30 de enero de 2013

Miércoles de la 3ª semana del Tiempo Ordinario. Ciclo C



Santos: Jacinta Mariscotti, religiosa; Muciano María Wiaux, Hermano de las Escuelas Cristianas. Beato Bronislao Bonaventura, presbítero. Feria (Verde)

LA LEY ESCRITA EN EL CORAZON
Hb 10,11-18; Mc 4,1-20
De alguna manera las parábolas del capítulo cuarto de san Marcos se complementan con la enseñanza de la Carta a los Hebreos. La transformación interior es obra del Espíritu, que cambia de una vez y para siempre el corazón de los discípulos de Jesús. Esa renovación profunda no suprime la acción humana. Efectivamente el cambio interior comienza con la escucha atenta de la predicación. La semilla de la palabra se ofrece de manera abierta y generosa a todos los que quieran escucharla. Cada persona va viviendo un proceso único de apertura y de acogida. La buena disposición, la comprensión inteligente y la esperanza perseverante se entrelazan para producir el fruto esperado. El esfuerzo del creyente y la acción del Espíritu se armonizan para renovar de raíz el corazón del hombre.

ANTÍFONA DE ENTRADA (Cfr. Ap 1, 5-6)
Gloria y poder por los siglos de los siglos a Jesucristo, que nos amó y nos purificó de nuestros pecados por su sangre y ha hecho de nosotros un reino de sacerdotes para su Dios y Padre. Amen.

ORACIÓN COLECTA
Señor y Dios nuestro, que en cada una de las Iglesias dispersas por el mundo pones de manifiesto que la Iglesia universal es una, santa, católica y apostólica; haz que tu familia, reunida en torno a su pastor, crezca por la predicación del Evangelio y por la Eucaristía, en la unidad del Espíritu Santo, para que manifieste dignamente la universalidad de tu pueblo y sea signo e instrumento de la presencia de Cristo en el mundo, que vive y reina contigo...

LITURGIA DE LA PALABRA
Cristo hizo perfectos para siempre a los que ha santificado.

De la carta a los hebreos: 10, 11-18

Hermanos: En la antigua alianza los sacerdotes ofrecían en el templo, diariamente y de pie, los mismos sacrificios, que no podían perdonar los pecados. Cristo, en cambio, ofreció un solo sacrificio por los pecados y se sentó para siempre a la derecha de Dios; no le queda sino aguardar a que sus enemigos sean puestos bajo sus pies. Así, con una sola ofrenda, hizo perfectos para siempre a los que ha santificado.

Lo mismo atestigua el Espíritu Santo, que dice en un pasaje de la Escritura: La alianza que yo estableceré con ellos, cuando lleguen esos días, palabra del Señor, es esta: Voy a poner mi ley en lo más profundo de su mente y voy a grabarla en sus corazones. Y prosigue después: Yo les perdonare sus culpas y olvidare para siempre sus pecados. Ahora bien, cuando los pecados han sido perdonados, ya no hacen falta más ofrendas por ellos. 

Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Comentario:
El Poder del Perdón

Tal vez la palabra que brilla con más fuerza en la primera lectura de hoy es PERDÓN. Hoy el Señor nos está enseñando que el perdón es real, es eficaz, es cercano, pero sobre todo: es posible.

Y es perfecta la comparación que nos da la Carta a los Hebreos: los sacrificios siempre repetidos son como intentos y más intentos de un perdón que nunca llega de veras. El sacrificio de Cristo es el sacrificio que no se repite, el que es eficaz, el que sí perdona.

Una objeción proponen entonces los cristianos no católicos: si el sacrificio de Cristo es único, ¿por qué celebran tantas misas, y en cada una dicen que es "sacrificio"? ¿No es eso volver a la ineficacia del Antiguo Testamento? La respuesta no es difícil, si uno reflexiona un momento sobre el asunto: en el Antiguo Testamento había muchos sacrificios distintos porque en cada uno había una víctima distinta; en el Nuevo Testamento, y en particular cuando obedecemos a Cristo celebrando la Santa Misa, no hay muchas víctimas, sino una sola, que es Él mismo.

Creer en el Perdón

Es grave no reconocer la presencia del pecado, porque ello nos hace libertinos y cínicos; pero más grave es no reconocer la presencia del perdón, porque ello nos conduce a la amargura, al resentimiento, y a la tristeza.

En el Símbolo de los Apóstoles decimos con toda la Iglesia: "creo en el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna". No es una casualidad que estas tres afirmaciones de fe estén juntas. El perdón es una resurrección; la resurrección es vida que no acaba y la vida nueva es la imagen misma del perdón.

Y en efecto, ¿qué sentido tendría afirmar que Dios puede resucitar a un muerto si no creo que puede perdonar a un vivo? De hecho el perdón es una nueva vida dentro de la vida. Y por ello la gran señal y motivo del perdón es la resurrección de Cristo. El que ha sacado vida de las garras de la muerte, que es lo irreversible por definición, lo puede todo. El que puede darme vida al final también puede darme nueva vida mientras aún voy de camino.


Del salmo 109 R/. Tú eres sacerdote para siempre.

Esto ha dicho el Señor a mi Señor: "Siéntate a mi derecha; yo hare de tus contrarios el estrado donde pongas los pies". R/.

Extenderá el Señor desde Sión tu cetro poderoso y tú dominarás al enemigo. R/.
Es tuyo el Señorío; el día en que naciste, en los montes sagrados, te consagro el Señor antes del alba. R/.
Juró el Señor y no ha de retractarse: "Ta eres sacerdote para siempre, como Melquisedec". R/.



ACLAMACIÓN R/. Aleluya, aleluya.

La semilla es la palabra de Dios y el sembrador es Cristo; todo aquel que lo encuentra vivirá para siempre. R/.


Salió el sembrador a sembrar.

Del santo Evangelio según san Marcos: 4, 1-20

En aquel tiempo, Jesús se puso a enseñar otra vez junto al lago, y se reunió una muchedumbre tan grande, que Jesús tuvo que subir en una barca; ahí se sentó, mientras la gente estaba en tierra, junto a la orilla. Les estuvo enseñando muchas cosas con parábolas y les decía:

"Escuchen. Salió el sembrador a sembrar. Cuando iba sembrando, unos granos cayeron en la vereda; vinieron los pájaros y se los comieron. Otros cayeron en terreno pedregoso, donde apenas había tierra; como la tierra no era profunda, las plantas brotaron enseguida; pero cuando salió el sol, se quemaron, y por falta de raíz, se secaron. Otros granos cayeron entre espinas; las espinas crecieron, ahogaron las plantas y no las dejaron madurar. Finalmente, los otros granos cayeron en tierra buena; las plantas fueron brotando y creciendo y produjeron el treinta, el sesenta o el ciento por uno". Y añadió Jesús: "El que tenga oídos para oír, que oiga".

Cuando se quedaron solos, sus acompañantes y los Doce le preguntaron que quería decir la parábola. Entonces Jesús les dijo: "A ustedes se les ha confiado el secreto del Reino de Dios; en cambio, a los que están fuera, todo les queda oscuro; así, por más que miren, no verán; por más que oigan, no entenderán; a menos que se conviertan y sean perdonados ".
Y les dijo a continuación: "Si no entienden esta parábola, ¿cómo van a comprender todas las demás? 'El sembrador' siembra la palabra.
`Los granos de la vereda' son aquellos en quienes se siembra la palabra, pero cuando la acaban de escuchar, viene Satanás y se lleva la palabra sembrada en ellos.
`Los que reciben la semilla en terreno pedregoso', son los que, al escuchar la palabra, de momento la reciben con alegría; pero no tienen raíces, son inconstantes, y en cuanto surge un problema o una contrariedad por causa de la palabra, se dan por vencidos.
`Los que reciben la semilla entre espinas' son los que escuchan la palabra; pero por las preocupaciones de esta vida, la seducción de las riquezas y el deseo de todo lo demás, que los invade, ahogan la palabra y la hacen estéril.
Por fin, 'los que reciben la semilla en tierra buena' son aquellos que escuchan la palabra, la aceptan y dan una cosecha: unos, de treinta; otros, de sesenta; y otros, de ciento por uno". 

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

Comentario:
Una siembra abundante

El evangelio de hoy nos trae otro tema: la abundante siembra de la Palabra. Es natural y es lo más frecuente que leamos este texto desde el análisis de los terrenos, pero hay otra lectura posible, que algunos estudiosos dicen que corresponde más a la intención primera de Jesús: miremos el poder de la semilla.

En efecto, este sembrador divino es generoso, como Dios mismo es generoso. Al planeta tierra, único que cobija vida inteligente en este sistema solar, le llega una trillonésima parte de la luz del sol; lo demás aparentemente se desperdicia. Nuestro Dios es un Dios que "desperdicia", pues vemos que desperdicia atardeceres bellísimos que nadie ve, colores preciosos que nadie agradece, paisajes de ensueño que nadie canta. Ese "desperdicio", esa sobreabundancia de donación es como la traducción a nuestro pequeño mundo y a nuestra pequeña mente del misterio de su infinitud, que no conoce límites. Con sus "desperdicios" Dios revela discreta pero eficazmente que es infinito.

Y ese infinito existe también, y mucho más, en la Palabra y en la gracia. Solemos llamar a la parábola de hoy la parábola del sembrador, pero quizá podríamos llamarla mejor la parábola de la semilla victoriosa. Porque esta es la historia de una semilla que, aunque rechazada, oprimida o secuestrada siempre se sale con la suya y desde la abundancia de su amor todo lo gobierna. Así es Dios.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Por el memorial del amor infinito de tu Hijo que estamos celebrando, te pedimos, Señor, que tu Iglesia haga llegar a todos los hombres los frutos de la redención.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN (Ap 3, 20)
Mira que estoy a la puerta tocando; si uno me oye y me abre, entraré en su casa y cenaremos juntos.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Señor, que en la comunidad cristiana de este lugar, se mantenga siempre la integridad de la fe, la santidad de vida, el amor fraternal y la religión autentica y, ya que continuamente la alimentas con tu palabra y con el Cuerpo de tu Hijo, no dejes de guiarla y de protegerla. Por Jesucristo, nuestro Señor.


Homilías de Fr. Nelson Medina, O.P.