28 de abril de 2011

Jueves de la Octava de Pascua Ciclo A.

Lecturas 

Jueves 28 de Abril del 2011
Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (3,11-26):

En aquellos días, mientras el paralítico curado seguía aún con Pedro y Juan, la gente, asombrada, acudió corriendo al pórtico de Salomón, donde ellos estaban.
Pedro, al ver a la gente, les dirigió la palabra: «Israelitas, ¿por qué os extrañáis de esto? ¿Por qué nos miráis como si hubiéramos hecho andar a éste con nuestro propio poder o virtud? El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, al que vosotros entregasteis y rechazasteis ante Pilato, cuando había decidido soltarlo. Rechazasteis al santo, al justo, y pedisteis el indulto de un asesino; matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos. Como éste que veis aquí y que conocéis ha creído en su nombre, su nombre le ha dado vigor; su fe le ha restituido completamente la salud, a vista de todos vosotros. Sin embargo, hermanos, sé que lo hicisteis por ignorancia, y vuestras autoridades lo mismo; pero Dios cumplió de esta manera lo que había predicho por los profetas, que su Mesías tenía que padecer. Por tanto, arrepentíos y convertíos, para que se borren vuestros pecados; a ver si el Señor manda tiempos de consuelo, y envía a Jesús, el Mesías que os estaba destinado. Aunque tiene que quedarse en el cielo hasta la restauración universal que Dios anunció por boca de los santos profetas antiguos. Moisés dijo: "El Señor Dios sacará de entre vosotros un Profeta como yo: escucharéis todo lo que os diga; y quien no escuche al profeta será excluido del pueblo." Y, desde Samuel, todos los profetas anunciaron también estos días. Vosotros sois los hijos de los profetas, los hijos de la alianza que hizo Dios con vuestros padres, cuando le dijo a Abrahán: "Tu descendencia será la bendición de todas las razas de la tierra." Dios resucitó a su siervo y os lo envía en primer lugar a vosotros, para que os traiga la bendición, si os apartáis de vuestros pecados.»

Palabra de Dios
Salmo
Sal 8,2a.5.6-7.8-9

R/. Señor, dueño nuestro
¡que admirable es tu nombre en toda la tierra!

Señor, dueño nuestro,
¿qué es el hombre,
para que te acuerdes de él,
el ser humano, para darle poder? R/.

Lo hiciste poco inferior a los ángeles,
lo coronaste de gloria y dignidad,
le diste el mando sobre las obras de tus manos,
todo lo sometiste bajo sus pies. R/.

Rebaños de ovejas y toros,
y hasta las bestias del campo,
las aves del cielo, los peces del mar,
que trazan sendas por el mar. R/.

Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Lucas (24,35-48):

En aquel tiempo, contaban los discípulos lo que les había pasado por el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan.
Estaban hablando de estas cosas, cuando se presenta Jesús en medio de ellos y les dice: «Paz a vosotros.»
Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma.
Él les dijo: «¿Por qué os alarmáis? ¿por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo.»
Dicho esto, les mostró las manos y los pies.
Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: «¿Tenéis ahí algo de comer?»
Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos.
Y les dijo: «Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse.»
Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras.
Y añadió: «Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto.»
Palabra del Señor

Comentario al Evangelio 

Ciudad Redonda
Queridos amigos y amigas:

Hemos llegado al ecuador de la semana grande. Sigamos pacientemente acogiendo las palabras que el Resucitado pone en nuestros oídos:

Paz a vosotros. El saludo “shalom” sintetiza todo lo mejor que nosotros podemos desear: la salud, la integración personal, la armonía con las personas, con la naturaleza, con Dios. El Resucitado no nos promete la prosperidad o el triunfo, sino la paz, la posibilidad de vivir todo desde el centro. Paz no significa que encajen todas las piezas de nuestra puzzle, sino que podamos contemplar todo, incluyendo los sinsabores y sufrimientos, con los ojos compasivos de Dios. El hombre o la mujer que acogen el don de la paz son pacificadores sin tener que militar en ningún grupo pacifista.

¿Por qué surgen dudas en vuestro interior? Creemos en la primavera porque vemos los brotes de vida en las yemas de los árboles. Creemos en la mariposa porque vemos que de la crisálida sale un ser hermoso con alas multicolores. Creemos en el día porque cada mañana el sol vuelve a asomarse. ¿Cuáles son los signos para creer en la presencia del Resucitado? ¿Hombres y mujeres que, a pesar de sus limitaciones, entregan su vida? ¿Personas que superan una depresión? ¿Por qué nos resulta más fácil percibir los signos de la muerte que los de la vida? ¿Por qué somos capaces de criticar todo lo que va mal y nos cuesta tanto agradecer lo que hace que el mundo funcione un día más?

Mirad mis manos y mis pies. La alegría que nos regala el Resucitado no es el goce superficial de quien recorre un camino llano. Sus manos y sus pies conservan las huellas de los clavos. La suya es una victoria sobre la muerte. Quizá nunca acabamos de experimentar una alegría profunda porque no miramos de frente la huella de sus heridas. Creemos que seremos más felices huyendo de las personas que sufren, maquillando nuestros propios dolores. Jesús nos invita a reconocerlo en el hueco de los clavos. En ese “mirad” encontramos una clave para no entender la alegría pascual como una huida sino como una cercanía mayor a los crucificados: las personas difíciles de nuestro entorno, los que atraviesan cañadas oscuras.

¿Tenéis algo que comer? El Resucitado nunca nos resuelve la vida automáticamente, como esos echadores de cartas que prometen el oro y el moro. Cuenta lo que cada uno somos y tenemos. Más aún, quiere compartir ese poco de pan y de pescado que nosotros laboriosamente hemos conseguido. Tu poder multiplica la eficacia del hombre -canta el himno litúrgico- y crece cada día entre sus manos la obra de tus manos.

Liturgia Viva 

TESTIGOS DEL SEÑOR RESUCITADO (Hch 3,11-26; Lc 24,35-48)

Introducción
Nos reunimos con frecuencia para la celebración de nuestra eucaristía porque creemos firmemente que Cristo murió por nosotros y resucitó de entre los muertos. Nos juntamos como hermanos en torno al Señor Resucitado, para abrir nuestras mentes y corazones a su palabra, y para dejarle que nos llene con su presencia viva. Él nos dice, como les dijo a sus apóstoles: “Miren, soy yo mismo; escúchenme; tóquenme en la comida y en la bebida de la eucaristía”.
Así pues, en nuestras asambleas proclamamos a Cristo Resucitado y damos testimonio de él. Pero esta fe ha de encontrar expresión visible en nuestra vida cristiana de cada día: Ya que Cristo ha resucitado, tiene que resucitar también en nosotros; tenemos que llegar a ser nuevas personas y nuevo pueblo en los que Cristo vive. Tenemos que dar testimonio de él con toda nuestra vida.

Oración Colecta
Dios todopoderoso y Padre nuestro:
Jesús murió por nosotros en la cruz
y tú le resucitaste de entre los muertos.
Nosotros no hemos visto las señales de los clavos en sus manos
ni hemos tocado la herida de su costado,
pero creemos que está vivo
y presente aquí en medio de nosotros.
Abre nuestros corazones a su palabra
y toquémosle en el pan de la eucaristía,
para que él nos alce por encima de nuestros pecados
y nos cambie en hombres y mujeres nuevos.
Y de esta manera podamos dar testimonio de tu Hijo Resucitado, Jesucristo, nuestro Señor.

Intenciones
Para que en nombre del Señor Resucitado la Iglesia eleve a sus miembros, e incluso a personas de fuera de la misma, a una vida nueva y mejor, roguemos al Señor.
Para que Jesús Resucitado nos dé paz y serenidad de corazón, para que en él encontremos a alguien por quien vale la pena vivir y que dé auténtico sentido a nuestras vidas, roguemos al Señor.
Para que el Señor Resucitado otorgue paz a nuestras comunidades cristianas por medio de la certeza de que él está con nosotros y parte para nosotros el pan de la eucaristía, roguemos al Señor.

Oración sobre las Ofrendas
Oh Dios, Padre de vida:
Con este pan y este vino celebramos
la presencia de tu Hijo en medio de nosotros,
aquí alrededor de esta mesa
y también en la vida de cada día.
Que sepamos experimentarle aquí
como tu gran don para nosotros
y que él permanezca con nosotros
en nuestra perenne búsqueda
y en nuestro esfuerzo sincero para ser tu pueblo,
que trata de vivir la nueva vida resucitada
de Jesucristo nuestro Señor.

Oración después de la Comunión
Oh Dios de vida y de amor salvador:
En esta eucaristía pascual
hemos disfrutado de la presencia de tu Hijo
en medio de nosotros,
pues hemos estado juntos en su nombre,
nos ha dirigido sus palabras de vida,
y hemos compartido en su banquete.
Que él continúe viviendo en nuestra comunidad
por nuestra presencia atenta a nuestros hermanos,
por nuestra fe común expresada en obras de amor y de servicio,
de gratitud y compasión,
por nuestros esfuerzos por crear un mundo mejor
donde haya justicia y esperanza para todos.
Y que así caminemos juntos hacia ti
y demos testimonio de que Cristo es nuestro Señor
y de que vive ahora y por los siglos de los siglos.

Bendición
Hermanos: Jesús nos ha dicho en esta eucaristía: “La paz esté con ustedes”. Realmente es él quien vive en medio de nosotros. Toquémosle en nuestra oración, y en nuestra cercanía e intimidad con él. Y que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre ustedes y les acompañe siempre.