Santos: Rigoberto de Reims, obispo; Zedíslava de
Lemberk, laica; Isabel Ana Setton, fundadora. Feria (Blanco)
LOS PRIMEROS DISCÍPULOS
1 Jn 3,7-10; Jn 1,35-42
El profeta del Jordán no estaba afectado por el protagonismo ni
por el afán de grandeza, tampoco experimentaba celotipia alguna hacia Jesús,
antiguo discípulo suyo que comenzaba a suscitar la confianza entre las gentes
de Galilea y Judea. Juan Bautista sabía que él era quien pavimentaría la ruta
que conduciría a Israel hacia el profeta de Nazaret que estaba animando a las
personas a jugarse la vida por el proyecto del reino de Dios. Andrés y el otro
discípulo se fiaron de las palabras del profeta y empezaron a convivir con
Jesús, su nuevo Maestro, con quien aprenderían a conformar el nuevo Israel. Por
su parte, la Primera Carta de Juan insiste en la pedagogía de la imitación y el
seguimiento. Los verdaderos hijos de Dios que siguen los pasos del justo Jesús,
adecuan su vida a esa justicia, viviendo en libertad, sin dejarse extraviar por
el resorte poderoso del maligno.
ANTÍFONA DE ENTRADA (Sal
64, 12)
Bendice, Señor, con tu bondad este nuevo año
y tus campos se llenarán de frutos.
ORACIÓN COLECTA
Dios eterno, principio de toda creatura, concédenos durante este
año, que desde hoy te dedicamos, no carecer de lo necesario para la vida y dar
testimonio de ti con nuestras buenas obras. Por nuestro Señor Jesucristo...
LITURGIA DE LA PALABRA
El que ha nacido de Dios no puede pecar.
De la primera carta del
apóstol san Juan: 3, 7-10
Hijos míos: No dejen que nadie los engañe. Quien practica la
santidad es santo, como Cristo es santo. Quien vive pecando, se deja dominar
por el diablo, ya que el diablo es pecador desde el principio.
Pues bien, para eso se encarnó el Hijo de Dios: para deshacer las obras del
diablo. Ninguno que sea hijo de Dios sigue cometiendo pecados, porque el germen
de vida que Dios le dio permanece en él. No puede pecar, porque ha nacido de
Dios.
En esto se distinguen los hijos de Dios de los hijos del diablo: todo aquel que
no practica la santidad, no es de Dios; tampoco es de Dios el que no ama a su
hermano.
Palabra
de Dios. Te alabamos, Señor.
Comentario:
Nacidos de Dios
Ya el Evangelio
de Juan nos había hecho el maravilloso anuncio: los que acogen la Palabra
reciben poder llegar a ser hijos de Dios (Jn 1,12). Es muy importante para este
apóstol que descubramos nuestra vocación: hemos nacido de Dios.
El propósito del
pasaje de hoy es que descubramos cómo el ser y el obrar necesariamente van de
la mano. "Operari sequitur esse", decían los escolásticos: el obrar
sigue al ser. Si nuestro ser tiene su fuente en Dios, porque de él hemos nacido,
nuestro obrar sigue al obrar de Dios, según escribe Juan: "que nadie los
engañe; el que hace la voluntad de Dios es justo, como él es justo".
Ese modo de
escribir nos deja entrever el carácter polémico de una carta que parecería tal
vez sólo una colección de poesía mística. Cuando Juan dice: "que nadie los
engañe" es porque sabe de buena fuente que hay quien engaña. Y el engaño
también lo podemos conocer: se trataba de una especie de secta, tal vez en
proceso de formación, que enseñaba entre otras cosas que nuestra conducta no
importaba realmente, mientras mantuviéramos una especie de luz o de
conocimiento sublime y celeste en nuestra mente. La conducta es asunto de la
carne, según ellos, y lo carnal no importa. Por consiguiente, lo que hagamos
con nuestra carne tampoco importa.
Frente a estas
semillas heréticas se alza el apóstol Juan: ¡Claro que importa la carne! ¡El
Verbo se hizo carne! Y, ¡por supuesto que importa la conducta, la vida de cada
día! Si te olvidas de la conducta no sólo niegas el misterio de Aquel que
"se hizo carne", sino que niegas su precepto principal: el amor.
Del salmo 97 R/. Toda la
tierra ha visto al Salvador.
Cantemos al Señor un canto nuevo, pues ha hecho maravillas. Su diestra y su
santo brazo le han dado la victoria. R/.
Alégrense el mar y el mundo submarino, el orbe y todos los que en el habitan.
Que los ríos estallen en aplausos y las montañas salten de alegría. R/.
Regocíjese todo ante el Señor, porque ya viene a gobernar el orbe. Justicia y
rectitud serán las normas con las que rija a todas las naciones.
ACLAMACIÓN (Hb 1, 1-2) R/.
Aleluya, aleluya.
En distintas ocasiones y de muchas maneras habló Dios en el pasado a nuestros
padres, por Boca de los profetas. Ahora, en estos tiempos, que son los últimos,
nos ha hablado por medio de su Hijo. R/.
Hemos encontrado al Mesías.
Del santo Evangelio según
san Juan: 1, 35-42
En aquel tiempo, estaba Juan el Bautista con dos de sus
discípulos, y fijándolos ojos en Jesús, que pasaba, dijo: "Este es el
Cordero de Dios". Los dos discípulos, al oír estas palabras, siguieron a
Jesús. Él se volvió hacia ellos, y viendo que lo seguían, les preguntó:
"¿Que buscan?". Ellos le contestaron: "¿Dónde vives,
Rabí?". (Rabí significa ‘maestro'). Él les dijo: "Vengan a ver".
Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con Él ese día. Eran como las
cuatro de la tarde. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que
oyeron lo que Juan el Bautista decía y siguieron a Jesús. El primero a quien
encontró Andrés, fue a su hermano Simón, y le dijo: "Hemos encontrado al
Mesías" (que quiere decir 'el ungido'). Lo llevo a donde estaba Jesús y
este, fijando en el la mirada, le dijo: "Tú eres Simón, hijo de Juan. Tú
te llamaras Kefás" (que significa Pedro, es decir, 'roca').
Palabra
del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Comentario:
¿Qué buscan?
Demos una mirada
al evangelio de hoy. Continúa, como hemos dicho la lectura seguida de los
primeros versículos del texto de san Juan.
La pregunta que
domina el panorama de hoy es la que hace Jesús: "¿qué buscan?". Una
pregunta que nos repite. No es posible, en efecto, entrar en el misterio de
Jesús sin entrar en el misterio de nuestras necesidades, condensadas en ese
hecho: buscamos algo, buscamos a alguien. Saber qué buscamos es conocer qué
necesitamos, y reconocer nuestras necesidades es el modo propio de encontrar a
quien puede aliviarlas y responderlas.
Jesús les
pregunta qué buscan. En otras escena el primero entre sus apóstoles suyos dirá,
pasada ya la Pascua: "oro ni plata yo tengo..." (Hch 3,6). Lo mismo y
con mayor razón podía expresar el Maestro de quien esto dijo. Jesús, pobre y
peregrino, humilde y casi anónimo, bien puede preguntarnos qué buscamos, porque
ciertamente sus riquezas o influencias no saltan a la vista.
Ellos
respondieron con una pregunta. La verdad no tenían que responder, porque no se
conocían a sí mismos. Dijeron, pues: "¿adónde vives?". Buscaban la
casa de Jesús. Lo único que sabían de él es que era el Cordero de Dios, el que
quita el pecado del mundo. Y eso bastó para que desearan conocer la casa de
Jesús, el lugar libre de tinieblas, el espacio sin pecado. Si lo pensamos bien,
la respuesta de ellos, aun en su indefinición, es más profunda que muchas otras
respuestas. No pidieron salud, ni liberación de un demonio, ni muchos
conocimientos, ni largos años. En el fondo pidieron quedarse con él, estar con
él, vivir con él. Es como si le hubieran dicho: "danos de ti". Una
genuina petición eucarística.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Que te sean gratas, Señor, las ofrendas que te presentamos, para que todos los
que celebramos con alegría el principio de este nuevo año, podamos vivirlo día
a día en tu amistad. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio de Navidad.
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN
(Hb 13, 8)
Cristo es siempre el mismo, ayer, hoy y por
todos los siglos.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA
COMUNIÓN
Permanece, Señor, en medio del pueblo que ha participado en esta
Eucaristía y se confía siempre a tu protección, a fin de que, a lo largo del
año que se inicia, se vea libre de todo peligro. Por Jesucristo, nuestro Señor