Santos: Basilio Magno de Cesárea, obispo; Gregorio Nacianceno, Doctor de la
Iglesia. Beata María Ana Blondin Sureau, fundadora. Memoria (Blanco)
LA
CUESTIÓN DE LA IDENTIDAD
1 Jn 2,
22-28, Jn 1, 19-28
El Evangelio de san Juan nos
refiere el dialogo y la curiosidad que se suscitó en torno de la persona de san
Juan Bautista. La gente no atinaba a descifrar la clave de su singular
existencia. Para unos, era un profeta como los antiguos, en cambio para otros,
era una figura mesiánica que transformaría con el poder de Dios, la suerte de
su pueblo. San Juan no se dejaba encandilar con el fervor popular y despejó de
inmediato cualquier malentendido: él era un enviado, una voz incómoda que venía
a desajustar la religiosidad rutinaria de Israel. Los primeros cristianos
también se plantearon cuestiones sobre la identidad más profunda del
crucificado. Los creyentes que atendían al impulso del Espíritu, reconocieron
la íntima cercanía existente entre el Padre y el Hijo, otros cristianos
despistados se confundieron y pretendieron desvincular la amorosa comunión
entre el Señor y su siervo Jesús. La filiación que nos vincula con el Padre,
nos hermana con su Hijo Jesús.
ANTÍFONA
DE ENTRADA (Sal 36, 30-31)
La boca del justo dice
palabras sensatas y su lengua expresa lo recto, porque lleva grabada en el
corazón la ley de su Dios.
ORACIÓN
COLECTA
Dios nuestro, que has iluminado
a tu Iglesia con el ejemplo y la doctrina de los santos Basilio y Gregorio, haz
que seamos humildes para comprender tu verdad y danos tu amor para ajustar a
ella toda nuestra vida. Por nuestro Señor Jesucristo...
LITURGIA
DE LA PALABRA
Que permanezca en
ustedes lo que han oído desde el principio.
De la
primera carta del apóstol san Juan: 2, 22-28
Hijos míos: ¿Quién es el
mentiroso, sino aquel que niega que Jesús es Cristo? Ese es el anticristo,
porque niega al Padre y al Hijo. Nadie que niegue al Hijo posee al Padre; pero
quien reconoce al Hijo, posee también al Padre
Que permanezca, pues, en ustedes lo que desde el principio han oído. Si
permanece en ustedes lo que han oído desde el principio, también ustedes
permanecerán en el Hijo y en el Padre. Esta es la promesa que El mismo nos
hizo: la vida eterna. Les he escrito esto, pensando en aquellos que tratan de
inducirlos al error. Recuerden que la unción que de Él han recibido, permanece
en ustedes y no necesitan enseñanzas de nadie; esta unción, que es verdad y no
mentira, los ilustra a través de todas las cosas; permanezcan, pues, en Él,
como la unción les enseña.
Así pues, hijos míos, permanezcan en Él, para que cuando Él se manifieste,
tengamos plena confianza y no nos veamos confundidos por El en el día de su
venida.
Palabra de Dios. Te
alabamos, Señor.
Comentario:
La mentira más grande del mundo
Desde la óptica de Juan hay una
verdad que es la más grande del mundo. Esa verdad está en la carne de Cristo,
en cuanto, en esa carne hemos visto, oído y palpado la revelación que Dios nos
ha dado de su amor y su salvación.
Según esto, la gran mentira es
negar esa revelación que tiene precio y valor de sangre del Hijo de Dios. Y eso
es lo propio del anticristo; eso es lo propio de aquel o aquellos que se oponen
al Señor Jesús.
Por eso es fuerte la exhortación:
"permanezcan en lo que han oído" (1 Jn 2,24). Es una advertencia
severa, que podríamos poner en paralelo con las palabras, también graves, del
apóstol Pablo: " Me maravillo de que tan pronto hayáis abandonado al que
os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente; que en
realidad no es otro evangelio, sólo que hay algunos que os perturban y quieren
pervertir el evangelio de Cristo. Pero si aun nosotros, o un ángel del cielo,
os anunciara otro evangelio contrario al que os hemos anunciado, sea
anatema" (Gál 1,6-8).
Este tipo de moniciones nos
previenen contra las "novedades", un tema que aparece muchas veces en
el Nuevo Testamento. El Evangelio es simple, contundente, eficaz; las
novedades, que no son profundizaciones sino traiciones al Evangelio, son
retorcidas, tratan más de seducir que de salvar; acarician nuestra conducta, no
la cambian.
Del
salmo 97 R/. Cantemos la grandeza del Señor.
Cantemos al Señor un canto nuevo, pues ha hecho maravillas. Su diestra y su
santo brazo le han dado la victoria. R/.
El Señor ha dado a conocer su victoria y ha revelado a las naciones su
justicia. Una vez más ha demostrado Dios su amor y su lealtad hacia Israel. R/.
La tierra entera ha contemplado la victoria de nuestro Dios. Que todos los
pueblos y naciones aclamen con júbilo al Señor R/.
ACLAMACIÓN
(Hb 1, 1-2) R/. Aleluya, aleluya.
En distintas ocasiones y de muchas maneras habló Dios en el pasado a nuestros
padres, por boca de los profetas. Ahora, en estos tiempos, que son los últimos,
nos ha hablado por medio de su Hijo. R/.
Viene después de mi
alguien que existía antes que yo.
Del santo
Evangelio según san Juan: 1, 19-28
Éste es el testimonio que dio
Juan el Bautista, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén a unos sacerdotes
y levitas para preguntarle: "¿Quién eres tú?".
Él reconoció y no negó quien era. Él afirmó: "Yo no soy el Mesías".
De nuevo le preguntaron: "¿Quién eres, pues? ¿Eres Elías?". Él les
respondió: "No lo soy". "¿Eres el profeta?". Respondió:
"No". Le dijeron: "Entonces dinos quien eres, para poder llevar
una respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo?". Juan les
contesto: "Yo soy la voz que grita en el desierto: Enderecen el camino del
Señor', como anuncio el profeta Isaías".
Los enviados, que pertenecían a la secta de los fariseos, le preguntaron:
"Entonces ¿por qué bautizas, si no eres el Mesías, ni Elías, ni el
profeta?". Juan les respondió: "Yo bautizo con agua, pero en medio de
ustedes hay uno, al que ustedes no conocen, alguien que viene detrás de mí, a
quien yo no soy digno de desatarle las correas de sus sandalias".
Esto sucedió en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde Juan bautizaba.
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Comentario:
En medio de ustedes hay uno que
no conocen
El texto del evangelio de hoy,
por su parte, prolonga nuestra lectura del evangelio de Juan. El prólogo, que
ocupó los primeros dieciocho versículos, y que ya fue leído dos veces en este
tiempo de navidad, nos lanzó al misterio sublime de la encarnación como
revelación de la gloria; ahora seguimos la lectura de este cuarto evangelio,
desde el versículo diecinueve. Es otro modo de presenciar la llegada del
misterio de la Palabra Encarnada: no al estilo de Mateo o Lucas que nos brindan
algunas escenas de Jesús bebé o párvulo, sino, si se quiere, desde la teología.
Juan, en efecto, antes de
presentarnos a Cristo en escena, presenta al precursor, al Bautista. Lo
importante de esta parte es que nos queden claras algunas cosas: la distancia y
a la vez el orden que une al Precursor con el Mesías; la grandeza de aquel que
se acerca; y la convicción de que "no le conocemos".
Este último punto merece ser
destacado: para recibir a la Palabra necesitamos entender que no es ninguna de
nuestras palabras. Conocer nuestra ignorancia; saber que no le conocemos es un
buen modo de disponernos a conocerle. Así Juan nos prepara para ver a Jesús
actuando y predicando.
ORACIÓN
SOBRE LAS OFRENDAS
Que te sea grato, Señor, el
sacrificio que vamos a ofrecerte en la fiesta de los santos Basilio y Gregorio,
cuyas enseñanzas y ejemplo nos mueven a alabarte con todo nuestro ser. Por
Jesucristo, nuestro Señor.
ANTÍFONA
DE LA COMUNIÓN (Lc 12, 42)
Éste es el siervo fiel y
sensato a quien su Señor ha puesto al frente de su familia, para darles la
ración de trigo a su tiempo.
ORACIÓN
DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
A quienes nos has alimentado
con el Cuerpo de Cristo, ilumínanos, Señor, con sus enseñanzas, para que en 1a
festividad de los santos Basilio y Gregorio, aprendamos tu verdad e imitemos tu
amor. Por Jesucristo, nuestro Señor