Santos: Conrado de Constanza,
obispo; Leonardo de Puerto Mauricio, presbítero. Beata Cayetana Sterni
fundadora. Feria (Verde)
LA CONFIANZA PLENA
Ap 14,1-14-5; Lc 21,1-4
El texto del Apocalipsis festeja la fidelidad de miles de
cristianos que vivieron su fe de forma auténtica. Cristianos que no pactaron ni
se amoldaron a la ideología imperial que reducía a las personas a la condición
de súbditos y que festinaban la prepotencia del emperador y su sistema
violento. Los mártires cristianos creyeron en el Evangelio de Jesús y no
hicieron componendas, ni declararon lo políticamente correcto para mantener sus
privilegios o preservar su libertad. Lo arriesgaron todo para ser fieles a
Jesús y a su conciencia. La historia del cristianismo cuenta con biografías
memorables que nos desafían y alientan a vivir de forma congruente nuestra fe.
Son nuestra gran reserva moral, son testigos y profetas que han asumido la
defensa y solidaridad con la gente más desprotegida. En cierto sentido, y sin
necesidad de realizar labores de activismo o lucha social, la viuda pobre del
Evangelio de san Lucas, también es una mujer silenciosamente congruente. Ella
también lo arriesgó todo, entregando sus bienes escasos para el servicio del
culto, poniendo toda su confianza en el Dios compasivo que jamás la había
abandonado.
ANTÍFONA DE ENTRADA (Rm
14, 7-8)
Ninguno de nosotros vive para sí mismo ni
muere para sí mismo. Si vivimos, vivimos para el Señor, y si morimos, morimos
para el Señor. Así que, tanto en la vida como en la muerte, somos del Señor.
ORACIÓN COLECTA
Dios omnipotente y misericordioso, que con la muerte de Cristo
abriste a los hombres las puertas de la vida eterna, ten compasión de nuestros
hermanos que agonizan, a fin de que, asociados a la pasión de tu Hijo y
sellados con su sangre, puedan llegar purificados a tu presencia. Por nuestro
Señor Jesucristo...
LITURGIA DE LA PALABRA
Llevaban grabado en la frente el nombre del
Cordero y el nombre de su Padre.
Del libro del Apocalipsis
del apóstol san Juan: 14, 1-3. 4-5
Yo, Juan, tuve otra visión: Vi al Cordero, en pie sobre el monte
Sión y con Él, ciento cuarenta y cuatro mil personas, que llevaban grabado en
la frente el nombre del Cordero y el nombre de su Padre. Y oí un ruido que
venía del cielo, parecido al estruendo del mar y al estampido de un trueno
poderoso; el ruido que oía era como el de un gran coro acompañado de arpas.
Cantaban un cántico nuevo ante el trono, ante los cuatro seres vivientes y los
ancianos. Y nadie podía cantar el cántico, fuera de los ciento cuarenta y
cuatro mil, que habían sido rescatados de la tierra. Estos son los que
acompañan al Cordero a donde quiera que va; estos son los que han sido
rescatados de entre los hombres, las primicias para Dios y para el Cordero; en
la boca de ellos no hubo mentira y son irreprochables ante Dios.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Comentario:
Voces y Cantos
Varias veces el Apocalipsis compara la voz del Señor o en alabanza
del Señor con "muchas aguas" (cf. Ap 1,15; 19,6). La experiencia
enseña que el estruendo de las aguas es capaz de imponerse a cualquier voz que
esté cerca por una sencilla razón física: las gotas de agua al chocar unas con
otras en tan diversas velocidades, cantidades y ángulos producen un elenco de
frecuencias que recubre casi cualquier sonido. Si la voz del Señor es como
"muchas aguas" quiere decir que su Palabra domina sobre toda otra
palabra. Y esto es importante porque a veces creemos que las palabras del
pesimismo, de la amargura o de la fantasía se van a imponer, y no es así.
El vidente pasa a darnos otra descripción: un canto que nadie
puede aprender, sino los elegidos. El canto une la idea de la palabra con la
fuerza de la música. La palabra es la Palabra poderosa por excelencia, pues así
se simboliza a Cristo en este libro (cf. Ap 19,13); la música es símbolo de la
inspiración, el compartir de un mismo espíritu. Poseídos por la Palabra y el
Espíritu, los elegidos tienen su propio modo de cantar, que no puede ser
falsificado porque nadie puede reemplazar ni a esa Palabra ni a ese Espíritu.
Del salmo 23 R/. Dichosos
los limpios de corazón.
Del Señor es la tierra y lo que ella tiene, el orbe todo y los que en él
habitan, pues Él lo edificó sobre los mares, Él fue quien lo asentó sobre los
ríos. R/.
¿Quién subirá hasta el monte del Señor? ¿Quién podrá entrar en su recinto
santo? El de corazón limpio y manos puras y que no jura en falso. R/
Ese obtendrá la bendición de Dios, y Dios, su salvador, le hará justicia. Ésta
es la clase de hombres que te buscan y vienen ante ti, Dios de Jacob. R/.
ACLAMACIÓN (Mt 24, 42. 44)
R/. Aleluya, aleluya.
Estén preparados, porque no saben a qué hora va a venir el Hijo del hombre. R/.
Vio a una viuda pobre que echaba dos
moneditas.
Del santo Evangelio según
san Lucas: 21, 1-4
En aquel tiempo, levantando los ojos, Jesús vio a unos ricos que
echaban sus donativos en las alcancías del templo. Vio también a una viuda
pobre, que echaba allí dos moneditas, y dijo: "Yo les aseguro que esa
pobre viuda ha dado más que todos. Porque éstos dan a Dios de lo que les sobra;
pero ella, en su pobreza, ha dado todo lo que tenía para vivir".
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Comentario:
Hoy, como casi siempre, las cosas pequeñas
pasan desapercibidas: limosnas pequeñas, sacrificios pequeños, oraciones
pequeñas (jaculatorias); pero lo que aparece como pequeño y sin importancia
muchas veces constituye la urdimbre y también el acabado de las obras maestras:
tanto de las grandes obras de arte como de la obra máxima de la santidad
personal.
Por el hecho de pasar desapercibidas esas
cosas pequeñas, su rectitud de intención está garantizada: no buscamos con
ellas el reconocimiento de los demás ni la gloria humana. Sólo Dios las
descubrirá en nuestro corazón, como sólo Jesús se percató de la generosidad de
la viuda. Es más que seguro que la pobre mujer no hizo anunciar su gesto con un
toque de trompetas, y hasta es posible que pasara bastante vergüenza y se
sintiera ridícula ante la mirada de los ricos, que echaban grandes donativos en
el cepillo del templo y hacían alarde de ello. Sin embargo, su generosidad, que
le llevó a sacar fuerzas de flaqueza en medio de su indigencia, mereció el
elogio del Señor, que ve el corazón de las personas: «De verdad os digo que
esta viuda pobre ha echado más que todos. Porque todos éstos han echado como
donativo de lo que les sobraba, ésta en cambio ha echado de lo que necesitaba,
todo cuanto tenía para vivir» (Lc 21,3-4).
La generosidad de la viuda pobre es una
buena lección para nosotros, los discípulos de Cristo. Podemos dar muchas
cosas, como los ricos «que echaban sus donativos en el arca del Tesoro» (Lc
21,1), pero nada de eso tendrá valor si solamente damos “de lo que nos sobra”,
sin amor y sin espíritu de generosidad, sin ofrecernos a nosotros mismos. Dice
san Agustín: «Ellos ponían sus miradas en las grandes ofrendas de los ricos,
alabándolos por ello. Aunque luego vieron a la viuda, ¿cuántos vieron aquellas
dos monedas?... Ella echó todo lo que poseía. Mucho tenía, pues tenía a Dios en
su corazón. Es más tener a Dios en el alma que oro en el arca». Bien cierto: si
somos generosos con Dios, Él lo será más con nosotros.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Que el sacrificio que vamos a ofrecerte por nuestros hermanos cuya
vida terrena se está extinguiendo, los purifique, Señor, de toda culpa, a fin
de que, después de haber soportado aquí los sufrimientos que tu voluntad
dispuso, entren en el descanso eterno que tú les has preparado. Por Jesucristo,
nuestro Señor.
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN
(Col 1, 24)
Completo en mi carne lo que falta a la pasión de Cristo por el
bien de su cuerpo, que es la Iglesia.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA
COMUNIÓN
Por esta Eucaristía, conforta, Señor, con tu gracia a nuestros
hermanos que hoy van a morir, para que en la hora de su muerte no sean vencidos
por el enemigo y merezcan llegar a la vida eterna en compañía de tus ángeles.
Por Jesucristo, nuestro Señor.