16 de noviembre de 2010

Martes de la 33ª semana del Tiempo Ordinario Ciclo C.

Lecturas

Martes 16 de Noviembre del 2010
Primera lectura
Lectura del libro del Apocalipsis (3,1-6.14-22):

Yo, Juan, oí cómo el Señor me decía: «Al ángel de la Iglesia de Sardes escribe así: "Esto dice el que tiene los siete espíritus de Dios y las siete estrellas: Conozco tus obras; tienes nombre como de quien vive, pero estás muerto. Ponte en vela, reanima lo que te queda y está a punto de morir. Pues no he encontrado tus obras perfectas a los ojos de mi Dios. Acuérdate, por tanto, de cómo recibiste y oíste mi palabra: guárdala y arrepiéntete. Porque, si no estás en vela, vendré como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti. Ahí en Sardes tienes unos cuantos que no han manchado su ropa; ésos irán conmigo vestidos de blanco, pues se lo merecen. El que salga vencedor se vestirá todo de blanco, y no borraré su nombre del libro de la vida, pues ante mi Padre y ante sus ángeles reconoceré su nombre. Quien tenga oídos, oiga lo que dice el Espíritu a las Iglesias." Al ángel de la Iglesia de Laodicea escribe así: "Habla el Amén, el testigo fidedigno y veraz, el principio de la creación de Dios: Conozco tus obras, y no eres frío ni caliente. Ojalá fueras frío o caliente, pero como estás tibio y no eres frío ni caliente, voy a escupirte de mi boca. Tú dices: 'Soy rico, tengo reservas y nada me falta'. Aunque no lo sepas, eres desventurado y miserable, pobre, ciego y desnudo. Te aconsejo que me compres oro refinado en el fuego, y así serás rico; y un vestido blanco, para ponértelo y que no se vea tu vergonzosa desnudez; y colirio para untártelo en los ojos y ver. A los que yo amo los reprendo y los corrijo. Sé ferviente y arrepiéntete. Estoy a la puerta llamando: si alguien oye y me abre, entraré y comeremos juntos. Al que salga vencedor lo sentaré en mi trono, junto a mí; lo mismo que yo, cuando vencí, me senté en el trono de mi Padre, junto a él. Quien tenga oídos, oiga lo que dice el Espíritu a las Iglesias."»

Palabra de Dios
 
Salmo
Sal 14,2-3ab.3cd-4ab.5

R/.
Al que salga vencedor lo sentaré en mi trono, junto a mí

El que procede honradamente
y practica la justicia,
el que tiene intenciones leales
y no calumnia con su lengua. R/.

El que no hace mal a su prójimo
ni difama al vecino,
el que considera despreciable al impío
y honra a los que temen al Señor. R/.

El que no presta dinero a usura
ni acepta soborno contra el inocente.
El que así obra nunca fallará. R/.
 
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Lucas (19,1-10):

En aquel tiempo, entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad. Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera, para verlo, porque tenía que pasar por allí.
Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo: «Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa.»
Él bajó en seguida y lo recibió muy contento. Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: «Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador.»
Pero Zaqueo se puso en pie, y dijo al Señor: «Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más.»
Jesús le contestó: «Hoy ha sido la salvación de esta casa; también éste es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido.»

Palabra del Señor

Comentario al Evangelio

Fernando Torres Pérez cmf


      Zaqueo no era como los de la iglesia de Laodicea, de los que el autor del Apocalipsis escribe que no eran ni fríos ni calientes. Hay algo que inquieta a Zaqueo, aunque probablemente ni él mismo sabía lo que era. Algo por dentro le decía que su vida no iba bien. Había ganado mucho dinero pero se había ganado de paso el odio de sus conciudadanos. No tenía problemas económicos pero estaba más solo que la una. Quizá se estaba comenzando a dar cuenta de que las mejores cosas de la vida no se consiguen con dinero ni con poder. Porque lo mejor de la vida es el cariño, los amigos, la relación con los hermanos, la familia... Y generalmente el dinero destruye esas cosas. Si alguno de los lectores piensa lo contrario, basta con que recuerde algunas de las familias que todos conocemos a las que el reparto de una herencia ha supuesto la división y el conflicto insuperables.

      Lo malo es cuando no tenemos ninguna inquietud, cuando el dinero ha funcionado como un somnífero que nos deja adormecidos, que nos cierra los ojos y los oídos y nos impide ver la realidad que nos rodea. A veces el dinero es tanto que permite construir materialmente altos muros que impiden ver el mundo de miseria y desamor que existe a veces a la vuelta de la esquina.

      Pero Zaqueo sentía esa inquietud. Por eso, salió de su casa. Le dio lo mismo que sus vecinos le mirasen con el rencor y el odio propios de quienes se habían sentido ultrajados y robados por aquel que era un sicario de los romanos, el que se encargaba de cobrarles los impuestos que eran el signo del dominio y la opresión del imperio sobre ellos. Y, como era bajito, se subió a un árbol. Desde lo alto podría ver mejor. Y, además, estaba separado de aquella multitud con la que no se sentía bien. Buscaba algo pero no sabía qué.

      Y Jesús pasa por allí y se fija en él. Le dice dos cosas. La primera es que baje del árbol. Su sitio está con sus hermanos. No hay que separarse. No hay que considerarse superior. Hay que bajar en todos los sentidos. A la altura de los demás. Y lo segundo es que Jesús se quiere alojar en su casa. A partir de ahí puede suceder de todo. Dependió de la apertura de corazón de Zaqueo. Por lo que dice el Evangelio, la visita no fue en vano. Volvió a ser hijo de Abrahán y resarció a todos los que había robado. La humanidad perdió un opresor y ganó un hermano. ¿No es eso el reino?


Liturgia Viva

TENGO QUE ALOJARME EN TU CASA
(Ap 3,1-6. 14-22;  Lc 19,1-10)

Introducción
    Juan reprende e increpa a los cristianos de Sardes y Laodicea porque han abandonado su fervor inicial y necesitan convertirse. A subrayar, las duras palabras a los de Laodicea porque no son ni fríos ni calientes, sino simplemente tibios: “Les voy a vomitar de mi boca.”

    Evangelio. Hoy encontramos a Zaqueo, el típico pecador rico como colector de impuestos, que como persona es pequeño y pobre. Corre  a encontrar a Jesús y se convierte a través de este encuentro, pero es realmente Jesús quien toma la iniciativa al llamar a Zaqueo, encaramado en el árbol, y pedirle si puede alojarse en su casa. Ésta es la solución para el pecador tibio o frío: aceptar encontrarse de nuevo con el Señor. Este mensaje va para nosotros también. Si realmente encontramos a Jesús, nosotros también vamos a cambiar.

Oración Colecta
Oh Dios misericordioso y compasivo:
Tú sabes con qué frecuencia nuestro fervor se enfría,
y qué pobres de corazón somos a veces
cuando pensamos que somos ricos
y que estamos seguros por pertenecer a ti.
Te pedimos, Padre, que sepamos encontrar de nuevo a tu Hijo
en lo más profundo de nuestros corazones;
ayúdanos a buscarle sinceramente
para que su presencia nos cambie
y para que él viva realmente en medio de nosotros.
Te lo pedimos por el mismo Cristo nuestro Señor.

Intenciones
  • Para que hagamos todo lo que podamos para ver y encontrar al Señor, y experimentar profundamente su cercanía e intimidad, roguemos al Señor.
  • Para que nuestro encuentro con el Señor en oración, en la gente de bien y en los pobres y marginados nos transforme interiormente, roguemos al Señor.
  • Para que el participar en el banquete del Señor en la eucaristía haga más profundo nuestro amor a Cristo y a los hermanos, roguemos al Señor.
Oración sobre las Ofrendas
Oh Dios, Padre nuestro:
Tu Hijo está a la puerta y llama
para compartir con nosotros su pan de pobreza.
Que sepamos abrirle las puertas de nuestros corazones
y acogerle con entusiasmo.
Que sean su pan y sus actitudes
los que nos nutran, para que podamos vencer todo mal
por medio de él, que es nuestro Señor y Salvador
por los siglos de los siglos.

Oración después de la Comunión
Oh Dios y Padre nuestro:
Tú nos has dado a Jesús como nuestro huésped
y al mismo tiempo como nuestro anfitrión
que se nos ha  dado a sí mismo como alimento.
Él nos ha encontrado como al Zaqueo del evangelio.
Que él nos colme hasta rebosar
con su vida y con su amor,
para que él comience de nuevo su obra con nosotros.
Ayúdanos a ser, los unos con los otros,
tan acogedores como él ha sido con nosotros
y que él permanezca siempre a nuestro lado.
Te lo pedimos en el nombre del mismo Jesús, el Señor.

Bendición
Hermanos: Que ojalá también nosotros oigamos del Señor aquellas palabras .”La salvación ha llegado hoy a esta casa, a estas personas, a esta comunidad.”
Y que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre ustedes y permanezca para siempre.