instrumentalizador e instrumentalizado. Nos invita no sólo a que cada uno
cuide su corazón, en cuanto centro de las decisiones, afectos, recuerdos, ideas
y deseos, sino que mutuamente cuidemos de nuestros corazones. Esto supone que,
como decía san Agustín en su Regla, "Dios, que habita en vosotros, os
cuidará por medio de vosotros". En último término lo que está en juego
aquí es: ¿de veras creemos que Dios habita, reina y actúa en medio de su pueblo
de redimidos?
Del
salmo 94 R/. Señor, que no seamos sordos a tu voz.
Vengan, y puestos de rodillas, adoremos u bendigamos al Señor, que nos hizo,
pues Él es nuestro Dios y nosotros, su pueblo; Él es nuestro pastor y nosotros,
sus ovejas. R/.
Hagámosle caso al Señor, que nos dice: "No endurezcan su corazón, como el
día de la rebelión en el desierto, cuando sus padres dudaron de mí, aunque
habían visto mis obras. R/.
Durante cuarenta años sentí hastió de esta generación. Entonces dije: 'Este es
un pueblo de corazón extraviado que no ha conocido mis caminos'. Por eso jure,
lleno de cólera, que no entrarían en mi descanso". R/.
ACLAMACIÓN
(Cfr. Mt 4, 23) R/. Aleluya, aleluya.
Jesús predicaba la buena nueva del Reino y curaba a la gente de toda
enfermedad. R/.
Se le quitó la lepra y
quedó limpio.
Del santo
Evangelio según san Marcos: 1, 40-45
En aquel tiempo, se le acercó a
Jesús un leproso para suplicarle de rodillas: "Si tú quieres, puedes
curarme". Jesús se compadeció de él, y extendiendo la mano, lo tocó y le
dijo: "¡Si quiero: sana!". Inmediatamente se le quitó la lepra y
quedó limpio.
Al despedirlo, Jesús le mando con severidad: "No se lo cuentes a nadie;
pero para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu
purificación lo prescrito por Moisés".
Pero aquel hombre comenzó a divulgar tanto el hecho, que Jesús no podía ya
entrar abiertamente en la ciudad, sino que se quedaba fuera, en lugares
solitarios, a donde acudían a Él de todas partes.
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Comentario:
DIOS ACOGE A LOS «IMPUROS»
Un leproso «se acerca a Jesús».
Según la ley, no puede entrar en contacto con nadie. Es un «impuro» y ha de
vivir aislado. Tampoco puede entrar en el templo.
A pesar de todo, este leproso
desesperado, se atreve a desafiar todas las normas. Sabe que está obrando mal.
Por eso, de rodillas, le pide: «Si quieres, puedes limpiarme». Sabe que Jesús
lo puede curar, pero ¿querrá limpiarlo?
Jesús no se echa atrás, «se
conmueve hasta las entrañas». ¿Cómo no va a querer limpiarlo él, que sólo vive
movido por la compasión de Dios hacia sus hijas e hijos más indefensos y
despreciados?
Sin dudarlo, «extiende la mano»
hacia aquel hombre y «toca» su piel despreciada por los puros. Sabe que está
prohibido por la ley: «Quiero: queda limpio».
Esto es lo que quiere Dios,
encarnado en Jesús: limpiar el mundo de exclusiones. No es Dios quien excluye,
sino nuestras leyes e instituciones. No es Dios quien margina, sino nosotros.
En adelante, todos han de tener claro que a nadie se ha de excluir en nombre de
Jesús.
Seguir a Jesús significa no
retirar a ningún «excluido» nuestra acogida. Para Jesús, lo primero es la
persona que sufre y no la norma.
ORACIÓN
SOBRE LAS OFRENDAS
Acepta, Señor, estos dones que
humildemente te presentamos en la conmemoración de san Antonio Abad, y líbranos
de nuestro apego a los bienes materiales para que te poseamos a ti como única
riqueza. Por Jesucristo, nuestro Señor.
ANTÍFONA
DE LA COMUNIÓN (Mt 19, 21)
Si quieres ser perfecto, dice
el Señor, vende lo que posees, reparte el dinero entre los pobres y después,
ven y sígueme.
ORACIÓN
DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Por medio de esta Eucaristía,
concédenos, Señor, la fuerza necesaria para vencer siempre, a ejemplo de san
Antonio, las tentaciones del enemigo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Para las Misas "Por la unidad de los cristianos", el Leccionario
propone varias lecturas. Sugerimos aquí dos posibles modelos, que se pueden
utilizar durante el octavario (18-25 de enero), incluso el domingo, conforme a
lo que se indica en el Calendario Litúrgico 2013, publicado por la Comisión
Episcopal para la Pastoral Litúrgica, (Si se utiliza entre semana, sólo se toma
una de las dos primeras lecturas).
Formulario
I:
1a. lectura: Dt 30, 1-4 [Lecc.
III, n. 42, p. 336]
Salmo resp.: Jr 31,
(R/. Reúne, Señor, a tu pueblo)
[Lecc. III, n. 926, p. 960].
2a. lectura: 1 Tm 2, 5-8 [Lecc. III, n. 622, p. 750].
Aleluya: Que todos sean uno, como tú, Padre, en mí y yo
en ti somos uno, a fin de que el mundo crea
que tú me has enviado, dice el Señor (Jn 17, 21)
[Lecc. III, n. 1007, p. 986].
Evangelio: Jn 17, 20-26 [Lecc. III, n. 422, p. 613].
Formulario
II:
1a. lectura: Ez 36, 24-28
[Lecc. III, n. 156, p. 423].
Salmo resp.: Sal 117,
(R/. La piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular).
[Lec. III, n. 879, p. 929].
2a. lectura: Ef 4, 1-6 [Lecc. III, n. 590, p. 729].
Aleluya: Que la paz de Cristo reine en sus corazones,
esa paz a la que ustedes han sido llamados como miembros de un solo cuerpo (Col
3, 15) [Lecc. III, n. 1025, p. 991].
Evangelio: Mt 18, 19-22 [Lecc. III, n. 238, p. 482].