24 de noviembre de 2012

Sábado de la 33ª semana del Tiempo Ordinario. Ciclo B.




Santos: Andrés Dung.Lac y compañeros, mártires; Flora y María, mártires. Beata María Ana Sala, religiosa.

Vísperas I de mañana: todo propio. Tomo IV: p. 572. Para los fieles: p. 425. Edición popular: p. 488. Memoria (Rojo)

EL TESTIMONIO PROFÉTICO
Ap 11,4-12; Lc 20,27-40
Los dos testigos enviados a profetizar, representados bajo la imagen del olivo y la lámpara, no hacen referencia a algún cristiano en particular, sino que simbolizan más bien a toda la comunidad cristiana que rinde su testimonio profético en condiciones particularmente adversas. Su testimonio profético es tan incómodo para la fiera, que no dudaría en quitarles la vida. Esa bestia había dado muerte con anticipación al Señor Jesús y lo había tomado a burla, al igual que hacía ahora con sus testigos. La duración limitada de esa persecución, anticipa la victoria, que finalmente llega en el versículo doce con el ascenso triunfal de los testigos fieles. Para los saduceos, adversarios sistemáticos de la creencia en la resurrección no había espacio para la esperanza. La existencia del ser humano estaba franqueada por la inevitabilidad de la muerte. De ahí que ellos optaran por acomodarse convenencieramente con los representantes del poder romano.

ANTÍFONA DE ENTRADA (Ga 6, 14; 1 Co 1, 18)
No permita Dios que yo me gloríe en algo que nos sea la cruz de nuestro Señor Jesucristo, pues la cruz es fuerza de Dios para los que vamos por el camino de la salvación.

ORACIÓN COLECTA
Dios y Padre nuestro, fuente y origen de toda paternidad, que a los bienaventurados mártires Andrés y sus compañeros les concediste ser fieles a la cruz de tu Hijo, por su intercesión te pedimos que también nosotros propaguemos tu amor entre nuestros hermanos y seamos dignos de contarnos entre tus hijos. Por nuestro Señor Jesucristo...

LITURGIA DE LA PALABRA
Estos dos profetas habían sido el azote de los habitantes de la tierra.

Del libro del Apocalipsis del apóstol san Juan: 11, 4-12

Yo, Juan, oí que me decían: "Aquí están mis dos testigos. Son los dos olivos y los dos candelabros, que están ante el Señor de la tierra. Si alguno quiere hacerles daño, su boca echará fuego que devorará a sus enemigos; así, el que intente hacerles daño, morirá sin remedio.

Ellos tienen poder de cerrar el cielo para que no llueva mientras dure su misión profética; tienen poder para convertir el agua en sangre y para castigar la tierra con toda clase de plagas, cuantas veces quieran.

Pero, cuando hayan terminado su misión, la bestia que sube del mar les hará la guerra, los vencerá y los matará. Sus cadáveres quedarán tendidos en la plaza de la gran ciudad, donde fue crucificado su Señor, y que simbólicamente se llama Sodoma o Egipto.
Durante tres días y medio, gentes de todos los pueblos y razas, de todas las lenguas y naciones contemplarán sus cadáveres, pues no permitirán que los sepulten. Los habitantes de la tierra se alegrarán y regocijarán por su muerte y se enviarán regalos los unos a los otros, porque estos dos profetas habían sido el azote de ellos.
Pero después de los tres días y medio, un espíritu de vida, enviado por Dios, entrará en ellos: se pondrán de pie y todos los que los estén viendo se llenarán de espanto. Oirán entonces una potente voz, que les dirá desde el cielo: 'Suban acá'. Y subirán al cielo en una nube, a la vista de sus enemigos".

Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Comentario:
Azote de la Tierra

Hemos comentado en otra ocasión sobre cuán estorboso resulta para el mundo el ministerio de los profetas. La palabra de Dios incomoda, talla, fustiga; y el motivo es sencillo: "todo el que hace lo malo odia la luz, y no viene a la luz para que sus acciones no sean expuestas" (Jn 3,20). Este fastidio llega a convertirse en genuino odio, como lo muestra el caso de Juan Bautista, a quien Herodías "le tenía rencor y deseaba matarlo, pero no podía" (Mc 6,19), "porque Juan le decía a Herodes: No te es lícito tener la mujer de tu hermano" (Mc 6,18).

Suena un poco extraño, entonces, pero debemos decir que un deber del predicador es producir escozor, incluso incomodar. No está en vano aquel versículo del Evangelio: "¡Ay de vosotros, cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!, porque de la misma manera trataban sus padres a los falsos profetas" (Lc 6,26). A esto se refería Pablo seguramente cuando dijo: "Si yo todavía estuviera tratando de agradar a los hombres, no sería siervo de Cristo" (Gál 1,10).


Del salmo 143 R/. Bendito sea el Señor, mi fortaleza. 

Bendito sea el Señor, mi roca firme; Él adiestró mis manos y mis dedos para luchar en lides. R/.

Él es mi amigo fiel, mi fortaleza, mi seguro escondite, escudo en que me amparo, el que los pueblos a mis plantas rinde. R/.
Al compás de mi citara, nuevos cantos, Señor, he de decirte, pues tú das a los reyes la victoria y salvas a David, tu siervo humilde. R/.



ACLAMACIÓN (Cfr. 2 Tm 1, 10) R/. Aleluya, aleluya.
Jesucristo, nuestro Salvador, ha vencido la muerte y ha hecho resplandecer la vida por medio del Evangelio. R/.


Dios no es Dios de muertos, sino de vivos.

Del santo Evangelio según san Lucas: 20, 27-40

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús algunos saduceos. Como los saduceos niegan la resurrección de los muertos, le preguntaron: "Maestro, Moisés nos dejó escrito que si alguno tiene un hermano casado que muere sin haber tenido hijos, se case con la viuda para dar descendencia a su hermano. Hubo una vez siete hermanos, el mayor de los cuales se casó y murió sin dejar hijos. El segundo, el tercero y los demás, hasta el séptimo, tomaron por esposa a la viuda y todos murieron sin dejar sucesión. Por fin murió también la viuda. Ahora bien, cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será esposa la mujer, pues los siete estuvieron casados con ella?".

Jesús les dijo: "En esta vida, hombres y mujeres se casan, pero en la vida futura, los que sean juzgados dignos de ella y de la resurrección de los muertos, no se casarán ni podrán ya morir, porque serán como los ángeles e hijos de Dios, pues Él los habrá resucitado.

Y que los muertos resucitan, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor, Dios de Abraham, Dios de Isaac, Dios de Jacob. Porque Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, pues para Él todos viven".
Entonces, unos escribas le dijeron: "Maestro, has hablado bien". Y a partir de ese momento ya no se atrevieron a preguntarle nada.
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.


Comentario:
El destino de los amores de esta tierra

A modo de burla, los saduceos ridiculizan la creencia en la resurrección con una tonta historia de una mujer que se ha casado varias veces. Cristo toma el argumento no sólo para reafirmar la verdad de la resurrección sino para enseñarnos sobre el destino del amor humano.

La parte más impresionante de las palabras de Cristo, en mi concepto, es aquella forma de hablar: "no se casarán; pues ya no pueden morir" (Lc 20,36). Aquí hay algo muy profundo sobre la naturaleza del matrimonio. Ese "pues" está desde el texto griego. La razón por la que no hay matrimonio más allá de la muerte es porque tampoco hay más muerte en aquellos considerados dignos de la resurrección.

Es decir: el matrimonio es un remedio contra la muerte mientras no ha llegado a la muerte. Los que ya no pueden morir no necesitan de ese remedio; reciben la vida de la fuente de la vida, como los ángeles, y no a través de las expresiones mediadas de esa vida por vehículo del amor humano. Entonces el matrimonio es un modo de acercarse al amor fontal, al amor original que da la vida. Una vez que accedemos a ese amor en la resurrección, no cabe propiamente la mediación. Ya en el cielo todo es inmediato.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Recibe, Padre santo, los dones que te presentamos al venerar la pasión de los santos mártires vietnamitas y concédenos que, en medio de las adversidades de esta vida, permanezcamos siempre fieles a ti y nos convirtamos en ofrendas agradables a tus ojos. Por Jesucristo, nuestro Señor.

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN (Mt 5, 10)
Dichosos los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Fortalecidos con esta Eucaristía, te suplicamos, Señor, al conmemorar a tus santos mártires, que permanezcamos unidos en tu amor y podamos conseguir el premio eterno de nuestros sufrimientos. Por Jesucristo, nuestro Señor.

 Homilías de Fr. Nelson Medina, O.P.