Santos: Mansueto de Milán, obispo; Álvaro de Córdoba, presbítero; Beato de Liébana, presbítero.
Feria (Morado)
LA LLUVIA DE LA PALABRA
Is 55,10-11; Mt 6,7-15
La escasez de lluvias agrietó la tierra y vació las presas en años recientes en nuestro país. Todos tenemos una experiencia de la fecundidad vivificante de la lluvia cuando vemos reverdecer en el verano los campos y montañas de nuestro alrededor. Por eso mismo el profeta Isaías escogió dicha imagen para hablar de la fuerza renovadora de la Palabra en el corazón de las personas. El corazón más impermeable que podamos encontrar, es sacudido por la fuerza poderosa de la palabra de Dios. Algún eco, alguna inquietud queda vibrando en la conciencia de la persona cuando escucha el proyecto de Dios. El mensaje del Padre Nuestro es una oración ampliamente conocida. Sin embargo, dicho texto está penetrado de una visión esperanzadora que anima y consuela el corazón del creyente. Cuando lo recitamos con la concentración y la actitud orante, sentimos que nuestra vida no marcha a la deriva, sino que avanza seguramente bajo la cuidadosa mano del Padre celestial.
ANTÍFONA DE ENTRADA (Sal 89, 1-2)
Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación. Desde siempre y por siempre tú eres Dios.
ORACIÓN COLECTA.
Mira, Señor, con misericordia a tu pueblo que en estos días de Cuaresma usa con moderación de los bienes del cuerpo y aviva en su espíritu el deseo de poseerte. Por nuestro Señor Jesucristo…
LITURGIA DE LA PALABRA
Mi palabra hará mi voluntad.
Del libro del profeta Isaías: 55, 10-11
Esto dice el Señor: ”Como bajan del cielo la lluvia y la nieve y no vuelven allá, sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, a fin de que dé semilla para sembrar y pan para comer, así será la palabra que sale de mi boca: no volverá a mí sin resultado, sino que hará mi voluntad y cumplirá su misión".
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Comentario:
Palabras y obras
La primera lectura nos presenta la imagen viva de la
eficacia de la Palabra, de la cual dice Dios: "no volverá a mí sin
resultado". Acerquémonos a esta imagen y descubramos su sabor y su fuerza
nutritiva.
Nieve y lluvia "bajan del cielo". Pertenecen al
ámbito de aquello que el hombre no domina. Son un regalo. Así es también la
Palabra.
Hay que "empapar" la tierra para fecundarla. Así
también la Palabra hace su obra "empapándonos", es decir: colmándonos
interiormente, penetrándonos, llenando nuestros vacíos interiores. Cuando esto
permitimos a la Palabra nos fecunda y hace dar fruto.
Lluvia y nieve "vuelven" al cielo. Así también la
Palabra: a nosotros llega y de nosotros sale. Viene sola pero no retorna sola,
pues ha hecho posible el milagro del pan y de la semilla. La Palabra llega del
cielo como enseñanza y vuelve al cielo como plegaria y como alabanza. En
nuestras súplicas de hijos y en nuestra gratitud de redimidos habla la Palabra
con la fuerza de sus frutos.
Del salmo 33 R/. El Señor libra al justo de todas sus angustias.
Proclamemos la grandeza del Señor y alabemos todos juntos su poder. Cuando acudí al Señor, me hizo caso y me libró de todos mis temores. R/.
Confía en el Señor y saltarás de gusto, jamás te sentirás decepcionado, porque el Señor escucha el clamor de los pobres y los libra de todas sus angustias. R/.
Los ojos del Señor cuidan al justo y a su clamor están atentos sus oídos. Contra el malvado, en cambio, está el Señor, para borrar de la tierra su recuerdo. R/.
Escucha el Señor al hombre justo y lo libra de todas sus congojas. El Señor no está lejos de sus fieles y levanta a las almas abatidas. R/.
ACLAMACIÓN (Mt 4, 4) R/. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
No sólo de pan vive el hombre, sino también de toda palabra que sale de la boca de Dios. R/.
Ustedes oren así.
Del santo Evangelio según san Mateo: 6, 7-15.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Cuando ustedes hagan oración no hablen mucho, como los paganos, que se imaginan que a fuerza de mucho hablar, serán escuchados. No los imiten, porque el Padre sabe lo que les hace falta, antes de que se lo pida. Ustedes, pues, oren así:
Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga tu Reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en tentación y líbranos del mal.
Si ustedes perdonan las faltas a los hombres, también a ustedes los perdonará el Padre celestial. Pero si ustedes no perdonan a los hombres, tampoco el Padre les perdonará a ustedes sus faltas".
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Comentario:
La perfecta oración
El catecismo de Juan Pablo II nos ofrece una preciosa
reflexión sobre el Padrenuestro. Escuchemos textos tomados de los números 2765
a 2772.
La oración al Padre nos la enseñó y nos la dio el Señor
Jesús. Esta oración que nos viene de Jesús es verdaderamente única; es la
oración "del Señor". Por una parte, en efecto, por las palabras de
esta oración el Hijo único nos da las palabras que el Padre le ha dado: El es
el Maestro de nuestra oración. Por otra parte, como Verbo encarnado, conoce en
su corazón de hombre las necesidades de sus hermanos y hermanas los hombres, y
nos las revela: es el Modelo de nuestra oración.
Pero Jesús no nos deja una fórmula para repetirla de modo
mecánico. Como en toda oración vocal, el Espíritu Santo, a través de la Palabra
de Dios, enseña a los hijos de Dios a hablar con su Padre. Jesús no sólo nos
enseña las palabras de la oración filial, sino que nos da también el Espíritu
por el que éstas se hacen en nosotros "espíritu y vida" (Jn 6,63).
Más todavía: la prueba y la posibilidad de nuestra oración filial es que el
Padre "ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama:
¡Abbá, Padre!" (Ga 4,6). Ya que nuestra oración interpreta nuestros deseos
ante Dios, es también "el que escruta los corazones", el Padre, quien
"conoce cuál es la aspiración del Espíritu, y que su intercesión en favor
de los santos es según Dios" (Rm 8,27 ). La oración al Padre se inserta en
la misión misteriosa del Hijo y del Espíritu.
Este don indisociable de las palabras del Señor y del
Espíritu Santo que les da vida en el corazón de los creyentes ha sido recibido
y vivido por la Iglesia desde los comienzos. Las primeras comunidades recitan
la Oración del Señor "tres veces al día", en lugar de las Dieciocho
Bendiciones de la piedad judía. Según la Tradición apostólica, la Oración del
Señor está arraigada esencialmente en la oración litúrgica. En todas las tradiciones
litúrgicas, la Oración del Señor es parte integrante de las principales Horas
del Oficio divino. Este carácter eclesial aparece con evidencia, sobre todo, en
los tres sacramentos de la iniciación cristiana.
En la Liturgia eucarística, la Oración del Señor aparece
como la oración de toda la Iglesia. Allí se revela su sentido pleno y su
eficacia. Situada entre la Anáfora (Oración eucarística) y la liturgia de la
Comunión, recapitula, por una parte, todas las peticiones e intercesiones
expresadas en el movimiento de la epíclesis, y, por otra parte, llama a la
puerta del Festín del Reino que la comunión sacramental va a anticipar.
En la Eucaristía, la Oración del Señor manifiesta también el
carácter escatológico de sus peticiones. Es la oración propia de los
"últimos tiempos", tiempos de salvación que han comenzado con la
efusión del Espíritu Santo y que terminarán con la Vuelta del Señor. Las
peticiones al Padre, a diferencia de las oraciones de la Antigua Alianza, se
apoyan en el misterio de salvación ya realizado, de una vez por todas, en
Cristo crucificado y resucitado.
De esta fe inquebrantable brota la esperanza que suscita
cada una de las siete peticiones. Estas expresan los gemidos del tiempo
presente, este tiempo de paciencia y de espera durante el cual "aún no se
ha manifestado lo que seremos" (1Jn 3,2). La Eucaristía y el Padre Nuestro
están orientados hacia la venida del Señor, "¡hasta que venga!" (1Co
11,26 ).
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Acepta, Señor y creador todopoderoso, los dones que hemos recibido de tu generosidad y convierte el pan y el vino que nos has dado para nuestra vida cotidiana en sacramento de salvación eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio 1-17 de Cuaresma.
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN (Sal 4, 2)
Tú, Dios, defensor mío, que me escuchaste cuando te invoqué y me consolaste en la tribulación, ten piedad de mí y escucha mi plegaria.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Que esta Eucaristía nos ayude, Señor, a moderar las pasiones y los deseos terrenos y a buscar tu justicia y tu Reino. Por Jesucristo, nuestro Señor.