11 de agosto de 2011

Lecturas Jueves de la 19ª semana del Tiempo Ordinario Ciclo A



ANTÍFONA DE ENTRADA Sal 73, 20. 19. 22. 23
Acuérdate, Señor, de tu alianza, y no olvides para siempre a tus pobres. Levántate, Dios, defiende tu causa y no desoigas el clamor de los que te invocan.
ORACIÓN COLECTA
Dios nuestro, que en tu misericordia inspiraste a santa Clara el amor a la pobreza; otórganos, por su intercesión, que siguiendo a Cristo con pobreza de espíritu podamos llegara contemplarte en el Reino celestial. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
LECTURA Jos 3, 7-10a. 11. 13-17
Lectura del libro de Josué.
El Señor dijo a Josué: “Hoy empezaré a engrandecerte a los ojos de todo Israel, para que sepan que yo estoy contigo como estuve con Moisés. Ahora ordena a los sacerdotes que llevan el arca de la alianza: ‘Cuando lleguen al borde del Jordán, deténganse junto al río”. Josué dijo a los israelitas: “Acérquense y escuchen las palabras del Señor, su Dios”. Y añadió: “El arca de la alianza del Señor de toda la tierra va a cruzar el Jordán delante de ustedes. Y apenas los sacerdotes que llevan el arca del Señor de toda la tierra apoyen sus pies sobre las aguas del Jordán, estas se abrirán, y las aguas que vienen de arriba se detendrán como contenidas por un dique”. Cuando el pueblo levantó sus carpas para cruzar el Jordán, los sacerdotes que llevaban el arca de la alianza iban al frente de él.
Apenas llegaron al Jordán y sus pies tocaron el borde de las aguas –el Jordán se desborda por sus dos orillas durante todo el tiempo de la cosecha– las aguas detuvieron su curso: las que venían de arriba se amontonaron a una gran distancia, cerca de Adam, la ciudad que está junto a Sartán; y las que bajaban hacia el mar de la Arabá —el mar de la Sal— quedaron completamente cortadas.
Así el pueblo cruzó a la altura de Jericó. Los sacerdotes que llevaban el arca de la alianza del Señor permanecían inmóviles en medio del Jordán, sobre el suelo seco, mientras todo Israel iba pasando por el cauce seco, hasta que todo el pueblo terminó de cruzar el Jordán.
Palabra de Dios.
COMENTARIO
Josué sucede a Moisés, pero no es fácil tomar el relevo y llenar el vacío que deja una personalidad a su muerte. Yahvé promete su ayuda y para confirmar dicha promesa, las aguas del Jordán se separan, al igual como sucedió con las aguas del mar Rojo. Jericó está a la vista. Se abre una nueva página en la historia del pueblo en camino hacia la meta. Con Moisés avanza el pueblo peregrino; con Josué se hace sedentario. El pueblo (o el individuo) que sigue fiel los caminos de la Providencia llega siempre a buen final. Quizás no se pueda hacer cada día una obra extraordinaria, pero sí es posible hacer algo mejor, pues, a cada día le basta su afán.
SALMO Sal 113, 1-6
R. ¡Aleluya, Aleluya, Aleluya!
Cuando Israel salió de Egipto, la familia de Jacob, de un pueblo extranjero, Judá se convirtió en su santuario, la tierra de Israel fue su dominio. R.
El mar, al verlos, huyó, el Jordán se volvió atrás; los montes saltaron como carneros y las colinas, como corderos. R.
¿Qué tienes, mar? ¿Por qué huyes? Y tú, Jordán, ¿por qué te vuelves atrás? Montes, ¿por qué saltan como carneros, y ustedes, colinas, como corderos? R.
ALELUYA Sal 118, 135
Aleluya. Que brille sobre mí la luz de tu rostro, Señor, y enséñame tus preceptos. Aleluya.
EVANGELIO Mt 18, 21—19, 1
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Se acercó Pedro y le preguntó a Jesús: “Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta siete veces?”. Jesús le respondió: “No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Por eso, el reino de los cielos se parece a un rey que quiso arreglar las cuentas con sus servidores.
Comenzada la tarea, le presentaron a uno que debía diez mil talentos.
Como no podía pagar, el rey mandó que fuera vendido junto con su mujer, sus hijos y todo lo que tenía, para saldar la deuda.
El servidor se arrojó a sus pies, diciéndole: ‘Dame un plazo y te pagaré todo’. El rey se compadeció, lo dejó ir y, además, le perdonó la deuda. Al salir, este servidor encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, tomándolo del cuello hasta ahogarlo, le dijo: ‘Págame lo que me debes’. El otro se arrojó a sus pies y le suplicó: ‘Dame un plazo y te pagaré la deuda’. Pero él no quiso, sino que lo hizo poner en la cárcel hasta que pagara lo que debía. Los demás servidores, al ver lo que había sucedido, se apenaron mucho y fueron a contarlo a su señor. Este lo mandó llamar y le dijo: ‘¡Miserable! Me suplicaste, y te perdoné la deuda. ¿No debías también tú tener compasión de tu compañero, como yo me compadecí de ti?’. E indignado, el rey lo entregó en manos de los verdugos hasta que pagara todo lo que debía. Lo mismo hará también mi Padre celestial con ustedes, si no perdonan de corazón a sus hermanos”. Cuando Jesús terminó de decir estas palabras, dejó la Galilea y fue al territorio de Judea, más allá del Jordán.
Palabra del Señor.
COMENTARIO
Las relaciones interhumanas dependen en gran medida de las relaciones de cada hombre con el “Padrenuestro”, como le llamamos los cristianos a Dios. La infidelidad con el Señor rompe los vínculos de solidaridad humana o los dificulta. Un filósofo afirmó que el hombre es para sus semejantes como un lobo agresivo; Jesús pide que sea como un hermano solidario.
Los apóstoles eran testigos del perdón predicado y otorgado por el Maestro. Setenta veces siete es la medida para perdonar, es decir, ¡siempre! Pero el Maestro enseña que el perdón no es cuestión de números, sino de amor. Si uno cree que setenta veces siete es mucho, significa que su amor es demasiado lánguido. Y frente a la deuda personal de cada hombre frente a Dios poco significa lo que otro hombre pueda deberle a él. Es en este ámbito donde se inscribe la reflexión y la práxis cristianas sobre la declaración universal de los derechos humanos.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Señor, concédenos obtener el fruto de las ofrendas que te presentamos para que muera en nosotros el antiguo poder del pecado y, siguiendo el ejemplo de santa Clara, nos renovemos con tu vida divina. Por Jesucristo nuestro Señor.
ANTÍFONA DE COMUNIÓN Cfr. Mt 25,4.6
Las cinco vírgenes prudentes llevaron aceite para sus lámparas. A medianoche se oyó un grito: ya viene el esposo, salgan al encuentro de Cristo, el Señor.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Por la comunión del Cuerpo y Sangre de tu Hijo único, líbranos, Padre, de la seducción de las cosas transitorias, para que, a ejemplo de santa Clara, se acreciente nuestra caridad en la tierra y podamos gozar de la gloria eterna en el cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor.