Santos: Melquiades I, Papa; Julián de Antioquia, mártir. Beata María Dolores
Rodríguez Sopeña, fundadora. Feria (Blanco)
UN AMOR SIN FRONTERAS
1 Jn 4,19-5,4; Lc 4,14-22
El sermón inaugural que el Señor Jesús pronuncia en la sinagoga de
Nazaret tenía un tono provocador a los oídos de la gente de Galilea.
Acostumbrados como estaban a una predica con tintes nacionalistas, anhelaban
escuchar un mensaje que reafirmara la revancha y el dominio de Israel sobre sus
adversarios. Jesús derriba esa manera provinciana de pensar y los alienta a
mirarse como hijos de Dios, en igualdad de condiciones que todos los demás
pueblos. La reacción de extrañeza y la incomodidad de los nazarenos no se hacen
esperar. La Carta de san Juan es una exhortación abierta a vivir el amor
fraterno. No conviene confundirse, el amor cristiano no es en manera alguna un
vaporoso sentimiento propio de una camarilla mafiosa. Los cristianos
consideraban hermanos no solo a los que confesaban a Jesús como Señor, sino a
todos los que sufrían alguna necesidad o carencia.
ANTÍFONA DE ENTRADA (Cfr.
Jn 1, 1)
En el principio y antes de todos los siglos,
el que es la Palabra era Dios, el mismo que luego se dignó nacer como salvador
del mundo.
ORACIÓN COLECTA
Señor, Dios nuestro, que por medio de tu Hijo has hecho brillar la
luz eterna de tu divinidad ante todas las naciones, haz que tu pueblo descubra
plenamente el misterio, de Cristo, su redentor, para que, en virtud de este
misterio, pueda llegar a gozar de aquella luz que no tiene ocaso. Por nuestro
Señor Jesucristo...
LITURGIA DE LA PALABRA
El que ama a Dios, que ame también a su
hermano.
De la primera carta del
apóstol san Juan: 4, 19-5, 4
Queridos hijos: Amamos a Dios, porque Él nos amó primero. Si
alguno dice: "Amo a Dios" y aborrece a su hermano, es un mentiroso,
pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no
ve. Además, Jesús nos ha dado este mandamiento: El que ama a Dios, que ame
también a su hermano.
Todo el que cree que Jesús es el Mesías, ha nacido de Dios. Todo el que ama a
un padre, ama también a los hijos de este. Conocemos que amamos a los hijos de
Dios en que amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos, pues el amor de Dios
consiste en que cumplamos sus preceptos. Y sus mandamientos no son pesados,
porque todo el que ha nacido de Dios vence al mundo. Y nuestra fe es la que nos
ha dado la victoria sobre el mundo.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Comentario:
Amar a los nacidos de Dios
Un hecho en el que no solemos reparar es que el amor cristiano es
fundamentalmente amor a los hermanos. El amor cristiano no es una vaga simpatía
por la humanidad ni una romántica declaración del bien de la raza humana;
tampoco puede traducirse en simple filantropía o en un programa político o de
construcción de la sociedad, así se trate de aquella sociedad que nos parece
que retrata mejor los valores del Reino.
El amor predicado por el apóstol es aquel que nace ante la obra
del amor. Así como en el plano puramente humano amamos lo amable, según los
sentidos o según los intereses, así en este nivel de la vida de la gracia que
ha llegado por Jesús amamos lo amable, es decir, amamos la obra que Dios ha
hecho en alguien, arrancándolo de las tinieblas y acercándolo a la luz.
Este modo hablar puede extrañarnos. Estamos dispuestos a pensar el
amor cristiano como una realidad sin fronteras y parece que al decir que amamos
a los nacidos de Dios estamos encerrándonos sólo en los que son o piensan como
nosotros. La cosa es más compleja. Cada amor se define por su objetivo, el
amado, pero también por su motivo, su causa. El amor cristiano tiene siempre
una causa: Dios y lo que nace de Dios. Esto implica que amamos a los que ya son
de Dios y amamos a los que no son para que sean de él, para que nazcan de él.
Amamos a todos pero esto no quiere decir que aprobamos a todos ni que estamos
de acuerdo con todos ni que nos parecen iguales todos.
Con otras palabras: amamos a los que ya son hermanos, porque
sentimos y sabemos que han nacido de Dios, y amamos a los que no lo son para
que un día estén en comunión con nosotros, y con el Padre y el Hijo.
Fr. Nelson Medina, O.P.
Del salmo 71 R/. Que te
adoren, Señor, todos los pueblos.
Comunica, Señor, al rey tu juicio, y tu justicia al que es hijo de reyes; así
tu siervo saldrá en defensa de tus pobres y regirá a tu pueblo justamente. R/.
De la opresión rescatara a los pobres, pues estima su vida muy valiosa. Por eso
rogaran por sin tregua y lo bendecirán a todas horas. R/.
Que bendigan al Señor eternamente, y tanto como el sol, viva su nombre. Que sea
la bendición del mundo entero y lo aclamen dichoso las naciones. R/.
ACLAMACIÓN (Lc 4, 18) R/.
Aleluya, aleluya.
El Señor me ha enviado para llevar a los pobres la buena nueva y anunciar la
liberación a los cautivos. R/.
Hoy se ha cumplido este pasaje de la
Escritura.
Del santo Evangelio según
san Lucas: 4, 14-22
En aquel tiempo, con la fuerza del Espíritu, Jesús volvió a
Galilea. Iba enseñando en las sinagogas; todos lo alababan y su fama se
extendió por toda la región.
Fue también a Nazaret, donde se había criado. Entró en la sinagoga, como era su
costumbre hacerlo los sábados, y se levantó para hacer la lectura. Se le dio el
volumen del profeta Isaías, lo desenrollo y encontró el pasaje en que estaba
escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para llevar a
los pobres la buena nueva, para anunciar la liberación a los cautivos y la
curación a los ciegos, para dar libertad a los oprimidos y proclamar el año de
gracia del Señor.
Enrolló el volumen, lo devolvió al encargado y se sentó. Los ojos de todos los
asistentes a la sinagoga estaban fijos en El. Entonces comenzó a hablar,
diciendo: "Hoy mismo se ha cumplido este pasaje de la Escritura que
ustedes acaban de oír".
Todos le daban su aprobación y admiraban la sabiduría de las palabras que
salían de sus labios.
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Comentario:
Hoy recordamos que «quien ama Dios, ame también a su hermano» (1Jn
4,21). ¿Cómo podríamos amar a Dios a quien no vemos, sin no amamos a quien
vemos, imagen de Dios? Después que san Pedro renegara, Jesús le preguntó si le
amaba: «Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo» (Jn 21,17), respondió.
Como a san Pedro, también a nosotros nos pregunta Jesús: «¿Me amas?»; y
queremos responderle ahora mismo: «Tú lo sabes todo, Señor, tú sabes que te amo
a pesar de mis deficiencias; pero ayúdame a demostrártelo, ayúdame a descubrir
las necesidades de mis hermanos, a darme de verdad a los otros, a aceptarlos
tal como son, a valorarlos».
La vocación del hombre es el amor, es vocación a darse, buscando
la felicidad del otro, y encontrar así la propia felicidad. Como dice san Juan
de la Cruz, «al atardecer seremos juzgados en el amor». Vale la pena que nos
preguntemos al final de la jornada, cada día, en un breve examen de conciencia,
cómo ha ido este amor, y puntualizar algún aspecto a mejorar para el día
siguiente.
«El Espíritu del Señor está sobre mí» (Lc 4,18), dirá Jesús,
haciendo suyo este texto mesiánico. Es el Espíritu del Amor que así como hizo
del Mesías el «ungido para llevar la buena nueva a los pobres» (cf. Lc 4,18),
también “reposa” encima nuestro y nos conduce hacia el amor perfecto: como dice
el Concilio Vaticano II, «todos los fieles, de cualquier estado o condición,
son llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la
caridad». El Espíritu Santo nos transformará como hizo con los Apóstoles, para
que podamos actuar bajo su moción, otorgándonos sus frutos y, así, llevarlos a
todos los corazones: «El fruto del Espíritu es: caridad, paz, alegría,
paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, templanza» (Gal
5,22-23).
Rev. D. Llucià POU i Sabater (Vic, Barcelona, España)
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Acepta, Señor, las ofrendas, que te presentamos para esta
Eucaristía, en la que se realiza un glorioso intercambio, a fin de que, al
ofrecerte tus propios dones, podamos recibirte a ti mismo. Por Jesucristo,
nuestro Señor.
Prefacio de Navidad o de la Epifanía.
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN
(Jn 3, 16)
Tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo para que todo el que
crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA
COMUNIÓN
Concédenos, Dios todopoderoso, que la gracia de estos sacramentos
fortalezca cada día más nuestra vida cristiana. Por Jesucristo, nuestro Señor.