5 de noviembre de 2010

Viernes de la 31ª semana del Tiempo Ordinario Ciclo C.

Lecturas

Viernes 05 de Noviembre del 2010
Primera lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses (3,17–4,1):

Seguid mi ejemplo, hermanos, y fijaos en los que andan según el modelo que tenéis en nosotros. Porque, como os decía muchas veces, y ahora lo repito con lágrimas en los ojos, hay muchos que andan como enemigos de la cruz de Cristo: su paradero es la perdición; su Dios, el vientre; su gloria, sus vergüenzas. Sólo aspiran a cosas terrenas. Nosotros, por el contrario, somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos un Salvador: el Señor Jesucristo. Él transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso, con esa energía que posee para sometérselo todo. Así, pues, hermanos míos queridos y añorados, mi alegría y mí corona, manteneos así, en el Señor, queridos.

Palabra de Dios
 
Salmo
Sal 121,1-2.4-5

R/.
Vamos alegres a la casa del Señor

¡Qué alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la casa del Señor»!
Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén. R/.

Allá suben las tribus, las tribus del Señor,
según la costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de justicia,
en el palacio de David. R/.
 
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Lucas (16,1-8):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Un hombre rico tenía un administrador y le llegó la denuncia de que derrochaba sus bienes. Entonces lo llamó y le dijo: "¿Qué es eso que me cuentan de ti? Entrégame el balance de tu gestión, porque quedas despedido." El administrador se puso a echar sus cálculos: "¿Qué voy a hacer ahora que mi amo me quita el empleo? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa." Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo y dijo al primero: "¿Cuánto debes a mi amo?" Éste respondió: "Cien barriles de aceite." Él le dijo: "Aquí está tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta." Luego dijo a otro: "Y tú, ¿cuánto debes?" Él contestó: "Cien fanegas de trigo." Le dijo: "Aquí está tu recibo, escribe ochenta." Y el amo felicitó al administrador injusto, por la astucia con que había procedido. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz.»

Palabra del Señor

Comentario al Evangelio

Pablo Largo, cmf 
Queridos amigos:
A cada cual lo mueve su interés; este nos hace aguzar el ingenio y, si el asunto apremia, nos espabilamos para despacharlo cuanto antes. Para las cosas que no nos queremos perder por nada del mundo ponemos inteligencia y diligencia. Por la cuenta que nos trae.

Cuestión distinta es la calidad de nuestros intereses, o el valor de las cosas a que uno se aplica con lucidez y pasión. Es posible que volquemos tiempo y afanes en cuestiones nimias que no valen la pena, o la valen solo hasta cierto punto. Hace cosa de tres años, un periodista y crítico literario elogiaba la opera prima teatral de un hombre ya maduro. Decía el periodista que este tardío dramaturgo había malgastado su vida ocupándose en ganar dinero, en lugar de dedicarse a una tarea muy superior: la creación literaria.

Como creyentes, sabemos cuál ha de ser nuestro mayor afán, cuáles nuestros más grandes amores, qué merece nuestros desvelos: “ganar a Cristo” (Flp 3,8); “ganar a Dios” (Juan de la Cruz); vivir del evangelio y para el evangelio; acoger el reino de Dios y tender a él; amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas, y al prójimo como a nosotros mismos. Si ponemos alma, vida y corazón en cosas secundarias, si ponemos mucho celo en ellas, se nos dirá que es un celo digno de mejor causa y que habremos malgastado tiempo y energías.

¿Qué inteligencia, ardor y recursos ponemos en la mejor de las causas? Aprendamos de la astucia y presteza con que aquel administrador resolvió el asunto que más le interesaba y apremiaba. Y recordemos con Ignacio de Loyola: “en todo amar y servir”.

Vuestro amigo

Pablo Largo

Liturgia Viva

SEAMOS BUENOS ADMINISTRADORES 
(Flp 3,17-21; 4,1; Lc 16,1-8)

Introducción
 Para Pablo el mayor signo del amor gratuito de Dios es la cruz. Él exhorta una vez más a sus discípulos de Filipos a no dejarse engañar por los judaizantes, sino a permanecer firmes en la fe del Señor.

 Evangelio. Sea cual fuere el contexto desconocido de la parábola que hoy leemos, el pensamiento central de las palabras de Jesús parece ser éste: Mucho se nos ha confiado y, por tanto, tendremos que dar cuenta de ello a Dios. Tenemos que obrar con responsabilidad, teniendo siempre presente en nuestra mente la meta clara y definitiva: Dios y nuestro prójimo. Esforcémonos por saber claramente hacia dónde vamos y qué hacemos.

Oración Colecta
Señor Dios nuestro:
Tú nos has hecho responsables contigo
de muchas personas y cosas:
de nosotros mismos, de otras personas,
del futuro de este nuestro mundo.
Te pedimos la gracia de ser buenos administradores
de todo lo que nos has confiado.
Ayúdanos a usar sabia y rectamente nuestros talentos
al servicio de todo lo justo y bueno,
inspirados siempre por la fe
y viviendo en el amor
de Jesucristo nuestro Señor.

Intenciones
  • Por la Iglesia, para que sea una Iglesia servidora y una Iglesia de los pobres, que dé claro testimonio de la gratuidad del amor de Dios, como una parábola viva de cómo participar y cómo compartir, roguemos al Señor.
  • Por los que tienen posiciones de responsabilidad en la política, en las finanzas y en la economía, para que la honestidad, la justicia y la sincera preocupación por el bien común de todos guíe sus proyectos, decisiones y acciones, roguemos al Señor.
  • Por los que viven gracias al trabajo de sus manos en trabajos menos apreciados por la sociedad, para que la gente respete y reconozca su dignidad y el gran servicio que prestan a todos, roguemos al Señor.
Oración sobre las Ofrendas
Señor Dios nuestro:
Con estos dones de pan y vino
traemos también ante ti nuestros esfuerzo y preocupaciones,
junto con las aspiraciones y sufrimientos
de nuestros hermanos los hombres, sean cercanos o lejanos.
Queremos confiarte siempre
todo aquello de lo que nos has hecho responsables,
no para rechazar nuestra tarea,
sino para pedirte que nos des paciencia y fuerza
para, con tu ayuda, llevar todo a buen término.
Te lo pedimos en nombre de Jesucristo nuestro Señor.

Oración después de la Comunión
Señor Dios nuestro:
No somos más que débiles y tímidos,
y sin embargo sabemos que tú esperas mucho de nosotros.
Abre nuestros corazones
al Espíritu valiente y audaz de Jesús, tu Hijo,
para que en nosotros y por medio de nosotros
él lleve a buen término
todo lo que has comenzado en nosotros.
Te lo pedimos por el mismo Jesucristo nuestro Señor.

Bendición
Hermanos: Dios nos ha confiado mucho, como para estar permanentemente agradecidos: nos ha dado nuestros talentos y cualidades, nuestros familiares y amigos, tantas otras personas buenas a nuestro lado, las riquezas de la naturaleza… Preocupémonos y cuidémonos de todo lo que se nos ha encomendado.
Y que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre nosotros y permanezca para siempre.