26 de abril de 2011

Martes de la Octava de Pascua Ciclo A.


Lecturas 

Martes 26 de Abril del 2011
Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (2,36-41):

El día de Pentecostés, decía Pedro a los judíos: «Todo Israel esté cierto de que al mismo Jesús, a quien vosotros crucificasteis, Dios lo ha constituido Señor y Mesías.»
Estas palabras les traspasaron el corazón, y preguntaron a Pedro y a los demás apóstoles: «¿Qué tenemos que hacer, hermanos?»
Pedro les contestó: «Convertíos y bautizaos todos en nombre de Jesucristo para que se os perdonen los pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque la promesa vale para vosotros y para vuestros hijos y, además, para todos los que llame el Señor, Dios nuestro, aunque estén lejos.»
Con estas y otras muchas razones les urgía, y los exhortaba diciendo: «Escapad de esta generación perversa.»
Los que aceptaron sus palabras se bautizaron, y aquel día se les agregaron unos tres mil.

Palabra de Dios

Salmo
Sal 32,4-5.18-19.20.22

R/. La misericordia del Señor llena la tierra

La palabra del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra. R/.

Los ojos del Señor están puestos en sus fieles,
en los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre. R/.

Nosotros aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo.
Que tu misericordia, Señor,
venga sobre nosotros,
como lo esperarnos de ti. R/.

Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Juan (20,11-18):

En aquel tiempo, fuera, junto al sepulcro, estaba María, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús.
Ellos le preguntan: «Mujer, ¿por qué lloras?»
Ella les contesta: «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto.»
Dicho esto, da media vuelta y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús.
Jesús le dice: «Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?»
Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: «Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré.»
Jesús le dice: «¡María!»
Ella se vuelve y le dice: «¡Rabboni!», que significa: «¡Maestro!»
Jesús le dice: «Suéltame, que todavía no he subido al Padre. Anda, ve a mis hermanos y diles: "Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro."»
María Magdalena fue y anunció a los discípulos: «He visto al Señor y ha dicho esto.»

Palabra del Señor

Comentario al Evangelio 

Ciudad Redonda
Queridos amigos y amigas:

Cuando los judíos oyen hablar a Pedro sobre la muerte y la resurrección de Jesús experimentan un doble movimiento:

Hacia dentro: Estas palabras les traspasaron el corazón.
Hacia fuera: ¿Qué tenemos que hacer, hermanos?

No sé si durante estos días hemos experimentado algo parecido. Recordemos lo vivido durante el triduo pascual. ¿Ha habido alguna palabra que nos haya traspasado el corazón, que haya roto la barrera de la rutina? ¿Hemos sentido alguna llamada a “hacer algo”, a salir de nuestra comodidad?

El evangelio de este Martes de Pascua nos regala nuevas palabras del Resucitado para iluminar el camino de nuestra vida:

¿Por qué lloras? ¿Podemos poner nombre a lo que nos hace sufrir? ¿Por qué a veces la vida nos parece tan dura? ¿Por qué la alegría dura tan poco? ¿Por qué nos cansamos de hacer el bien? ¿Por qué nos duele tanto el mal de este mundo ante el que nos sentimos impotentes?

¿A quién buscas? ¿Qué anhelamos, en el fondo, cuando esperamos una llamada telefónica, cuando mendigamos una sonrisa, cuando queremos que todas las piezas de nuestro mosaico encajen, cuando hacemos un favor a otra persona? ¿Qué se esconde detrás de nuestro desasosiego, de nuestros sinsabores, de esa sensación de que las cosas no resultan como habíamos imaginado?

Suéltame. Quisiéramos que Jesús fuera como una varita mágica, siempre al alcance de la mano, para ir cambiando las cosas a nuestro antojo. Y, sin embargo, el Resucitado es un amigo insumiso, que siempre está a nuestro lado, pero que no se deja dominar. Lo tenemos sin poseerlo. Lo tocamos sin apresarlo. Lo confesamos sin verlo.

Ve a mis hermanos y diles. Otra vez la llamada a salir de nosotros mismos y ponernos en camino. No es que comuniquemos lo que tenemos perfectamente claro, sino que, comunicando la buena noticia, se va aclarando el misterio de su presencia. ¡La paradoja que nunca acabamos de domesticar!

Liturgia Viva 


PASCUA DEL SEÑOR (Hch 2,36-41; Jn 20,11-18)

Introducción
No siempre es fácil reconocer al Señor Resucitado. Esa fue la experiencia de María Magdalena. --- A nosotros también se nos pregunta: “¿A quién buscan ustedes?” ¿Estamos buscando realmente al Señor Jesús? Y ¿le reconocemos, no solamente en nuestros momentos de oración y cuando recibimos la eucaristía, sino también cuando él camina a nuestro lado en nuestras alegrías y sufrimientos, en la gente que nos rodea, en las circunstancias y acontecimientos ordinarios de la vida? Jesús es ciertamente nuestro Señor y Mesías. --- María Magdalena le reconoció cuando oyó su voz. ¿Le amamos nosotros tanto y estamos tan en sintonía con él que, al oírle, decimos: “Tú eres, Señor, quien me habla” ?

Oración Colecta
Oh Dios de vida:
Profesamos nuestra fe en Jesús
y le reconocemos como nuestro Señor y Salvador.
Haz que le escuchemos
cuando nos anuncia su Buena Nueva de salvación
como un mensaje de vida.
Que nosotros también sepamos oír su voz
cuando clama a nosotros
en los hermanos necesitados,
o cuando nos habla sencillamente
en hermanos que nos confidencian
sus alegrías y esperanzas, su fe y su amor.
Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor.

Intenciones
Señor, no permanezcas como un extraño para nosotros. Haz que la Iglesia vea tu imagen en todos, incluso en el pecador a quien hay que levantar del pecado a una vida nueva; y así te rogamos.
Señor, no permanezcas como un extraño para nosotros. Haz que te veamos y te saquemos de la opresión en el mendigo y pordiosero de la calle y en el fugitivo; y así te rogamos.
Señor, no permanezcas como un extraño para nosotros. Haz que sepamos consolarte en los que sufren y en los que lloran; y así te decimos.

Oración sobre las Ofrendas
Señor Dios nuestro:
En estos signos de pan y vino
buscamos a Jesús, el Señor,
porque queremos encontrarle
y hacernos muy cercanos a él
en nuestra vida de cada día.
Que él se haga cercano e íntimo a nosotros
y nos alce por encima de la banalidad
de la vida de cada día.
Que él enriquezca y hermosee nuestra vida
con bondad y profunda fe,
porque él es nuestro Señor Resucitado,
ahora y por los siglos de los siglos.

Oración después de la Comunión
Señor Dios nuestro:
Lleva a la perfección en nosotros
lo que, con tu beneplácito,
Jesús ha comenzado en nosotros.
Que él nos muestre lo que tenemos que hacer,
que siga convirtiéndonos a sus actitudes
de paciente servicio y profundo amor.
Que él infunda su nueva vida en nosotros
cuando en la eucaristía
se siente a la mesa con nosotros,
sus discípulos de hoy.
Concédenoslo
por medio del mismo Jesucristo, nuestro Señor.

Bendición
Hermanos: Jesús nos dice como a María Magdalena: Déjame, suéltame… No intentemos poseer a Jesús para nosotros solos, en exclusiva. Vayamos a nuestros hermanos y hermanas y compartamos con ellos a Jesús, como el Señor de vida que nos alza por encima de nosotros mismos haciéndonos con él hombres y mujeres “para-los-demás”.
Para poder lograr esto, que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre ustedes y les acompañe siempre.