Santos: Francisco de Sales, fundador; Feliciano de Foligno, mártir Memoria
(Blanco)
UN HIJO
CONSUMADO PARA SIEMPRE
Hb
7,23-8,6; Mc 3,7-12
En los dos relatos que nos
ofrece la liturgia de la Palabra aparece la idea de la filiación divina. Para
el autor de la Carta a los Hebreos, estaba fuera de toda duda la creencia en la
filiación divina. Jesús era el Hijo de Dios, que había renunciado a sus
privilegios divinos, asumiendo una condición mortal con todas sus
consecuencias, excepto el pecado. Como Hijo, se había hecho solidario con sus
hermanos, asumiendo la adversidad y el sufrimiento que implicaba testimoniar el
amor de Dios ante unas instituciones religiosas y políticas aferradas al poder.
Jesús, siendo obediente al Padre, había entregado su propia vida como ofrenda
generosa. El Evangelio de san Marcos nos relata la creciente popularidad de
Jesús en los comienzos de su ministerio galileo. Esa fama podría convertirse en
una tentación. La popularidad podría orillarlo a usar el poder de manera
espectacular para imponerse a aquella gente descreída. Por esa razón el
evangelista exhibe a los demonios como manipuladores que confesaban la
divinidad de Jesús con la intención de hacer fracasar su misión.
ANTÍFONA
DE ENTRADA (Ez 34, 11. 23-24)
Cuidaré de mis ovejas,
dice el Señor, y les buscare un pastor que las apaciente, y yo, el Señor, seré
su Dios.
ORACIÓN
COLECTA
Dios nuestro, que para
salvación de los hombres concediste a san Francisco de Sales el don de servir
con extremada amabilidad a todos, ayúdanos a demostrar, a ejemplo suyo, en una
actitud servicial con nuestros hermanos, toda la delicadeza de tu amor. Por
nuestro Señor Jesucristo...
LITURGIA
DE LA PALABRA
Cristo se ofreció a sí
mismo en sacrificio de una vez para siempre.
De la
carta a los hebreos: 7, 23-8, 6
Hermanos: Durante la antigua
alianza hubo muchos sacerdotes, porque la muerte les impedía permanecer en su
oficio. En cambio, Jesucristo tiene un sacerdocio eterno, porque El permanece
para siempre. De ahí que sea capaz de salvar, para siempre, a los que por su
medio se acercan a Dios, ya que vive eternamente para interceder por nosotros.
Ciertamente que un sumo sacerdote como este era el que nos convenía: santo,
inocente, inmaculado, separado de los pecadores y elevado por encima de los
cielos; que no necesita, como los demás sacerdotes, ofrecer diariamente
víctimas, primero por sus pecados y después
por los del pueblo, porque esto lo hizo de una vez para siempre, ofreciéndose a
sí mismo. Porque los sacerdotes constituidos por la ley eran hombres llenos de
fragilidades; pero el sacerdote constituido por las palabras del juramento
posterior a la ley, es el Hijo eternamente perfecto.
Ahora bien, lo más importante de lo que estamos diciendo es que tenemos en
Jesús a un sumo sacerdote tan excelente, que está sentado a la derecha del
trono de Dios
en el cielo, como ministro del santuario y del verdadero tabernáculo, levantado
por el Señor y no por los hombres.
Todo sumo sacerdote es nombrado para que ofrezca dones y sacrificios; por eso
era también indispensable que Él tuviera algo que ofrecer. Si Él se hubiera
quedado la tierra, ni siquiera sería sacerdote, habiendo ya quienes ofrecieran
los dones prescritos por la ley. Pero estos son ministros de un culto que es
figura y sombra del culto celestial, según lo reveló Dios a Moisés, cuando le
mandó que construyera el tabernáculo: Mira, le dijo, lo harás todo según el
modelo que te mostré en el monte. En cambio, el ministerio de Cristo es tanto
más excelente, cuanto que Él es el mediador de una mejor alianza, fundada en
mejores promesas.
Palabra de Dios. Te
alabamos, Señor.
Comentario:
Inocente y, a la vez, Compasivo
Hay algo extraño en el corazón humano; algo que no debería ser pero que
de hecho se da: la inocencia suele ir unida a la dureza. No debería ser así,
repito, pero así es. Así era también en tiempos de Jesús. Los que se sentían
más limpios y puros eran duros, a veces incluso crueles, con sus hermanos
pecadores. El ejemplo típico son los fariseos, pero la cosa va más allá de una
opción religiosa o de un modo de mirar la Ley.
Jesús es una maravillosa excepción a esa regla fastidiosa, gracias a
Dios. Inocente como ninguno, puro y alejado de todo pecado, no por ello se
distancia de los impuros, ni de los enfermos, ni de los marginados. Casi uno
diría que son sus predilectos. Y eso es maravilloso: he aquí a la inocencia, no
vestida de petulancia ni rodeada de la típica coraza de juicios fulminantes
hacia el resto del universo, sino ungida de compasión.
La Carta a los Hebreos lo expresa de modo sencillo y elocuente. Cristo
es "el sumo sacerdote que nos hacía falta: santo, inocente, sin mancha,
separado de los pecadores y elevado por encima de los cielos" (Heb 7,26),
pero a la vez "puede obrar con benignidad para con los ignorantes y
extraviados, puesto que él mismo está sujeto a flaquezas" (Heb 5,2).
Separado de los pecadores por la santidad está cerca de los pecadores por la
benignidad, o si mejor decimos, por la exquisita ternura de su compasión inagotable.
Del salmo 39 R/. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
Sacrificios y ofrendas no quisiste, abriste, en cambio, mis oídos a tu voz. No
exigiste holocaustos por la culpa, así que dije: "Aquí estoy". R/.
En tus libros se me ordena hacer tu voluntad; esto es, Señor, lo que deseo: tu
ley en medio de mi corazón. R/.
He anunciado tu justicia en la gran asamblea; no he cerrado mis labios, tú lo
sabes, Señor. R/.
Que se gocen en ti y que se alegren todos los que te buscan. Cuantos quieren de
ti la salvación repiten sin cesar: ¡Qué grande es Dios!". R/.
ACLAMACIÓN
(Cfr. 2 Tm 1, 10) R/. Aleluya, aleluya.
Jesucristo, nuestro Salvador, ha vencido la muerte y ha hecho resplandecer la
vida por medio del Evangelio. R/.
Los espíritus inmundos
gritaban: "Ta eres el Hijo de Dios". Pero Jesús les prohibía que lo
manifestaran.
Del santo
Evangelio según san Marcos: 3, 7-12
En aquel tiempo, Jesús se
retiró con sus discípulos a la orilla del mar, seguido por una muchedumbre de
galileos. Una gran multitud, procedente de Judea y Jerusalén, de Idumea y
Transjordania y de la parte de Tiro y Sidón, habiendo tenido noticias de lo que
Jesús hacía, se trasladó a donde Él estaba.
Entonces rogó Jesús a sus discípulos que le consiguieran una barca para subir
en ella, porque era tanta la multitud, que estaba a punto de aplastarlo.
En efecto, Jesús había curado a muchos, de manera que todos los que padecían
algún mal, se le echaban encima para tocarlo. Cuando los poseídos por espíritus
inmundos lo veían, se echaban a sus pies y gritaban: “Tú eres el Hijo de
Dios". Pero Jesús les prohibía que lo manifestaran.
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Comentario:
Los falsos
"evangelizadores"
El evangelio de hoy nos presenta
una escena de lo que podríamos llamar los "falsos evangelizadores".
Los demonios gritan algo que es cierto pero que Jesús no quiere que sea dicho,
o por lo menos no de esa forma. Su aullido asustado es: "Tú eres el Hijo
de Dios" (Mc 3,11). Varias cosas podemos aprender de esta escena
tenebrosa, pues ningún versículo sobra en la Escritura Santa.
Creo que ante todo podemos
aprender que la verdad es más que un enunciado. O dicho de modo más profundo:
la verdad no es solamente un "contenido". Decir la verdad es más que
decir algo cierto. En esta escena el demonio decía cosas ciertas, pero de algún
modo no estaba diciendo la verdad. ¿Por qué? Miremos un ejemplo. Supongamos un
empleado en una empresa. El jefe le dice: "necesito que hoy no salgas
antes de las cinco de la tarde". A las cuatro y media el empleado pasa por
el frente del escritorio del jefe, de camino a la puerta de salida. El jefe lo
mira. El empleado empieza a hacerla una tonta canción de burla: "¡tú eres
el jefe!, ¡tú eres el jefe de esta gran empresa!", mientras se ríe y sigue
de salida. ¿Dijo la verdad ese empleado? La carga de desobediencia y de burla
quita todo el sentido de verdad que las palabras, es decir, el contenido en
cuanto tal, tenía. Algo así sucede con las palabras del diablo. La acción de
Cristo no frena un testimonio ni detiene a un evangelizador, sino que reprime
la venganza del enemigo que, aun diciendo la verdad, pretende herir,
desconcertar, burlarse, destruir.
Alabemos, pues, a Cristo Señor, y
reconozcamos en él, con conciencia sincera y humilde, a nuestro Salvador.
ORACIÓN
SOBRE LAS OFRENDAS
Que este sacrificio, prueba
suprema del amor de Cristo, nos comunique, Señor , el fuego del Espíritu Santo
que llene de bondad el corazón de tu siervo Francisco de Sales. Por Jesucristo,
nuestro Señor.
ANTÍFONA
DE LA COMUNIÓN (Jn 15, 16)
No son ustedes los que me han
elegido, dice el Señor, soy yo quien los ha elegido, para que vayan y den fruto
y ese fruto perdure.
ORACIÓN
DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Por esta sagrada comunión, concédenos,
Padre misericordioso, imitar en la tierra el amor y la bondad de san Francisco,
para que podamos participar con el de la gloria en el cielo. Por Jesucristo,
nuestro Señor.
Homilías de Fr. Nelson Medina, O.P.