31 de mayo de 2011

Lunes de la 6ª semana de Pascua Ciclo A.

Lecturas 

Lunes 30 de Mayo del 2011

Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (16,11-15):

En aquellos días, zarpamos de Troas rumbo a Samotracia; al día siguiente salimos para Neápolis y de allí para Filipos, colonia romana, capital del distrito de Macedonia. Allí nos detuvimos unos días. El sábado salimos de la ciudad y fuimos por la orilla del río a un sitio donde pensábamos que se reunían para orar; nos sentamos y trabamos conversación con las mujeres que habían acudido. Una de ellas, que se llamaba Lidia, natural de Tiatira, vendedora de púrpura, que adoraba al verdadero Dios, estaba escuchando; y el Señor le abrió el corazón para que aceptara lo que decía Pablo.
Se bautizó con toda su familia y nos invitó: «Si estáis convencidos de que creo en el Señor, venid a hospedaros en mi casa.»
Y nos obligó a aceptar.

Palabra de Dios

Salmo
Sal 149,1-2.3-4.5-6a.9b

R/. El Señor ama a su pueblo

Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey. R/.

Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes. R/.

Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas,
con vítores a Dios en la boca;
es un honor para todos sus fieles. R/.

Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Juan (15,26–16,4a):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando venga el Defensor, que os enviaré desde el Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí; y también vosotros daréis testimonio, porque desde el principio estáis conmigo. Os he hablado de esto, para que no tambaleéis. Os excomulgarán de la sinagoga; más aún, llegará incluso una hora cuando el que os dé muerte pensará que da culto a Dios. Y esto lo harán porque no han conocido ni al Padre ni a mí. Os he hablado de esto para que, cuando llegue la hora, os acordéis de que yo os lo había dicho.»

Palabra del Señor

Comentario al Evangelio

Juan Carlos Martos, cmf

Queridos amigos y amigas:
En el evangelio del día de hoy, Jesús anuncia dos realidades: Por un lado el envío del Espíritu de la Verdad y, por otro, el odio del mundo disparado contra aquellos seguidores que desde el principio han estado con él. No es el único lugar donde Jesús previene a los suyos sobre las graves consecuencias que comporta ser amigos de Jesús y testigos suyos. El mismo Jesús sabe en carne propia el altísimo riesgo que acarrea el testimonio coherente del evangelio. Al anunciar ese destino, tan trágico como posible, no pretende asustarles sino estimularles en la fe, de manera que no se tambaleen cuando les llegue la prueba. Curiosa es la forma con la que Jesús les anima, previniéndoles sin maquillajes ante la posibilidad más dura: el conflicto y la muerte.
Este anuncio que les hace Jesús lleva implícita una inaudita consideración sobre la culpabilidad de los verdugos: ¿El odio del mundo puede estar causado por la ignorancia? Pues sí. En el fondo todo pecado es ignorancia: evitable o no, culpable o no, pero ignorancia. Ello, aunque no excusa su malicia ni anula la responsabilidad del causante del daño, subraya que quienes les den muerte no se darán cuenta de sus consecuencias. Una especie de obnubilación o de eclipse de conciencia les alejará de la verdad de Dios. Los perseguidores son, en el fondo, ciegos. “No saben lo que hacen”, apostillará Jesús desde la cruz.
Frente a esos oscuros presagios nos encontramos con Lidia, esa decidida mujer que aparece en la primera lectura tomada de los Hechos de los Apóstoles. Para ella, el contacto con los testigos, lejos de sumirla en la incomprensión y en el odio, la lleva a la apertura de corazón y a la hospitalidad. Cuando escuchaba a Pablo, el Señor le abrió el corazón. Inmediatamente se hizo bautizar y forzó a Pablo y a sus compañeros a hospedarse en su casa donde les atendió.
Vuestro amigo y hermano,
Juan Carlos cmf

Liturgia Viva

¡SEAN TESTIGOS!
(Hch 16,11-15; Jn 15,26-16,4a)

Introducción
No deberíamos lamentarnos de que en el calendario litúrgico se haya abolido la octava de Pentecostés. En estas dos semanas, desde hoy hasta Pentecostés, fijamos nuestra atención en el Espíritu Santo. O las lecturas o las oraciones, o ambas a la vez, hablan del Espíritu Santo.
Jesús era el testigo fiel del Padre que nos mostró, de forma comprensible para el pueblo, cómo es Dios, pero ello le costó su vida. Por medio de su Espíritu hará a los apóstoles testigos también. Ellos han visto, por lo tanto TIENEN QUE hablar. Ellos creen, por lo tanto DEBEN hablar y actuar. Gracias a la fuerza del Espíritu, no tendrán miedo de nada ni de nadie. --- Todos y cada uno de los cristianos estamos llamado a ser tales testigos.

Oración Colecta
Señor Dios nuestro:
Si realmente creemos en ti y en tu Hijo,
no podemos dejar de ser tus testigos.
Envíanos tu Espíritu de fortaleza,
para que no demos excusas poco convincentes
por no mantenernos firmes por ti
y por el amor y los derechos de nuestro prójimo.
Que solamente temamos
traicionarte a ti y a los hermanos
y tener miedo de dar testimonio.
Te lo pedimos por medio de Cristo nuestro Señor.

Intenciones
Señor, envía tu Espíritu a tu Iglesia, para que sin miedo dé testimonio de que tú has resucitado, y así te decimos:

Señor, que tu Espíritu descienda sobre nuestras comunidades, para que entendamos mejor tu Buena Noticia de salvación, y así te decimos:

Señor, danos tu Espíritu, para que nos enseñe a orar desde el corazón, y te decimos:

Oración sobre las Ofrendas
Oh Dios, Padre nuestro:
Tu Hijo Jesús dijo:
”Nadie me arrebata mi vida;
soy yo quien la entrego libremente”.
Ya que él está con nosotros ahora,
que se digne darnos su Santo Espíritu
para que sepamos dar testimonio de él sin miedo
y para que nuestras obras, más aún que nuestras palabras,
muestren que creemos en Jesucristo, y que le amamos,
porque él es nuestro Señor y Salvador
por los siglos de los siglos.

Oración después de la Comunión
Señor Dios nuestro:
Te pedimos ahora también
la fuerza de tu Espíritu
para que podamos ser testigos valientes
contra las condiciones injustas
que quizás nosotros mismos hemos ayudado a crear.
Haznos absolutamente honestos con nosotros mismos,
para que lleguemos a ser personas liberadas
que lleven la libertar de tu Hijo Jesucristo
a la gente y al mundo que nos rodea.
Que nuestro testimonio induzca
a nuestros hermanos y hermanas
a creer que tu Hijo vive realmente en medio de nosotros,
ahora y por los siglos de los siglos.

Bendición
Hermanos: Con frecuencia necesitamos arrojo y fortaleza para ser testigos de Jesucristo y de su evangelio. Si el evangelio contradice a la “opinión publica”, ¿quién sino el Espíritu de la verdad puede darnos el arrojo para hablar claro?
Que él hable claramente por nuestras palabras y por nuestras vidas. Para ello, que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre nosotros y nos acompañe siempre.