29 de enero de 2013

Martes de la 3ª semana del Tiempo Ordinario. Ciclo C



Santos: San Sulpicio Severo, obispo. José Freinademetz, misionero; Gildás "el Sabio", abad. Feria (Verde)

HEMOS QUEDADO CONSAGRADOS
Hb 10,1-10; Mc 3,31-35

Un razonamiento contrastante elige el autor de la Carta a los Hebreos para autentificar el camino de obediencia fiel del Señor Jesús y para desautorizar el culto antiguo, basado en ofrendas de corderos y otros animales. Dios no está urgido de dones y dádivas por parte de sus fieles. Cuando nosotros se los presentamos nos sirven para expresar nuestra gratitud y confianza. La oración y los dones que ofrecemos al Señor nos permiten manifestar nuestro amor y agradecimiento al Padre.

Sin embargo, esos dones son insuficientes para cambiar nuestro interior. De ese cambio profundo nos habla la Carta a los Hebreos. El Señor Jesús, entregándose sin reservas al Padre nos incorpora a su victoria, y nos hace ofrendas espirituales agradables a Él. El único santo, el Sumo Sacerdote Jesús, nos renueva internamente para que nos presentemos confiadamente al Padre.



ANTÍFONA DE ENTRADA
Yo soy la salvación de mi pueblo, dice el Señor. Lo escuchare en cualquier tribulación en que me llamen, seré siempre su Dios.

ORACIÓN COLECTA
Dios de clemencia y de reconciliación, que concedes los hombres días especiales de gracia para que te reconozca como creador y Padre de todos, mira con bondad a tus hijos y ayúdanos a aceptar de corazón tu mensaje de paz, para que podamos cumplir tu voluntad de hacer reinar en todos a tu Hijo Jesucristo, que vive y reina contigo...

LITURGIA DE LA PALABRA
Aquí estoy, Dios mío; vengo para hacer tu voluntad.

De la carta a los hebreos: 10, 1-10

Hermanos: Puesto que la ley de la antigua alianza no contiene la imagen real de los bienes definitivos, sino solamente una sombra de ellos, es absolutamente incapaz, por medio de los sacrificios, siempre iguales y ofrecidos sin cesar año tras año, de hacer perfectos a quienes intentan acercarse a Dios. Porque si la ley fuera capaz de ello, ciertamente tales sacrificios hubieran dejado de ofrecerse, puesto que los que practican ese culto, de haber sido purificados para siempre, no tendrían ya conciencia de pecado. Por el contrario, con esos sacrificios se renueva cada año la conciencia de los pecados, porque es imposible que pueda borrarlos la sangre de toros y machos cabríos.

Por eso, al entrar al mundo, Cristo dijo, conforme al salmo: No quisiste víctimas ni ofrendas; en cambio, me has dado un cuerpo. No te agradaron los holocaustos ni los sacrificios por el pecado; entonces dije —porque a mí se refiere la Escritura—: "Aquí estoy, Dios mío; vengo para hacer tu voluntad".

Comienza por decir: No quisiste víctimas ni ofrendas, no te agradaron los holocaustos ni los sacrificios por el pecado —siendo así que eso es lo que pedía la ley—; y luego añade: "Aquí estoy, Dios mío; vengo para hacer tu voluntad".

Con esto, Cristo suprime los antiguos sacrificios, para establecer el nuevo. Y en virtud de esta voluntad, todos quedamos santificados por la ofrenda del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez por todas. 
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Comentario:
La ofrenda de la voluntad

Si nos preguntaran qué ofreció Cristo en su sacrificio del calvario, lo más probable es que digamos: su sangre o su vida, y esto desde luego es cierto; pero puede hacernos olvidar la dimensión interior de su oblación. El sacrificio del Señor es ante todo el sacrificio interior de su voluntad. Nosotros hemos sido salvados por un acto colosal de obediencia amorosa o de amor obediente, como se quiera decir.

Cristo nos ha redimido con su obediencia y nos invita a transitar la vía de la obediencia. Fue frecuente entre los Santos Padres la afirmación de que la obediencia del Nuevo Adán nos ha rescatado de la desobediencia del primer Adán. En realidad, la grandeza de la obediencia y del sacrificio de la voluntad era ya conocida en el Antiguo Testamento: " ¿Se complace el Señor tanto en holocaustos y sacrificios como en la obediencia a la voz del Señor? He aquí, el obedecer es mejor que un sacrificio, y el prestar atención, que la grosura de los carneros" (1 Sam 15,22).

Uno de los frutos eficaces de la inmolación obediente de Cristo es que así ha quedado superada la alianza que tenía como culto propio los sacrificios. Un sacrifico más perfecto ha mostrado los límites de los antiguos sacrificios y los ha dejado sin otro valor que el de ser figuras o anticipaciones de algo que, una vez llegado, los deja necesariamente atrás. Este aspecto de superación del culto antiguo es fundamental para la Carta a los Hebreos, porque muestra en dónde podemos buscar una religión no según nuestras simples costumbres o tradiciones sino según el agrado de Dios.


Del salmo 39 R/. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

Espere en el Señor con gran confianza; Él se inclinó hacia mí y escuchó mis plegarias. Él me puso en la boca un canto nuevo, un himno a nuestro Dios. R/.

Sacrificios y ofrendas no quisiste, abriste, en cambio, mis oídos a tu voz. No exigiste holocaustos por la culpa así que dije: "Aquí estoy". R/.

He anunciado tu justicia en la gran asamblea; no he cerrado mis labios, tú lo sabes, Señor. R/.
No calle tu justicia, antes bien, proclame tu lealtad y tu auxilio. Tu amor y tú lealtad no los he ocultado a la gran asamblea. R/.



ACLAMACIÓN (Cfr. Mt 11, 25) R/. Aleluya, aleluya.

Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has revelado los misterios del Reino a la gente sencilla. R/.



El que cumple la voluntad de Dios, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre.

Del santo Evangelio según san Marcos: 3, 31-35

En aquel tiempo, llegaron a donde estaba Jesús, si madre y sus parientes; se quedaron fuera y lo mandaron llamar. En torno a Él estaba sentada una multitud, cuando le dijeron: "Ahí fuera están tu madre y tus hermanos, que te buscan".

Él les respondió: ¿Quién es mi madre y quienes son mis hermanos?". Luego, mirando a los que estaban sentados a su alrededor, dijo: "Estos son mi madre y mis hermanos. Porque el que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre". 

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

Comentario:
Los hermanos de Jesús

Para la mayor parte de los cristianos no católicos el pasaje del evangelio de hoy es una demostración de que Jesús tuvo hermanos y hermanas, que ellos suponen hijos de José y María. Ya uno no debería tener que aclarar esas cosas pero puede ser saludable para muchos, así que comentemos un poco el tema.

Ante todo hemos de recordar que, aunque en griego existe la palabra para decir "primo", ese término no existe en el arameo corriente, y lo más frecuente para la lengua y la mentalidad en que vivió nuestro Señor era simplemente llamar "hermanos" a los parientes, como vemos que por ejemplo Abraham llama "hermano" a Lot (Gén 13,8), que en realidad era su sobrino (Gén 11,27).

Además, en la escena del evangelio de hoy aparece María con algunos de estos "hermanos y hermanas". Mas en la crucifixión no hay nadie, y Jesús confía su madre al cuidado de un discípulo, Juan (Jn 19,26-27). Esta escena sería superflua y por completo ajena a la mentalidad hebrea si María hubiera tenido más hijos.

La familia de Cristo

Así que la familia de Cristo no viene de los nacidos de la carne y la sangre. Viene de otra realidad, que enlaza bellamente el texto del evangelio con la primera lectura, pues dice el Señor: "El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre" (Mc 3,35). Así como por la obediencia a la voluntad del Padre Cristo es Cristo, por esa obediencia nosotros somos cristianos.

No dejemos de notar un hecho muy bello, que tantos otros predicadores nos han enseñado: cuando Jesús dice que su "madre" será quien haga la voluntad de Dios no estaba descartando ni dando la espalda a María, que precisamente definió su vida con una consigna nunca quebrantada: "He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra" (Lc 1,38). De modo que el evangelio de hoy, lejos de disminuir la figura de la Madre del Señor, la presenta en su hermosa y formidable proporción.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Acepta, Señor, con bondad, los dones que tu Iglesia te presenta y, por este memorial de la muerte de tu Hijo, que con su sangre borró nuestros pecados y nos reconcilio contigo, concédenos que podamos hacer partícipes a todos de la paz de Cristo, que vive y reina por los siglos de los siglos.

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN (Mt 11, 28)
Vengan a mi todos los que están agobiados y oprimidos, y yo les daré alivio, dice el Señor.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Señor, que el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, que hemos recibido en este sacramento de unidad, nos llene de tu amor, para que podamos ser en todas partes, instrumentos de tu paz. Por Jesucristo, nuestro Señor.

 Homilías de Fr. Nelson Medina, O.P.