14 de enero de 2013

Lunes de la 1ª semana del Tiempo Ordinario. Ciclo C



Santos: Felix de Nola, presbítero; Macrina de Cesarea, viuda. Beata Alfonsa Clerici, religiosa. Feria (Verde)

LOS MENSAJES DE DIOS
Hb 1,1-6; Mc 1,14-20
El autor de la Carta a los Hebreos valora suficientemente el dialogo y la comunicación. Tan distintos como somos, Dios y los seres humanos, no obstante, podemos comunicarnos. Sentimos de alguna manera su presencia misteriosa y captamos "el rumor de palabras" con el que nos invita a un dialogo amigable y amoroso. El dialogo se ha hecho intenso y diáfano en la persona de su Hijo Jesús. Como beneficiarios de ese encuentro amigable, el Evangelio de san Marcos nos presenta el encuentro del Maestro con los cuatro primeros discípulos: Pedro, Andrés, Santiago y Juan. Como sabemos por experiencia propia, hay encuentros tan intensos que se vuelven imborrables. El que vivió Jesús con los pescadores a la orilla del lago de Galilea fue uno de esos. Ellos quedaron marcados para siempre, porque descifraron la hondura de su propuesta humanizadora.

ANTÍFONA DE ENTRADA
Vi al Señor sentado en un trono excelso; lo adoraban una multitud de Ángeles que cantaban a una sola voz: "Este es aquel cuyo poder permanece eternamente".

ORACIÓN COLECTA
Escucha, Señor, con bondad, las súplicas de tu pueblo, y concédenos luz para conocer tu voluntad y fortaleza para cumplirla. Por nuestro Señor Jesucristo...

LITURGIA DE LA PALABRA
Dios nos ha hablado por medio de su Hijo.

De la carta a los hebreos: 1, 1-6

En distintas ocasiones y de muchas maneras hable Dios en el pasado a nuestros padres, por boca de los profetas. Ahora, en estos tiempos, que son los últimos, nos ha hablado por medio de su Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas y por medio del cual hizo el universo.
El Hijo es el resplandor de la gloria de Dios, la imagen fiel de su ser y el sostén de todas las cosas con su palabra poderosa. El mismo, después de efectuar la purificación de los pecados, se sentó a la diestra de la majestad de Dios, en las alturas, tanto más encumbrado sobre los ángeles, cuanto más excelso es el nombre que, como herencia, le corresponde.
Porque, cuál de los ángeles le dijo Dios: Tú eres mi Hijo; yo te he engendrado hoy? ¿O de que ángel dijo Dios: Yo seré para él un padre y el será para mí un hijo? Además, en otro pasaje, cuando introduce en el mundo a su primogénito, dice: Adórenlo todos los ángeles de Dios. 

Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Comentario:
El Hijo, Superior a los Ángeles

El tema con que empieza la Carta a los Hebreos seguramente suena lejano a nuestros problemas más típicos. ¿A quién le importaría si Cristo es superior a los ángeles? Y sin embargo, no es difícil encontrar analogías con nuestro tiempo. Para la Nueva Era, Cristo es un ser cósmico más, si acaso algo como un "super-ángel", pero nada más. La relación de Cristo con el Padre es vista entonces como algo comparable a la buena voluntad que un ángel o una persona "buena" podría tener. Según ello, no hay más salvación en los actos de Cristo que lo que puede esperarse de una persona sensata, razonable o generosa. El hombre se postula como salvador de sí mismo, y Dios o no existe, o es otro nombre para una dimensión del ser humano, o existe sólo como idea que vive para sí, a la manera del dios de Aristóteles. Toda la fe cristiana cae.

Vemos que un enunciado aparentemente lejano y abstracto sin embargo toca el corazón de nuestra fe. Y por eso, por amor a nuestra fe y por anhelo de apreciarla mejor, hemos de destacar algunos puntos del texto de Hebreos que la Iglesia nos ofrece hoy. Empezamos con una pregunta: ¿qué peculiaridades tiene Cristo, según estos versículos?

Son varias estas peculiaridades. Cristo llega en el momento "final", y como final de un proceso (Heb 1,2). Cristo es el "heredero de todo"; es aquel "por quien fue hecho el universo" (Heb 1,2). Aún más: "El es reflejo de su gloria, imagen perfecta de su ser. El sostiene el universo con su palabra poderosa." (Heb 1,3). Cristo es el que ha realizado "la purificación por los pecados" (Heb 1,3); es el que está "a la diestra del Padre", y que recibe un trato (tiene un "título") superior al de todo ángel, pues es "engendrado de Dios", que le llama "hijo" y se llama "Padre".

La enseñanza, pues, es clara: Cristo es único. Lo que podemos esperar de Cristo es único. Lo que hizo Cristo es único. Lo que hemos de agradecerle y el amor que le debemos, todo, todo es único.


Del salmo 96 R/. Ángeles del Señor, adórenlo.
Reina el Señor, alégrese la tierra; cante de regocijo el mundo entero. El trono del Señor se asienta en la justicia y el derecho. R/.
Los cielos pregonan su justicia, su inmensa gloria y en todos los pueblos. Que caigan ante Dios todos los dioses. R/.
Tú, Señor altísimo, estas muy por encima de la tierra y mucho más en alto que los dioses. R/.



ACLAMACIÓN (Mc 1, 15) R/. Aleluya, aleluya.
El Reino de Dios ya está cerca, dice el Señor. Conviértanse y crean en el Evangelio. R/.


Conviértanse y crean en el Evangelio.

Del santo Evangelio según san Marcos: 1, 14-20

Después de que arrestaron a Juan el Bautista, Jesús se fue a Galilea para predicar el Evangelio de Dios y decía: "Se ha cumplido el tiempo y el Reino de Dios ya está cerca. Conviértanse y crean en el Evangelio".
Caminaba Jesús por la orilla del lago de Galilea, cuando vio a Simón y a su hermano, Andrés, echando las redes en el lago, pues eran pescadores. Jesús les dijo: “Síganme y hare de ustedes pescadores de hombres". Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.
Un poco más adelante, vio a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, que estaban en una barca, remendando sus redes. Los llamó, y ellos, dejando en la barca a su padre con los trabajadores, se fueron con Jesús. 

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

Comentario:
El evangelio de Marcos es un evangelio de contrastes. Leemos  el principio de la actividad de Jesús, justo después de la triste noticia del arresto de Juan Bautista. La sombra de la persecución, de la cruz, planea sobre todo lo que Jesús significa. Pero igualmente brilla la luz de la resurrección y de la victoria (el texto anterior es el triunfo de Jesús sobre la tentación del mal en el desierto).

El primer anuncio es una llamada de atención, de urgencia: «Se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios.» Es una noticia excelente para aquel que esté a la espera. Hoy en día vivimos más rodeados de relojes y calendarios que nunca; dividimos el tiempo cada vez con mayor precisión y queremos aprovecharlo al máximo. Estamos atentos a los plazos, a las fechas que llegan, a los términos de caducidad, a las horas precisas… Jesús viene hoy a decirnos que se ha cumplido el plazo de nuestra espera, que ya llega en Reino de Dios, que está a punto de realizarse la victoria del amor de Dios sobre el mundo.

Algún escéptico podría dudar: si hace casi dos mil años que Jesús predicó esto mismo, ¿cómo es que todavía no lo hemos visto? La respuesta es sencilla: porque no estamos mirando bien. El evangelio de Jesús predica no es ni un libro de enseñanzas ni la irrupción de Dios que aplasta a los malhechores y ensalza a los buenos; el evangelio es Jesús mismo, que con sus palabras y su vida nos muestra que, efectivamente, el Reino de Dios está tan cerca que lo llevamos dentro de nosotros mismos. El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones, somos nosotros los depositarios de ese Reino que crece cada vez que nosotros nos decidimos a seguir a Jesús.

Ante la noticia de la llegada y la cercanía de Dios, Jesús comienza a formar una comunidad, primero escoge a unos pescadores, después llamará a más gente. Ellos dejan su vida y se arriesgan a seguirlo sin saber dónde les llevará. Han aceptado su mensaje, han sentido palpitar en su interior el Reino de Dios y su amor, y deciden lanzarse a la aventura con Jesús.
El evangelio de hoy nos invita también a nosotros a revisar nuestras prioridades; cuando estemos convencidos de que el Reino de Dios está realmente cerca de nosotros, nos será fácil arriesgarlo todo por seguir a Jesús. ¿Cómo? Cada uno tiene su respuesta. Jesús no llama a todos a ser misioneros en países distantes; cada uno de nosotros tiene una misión fundamental, tanto si abandona su tierra como si se queda en ella. Lo que es común a todas las llamadas es la opción convencida por Jesús.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Acepta, Señor, el sacrificio que vamos a ofrecerte, y, por sus méritos, escucha nuestras filiales ORACIÓNes y santifica toda nuestra vida. Por Jesucristo, nuestro Señor.

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN (Sal 35, 10)
Señor, en ti esta la fuente de la vida, y tu luz nos hace ver la luz.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
A quienes has alimentado con tus sacramentos, concédeles, Dios todopoderoso, servirte con una vida que te sea agradable. Por Jesucristo, nuestro Señor.