Santos: Ramón (Raimundo) de Peñafort, presbítero; Canuto Lavard, mártir.
Beato Ambrosio Fernández, mártir. Feria (Blanco)
APRENDIENDO A DISCERNIR
1 Jn 3,22-4,6; Mt 4,12-17. 23-25
La llamada esencial
de Jesús consta de una invitación (enmiéndense) y un anuncio (ya llega el
reinado de Dios). A los ojos de los escépticos y descreídos tal mensaje podría
parecer una predica ingenua e ilusoria. Para la gente que estaba insatisfecha
con el orden social vigente y que ponía su esperanza en Dios, era recomendable
escuchar con atención el llamado esperanzador de aquel profeta de Nazaret. El
exhorto que plantea la Primera Carta de san Juan alienta a los creyentes a
vivir el discernimiento inteligente. Todas las propuestas de salvación, todos
los proyectos emancipatorios parecen provenir del poder de Dios. Sin embargo,
existen falsos infinitos que enmascaran el egoísmo humano de sus promotores. El
Evangelio de Jesús y su camino de humanización en un clima de respeto y
libertad es el criterio que conviene aplicar para diferenciar el trigo de la
paja, y los falsos paraísos de los proyectos que liberan y dan sentido pleno a
la vida de las personas.
ANTÍFONA DE ENTRADA
Un día sagrado ha amanecido para nosotros. Vengan pueblos, y adoren
at Señor, porque una gran luz ha descendido sobre la tierra.
ORACIÓN COLECTA
Que el esplendor de tu gloria ilumine, Señor, nuestros corazones
para que, a través de las tinieblas de este mundo podamos llegar a la patria de
la eterna claridad. Por nuestro Señor Jesucristo...
LITURGIA DE LA PALABRA
Examinen toda inspiración para ver si viene de Dios.
De la primera carta del apóstol san Juan: 3, 22-4, 6
Queridos hijos:
Puesto que cumplimos los mandamientos de Dios y hacemos lo que le agrada,
ciertamente obtendremos de El todo lo que le pidamos. Ahora bien. Este es su
mandamiento: que creamos en la persona de Jesucristo, su Hijo, y nos amemos los
unos a los otros, conforme al precepto que nos dio. Quien cumple sus
mandamientos permanece en Dios y Dios en él. En esto conocemos, por el Espíritu
que Él nos ha dado, que El permanece en nosotros.
Hermanos míos, no se dejen llevar de cualquier espíritu, sino examinen toda
inspiración para ver si viene de Dios, pues han surgido por el mundo muchos
falsos profetas. La presencia del Espíritu de Dios la pueden conocer en esto:
Todo aquel que reconoce a Jesucristo, Palabra de Dios, hecha hombre, es de
Dios. Todo aquel que no reconoce a Jesús, no es de Dios, sino que su espíritu
es del anticristo. De este han oído decir que ha de venir; pues bien, ya está
en el mundo.
Ustedes son de Dios, hijitos míos, y han triunfado de los falsos profetas,
porque más grande es el que está en ustedes que el que está en el mundo. Ellos
son del mundo, enseñan cosas del mundo y el mundo los escucha. Pero nosotros
somos de Dios y nos escucha el que es de Dios. En cambio, aquel que no es de
Dios no nos escucha. De esta manera distinguimos entre el espíritu de la verdad
y el espíritu del error.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Comentario:
Discernimiento
cristiano
Juan nos exhorta al
discernimiento. Es una monición extraordinariamente actual, por doble motivo:
porque siempre necesitamos estar despiertos para no dejarnos confundir, y
porque el tipo de engaños que él denuncia están hoy muy vivos, especialmente a
través de esa difusa religiosidad que se denomina "Nueva Era".
Los anticristos, los
grandes enemigos que denuncia Juan, son en realidad enemigos de la carne de
Cristo. Hablarán de él como de un maestro (uno entre muchos); dirán que es
puro, bello, majestuoso, luminoso, pero callarán el misterio que da su sentido
más hondo a todos esos elogios: él es de nuestra naturaleza; su carne es
nuestra carne; ha cargado sobre sí nuestros delitos; nos conoce por dentro; ha
vencido desde dentro al enemigo que nos acechaba y ahora nos ofrece no sólo su
ejemplo sino su preciosa gracia, sin la cual es imposible vencer.
Es sumamente valiosa
por esto la síntesis que nos ofrece este capítulo tercero de la primera carta
de Juan: "éste es su mandamiento: que creamos en la persona de Jesucristo,
su Hijo, y nos amemos los unos a los otros" (1 Jn 3,23). Esta es la vida
cristiana: creer y amar.
¿En dónde se
encuentran el creer y el amar? En la carne de Jesucristo. Creemos que su
misterio no es una fábula, porque sucedió en una carne y en una historia como
nuestra carne y como nuestra historia. Amamos, porque nuestra existencia en una
carne como la suya sólo puede ser espejo de la vida nueva que hemos recibido y
que proviene de él, de su carne misma.
Del salmo 2 R/. Yo te daré en herencia las naciones.
Anunciare el decreto del Señor. He aquí lo que me dijo: "Hijo mío eres tú,
yo te he engendrado hoy. Te daré en herencia las naciones y como propiedad,
toda la tierra". R/.
Escuchen y comprendan estas cosas, reyes y gobernantes de la tierra. Adoren al
Señor con reverencia, sírvanlo con temor.
ACLAMACIÓN (Cfr. Mt 4, 23) R/. Aleluya, aleluya.
Jesús predicaba la buena nueva del Reino y curaba a la gente de toda
enfermedad. R/.
Ya está cerca el Reino de los cielos.
Del santo Evangelio según san Mateo: 4, 12-17. 23-25
Al enterarse Jesús
de que Juan había sido arrestado, se retiró a Galilea, y dejando el pueblo de
Nazaret, se fue a vivir a Cafarnaúm, junto al lago, en territorio de Zabulón y
Neftalí, para que así se cumpliera lo que había anunciado el profeta Isaías:
Tierra de Zabulón y Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea
de los paganos; el pueblo que yacía en tinieblas vio una gran luz. Sobre los
que vivían en tierra de sombras una luz resplandeció.
Desde entonces comenzó Jesús a predicar, diciendo: "Conviértanse, porque
ya está cerca el Reino de los cielos". Y andaba por toda Galilea,
enseñando en las sinagogas y proclamando la buena nueva del Reino de Dios y
curando a la gente de toda enfermedad y dolencia.
Su fama se extendió por toda Siria y le llevaban a todos los aquejados por
diversas enfermedades y dolencias, a los poseídos, epilépticos y paralíticos, y
El los curaba. Lo seguían grandes muchedumbres venidas de Galilea, Decápolis,
Jerusalén, Judea y Transjordania.
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Comentario:
El ministerio del
Bautista y el ministerio de Jesús
El texto del
evangelio de hoy nos permite articular el ministerio de Juan Bautista y el de
Jesús. Entre estos dos ministerios no hay solamente una secuencia de tiempo;
hay algo mucho más profundo, y con la ayuda del Señor deseamos descubrirlo
cuanto Dios nos lo conceda.
Jesús inicia su
predicación después del arresto de Juan. No es sólo un orden temporal de
hechos; estamos ante una lectura de los signos de los tiempos realizada por
Jesús, después de superar las tentaciones del desierto, luego de haber sido
bautizado por el mismo Juan.
Jesús deja Nazaret,
y con ella, a María, su Madre. Desde este momento su morada será cada vez más
incierta hasta el día en que tenga que decir que no tiene dónde reclinar su
cabeza (Mt 8,20). Por ahora, su primera escala es la ciudad costera de
Cafarnaúm, en donde habrá de realizar un magnífico ministerio pero con frutos
escasos para sus ojos ávidos de más amor y obediencia a Dios Padre (cf. Mt
11,23). Después dejará Galilea del todo para emprender la peregrinación final
hacia Jerusalén (Lc 9,51). Y por último lo dejará todo para subir a la Cruz.
Jesús deja su casa
materna. El Génesis enseñaba: "el hombre dejará a su padre y a su madre y
se unirá a su mujer, y serán una sola carne". Cuando Jesús deja su casa en
Nazaret, parte para sus bodas. Sale a buscar a su Novia, a sanar a su Esposa,
embellecer a su Preferida. Sale Jesús, como verdadero Novio (cf. Mt 9,15;
25,1), según dijo el mismo Bautista (Jn 3,29), y va tras aquella Iglesia, su
Amada, con quien un día celebrará bodas (Ap 19,7). ¡Dichosos los invitados a
ese banquete, preparado con tantas renuncias y tantísimo amor, cuyo preludio es
la Santísima Eucaristía!
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Acepta, Señor, las
ofrendas que te presentamos para esta Eucaristía en la que se realiza un
glorioso intercambio, a fin de que, al ofrecerte tus propios dones, podamos
recibirte a ti mismo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio de Navidad o de la Epifanía.
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN (Jn 1, 14)
Hemos contemplado su gloria, gloria que le corresponde como a
Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Concédenos, Dios
todopoderoso, que la gracia de estos sacramentos fortalezca cada día más
nuestra vida cristiana. Por Jesucristo, nuestro Señor.