7 de noviembre de 2010

Domingo 32º del Tiempo Ordinario - Ciclo C

 Lectio

Lecturas

Domingo 07 de Noviembre del 2010
Primera lectura
Lectura del segundo libro de los Macabeos (7,1-2.9-14):

En aquellos días, arrestaron a siete hermanos con su madre. El rey los hizo azotar con látigos y nervios para forzarlos a comer carne de cerdo, prohibida por la Ley.
Uno de ellos habló en nombre de los demás: «¿Qué pretendes sacar de nosotros? Estamos dispuestos a morir antes que quebrantar la ley de nuestros padres.»
El segundo, estando para morir, dijo: «Tú, malvado, nos arrancas la vida presente; pero, cuando hayamos muerto por su ley, el rey del universo nos resucitará para una vida eterna.»
Después se divertían con el tercero. Invitado a sacar la lengua, lo hizo en seguida, y alargó las manos con gran valor. Y habló dignamente: «De Dios las recibí, y por sus leyes las desprecio; espero recobrarlas del mismo Dios.»
El rey y su corte se asombraron del valor con que el joven despreciaba los tormentos. Cuando murió éste, torturaron de modo semejante al cuarto. Y, cuando estaba para morir, dijo: «Vale la pena morir a manos de los hombres, cuando se espera que Dios mismo nos resucitará. Tú, en cambio, no resucitarás para la vida.»

Palabra de Dios
 
Salmo
Sal 16,1.5-6.8.15

R/.
Al despertar me saciaré de tu semblante, Señor

Señor, escucha mi apelación,
atiende a mis clamores,
presta oído a mi súplica,
que en mis labios no hay engaño. R/.

Mis pies estuvieron firmes en tus caminos,
y no vacilaron mis pasos.
Yo te invoco porque tú me respondes, Dios mío;
inclina el oído y escucha mis palabras. R/.

Guárdame como a las niñas de tus ojos,
a la sombra de tus alas escóndeme.
Yo con mi apelación vengo a tu presencia,
y al despertar me saciaré de tu semblante. R/.
 
Segunda lectura
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses (2,16–3,5):

Que Jesucristo, nuestro Señor, y Dios, nuestro Padre, que nos ha amado tanto y nos ha regalado un consuelo permanente y una gran esperanza, os consuele internamente y os dé fuerza para toda clase de palabras y de obras buenas. Por lo demás, hermanos, rezad por nosotros, para que la palabra de Dios siga el avance glorioso que comenzó entre vosotros, y para que nos libre de los hombres perversos y malvados, porque la fe no es de todos. El Señor, que es fiel, os dará fuerzas y os librará del Maligno. Por el Señor, estamos seguros de que ya cumplís y seguiréis cumpliendo todo lo que os hemos enseñado. Que el Señor dirija vuestro corazón, para que améis a Dios y tengáis constancia de Cristo.

Palabra de Dios
 
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Lucas (20,27-38):

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos saduceos, que niegan la resurrección, y le preguntaron: «Maestro, Moisés nos dejó escrito: Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer, pero sin hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a su hermano. Pues bien, había siete hermanos: el primero se casó y murió sin hijos. Y el segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete murieron sin dejar hijos. Por último murió la mujer. 
Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete han estado casados con ella.»
Jesús les contestó: «En esta vida, hombres y mujeres se casan; pero los que sean juzgados dignos de la vida futura y de la resurrección de entre los muertos no se casarán. Pues ya no pueden morir, son como ángeles; son hijos de Dios, porque participan en la resurrección. Y que resucitan los muertos, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor "Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob." No es Dios de muertos, sino de vivos; porque para él todos están vivos.»

Palabra del Señor

Comentario al Evangelio

Fernando Torres Pérez cmf

Testigos de la esperanza

        Uno de los anuncios que salen en internet mientras que se navega de página en página me proponía que me pusiese en contacto con Allan. El tal Allan dice de sí mismo que es tarotista, vidente, espiritista, palero y santero. Asegura la solución a todos los problemas, el conocimiento del futuro y la posibilidad de disfrutar de una vida estable y feliz. Me pregunto qué hubiera dicho Allan si aquellos saduceos le hubiesen hecho la pregunta que en el evangelio de hoy le hacen a Jesús sobre los siete hermanos casados con la misma mujer. 

      La realidad es que a todos nos gustaría poder controlar el futuro. El futuro inmediato y el futuro más lejano sobre el que siempre se cierne, como una amenaza, la muerte. La realidad es que no tenemos ni idea. Nadie ha vuelto para contarnos lo que allí sucede, lo que hay más allá. Pero dentro de nosotros tenemos una fuerza, un sentimiento, que nos hace pensar que no se puede terminar todo aquí, que debe haber algo después de la muerte. Si Dios es verdaderamente Dios, no puede dejar que nuestra vida caiga en el vacío. Si el Dios-Abbá, el Padre, de que nos habló Jesús es algo más que una imaginación no puede ser que la muerte, la desaparición definitiva, sea la única perspectiva que tenemos por delante. 
Un futuro desconocido e incierto
      La cuestión ha estado presente en todas las culturas y en todas las épocas. Se ha expresado sobre todo en la relación con los difuntos. De una o de otra manera, esa relación ha existido y expresa que hay una cierta fe, una cierta creencia en que los que han muerto, aunque no están con nosotros, están vivos. De otra manera. En otro lugar. Pero vivos. El problema es que nos gustaría saber, nos gustaría estar seguros, desearíamos controlar. Y no podemos. Ni a través de la ciencia ni de esas otras maneras que nos proponía Allan. 

      Jesús nos propone otro camino. Es el de la confianza. Jesús tiene una profunda experiencia de Dios. Es su Abbá, su Padre, su Papá. Se siente Hijo porque Dios forma parte de su experiencia más profunda y cotidiana. Se siente enviado a anunciar la buena nueva: que Dios es padre de todos, que quiere la vida de todas sus criaturas, que es amor, que desea que ese amor llegue a todos, que no hace excepciones entre sus hijos, que acoge a todos y especialmente a los que más sufren, a los marginados, a los que les ha tocado la peor parte en este mundo. Para Jesús Dios no es un controlador ni un legislador, ni un juez exigente y dispuesto a condenar, sino un padre amable, capaz de perdonar, de reconciliar, dispuesto a salvar y sanar y curar a los heridos por la vida. 
Confiar en el Dios de la Vida
      Por eso, a pesar de lo difícil que es enfrentarse a la propia muerte, Jesús morirá poniendo su confianza en Dios. Por eso, Jesús es capaz de reafirmar su fe en el Dios de la Vida ante aquellos saduceos que le vinieron con una historia tan novelesca. Deja claro que Dios es Dios de vivos y no de muertos. Aunque no veamos, aunque no sepamos, confiamos en Dios y en él ponemos nuestra esperanza. 

      Quizá a nosotros no se nos va a poner en una prueba como la que tuvieron que pasar los siete hermanos macabeos. No se nos va a poner en el dilema de comer carne de cerdo o morir para defender nuestra fe. Pero la esperanza que nos anima en el Dios de la Vida y nuestra fe en el Reino se manifestará sin duda en nuestra forma de comportarnos aquí y ahora. El que vive en la esperanza de la resurrección va sembrando vida con sus palabras, sus gestos, sus decisiones... Es capaz de compartir lo que tiene y lo que vive porque se sabe hermano y compañero de camino en esta peregrinación hacia la casa definitiva, la del Padre, que es nuestra vida. Ahí es donde se juega nuestra fe y nuestra esperanza. No nos dejan paralizados y volcados hacia un futuro que no sabemos cuando llegará sino que nos hacen activos y comprometidos con la vida y la esperanza de nuestros hermanos y hermanas. 

      Como dice la segunda lectura, que Jesucristo, que nos ha regalado esta gran esperanza, nos dé fuerza para toda clase de palabras y obras buenas. Él nos dará la fuerza y la gracia necesarias para vivir ya aquí y ahora la esperanza de Vida sin necesidad de acudir a santones ni a milagreros ni a otras esperanzas falsas sino dando la mano a nuestros hermanos y hermanas para hacer juntos este camino hacia el Reino. 

Liturgia Viva

El Pueblo de la Resurrección

Saludo  (Ver Segunda Lectura)
Que el propio Señor Jesucristo, y Dios nuestro Padre, que nos ha amado, les conforten a ustedes y les fortalezcan
en todo lo bueno que hacen y dicen.
Que su alegría y esperanza esté siempre con ustedes.

Introducción por el Celebrante
    Ninguna creencia, ninguna doctrina de fe es tan fundamental para nosotros cristianos como la de creer que nuestro Señor Jesús resucitó de entre los muertos y vive para siempre. Juntamente con esto está nuestra fe  -que para la gente pragmática de nuestra época parece mucho más difícil de aceptar-   en que después de nuestra muerte nosotros también  resucitaremos a una nueva vida. Somos el pueblo de un Dios de vida. Somos el pueblo de la resurrección. Somos el pueblo que espera un futuro infinito de felicidad, alegría y amor. Expresamos esta fe, tranquila pero firme, al reunirnos aquí alrededor de nuestro Señor resucitado. Pidamos, pues, hoy al Señor, en esta eucaristía, que afiance y fortalezca esta nuestra fe.

Acto Penitencial
Pidámosle al Señor que nos restablezca a una vida plena perdonándonos todos nuestros pecados.
    (Pausa)
  • Señor Jesús, tú derrotaste a la muerte resucitando a una nueva vida:
    R/ Señor, ten piedad de nosotros.
  • Cristo Jesús, primogénito de entre los muertos,tú nos resucitarás a una vida eterna contigo:
    R/ Cristo, ten piedad de nosotros.
  • Señor Jesús, tú quieres que seamos pueblo de la resurrección, que alce a los pisoteados y oprimidos:
    R/ Señor, ten piedad de nosotros.
Ten misericordia de nosotros, Señor, levántanos por encima de nuestros pecados, y llévanos a las alegrías de la vida eterna.

Oración Colecta
Oremos al Dios de la vida.
    (Pausa)
Oh Dios, fuente de vida:
Tú nos has creado para la vida, el amor y la alegría.
Ya que tomamos parte también en la cruz de Jesús,
en las penas y dolores de la vida,
mantén viva nuestra esperanza
de que tu amor fiel tendrá la palabra final
y de que la vida vencerá a la muerte
porque tú has resucitado a Cristo de entre los muertos.
Danos un anhelo firme y una fe inquebrantable
en que tú nos resucitarás con él;
y haz que esta convicción sea nuestra fuerza
cada día de nuestra vida.
Te lo pedimos por medio de Cristo nuestro Señor.

Primera Lectura (2 Mac 7,1-2. 9-14): Dios Nos Resucitará para Vivir para Siempre
    Aún antes de la venida de Cristo, mujeres y jóvenes prefirieron morir antes que renegar de su fe en Dios e ir contra su ley, pues estaban seguros de que Dios los resucitaría y restauraría sus cuerpos torturados.

Segunda Lectura (2 Tes 2,16 – 3,5): La Esperanza en el Amor de Dios Nos Sostiene
    San Pablo anima a los cristianos de Tesalónica a mantenerse firmes en la fe y esperanza, incluso en las pruebas, porque el amor de Dios es eterno.

Evangelio (Lc 20,27-38): El Dios de los Vivos
    La secta de los saduceos, que no creían en la resurrección, trataban de ridiculizar la fe en ella. Jesús responde que son demasiado materialistas para entender la resurrección. Los resucitados vivirán no como en la tierra, sino con una vida totalmente nueva.

Oración de los Fieles
    Nuestro Dios es un Dios no de los muertos sino de los vivos. Le pedimos por todo lo que hace valiosa y significativa la vida. Y digámosle: R/ Señor de vida, escucha nuestra oración.
  • Que Dios renueve sus bendiciones sobre los matrimonios de toda la Iglesia, para que su fidelidad y unidad sean un signo del amor eterno de Dios, roguemos al Señor.
  • Para que mantengamos la buena lucha contra todo lo que mata la vida cristiana: formas deshumanizadoras de trabajo, supresión de la libertad, miedo paralizante, amor eliminado, roguemos al Señor.
  • Para que nuestros queridos difuntos sigan viviendo en la vida que nos transmitieron, en el bien que hacemos, y en el amor íntimo de Dios mismo, roguemos al Señor.
  • Para que todos los que sufren y agonizan compartan nuestra fe en la resurrección y encuentren fortaleza al saber que Dios les ama en vida y más allá de la muerte, roguemos al Señor.
  • Para que todos los perseguidos por el nombre del Señor se mantengan firmes en su esperanza  y heredemos la vida eterna, roguemos al Señor.
Oh Dios de Abrahán, Isaac y Jacob; Dios de Jesús; Dios de los apóstoles y los santos; Dios de nuestros antepasados y nuestros seres queridos difuntos; Dios de vida; guárdanos a todos en tu amor, ahora y por los siglos de los siglos.

Oración sobre las Ofrendas
Dios y Padre nuestro:
Nos presentamos ante ti
con los dones que tú mismo nos has dado:
pan y vino, alimento y bebida,
símbolos de vida y de alegría.
Transfórmalos en los dones de vida eterna,
el pan de vida, Jesús mismo.
Que aprendamos de él a vivir
para ti y los unos para los otros,
hasta que nos acojas con él en el cielo
en tu misma felicidad sin sombra.
Te lo pedimos por el mismo Jesucristo, nuestro Señor.

Introducción a la Plegaria Eucarística
    Tanto en el prefacio como después de la consagración, expresamos nuestra fe firme y nuestra inquebrantable esperanza en la resurrección del Señor y, por lo tanto, en nuestra propia resurrección.

Después de la Consagración
Proclamemos nuestra fe y esperanza en nuestro Señor resucitado.

Líbranos, Señor
Líbranos, Señor, de todos los males
y de todo miedo a la muerte.
Dígnate otorgarnos una paz serena
y una clara confianza en la promesa de Jesús,
de que él es la resurrección y la vida
y de que nos resucitará en el último día,
pues estamos preparándonos con gozo
para la venida plena
de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo.
R/ Tuyo es el reino…

Invitación a la Comunión (Ver Jn 11,25-26)
Éste es Jesús, nuestro Señor, que nos dice:
“Yo soy la resurrección  y  la vida.
Los que creen en mí vivirán,
y los que viven y creen en mí
nunca morirán.
R/ Señor, no soy digno…

Oración después de la Comunión
Señor de los vivos:
Tú quieres que vivamos incluso después de la muerte
como personas totalmente humanas y completas,
y, sin embargo, hechos totalmente diferentes por tu amor.
En virtud de esta eucaristía danos la gracia de creer,
con una fe tranquila pero firme,
que la vida tiene sentido y vale la pena vivirla,
y que la muerte no es el final,
sino un comienzo totalmente nuevo.
Que esta certeza nos anime a compartir nuestra esperanza
con los que no encuentran sentido a su vida.
Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor.

Bendición
Hermanos: Nosotros deberíamos ser personas de esperanza y alegría, porque Cristo ha resucitado.
A causa de nuestro Señor resucitado estamos seguros de que nosotros también resucitaremos con él un día.
Que esta certeza nos colme de una esperanza indestructible en la vida y en el amor de Dios.
Y que la bendición de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nosotros y nos acompañe siempre.