10 de noviembre de 2010

Miércoles de la 32ª semana del Tiempo Ordinario Ciclo C.

Lectura

Miércoles 10 de Noviembre del 2010
Primera lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a Tito (3,1-7):

Recuérdales que se sometan al gobierno y a las autoridades, que los obedezcan, que estén dispuestos a toda forma de obra buena, sin insultar ni buscar riñas; sean condescendientes y amables con todo el mundo. Porque antes también nosotros, con nuestra insensatez y obstinación, íbamos fuera de camino; éramos esclavos de pasiones y placeres de todo género, nos pasábamos la vida fastidiando y comidos de envidia, éramos insoportables y nos odiábamos unos a otros. Mas cuando ha aparecido la bondad de Dios, nuestro Salvador, y su amor al hombre, no por las obras de justicia que hayamos hecho nosotros, sino que según su propia misericordia nos ha salvado, con el baño del segundo nacimiento y con la renovación por el Espíritu Santo; Dios lo derramó copiosamente sobre nosotros por medio de Jesucristo, nuestro Salvador. Así, justificados por su gracia, somos, en esperanza, herederos de la vida eterna.


Palabra de Dios
 
Salmo
Sal 22,1-3a.3b-4.5.6

R/.
El Señor es mi pastor, nada me falta

El Señor es mi pastor, nada me falta:

en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas. R/.

Me guía por el sendero justo,

por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan. R/.

Preparas una mesa ante mí,

enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa. R/.

Tu bondad y tu misericordia me acompañan

todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término. R/.
 
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Lucas (17,11-19):

Yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Cuando iba a entrar en un pueblo, vinieron a su encuentro diez leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían: «Jesús, maestro, ten compasión de nosotros.»

Al verlos, les dijo: «ld a presentaros a los sacerdotes.»
Y, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias. Éste era un samaritano.
Jesús tomó la palabra y dijo: «¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?»
Y le dijo: «Levántate, vete; tu fe te ha salvado.»

Palabra del Señor

Comentario al Evangelio

Fernando Torres Pérez cmf
 
      Ser cristiano es una simple y sencilla cuestión de agradecimiento. Si me apuran, de educación. No hay más que abrir los ojos para darnos cuenta de que todo lo que tenemos lo tenemos de regalo. Como les cayó de regalo a aquellos leprosos la curación. 

      No es como hoy  en día que hablamos sobre todo de derechos. Y que en los países desarrollados las personas tienen derecho a los cuidados médicos correspondientes a su enfermedad. La época no era así. No había cura posible para la lepra. La única salida era la marginación, el olvido. El leproso  estaba condenado en vida. No les cabía ningún derecho pero ante Jesús sienten brotar la esperanza: “Ten compasión de nosotros.” 

      Y Jesús les regala lo imposible: la curación. Se convierten en personas nuevas. Se reintegran en la sociedad. Ya no son marginados. Recuperan su posición social. Hasta ahí todo es don, todo es gracia. En Jesús Dios se ha manifestado como el que levanta a los humillados (¿por qué se dirá que Dios quiere que nos humillemos, cuando precisamente lo que hace Dios es levantar y poner en pie a los que están humillados?).

      La respuesta no puede ser más que el agradecimiento. A la gracia se corresponde con un gracias. Al que levanta al desvalido y al pobre, al que saca al marginado de su humillación, se le mira a la cara –encuentro personal– y se le dan las gracias. Ya no hay relación de arriba-abajo. Ahora hay una relación tú a tú, cara a cara, al mismo nivel. Jesús mismo le dice al único ex-leproso que vuelve para dar las gracias que se levante, que se ponga a su mismo nivel. Jesús no quiere esclavos ni siervos sino personas con las que trabajar en una misión común, expandir el mensaje de la buena nueva.

      Lo importante no es tanto la curación material sino la nueva actitud con la que aprende a vivir la persona. Esa es la fe que salva: el tomar conciencia de que todo lo que tenemos –la vida, el cuerpo, la familia, los amigos, las cosas, la luz...– es gracia, es regalo, es don. Y que la única manera honesta y posible de vivir una vida buena, es vivir agradecido y compartiendo con los hermanos y hermanas todo lo que tenemos. Eso y no otra cosa es la salvación.


Liturgia Viva

GRATITUD 
(Año II. Tit 3,1-7; Lc 17, 11-19)

Introducción
Los reyes judíos eran representantes de Dios ante el pueblo en virtud de su unción. Ahora viene el autor del Libro de la Sabiduría y nos dice que también los gobernantes paganos han recibido su autoridad de Dios. Y deben ejercerla sabiamente para hacerlo bien según la ley del mismo Dios, porque tienen que rendir cuentas a él.

Año II.
La primera parte del texto de la carta a Tito suena como oración de intercesión por la comunidad cristiana,  y puede reflejar, por tanto, la vida litúrgica de la joven Iglesia. Después, la carta afirma que el Espíritu Santo ha sido derramado abundantemente sobre  nosotros en el bautismo.

Evangelio
. En el relato de la curación de los diez leprosos Lucas acentúa el contraste entre los nueve judíos, que después de su curación van a cumplir con las regulaciones de la ley pero se olvidan de la gratitud, y el samaritano, que vuelve a darle gracias a Jesús. – Nosotros también, con frecuencia olvidamos ser agradecidos  por los dones recibidos. Quizás nos resulta un poco humillante el que nos recuerden nuestra dependencia de otros… No olvidemos que el amor de Dios llega a nosotros normalmente por medio de la gente que se preocupa de nosotros y nos ayuda. Por todo el bien inmenso que hemos recibido, sobre todo a través de Jesucristo, damos gracias especiales en esta eucaristía, que es por naturaleza “Acción de Gracias”.

Oración Colecta

Señor Dios nuestro:
De ti procede todo lo que somos y tenemos;
te debemos sobre todo la vida, el  perdón y el amor,
a través de tu Hijo Jesucristo.
Te pedimos hoy nos concedas un corazón agradecido.
Que seamos  agradecidos por las cosas buenas,
no solamente  por tener suerte en la vida
o por la felicidad de sentirnos realizados,
sino también por la alegría de que  en Jesús
hasta el sufrimiento y la muerte tienen  sentido.
Acepta nuestra acción de gracias, Padre Bueno,
por Jesucristo nuestro Señor.

Intenciones

  • Por el nuevo Pueblo de Dios, la Iglesia, para que nuestro Dios bondadoso la bendiga por todo lo que ella nos ha dado: el amor de Dios, la vida de Dios, y la inspiración y la fortaleza del Espíritu Santo,  roguemos al Señor.
  • Por nuestros padres y por todos los que han sido buenos con nosotros, para que el Padre celestial los bendiga y los guarde en su amor, roguemos al Señor.
  • Por nuestro país y nuestro pueblo, para que Dios los bendiga por las riquezas de nuestra cultura transmitida hasta nosotros, y por la fe cristiana que nos han dejado en herencia, roguemos al Señor.
Oración sobre las Ofrendas
Oh Dios, Padre nuestro:
En esta eucaristía celebramos
la Acción de Gracias de Jesús, tu Hijo.
Señor, tenemos mucho que agradecerte.
Con este pan y vino
déjanos alabarte y darte gracias
porque por la pasión de Jesús
podemos vencer en nuestras luchas,
y por su resurrección conseguimos
el valor para vivir, para ser creativos
y para impregnar todo lo que  hacemos
con la profundidad del amor
de Jesucristo nuestro Señor.  

Oración después de la Comunión

Señor Dios, Padre nuestro:
Acepta nuestra gratitud
por las personas que has puesto en nuestro camino:
los que nos ayudan en tiempo de necesidad
o los que nos recuerdan que no podemos ser plenamente felices
mientras haya muchos hermanos y hermanas que sufren.
Que logremos la conciencia de tener que ser agradecidos
entregándonos a los otros, como tú te entregaste a nosotros
por medio de Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor.

Bendición

Hermanos: Hemos oído a Jesús decirle al ciego samaritano: “Levántate, vete; tu fe te ha salvado.”  Que ojalá hayamos oído también nosotros esas mismas palabras del Señor, mientras le dábamos gracias en esta eucaristía.
Y que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre ustedes y les acompañe siempre.