La Conversión de san Pablo, Apóstol.
Santos: San Palemón de la
Tebaida, anacoreta. Beato Enrique Seuze, presbítero. Fiesta (Blanco)
SE FUERON A PREDICAR EL MENSAJE
Hch 22,3-16; Mc 16,15-18
Los
once discípulos enfrentaron una situación difícil después de la muerte de
Jesús. En ese momento no estaban convencidos que hubiese vencido a la muerte y
vivían atrincherados en su miedo y su angustia. Una leve esperanza sin duda los
mantenía unidos compartiendo la mesa. En una de esas tardes de pascua, Jesús
los confrontó, les ayudó a derrumbar sus fantasmas interiores y a convencerse
de que el Dios de la Vida lo había reivindicado. Cuando ese cambio profundo se
operó en el interior de los discípulos comenzaron a propagar su certidumbre:
Jesús estaba vivo y había que hacer partícipes de esa vida a todos los
israelitas de buena voluntad. Entre éstos no se encontraba al inicio el
brillante aprendiz de maestro llamado Saulo de Tarso, puesto que como el mismo
lo refiere en el libro de los Hechos de los Apóstoles, por ese entonces
perseguía a muerte el camino cristiano. Sin embargo, la Última palabra no
estaba escrita y en la ruta de Damasco, el perseguidor seria desarmado por el
Señor resucitado, que le abrió los ojos para que fuera testigo de su amor
compasivo.
ANTÍFONA DE ENTRADA (2 Tm 1, 12; 4, 8)
Yo sé en quien tengo puesta mi confianza y estoy convencido de que
el Señor, justo juez, me dará la recompensa el día de su venida.
Se dice Gloria.
ORACIÓN COLECTA
Señor
Dios, que has iluminado al mundo entero con la palabra de tu apóstol Pablo,
cuya conversión conmemoramos hoy; haz que nos convirtamos a ti para dar, así,
al mundo un testimonio de tu verdad. Por nuestro Señor Jesucristo...
LITURGIA DE LA PALABRA
Levántate, recibe el bautismo, reconoce que Jesús es el Señor y
queda limpio de tus pecados.
Del libro de los Hechos de los Apóstoles: 22, 3-16
En
aquellos días, Pablo dijo al pueblo: "Yo soy judío, nací en Tarso de
Cilicia, pero me crie aquí, en Jerusalén; fui alumno de Gamaliel y aprendí a
observar en todo su rigor la ley de nuestros padres y estaba tan lleno de celo
por las cosas de Dios, como lo están ustedes ahora.
Perseguí a muerte el camino cristiano, encadenando y metiendo en la cárcel a
hombres y mujeres, como pueden atestiguarlo el sumo sacerdote y todo el consejo
de los ancianos. Ellos me dieron cartas para los hermanos de Damasco y me
dirigí hacia allá en busca de creyentes para traerlos presos a Jerusalén y
castigarlos.
Pero en el camino, cerca ya de Damasco, a eso del mediodía, de repente me
envolvió una gran luz venida del cielo; caí por tierra y oí una voz que me
decía: `Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?'. Yo le respondí: `Señor, ¿quién
eres tú?”. Él me contestó 'Yo soy Jesús de Nazaret, a quien tú persigues'. Los
que me acompañaban vieron la luz, pero no oyeron la voz del que me hablaba.
Entonces yo le dije: '¿Qué debo hacer, Señor?'. El Señor me respondió:
`Levántate y vete a Damasco; allá te dirán todo lo que tienes que hacer'. Como
yo no podía ver, cegado por el resplandor de aquella luz, mis compañeros me
llevaron de la mano hasta Damasco.
Allí, un hombre llamado Ananías, varón piadoso y observante de la ley, muy
respetado por todos los judíos que vivían en Damasco, fue a verme, se me acercó
y me dijo: `Saulo, hermano, recobra la vista'. Inmediatamente recobre la vista
y pude verlo. Él me dijo: 'El Dios de nuestros padres te ha elegido para que
conocieras su voluntad, vieras al Justo y escucharas sus palabras, porque
deberás atestiguar ante todos los hombres lo que has visto y oído. Y ahora,
¿que esperas? Levántate, recibe el bautismo, reconoce que Jesús es el Señor y
queda limpio de tus pecados' ".
Palabra de Dios. Te
alabamos, Señor.
Comentario:
"Yo soy judío"
Lo primero que afirma Pablo al narrar su experiencia en Damasco es:
"yo soy judío". Su drama interior, antes y después de Damasco, está
resumido en esa expresión, y conviene entender por qué.
No imaginemos la conversión de Pablo con un cambio moral, al modo de
aquellos hombres que dicen: "yo antes era alcohólico y mujeriego, pero
encontré a Jesús, y ahora soy sobrio y no tengo ojos sino para mi esposa".
No fue así ni parecido en el caso de la conversión que hoy celebramos con toda
la Iglesia. Pablo no se convirtió de los vicios a una vida sana. He aquí su
relato: "aprendí hasta el último detalle de la ley de nuestros padres; he
servido a Dios con tanto fervor como ustedes muestran ahora" (Hch 22,3).
No son las palabras de un vicioso, sino de un hombre altamente piadoso que
vivió con singular ardor su convicción religiosa.
Y no nos cabe duda de cuál era su convicción religiosa: "yo soy
judío" (Hch 22,3). Por convencimiento de judío persiguió a los seguidores
de Jesucristo. Pensaba él, en esa época, que el cristianismo desfiguraba el
sentido de las promesas, destruía las instituciones, quitaba valor a la Ley,
traicionaba a Dios. Estaba equivocado pero, en medio de su ignorancia, obraba
con plena convicción y con un deseo inaudito de coherencia.
Sobre esto nos escribe él mismo en su Primera Carta a Timoteo:
"Doy gracias a Cristo Jesús nuestro Señor, que me ha fortalecido, porque
me tuvo por fiel, poniéndome en el ministerio; aun habiendo sido yo antes
blasfemo, perseguidor y agresor. Sin embargo, se me mostró misericordia porque
lo hice por ignorancia en mi incredulidad" (1 Tim 1,12-13). Se arrepiente
de sus blasfemias, y de haber lastimado con odio al Cuerpo de Cristo, pero
reconoce con honestidad la causa de este comportamiento perverso: "lo hice
por ignorancia".
En resumen: Pablo quería, como lo más precioso de su vida, a su
religión judía. Cuando pensaba que esta fe quedaba destruida por una
"secta", el cristianismo naciente, trató de purificar de ese supuesto
mal a su pueblo; pero Dios lo llenó de luz y descubrió que Jesucristo no era la
gran traición sino la gran respuesta a las antiguas promesas. Entonces orientó
toda su energía a mostrar que la fe judía alcanza su plenitud en Jesús, así los
mismos judíos le hicieran sufrir lo indecible tanto en su cuerpo como en su
alma. Por eso decimos que esa expresión del comienzo de la primera lectura de
hoy, "yo soy judío" resume bien la búsqueda y el horizonte fascinante
de la vida del apóstol más conocido: san Pablo.
Del salmo 116 R/. Vayan por todo el mundo y prediquen el
Evangelio.
Que alaben al Señor todas las naciones, que lo aclamen todos los pueblos. R/.
Porque grande es su amor hacia nosotros y su fidelidad dura por siempre. R/.
ACLAMACIÓN (Jn 15, 16) R/. Aleluya, aleluya.
Yo los he elegido del mundo, dice el Señor, para que vayan y den fruto y su
fruto permanezca. R/.
Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio.
Del santo Evangelio según san Marcos: 16, 15-18
En
aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: "Vayan por todo el
mundo y prediquen el Evangelio a toda creatura. El que crea y se bautice, se
salvará; el que se resista a creer, será condenado. Estos son los milagros que
acompañarán a los que hayan creído: arrojaran demonios en mi nombre, hablaran
lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos, y si beben un veneno mortal,
no les hará daño; impondrán las manos a los enfermos y estos quedarán
sanos".
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Comentario:
Hoy, la Iglesia celebra la fiesta
de la Conversión de san Pablo, apóstol. El breve fragmento del Evangelio según
san Marcos recoge una parte del discurso acerca de la misión que confiere el
Señor resucitado. Con la exhortación a predicar por todo el mundo va unida la
tesis de que la fe y el bautismo son requisitos necesarios para la salvación:
«El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará» (Mc
16,16). Además, Cristo garantiza que a los predicadores se les dará la facultad
de hacer prodigios o milagros que habrán de apoyar y confirmar su predicación
misionera (cf. Mc 16,17-18). La misión es grande —«Id por todo el mundo»—, pero
no faltará el acompañamiento del Señor: «Yo estaré con vosotros todos los días
hasta el fin del mundo» (Mt 28,20).
La oración colecta de hoy, propia
de la fiesta, nos dice: «Oh Dios, que con la predicación del Apóstol san Pablo
llevaste a todos lo pueblos al conocimiento de la verdad, concédenos, al
celebrar hoy su conversión, que, siguiendo su ejemplo, caminemos hacia Ti como
testigos de tu verdad». Una verdad que Dios nos ha concedido conocer y que
tantas y tantas almas desearían poseer: tenemos la responsabilidad de
transmitir hasta donde podamos este maravilloso patrimonio.
La Conversión de san Pablo es un
gran acontecimiento: él pasa de perseguidor a convertido, es decir, a servidor
y defensor de la causa de Cristo. Muchas veces, quizá, también nosotros mismos
hacemos de “perseguidores”: como san Pablo, tenemos que convertirnos de
“perseguidores” a servidores y defensores de Jesucristo.
Con Santa María, reconozcamos que
el Altísimo también se ha fijado en nosotros y nos ha escogido para participar
de la misión sacerdotal y redentora de su Hijo divino: Regina apostolorum,
Reina de los apóstoles, ¡ruega por nosotros!; haznos valientes para dar
testimonio de nuestra fe cristiana en el mundo que nos toca vivir.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Por este sacrificio eucarístico que vamos a ofrecerte, concédenos,
Señor, que el Espíritu Santo nos ilumine con aquella misma fe que impulsó
siempre a san Pablo a la predicación de tu Evangelio. Por Jesucristo, nuestro
Señor.
Prefacio I de los Apóstoles.
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN (Ga 2, 20)
Vivo
de la fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Que
esta comunión avive, Señor, en nosotros el amor incansable que impulsó a san
Pablo a consagrarse al servicio de toda la Iglesia. Por Jesucristo, nuestro
Señor.