4 de febrero de 2013

Lunes de la 4ª semana del Tiempo Ordinario. Ciclo C



Santos: Águeda de Roma, mártir; Gilberto de Inglaterra, fundador; Catalina Ricci, religiosa. Memoria (Rojo)

EL MUNDO NO SE LOS MERECÍA
Hb 11,32-40; Mc 5,1-20
La lista de los grandes testigos de la fe que rememora el autor de la Carta a los Hebreos se cierra con una frase contundente: el mundo no se los merecía. Jueces, reyes y profetas de Israel enfrentaron hostilidades por razón de su perseverante congruencia. El mundo en el que vivieron no los recibió porque esos hombres no formulaban mensajes a medida y gusto de los oyentes. Tenían postura y posición firme en las convicciones y creencias fundamentales que sostenían y "no se vendían por un plato de lentejas". Dios los aguardaba con los brazos abiertos para reivindicar su amor esforzado. En el episodio evangélico acontece algo parecido con el Señor Jesús cuando es expulsado del territorio de los gerasenos. La palabra y la acción de Jesús había afectado sus intereses económicos y prefirieron expulsarlo antes de ver mermadas sus ganancias. Tampoco los gerasenos del otro lado del lago de Galilea se merecían al profeta Jesús.

ANTÍFONA DE ENTRADA
Como las vírgenes prudentes, santa Águeda conserva su lámpara encendida para salir al encuentro de Cristo.

ORACIÓN COLECTA
Que tu santa virgen y mártir Águeda, tan agradable siempre a tu corazón por la consagración de su virginidad y su valor en el martirio, nos obtenga, Señor, tu fortaleza, para superar nuestro egoísmo y nuestra cobardía. Por nuestro Señor Jesucristo...

LITURGIA DE LA PALABRA
Por la fe, nuestros antepasados conquistaron reinos y Dios dispone para nosotros algo mejor.

De la carta a los hebreos: 11, 32-40

Hermanos: ¿Para qué seguir hablando sobre el poder de la fe? Me faltaría tiempo, si tuviera que exponer en detalle lo que hicieron Gedeón, Baruc, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas. Por su fe, ellos conquistaron reinos e hicieron justicia, lograron que se fueran cumpliendo las promesas divinas, cerraron las fauces de los leones, dominaron la violencia del fuego, se salvaron del filo de la espada, vencieron las enfermedades, fueron valientes en la guerra y pusieron en fuga a los ejércitos extranjeros.

Hubo también algunas mujeres, que por su fe obtuvieron la resurrección de sus hijos muertos. Muchos, sometidos a las torturas, prefirieron no ser rescatados, para alcanzar así la resurrección. Unos sufrieron escarnios y azotes, cadenas y cárcel. Otros, fueron apedreados, aserrados, torturados y muertos a espada; anduvieron errantes, cubiertos con pieles de ovejas y de cabras, faltos de todo, pasando necesidad, apuros y malos tratos. Esos hombres, de los cuales no era digno el mundo, tuvieron que vagar por desiertos y montañas, por grutas y cavernas.

Sin embargo, todos ellos, aunque acreditados por su fe, no alcanzaron a ver el pleno cumplimiento de la promesa: es que Dios había dispuesto para nosotros algo mejor y no quería que ellos llegaran, sin nosotros, a la perfección. 

Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Comentario:
Este pasaje se centra en los héroes anónimos de la fe. Gente cuyos nombres no aparecen necesariamente ni en las Escrituras ni tampoco en las páginas de la historia. Personas, que como dice el pasaje, gozaron de buena reputación y, sin embargo, sufrieron y no consiguieron aquello que se les había prometido y, a pesar de todo, continuaron siendo fieles movidos por la fe, es decir, por la confianza en el Señor.

Me ha llamado la atención cuando se afirma de ellos que este mundo no era digno de ellos ¡Qué calidad debían de tener esos personajes para que se haga semejante afirmación de ellos! ¡Qué gran cumplido de parte del Espíritu Santo!

Naturalmente me ha hecho pensar en mí mismo y cuál es mi calidad como seguidor de Jesús. Me preguntaba si soy de aquellos que siguen adelante en busca de la promesa, intentando parecerme más y más a Jesús día tras día, siendo un agente de restauración o, por el contrario, soy de los que están preocupados por el legalismo, siempre poniendo los puntos sobre las íes a todo el mundo, incapaz de sumar, siempre restando. Sé que es difícil pero me gustaría que se pudiera decir de mi lo mismo que de esos anónimos héroes de la fe.


Del salmo 30 R/. Quien confía en el Señor, no desespere.

¡Qué grande es la bondad que has reservado, Señor, para tus fieles! Con quien se acoge a ti, Señor, ¡qué bueno eres! R/.

Tu presencia lo ampara de todas las intrigas de los hombres, y lo pone a resguardo de las burlas y las murmuraciones. R/.

Bendito sea el Señor, que en mis horas de angustia ha prodigado las pruebas de su amor. R/.

En mi inquietud, Señor, llegué a pensar que me habías quitado de tu vista; pero oíste la voz de mis plegarias cuando clamaba a ti. R/.
Que amen al Señor todos sus fieles, pues protege a los leales y a los soberbios da lo que merecen. R/.



ACLAMACIÓN (Lc 7, 16) R/. Aleluya, aleluya.

Un gran profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo. R/.


Espíritu inmundo, sal de este hombre.

Del santo Evangelio según san Marcos: 5, 1-20

En aquel tiempo, después de atravesar el lago de Genesaret, Jesús y sus discípulos llegaron a la otra orilla, a la región de los gerasenos. Apenas desembarcó Jesús, vino corriendo desde el cementerio un hombre poseído por un espíritu inmundo, que vivía en los sepulcros. Ya ni con cadenas podían sujetarlo; a veces habían intentado sujetarlo con argollas y cadenas, pero él rompía las cadenas y destrozaba las argollas; nadie tenía fuerzas para dominarlo. Se pasaba días y noches en los sepulcros o en el monte, gritando y golpeándose con piedras. Cuando aquel hombre vio de lejos a Jesús, se echó a correr, vino a postrarse ante Él y gritó a voz en cuello: "¿Qué quieres tú conmigo, Jesús, Hijo de Dios altísimo? Te ruego por Dios que no me atormentes". Dijo esto porque Jesús le había mandado al espíritu inmundo que saliera de aquel hombre. Entonces le preguntó Jesús: "¿Cómo te llamas?". Le respondió: "Me llamo Legión, porque somos muchos". Y le rogaba con insistencia que no los expulsara de aquella comarca.

Había allí una gran piara de cerdos, que andaban comiendo en la falda del monte. Los espíritus le rogaban a Jesús: "Déjanos salir de aquí para meternos en esos cerdos". Y Él se lo permitió. Los espíritus inmundos salieron del hombre y se metieron en los cerdos; y todos los cerdos, unos dos mil, se precipitaron por el acantilado hacia el lago y se ahogaron. Los que cuidaban los cerdos salieron huyendo y contaron lo sucedido, en el pueblo y en el campo. La gente fue a ver lo que había pasado. Se acercaron a Jesús y vieron al antes endemoniado, ahora en su sano juicio, sentado y vestido. Entonces tuvieron miedo. Y los que habían visto todo, les contaron lo que le había ocurrido al endemoniado y lo de los cerdos. Ellos comenzaron a rogarle a Jesús que se marchara de su comarca.

Mientras Jesús se embarcaba, el endemoniado le suplicaba que lo admitiera en su compañía, pero Él no se lo permitió y le dijo: "Vete a tu casa a vivir con tu familia y cuéntales lo misericordioso que ha sido el Señor contigo". Y aquel hombre se alejó de ahí y se puso a proclamar por la región de Decápolis lo que Jesús había hecho por él. Y todos los que lo oían se admiraban.

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.


Comentario:
Leer el comentario del Evangelio por
Beata Teresa de Calcuta (1910-1997), fundadora de las Hermanas Misioneras de la Caridad
Nadie tiene amor más grande
«El endemoniado le pidió que lo admitiese en su compañía... Pero le dijo: 'Vete a casa con los tuyos y anúnciales lo que el Señor ha hecho contigo'»

Estamos llamados a amar al mundo. Y tanto amó Dios al mundo que le dio a Jesús (Jn 3,16). Hoy, ama tanto al mundo que nos da al mundo, a ti y a mí, para que seamos su amor, su compasión, su presencia a través de una vida de oración, de sacrificio, de abandono. La respuesta que Dios espera de ti es que llegues a ser contemplativo, que seas contemplativo.

Cojámosle la palabra a Jesús y seamos contemplativos en el corazón del mundo, porque, si tenemos fe, estamos perpetuamente en su presencia. El alma, través de la contemplación, saca directamente del corazón de Dios las gracias que la vida activa tiene el encargo de distribuir. Nuestras existencias deben estar unidas a Cristo que nos habita. Si no vivimos en la presencia de Dios, no podemos perseverar.

¿Qué es la contemplación? Vivir la vida de Jesús. Es así como yo la comprendo. Amar a Jesús, vivir su vida en el seno de la nuestra, vivir la nuestra en el seno de la suya... La contemplación no es encerrarse en una cabina oscura, sino dejar que sea Jesús quien viva su Pasión, su amor, su humildad en nosotros, que ore con nosotros, que esté con nosotros, y santifique a través nuestro. Nuestra vida y nuestra contemplación son una misma cosa. No se trata aquí de hacer sino de ser. De hecho se trata del gozo pleno de nuestro espíritu por el Espíritu Santo que insufla en nosotros la plenitud de Dios y nos envía a toda la creación como su personal mensaje de amor (Mc 16,15).

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Que los dones que vamos a ofrecerte en honor de tu santa virgen Águeda te sean, Señor, tan agradables, como agradable fue a tus ojos su martirio. Por Jesucristo, nuestro Señor.

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN (Mt 25, 6)
Ya viene el esposo; salgamos al encuentro de Cristo, el Señor.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Señor y Dios nuestro, que glorificaste a santa Águeda con la doble corona de la virginidad y del martirio, con-cédenos que esta comunión nos ayude a superar todas las pruebas y podamos así alcanzar el Reino eterno. Por Jesucristo, nuestro Señor.