3 de enero de 2013

3 de Enero. Feria de Navidad. Ciclo C


El Santísimo Nombre de Jesús.

Santos: Genoveva de Paris, virgen; Fulgencio de Ruspe, obispo. Memoria libre (Blanco)

EL RECONOCIMIENTO DEL MUNDO
1 Jn 2,29-3,6; Jn 1,29-34
Los cristianos a los que se dirige el autor de la Primera Carta de Juan no gozaban de la aprobación popular en las distintas ciudades del mediterráneo. Tampoco les interesaba alcanzar el honor y el reconocimiento público, porque sabían que el Padre los amaba sin condiciones. Mientras que sus contemporáneos vivían pendientes del honor que la opinión pública les otorgaba, ellos se consolaban sabiéndose amados de corazón por Dios y por sus hermanos. Por su parte, el cuarto evangelio nos presenta a Jesús que comparece ante el profeta del Jordán. Ningún asomo del rito bautismal encontramos en la narración, antes bien, resuena una solemne declaración que resalta el carácter y la misión expiatoria que Jesús realizará a favor de todo Israel.
En vez de la Misa del Santísimo Nombre de Jesús, que va continuación, se puede celebrar Misa de feria del Tiempo de Navidad, con las lecturas de hoy.

ANTÍFONA DE ENTRADA (Flp 2, 10-1 1)
Que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra, en los abismos; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.

ORACIÓN COLECTA
Al venerar el santísimo nombre de Jesús, te rogamos Señor, que, después de gustar su dulzura en esta vida, nos concedas gozar plenamente de la eterna alegría en el cielo. Por nuestro Señor Jesucristo...

LITURGIA DE LA PALABRA
El que permanece en Dios no peca.

De la primera carta del apóstol san Juan: 2, 29-3, 6

Queridos hijos: Si ustedes saben que Dios es santo, tienen que reconocer que todo el que practica la santidad ha nacido de Dios.

Miren cuanto amor nos ha tenido el Padre, pues no solo nos llamamos hijos de Dios, sino que lo somos. Si el mundo no nos reconoce, es porque tampoco lo ha reconocido a Él.
Hermanos míos, ahora somos hijos de Dios, pero aún no se ha manifestado como seremos al fin. Y ya sabemos que, cuando Él se manifieste, vamos a ser semejantes a Él, porque lo veremos tal cual es. 
Y todo el que tiene puesta en El esta esperanza, procura ser santo, como Jesucristo es santo. Todo el que comete pecado quebranta la ley, puesto que el pecado es quebrantamiento de la ley. Y si saben ustedes que, Dios se manifestó para quitar los pecados, es porque en Él no hay pecado. Todo el que permanece en Dios, no peca. Todo el que vive pecando, es como si no hubiera visto ni conocido a Dios. 

Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Comentario:
Pasado, presente y futuro

Si hay algo característico de nuestra fe cristiana, ya desde su profunda raíz en el pueblo de Israel, es esa conciencia del tiempo como una flecha que apunta a la realización de un designio. Para nosotros el tiempo tiene una dirección. Nuestra vida no es un corcho en un remolino ni una brizna en medio de la tormenta. Pasado significa promesa; presente significa primicia; futuro significa plenitud.

En la primera lectura de hoy es clara esta secuencia. Escribe el apóstol: "consideren el amor tan grande que nos ha demostrado el Padre" (1 Jn 3,1); ello corresponde al pasado; luego dice: "ahora somos ya hijos de Dios" (1 Jn 3,2); eso alude al presente; por último añade: "seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es" (1 Jn 3,2).

El amor manifiesto se convierte en una promesa. Es un cheque a nuestro favor; es el anuncio de algo maravilloso que no esperábamos, que no merecíamos, que no podíamos describir siquiera. Ese amor se traduce en un presente cargado de noble dignidad: somos hijos de Dios. De allí brotan todos nuestros derechos y deberes. Pero no es ello todo, sino solo la primicia de algo mayor aún: seremos semejantes a él. Es la plenitud. El tiempo tiene una dirección y esa dirección apunta hacia la plenitud.

Del salmo 97 R/. Aclamemos con júbilo al Señor.
Cantemos al Señor un canto nuevo, pues ha hecho maravillas. Su diestra y su santo brazo le han dado la victoria. R/.
La tierra entera ha contemplado la victoria de nuestro Dios. Que todos los pueblos y naciones aclamen con júbilo al Señor. R/.
Cantemos al Señor al son del arpa, suenen los instrumentos. Aclamemos al son de los clarines al Señor, nuestro rey. R/.


ACLAMACIÓN (Jn 1, 14. 12) R/. Aleluya, aleluya.

Aquel que es la Palabra se hizo hombre y habitó entre nosotros. A todos los que lo recibieron les concedió poder llegar a ser hijos de Dios. R/.


Este es el Cordero de Dios.

Del santo Evangelio según san Juan: 1, 29-34

Al día siguiente, vio Juan el Bautista a Jesús, que venía hacia él, y exclamó: "Este es el Cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo. Este es aquel de quien yo he dicho: 'El que viene después de mí, tiene precedencia sobre mí, porque ya existía antes que yo'. Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua, para que Él sea dado a conocer a Israel".

Entonces Juan dio este testimonio: "Vi al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y posarse sobre Él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: `Aquel sobre quien veas que baja y se posa el Espíritu Santo, ese es el que ha de bautizar con el Espíritu Santo'. Pues bien, yo lo vi y doy testimonio de que este es el Hijo de Dios".
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.


Comentario:
Ver mientras vamos de camino

Juan utiliza de modo muy particular y muy fuerte el verbo "ver". Lo podíamos entender ya de la frase que destacamos en la sección precedente. ¿Habrá algo más vigoroso para este verbo que decir "seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es"?

Consecuentemente, el pecado es "no ver". Por eso dice: "todo el que peca, ni lo ha visto [a Dios,] ni lo ha conocido" (1 Jn 3,6). ¿Qué quiere decir esto? ¿Cómo es esto, que el que peca no ha visto a Dios, siendo así que sólo lo veremos al final, en la plenitud del cielo? Lo que sucede es que hay un ver en plenitud, el del cielo, del cual dice el apóstol: "lo veremos tal cual es"; pero hay otro ver, el ver mientras vamos de camino en la tierra, que es básicamente ver las señales que él ha dejado, especialmente, el amor grande que nos ha demostrado en Cristo. El sentido, pues, sería: "el que peca es porque no reconoce las señales del amor de Dios en su vida".

El Cordero de Dios

El evangelio de hoy sigue su propia secuencia, a saber, la lectura continuada de los primeros textos del evangelio según san Juan, según hemos comentado para los textos de ayer. Se leen estos pasajes en Navidad porque nos ayudan a ver desde otro punto de vista, más teológico y menos narrativo, es verdad, qué significa la llegada a nuestra tierra de aquel que es la Palabra.

Juan Bautista habló ayer de Jesús. Ahora ve a Jesús. Su voz que le anunciado, como lo anunciaron los demás profetas, ahora puede hacer algo que no pudieron los demás profetas: presentar al mundo a Aquel que había anunciado.

Y estas son sus palabras de presentación: "este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo" (Jn 1,29). Con ese anuncio nos cuenta algo sobre quién es Jesús diciéndonos mucho sobre qué hace Jesús. Todo el sufrimiento del Bautista es el pecado del mundo, y por eso toda su alegría es Aquel que quita el pecado del mundo.

La señal de Jesús es el Espíritu Santo. Cristo es Cristo, palabra que significa "ungido", porque ha recibido el don del Espíritu Santo no para santidad de su vida sino para su ministerio propio, que es "quitar el pecado del mundo". Y la obra del Espíritu será la de un bautismo, que aniquila y a la vez renueva, como las aguas del Éxodo. El Espíritu aniquila así a nuestro faraón enemigo, que es el pecado y saca victorioso al pueblo nuevo y renovado, el Israel de Dios.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Padre todopoderoso, acepta complacido las ofrendas que te presentamos en nombre de Cristo, pues sabemos, por su promesa, que cuanto pidamos en su nombre, nos será concedido. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio de Navidad.
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN (Hch 4, 12)
Ningún otro nombre ha sido dado a los hombres bajo el cielo, que pueda salvarnos.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Concédenos, Señor, venerar dignamente en estos sacramentos a Jesús, a cuyo nombre quisiste que toda rodilla se doblegara, y que por El obtuviera todo el género humano la salvación eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.

 Homilías de Fr. Nelson Medina, O.P.