25 de noviembre de 2012

Domingo 34º del Tiempo Ordinario. Jesucristo, Rey del Universo - Ciclo B



NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO

Santos: Santa Catalina de Alejandría, mártir. Beata Isabel de Reute, laica. Solemnidad (Blanco)

MI REALEZA NO ES DE ESTE MUNDO
Dn 7,13-14; Ap 1,5-8; Jn 18,33-37
Durante varios siglos Israel se gobernó bajo un régimen monárquico al igual que sus vecinos. Buena parte de las expectativas, anhelos y sueños de la gente común y corriente estaban puestos en la persona del rey. Bajo esa imagen fueron moldeando su esperanza de un gobierno justo. No eran tan ingenuos como para pensar que el Ungido del Señor resolvería todos los problemas sociales y políticos sin contar con la colaboración del pueblo. Jesús se asume dentro de esta tradición mesiánica y opta por ejercer una misión de verdadero servicio. De ninguna manera ansiaba alcanzar el poder para imponer su voluntad. Su realeza no incluía ningún tipo de dominación o abuso hacia los débiles. Tal como lo anunciaba la profecía de Daniel, el Hijo del Hombre establecería un reino definitivo porque estaría basado en el derecho y la justicia y no en el predominio militar, como imaginaba el procurador romano, que tomaba a burla su pretendida realeza.

ANTÍFONA DE ENTRADA (Ap 5, 12; 1, 6)
Digno es el Cordero que fue inmolado, de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza y el honor. A Él la gloria y el imperio por los siglos de los siglos.

ORACIÓN COLECTA
Dios todopoderoso y eterno, que quisiste fundar todas las cosas en tu Hijo muy amado, Rey del universo, haz que toda creatura, liberada de la esclavitud, sirva a tu majestad y te alabe eternamente. Por nuestro Señor Jesucristo...

LITURGIA DE LA PALABRA
Su poder es eterno.

Del libro del profeta Daniel: 7, 13-14

Yo, Daniel, tuve una visión nocturna: Vi a alguien semejante a un hijo de hombre, que venía entre las nubes del cielo. Avanzó hacia el anciano de muchos siglos y fue introducido a su presencia. Entonces recibió la soberanía, la gloria y el reino. Y todos los pueblos y naciones de todas las lenguas lo servían. Su poder nunca se acabará, porque es un poder eterno, y su reino jamás será destruido.

Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.


Comentario:
En el profeta Daniel, tenemos la profecía de la Asención del Señor Jesucristo al Padre. Toda la Biblia se cumple en Cristo. Cristo es la palabra y la luz esencial que explica e ilumina todo lo que se dice en las Escrituras del Viejo y del Nuevo Testamento. Esa es la regla clave de la interpretación bíblica. En Daniel, vemos al «hijo de hombre» (el título usado tan frecuente por Jesús por si mismo) viniendo «entre las nubes del cielo» a la presencia del Padre. Es el Cristo resucitado llegando al trono del Padre.


Del salmo 92 R/. Señor, tú eres nuestro rey.

Tú eres, Señor, el rey de todos los reyes. Estás revestido de poder y majestad. R/.

Tú mantienes el orbe y no vacila. Eres eterno, y para siempre está firme tu trono. R/.
Muy dignas de confianza son tus leyes y desde hoy y para siempre, Señor, la santidad adorna tu templo. R/.


El soberano de los reyes de la tierra ha hecho de nosotros un reino de sacerdotes para su Dios y Padre.

Del libro del Apocalipsis del apóstol san Juan: 1, 5-8

Hermanos míos: Gracia y paz a ustedes, de parte de Jesucristo, el testigo fiel, el primogénito de entre los muertos, el soberano de los reyes de la tierra; aquel que nos amó y nos purificó de nuestros pecados con su sangre y ha hecho de nosotros un reino de sacerdotes para su Dios y Padre. A Él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén. Miren: Él viene entre las nubes, y todos lo verán, aun aquellos que lo traspasaron. Todos los pueblos de la tierra harán duelo por su causa.

"Yo soy el Alfa y la Omega, dice el Señor Dios, el que es, el que era y el que ha de venir, el Todopoderoso". 

Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.



ACLAMACIÓN (Mc 11, 9 10) R/. Aleluya, aleluya.

¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Bendito el reino que llega, el reino de nuestro padre David! R/.


Tú lo has dicho. Soy rey.

Del santo Evangelio según san Juan: 18, 33-37
En aquel tiempo, preguntó Pilato a Jesús: "¿Eres tú el rey de los judíos?". Jesús le contestó: "¿Eso lo preguntas por tu cuenta o te lo han dicho otros?". Pilato le respondió: "¿Acaso soy yo judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué es lo que has hecho?". Jesús le contestó: "Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuera de este mundo, mis servidores habrían luchado para que no cayera yo en manos de los judíos. Pero mi Reino no es de aquí". Pilato le dijo: "¿Conque tú eres rey?". Jesús le contestó: "Tú lo has dicho. Soy rey. Yo nací y vine al mundo para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz". 
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

Comentario:
La liturgia de este domingo nos trae de nuevo un pasaje del libro de Daniel. En contraposición a las pretensiones de divinidad y de dominio absoluto típicos de los dominadores (griegos para la época del libro), Daniel va mostrando otras imágenes del verdadero y eterno Dios. No hay que tomar en sentido literal el contenido de estos materiales apocalípticos. Más bien hay que verlos y valorarlos desde la óptica de la resistencia, un recurso que se ingenia el hagiógrafo para ir contrarrestando en el fiel judío los peligrosos efectos de una ideología que pretende suplantar el poder y señorío únicos del Dios bíblico. La historia ha demostrado que tanto imperios como emperadores, reinos y reyes fenecen, pasan, se acaban, y eso no va a cambiar; que sólo una cosa es inmutable el poder, la gloria y el reinado de Dios a favor siempre del oprimido, eso nunca pasará.

Celebramos la solemnidad de Jesucristo «Rey del Universo». A ese fin hemos leído el pasaje de Daniel en donde uno como hijo de hombre recibe de parte del anciano el poder y la soberanía universal. En contraste con esta imagen de Daniel que fue asumida por el cristianismo como una prefiguración del reinado universal de Cristo, nos presenta el evangelio de Juan el momento del juicio político de Jesús ante Pilato. «Oficialmente» Jesús no se ha proclamado Rey, sin embargo éste es el argumento por el cual sus adversarios quieren que sea condenado. De hecho sus adversarios ya lo han condenado a muerte, sólo que ellos no podían ejecutar la pena capital (Jn 18,31), que era derecho exclusivo de Roma (ius gladii). Por eso la insistencia a Pilato para que él confirme la sentencia que ellos ya habían dictado.

Pilato ya está informado de la situación y por eso pregunta directamente a Jesús: «¿Eres tú el rey de los judíos?». Jesús responde con otra pregunta, indaga al interrogador cuál es el origen de esa acusación, que de todo modos en este punto se convierte en aclamación. Pilato no está interesado en establecer ningún tipo de vínculo con Jesús y sin embargo según la forma como el evangelista Juan conduce el hilo del relato, la realeza de Jesús viene proclamada no por los de su nación, sino por los paganos.

Indirectamente Jesús responde de modo afirmativo a la primera pregunta de Pilato, pero hace una aclaración que por supuesto ni Pilato ni sus acusadores pueden entender: «mi reinado», o también «mi realeza no es de este mundo», pero debe entenderse «no es al modo o a la manera de este mundo». Y la aclaración continúa: «si mi realeza fuera al estilo de esta realidad hubiera sido defendido por mi ejercito y no hubiera caído en manos de los judíos».

Pero Pilato quiere una respuesta más clara, un sí o un no, y de nuevo interroga: «¿entonces, tú eres rey?». De nuevo san Juan pone en labios de un pagano la expresión que confirma la realeza de Jesús. Pilato lo ha dicho y así es pero enseguida corrige Jesús la característica de esa realeza: «a eso he venido, no a dominar ni a infundir terror, sino a servir a la verdad».

Así pues, el evangelista deja claro en que consiste la dimensión mesiánica y real de Jesús, no se trata de un rey al estilo de los reinados temporales, sino al estilo que ya se había entrevisto en el Primer Testamento desde la entrega, desde el servicio al proyecto del Padre, que es ante todo la justicia esa es la verdad para Juan, el proyecto del Padre encarnado en Jesús.

Desafortunadamente con el correr del tiempo se tergiversó el contenido de este interrogatorio, especialmente la respuesta de Jesús sobre el origen de su realeza. Algunas corrientes cristológicas, que subsisten hoy, defienden una dimensión «espiritual» del reinado de Jesús. Según eso, «mi reinado no es de este mundo» desconecta a Jesús y su evangelio de todo compromiso con el orden temporal, y con esta realidad concreta que vivimos, y lo transfiere a un mundo «espiritual» o simplemente a aquel «mundo de las ideas» de Platón.

Esa falsa interpretación tiene varios reparos. Por una parte, cuando Juan habla de «mundo», casi siempre lo hace para referirse a esta realidad habitada por seres humanos y en donde se verifican las tendencias más contradictorias, de las cuales, las que le interesan al evangelistas son aquellas que están en oposición al querer y a la voluntad de Dios. En una palabra «mundo» para Juan es una forma sintética de referirse a todo lo que contradice el proyecto divino, y que puede equipararse con lo que él mismo intenta describir también con la expresión «tinieblas» en contraposición a la «luz». En tal sentido, se puede entender «mi reino no es de este mundo», «no es de esos reinos o reinados que se oponen al querer de Dios» y en ese sentido, Jesús ha realizado toda su acción, no ha contradicho en nada la voluntad de su Padre. Si proyectamos el reinado de Jesús a una categoría extramundana, es dejar de reconocer su compromiso y su incidencia en los asuntos del diario vivir durante todo su ministerio público, desde Galilea hasta Jerusalén, si hubiera sido de carácter «espiritual», no se hubiera visto enfrentado a las autoridades Judías, es más, desde una cueva en el desierto hubiera podido decir lo que tenía que decir y punto.

Otra consecuencia que deriva de una falsa interpretación de esa expresión tiene que ver con el cristiano en cuanto tal. Para quienes creen que Jesús y su obra «no son de este mundo», lo más práctico es no inmiscuirse en asuntos temporales, lo mejor es no «meterse en problemas». Desafortunadamente esta corriente cuenta con demasiados adeptos tanto en el campo católico como en el no católico. Mientras cuatro evangelistas, equivale a decir cuatro de las comunidades primitivas (entre muchas que seguro habían) nos legan un testimonio de abierto compromiso de Jesús con la causa de su Padre expresada en los pobres, un par de versículos que reflejan apenas una mínima parte del pensamiento joaneo sobre Jesús, vienen a convertirse en el argumento «definitivo» para sustraer a Jesús de su concreto compromiso político y social con su generación y de su intención de que sus seguidores hicieran lo mismo.

No es necesario ni conveniente subrayar tanto la «realeza» de Jesús si ello implica tergiversar su auténtico y efectivo proyecto de vida; hace mucho daño, sobre todo a los más oprimidos, presentar esa imagen monárquica y principesca de un Jesús que, en verdad, dedicó toda su vida y sus energías a desenmascarar y a luchar contra ese tipo de estructuras.

Para la revisión de vida 
¿Qué posición tengo yo respecto a las ideologías y tendencias que pretenden manejar la figura de Jesús como si se tratara de un jefe monárquico? ¿En mi predicación o en mi trabajo apostólico refuerzo esa ideología o la ataco? ¿Con base en cuáles pasajes de la Escritura sustento mi posición?

Credo

PLEGARIA UNIVERSAL

Con la mirada puesta en Jesús, unidos a Él, oremos a Dios nuestro Padre.

Después de cada petición diremos:

Padre, escúchanos.

Para que los cristianos llevemos el amor, la misericordia, la paz, la esperanza a todo el mundo, como lo hacía Jesús. Oremos.
Para que los que no conocen a Jesucristo puedan descubrir el camino de vida que Él nos ofrece. Oremos.
Para que el Señor suscite en su Iglesia las vocaciones sacerdotales y religiosas que necesita. Oremos.
Para que los que trabajan al servicio de la paz y la justicia sientan la fuerza de Dios que los acompaña. Oremos.
Para que los moribundos se acerquen al momento definitivo con la esperanza en la vida nueva que Jesús les ofrece en su Reino. Oremos.
Para que los que hoy nos hemos reunido para celebrar la Eucaristía sigamos a Jesús con todo el convencimiento y con mucha alegría. Oremos.
Padre, escucha nuestras oraciones, y conduce a todo el mundo hacia el Reino de tu Hijo amado, Jesucristo. Él, que es el camino, la verdad y la vida, y vive y reina contigo por los siglos de los siglos.


ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Al ofrecerte el sacrificio de la reconciliación humana, te rogamos, Señor, que Jesucristo, tu Hijo, conceda a todos los pueblos los bienes de la unidad y de la paz. Por Jesucristo, nuestro Señor.

PREFACIO

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.

Porque consagraste Sacerdote eterno y Rey del universo a tu Hijo unigénito, nuestro Señor Jesucristo, para que, ofreciéndose a sí mismo como víctima perfecta y pacificadora en el altar de la cruz, consumara el misterio de la redención humana; y sometiendo a su poder la creación entera, entregara a tu majestad infinita un Reino eterno y universal: Reino de la verdad y de la vida, Reino de la santidad y de la gracia, Reino de la justicia, del amor y de la paz.

Por eso, con los ángeles y los arcángeles y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria: Santo, Santo, Santo...


ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN (Sal 28, 10-11)
En su trono reinará el Señor para siempre y le dará a su pueblo la bendición de la paz.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Alimentados con el pan que da la vida eterna, te pedimos, Señor, que quienes nos gloriamos en obedecer aquí los mandatos de Cristo, Rey del universo, podamos vivir con El eternamente en el cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor.


UNA REFLEXIÓN PARA NUESTRO TIEMPO.- La imagen de Jesús como rey no deja de generar cierta ambigüedad. En el imaginario colectivo no está suficientemente prestigiada la figura de los monarcas. Historias de abusos, violencia y privilegio manchan la reputación de esa forma de gobierno. La persona de Jesús supera con creces esa y otras modalidades de mando. La razón es simple, El no quiso disponer del poder 


político porque sabía que éste se conseguía a base de violencia y engaño. Como testigo de la Verdad que era, no iba a entrar en ese juego sucio de las alianzas y las luchas por el poder. Jesús puede ser considerado como rey, por el ejercicio auténtico de la autoridad. Él disponía de la autoridad derivada de la íntima cercanía con su Padre. Se acreditaba además por la congruencia de su vida y por su disponibilidad para el servicio, por su defensa de los débiles y su cercanía a todos los excluidos. Los cristianos que viven de esa manera su fe, son testigos de que la realeza de Jesús no es de este mundo, porque no recurre a los mecanismos mentirosos de la clase política que, manipula y engaña con tal de conseguir el poder.