21 de febrero de 2013

Jueves de la 1ª semana de Cuaresma.Ciclo C



Santos: Pedro Damián, Doctor de la Iglesia; Roberto Southwell, y compañeros mártires. Beato Tomás Pormort y compañeros, mártires. Feria (Morado)


DIOS ESTÁ POR ENCIMA DE CUALQUIER MORTAL
Ester (14,1.3-5.12-14) Mt 7,7-12
El libro de Ester relata la confrontación que vivieron los israelitas en su condición de exiliados y forasteros en países extranjeros. Su determinación firme de vivir conforme a su propia identidad y creencias les ocasionaba conflictos importantes. Ellos se asimilaban y se integraban a la cultura del pueblo donde residían con espíritu crítico y cierta prudencia. Mardoqueo y Ester adoptaron usos y costumbres de los persas con moderación. Celosos como eran del amor y la obediencia exclusiva al Dios de Israel, no estaban dispuestos a rendir veneración a ninguna persona por más encumbrada que estuviera. Ese criterio de alguna manera reaparece en la frase conclusiva que encontramos en el Evangelio de san Mateo. Es la famosa regla de oro del Sermón del Monte: Traten a los demás como quieran que los traten. Como nadie desea ser marginado, humillado ni maltratado, no tiene argumento para tratar de esa manera a sus semejantes. La esencia de la Ley y los Profetas no es otra que el respeto pleno a todas y cada una de las personas, más allá de sus orígenes, condición social o fe religiosa.

ANTÍFONA DE ENTRADA (Sal 5, 2-3)
Señor, oye mis palabras, escucha mi lamento, haz caso de mi voz suplicante, 

Rey mío y Dios mío.

ORACIÓN COLECTA
Puesto que sin ti nada podemos, concédenos, Señor, luz para distinguir siempre el bien y valor para ponerlo en práctica, a fin de que podamos vivir según tu voluntad. Por nuestro Señor Jesucristo...

LITURGIA DE LA PALABRA
No tengo otro defensor más que tú, Señor.

Lectura del libro de Ester (14,1.3-5.12-14):

En aquellos días, la reina Ester, temiendo el peligro inminente, acudió al Señor y rezó así al Señor, Dios de Israel: «Señor mío, único rey nuestro. Protégeme, que estoy sola y no tengo otro defensor fuera de ti, pues yo misma me he expuesto al peligro. Desde mi infancia oí, en el seno de mi familia, cómo tú, Señor, escogiste a Israel entre las naciones, a nuestros padres entre todos sus antepasados, para ser tu heredad perpetua; y les cumpliste lo que habías prometido. Atiende, Señor, muéstrate a nosotros en la tribulación y dame valor, Señor, rey de los dioses y señor de poderosos. Pon en mi boca un discurso acertado cuando tenga que hablar al león; haz que cambie y aborrezca a nuestro enemigo, para que perezca con todos sus cómplices. A nosotros, líbranos con tu mano; y a mí, que no tengo otro auxilio fuera de ti, protégeme tú, Señor, que lo sabes todo.»
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Comentario:
Preparada por el ayuno, Ester se entrega con sus sirvientas a una plegaria insistente. La plegaria es una apertura total del hombre a Dios. La conciencia del hombre y todas sus facultades se dejan penetrar por Dios y se vuelven hacia él. La inminencia de un gran peligro, la constatación y el reconocimiento de la propia flaqueza, la impotencia, son otras tantas circunstancias que despiertan en el hombre la ferviente aspiración hacia el Señor, un intenso deseo de quedar inundado por su presencia, por su gracia su ayuda y su perdón.
La plegaria vivida hasta el fondo es la acción más comprometida y eficaz que puede realizar el hombre y de la que surgirán todas las demás acciones. La plegaria unifica y transforma.
La plegaria exige consagración, dedicación. En ella es necesario sobrepasar las inercias y rutinas de la mente, salir del círculo obsesivo de las cosas con la profunda aspiración de que todo el ser sintonice armónicamente con el tono de Dios. La plegaria de Ester es penitencial. Su expresión está despojada de todo lo superfluo (2).
La forma literaria más bella de esta plegaria se conserva en la versión latina antigua. El autor del texto griego de los Setenta la transforma notablemente. El hombre tiene necesidad de expresarse y de repetir al Señor todo lo que él ya sabe por su omnisciencia. Ester empieza exponiendo su situación: sola ante el único y dispuesta a dar su vida (3-4).
Recuerda las gestas de Dios en favor del pueblo y, seguidamente, como representante de su pueblo, reconoce el justo castigo de Dios. Pero la total exterminación del pueblo elegido sería un triunfo de los ídolos; por eso pide a Dios que no cierre la boca de quienes lo alaban (5-11). Formula su petición: "Pon en mis labios un discurso acertado..." (12-13).
Finalmente apela a la omnisciencia divina, que conoce su inocencia (cf. 2 Re 20,3; Sal 17,1ss; 16, lss) (14-19). La actividad de la plegaria vivida intensamente, con profundidad, engendra fe y confianza, una valentía que supera cualquier temor.
B. GIRBAU

LA BIBLIA DIA A DIA

Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 360 s.


Del salmo 137 R/. De todo corazón te damos gracias, Señor.
De todo corazón te damos gracias, Señor, porque escuchaste nuestros ruegos. Te cantaremos delante de tus ángeles, te adoraremos en tu templo. R/.
Señor, te damos gracias por tu lealtad y por tu amor: siempre que te invocamos nos oíste y nos llenaste de valor. R/.
Que todos los reyes de la tierra te reconozcan al escuchar tus prodigios. Que alaben tus caminos, porque tu gloria es inmensa. R/.
Tu mano, Señor, nos pondrá a salvo, y así concluirás en nosotros tu obra. Señor, tu amor perdura eternamente; obra tuya soy, no me abandones. R/.

ACLAMACIÓN (Sal 50, 12. 14) R/. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Crea en mí, Señor, un corazón puro y devuélveme tu salvación, que regocija. R/.

Todo el que pide, recibe.

Del santo Evangelio según san Mateo: 7, 7-12

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Pidan y se les dará; busquen y encontrarán; toquen y se les abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que toca, se le abre. ¿Hay acaso entre ustedes alguno que le dé una piedra a su hijo, si éste le pide pan? Y si le pide pescado, ¿le dará una serpiente? Si ustedes, a pesar de ser malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, con cuánta mayor razón el Padre, que está en los cielos, dará cosas buenas a quienes se las pidan. Traten a los demás como quieren que ellos los traten a ustedes. En esto se resumen la ley y los profetas".
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

Comentario:
Orar es pedir, buscar, llamar a la puerta. De día y de noche. Sin cansarse nunca. "Siempre hay que orar", y hasta tal punto que la oración se convierte en un estado y no sólo en una práctica ocasional. Orar es un modo de ser delante de Dios. ¡Pero hay dos maneras de insistir en la petición: la del inoportuno y la del enamorado! El primero sólo piensa en sí mismo; el otro está fascinado, y lo daría todo por el tesoro que ha descubierto. ¿Qué puerta se le cerrará? Si Dios espera de nosotros esta oración, es porque él se presenta como el tesoro de los tesoros, como el amigo más fiel. ¡Un amor de segunda mano, que se da por nada, no es amor! Escuchad, pues, a Esther: "Señor mío, tú eres el único Dios, ven a socorrerme, pues estoy sola. Mi único tesoro eres tú. Acuérdate, Señor... Sólo te tengo a ti, que lo conoces todo".
Sabe dejarse agarrar por él. Conoce las palabras que le arrebatan. Sus palabras son una excelente defensa. ¿Vamos a andarnos con remilgos, porque Dios sabe lo que nos hace falta antes de que se lo pidamos? No es eso, y el que ya no pide nada, demuestra que ya no ama. El orgulloso prescinde de la ayuda del otro. El no pedir nada a Dios encubre a menudo un sutil orgullo.
Pero hay que pedir sin desfallecer, pues quien capitula demasiado pronto demuestra que no tiene verdadera confianza. Dios quiere que se le busque, porque siempre está más allá de lo que esperamos. Tenemos que llamar a su puerta durante mucho tiempo, porque dicha puerta se abre sobre un infinito que nunca se alcanza del todo. La verdadera actitud ante Dios -la oración en la vida- es la actitud del mendigo... un mendigo que se sabe amado y llamado a la Vida. ¡Mendigo de ti... mendigo de Dios!
DIOS CADA DIA

SIGUIENDO EL LECCIONARIO FERIAL

CUARESMA Y TIEMPO PASCUAL
SAL TERRAE/SANTANDER 1989.Pág. 33


ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Acepta, Señor, en tu bondad las ofrendas y súplicas que te presentamos, y convierte a ti nuestros corazones. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio I-V de Cuaresma.

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN (Mt 7, 8)
Todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que toca, se le abrirá.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Concédenos, Señor Dios nuestro, que el sacramento que nos has dado como ayuda para nuestra salvación, nos sirva de auxilio tanto para esta vida como para la futura. Por Jesucristo, nuestro Señor.