15 de noviembre de 2010

Lunes de la 33ª semana del Tiempo Ordinario Ciclo C.

Lecturas

Lunes 15 de Noviembre del 2010
Primera lectura
Comienzo del libro del Apocalipsis (1,1-4;2,1-5a):

Ésta es la revelación que Dios ha entregado a Jesucristo, para que muestre a sus siervos lo que tiene que suceder pronto. Dio la señal enviando su ángel a su siervo Juan. Éste, narrando lo que ha visto, se hace testigo de la palabra de Dios y del testimonio de Jesucristo. Dichoso el que lee y dichosos los que escuchan las palabras de esta profecía y tienen presente lo que en ella está escrito, porque el momento está cerca. Juan, a las siete Iglesias de Asia: Gracia y paz a vosotros de parte del que es y era y viene, de parte de los siete espíritus que están ante su trono. Oí cómo el Señor me decía: «Al ángel de la Iglesia de Éfeso escribe así: "Esto dice el que tiene las siete estrellas en su mano derecha y anda entre los siete candelabros de oro: Conozco tus obras, tu fatiga y tu aguante; sé que no puedes soportar a los malvados, que pusiste a prueba a los que se llamaban apóstoles sin serlo y descubriste que eran unos embusteros. Eres tenaz, has sufrido por mi y no te has rendido a la fatiga; pero tengo en contra tuya que has abandonado el amor primero. Recuerda de dónde has caldo, arrepiéntete y vuelve a proceder como antes."»

Palabra de Dios
 
Salmo
Sal 1,1-2.3.4.6

R/.
Al que salga vencedor le daré a comer del árbol de la vida

Dichoso el hombre
que no sigue el consejo de los impíos,
ni entra por la senda de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los cínicos;
sino que su gozo es la ley del Señor,
y medita su ley día y noche. R/.

Será como un árbol,
plantado al borde de la acequia:
da fruto en su sazón
y no se marchitan sus hojas;
y cuanto emprende tiene buen fin. R/.

No así los impíos, no así;
serán paja que arrebata el viento.
Porque el Señor protege el camino de los justos,
pero el camino de los impíos acaba mal. R/.
 
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Lucas (18,35-43):

En aquel tiempo, cuando se acercaba Jesús a Jericó, había un ciego sentado al borde del camino, pidiendo limosna.
Al oír que pasaba gente, preguntaba qué era aquello; y le explicaron: «Pasa Jesús Nazareno.»
Entonces gritó: «¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!»
Los que iban delante le regañaban para que se callara, pero él gritaba más fuerte: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!»
Jesús se paró y mandó que se lo trajeran. Cuando estuvo cerca, le preguntó: «¿Qué quieres que haga por ti?»
Él dijo: «Señor, que vea otra vez.»
Jesús le contestó: «Recobra la vista, tu fe te ha curado.»
En seguida recobró la vista y lo siguió glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al ver esto, alababa a Dios.

Palabra del Señor

Comentario al Evangelio

Fernando Torres Pérez cmf


      ¿Se daría cuenta la iglesia de Éfeso de dónde había caído? ¿Sería consciente de que había abandonado su amor primero? Es una cuestión importante porque el ciego del Evangelio al menos es consciente de su ceguera. Sabe perfectamente que su ceguera le ha colocado al borde del camino. Los demás pasan de un lado para otro, van y vienen. El ciego está fuera de ese río de la vida. Pero es consciente de ello. Sabe que podría vivir una vida mejor. Por eso pregunta a la gente y, cuando se entera de que pasa alguien que le puede ayudar, grita sin temor al ridículo: “¡Ten compasión de mí!”

      Posiblemente uno de nuestros problemas es la ceguera para con nuestros propios problemas. Sencillamente, no somos conscientes, no nos damos cuenta de lo que, a veces, para los demás el obvio, claro, distinto, manifiesto. Parece que somos incapaces de mirarnos al espejo sin poner un filtro delante que nos impide ver nuestra propia realidad, especialmente aquellos aspectos o dimensiones que son menos agradables.

      Hasta cierto punto es comprensible. A nadie le gusta ver la fealdad ni en los demás ni en uno mismo. Pero es la única forma de mejorar. No se trata de mirar sólo a lo negativo. Hay que ver también lo positivo. Hay mucho en nuestras vidas. Somos creación de Dios y Dios todo lo hace bien. Pero también hay partes manifiestamente mejorables. A veces nos hace falta un profeta, como el autor del Apocalipsis, para decirnos lo que se ve desde fuera. Sin acritud, sin violencia, con cariño pero invitándonos a trabajar en llegar a nuestra propia plenitud, en volver al amor primero.

      Es de suponer que la llamada a la iglesia de Éfeso ayudaría a aquellos cristianos a convertirse, a cambiar, a ser más fieles a la palabra de la buena nueva de Jesús. La palabra profética les ayudó a darse cuenta de que lo necesitaban y de cuáles eran sus puntos débiles. De ahí a acercarse a Jesús y, como el ciego, decir “¡Ten compasión de mí!” sólo hay un paso. Luego, viene, siempre, la respuesta de Jesús que devuelve la vista al ciego y le devuelve al camino, a la vida. ¡Ojalá escuchemos nosotros la voz de los profetas que nos llaman a la conversión, a volver al amor primero! Luego, Jesús y su gracia harán el resto.

Liturgia Viva

JESÚS, LUZ PARA NUESTROS OJOS
(Ap 1,1-4; 2,1-5a; Lc 18,35-43)
    
Introducción
    Desde hoy hasta el fin del año litúrgico o año de la Iglesia leemos el libro del Apocalipsis. El autor quiere expresar su confianza en Dios y en el futuro, porque finalmente Dios vencerá en la lucha entre el bien y el mal, involucrando no sólo a la tierra, sino también al cielo. No sabe cómo sucederá (en gran medida está adivinando) y entonces recurre a imágenes tradicionales apocalípticas, muchas inspiradas por experiencias religiosas del pueblo de Dios en el pasado , tratando de aplicarlas al presente e incluso al futuro. Pero subyacente a todo esto, incluso cuando describe calamidades, está la fe firme y la esperanza de que Dios vencerá y de que, por lo tanto, no hay razón para temer.

    Evangelio. Después de que Jesús reprendió a los apóstoles por su falta de comprensión y de fe, Lucas lo muestra curando al ciego. ¿Es quizás para enseñar a los apóstoles  una lección y para mostrarles que necesitan curarse de su ceguera  espiritual por medio de la fe? De todos modos, Jesús se convierte en luz e ilumina al ciego. Le pedimos al Señor que nos dé ojos de fe.

Oración Colecta
Oh Dios, Padre todopoderoso:
Cada uno de nosotros podría también decir:
“Señor, que vea de nuevo, porque estoy ciego
al amor que me muestras en la gente que me rodea.
Que vea de nuevo,
porque estoy ciego a tu bondad y belleza
que me revelas en tu creación
y en los acontecimientos de la vida.”
Que nosotros también oigamos de los labios de tu Hijo:
“Tu fe te ha salvado.”
Te lo pedimos por el mismo Jesucristo, nuestro Señor.

Intenciones
  • Señor, mira los ojos de los niños que están abiertos a la vida; mira también los ojos llenos de esperanza de los que creen en tu futuro esperanzador; llénalos con tu luz. Roguemos.
  • Señor, mira los ojos llenos de odio o despecho de los que se sienten frustrados en la vida; mira la alegría en los ojos de los que saben amar. Roguemos.
  • Señor, mira los ojos de los que sufren; mira también los ojos de los que están cerrados a los demás. Roguemos.

Oración sobre las Ofrendas
Oh Dios, Padre todopoderoso:
Por medio de este pan y vino te pedimos
que nos des a  tu Hijo Jesucristo,
luz que ilumine nuestra vida:
Por medio de él, el Hijo de David,
ten piedad de nosotros,
para que podamos alabarte
por la bondad salvadora que tú nos muestras
en el mismo Jesucristo nuestro Señor.


Oración después de la Comunión
Señor Dios nuestro:
en esta eucaristía nos has dejado experimentar tu bondad
por medio de la presencia salvadora de Jesús.
No permitas que ocultemos su luz
o que ensombrezcamos las vidas de nuestros prójimos.
Danos unos ojos claros y limpios,
y haz que seamos luz
para los que viven sin conciencia  ni  esperanza.
Te lo pedimos por el poder de Jesucristo nuestro Señor.

Bendición
Hermanos: Cuando a veces estamos ciegos para lo que Dios nos pide, también nosotros gritamos: “Jesús, Hijo de David, ten piedad de nosotros. Que yo vea de nuevo.”   Y que ojalá él nos responda: “Recupera tu visión. Tu fe te ha salvado.”
Y que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre todos nosotros y nos acompañe siempre.