SAGRADA FAMILIA DE JESÚS, MARIA Y JOSÉ
Santos: Sabino de Espoleto y compañeros, mártires; Félix, Papa y
mártir. Fiesta (Blanco)
DOS ISRAELITAS CONSAGRADOS AL SEÑOR
1 Sm 1,20-22. 24-28; I Jn 3,1-2. 21-24; Lc 2,41-52
El relato del libro de Samuel nos presenta a su madre Ana, que sube al
templo de Siló para mostrar su enorme gratitud al Señor. Un año atrás había
ingresado a ese mismo templo para presentarle al Señor su afrenta y su
humillación. En el entretanto, Dios la había escuchado, dándole el hijo que
tanto anhelaba. Su nombre, Samuel, expresaba su más honda certeza: Dios había
escuchado la petición de Ana. En agradecimiento, lo consagró para siempre al
servicio del Señor. En el pasaje del Evangelio de san Lucas apreciamos un claro
contraste. Sus padres, en pleno ejercicio de su autoridad, conducen a su
pequeño hijo de doce años al templo, para realizar la ceremonia de su
vinculación con la Ley de Moisés. Jesús viviría sometido al designio de Dios
expresado en la Torah. Para ilustrar el traspaso de la autoridad paterna a la
autoridad divina, el evangelista nos refiere este suceso. Jesús es hijo de José
y María, pero antes que tal filiación, está una más profunda y definitiva: Él
tendría que ocuparse en lo sucesivo de las cosas de su Padre.
ANTÍFONA DE ENTRADA (Lc 2, 16)
Fueron los pastores a toda prisa y encontraron a María y a José y,
recostado en un pesebre, al niño.
Se dice Gloria.
ORACIÓN COLECTA
Señor y Dios nuestro, tú que nos has dado en la Sagrada Familia de tu Hijo
el modelo perfecto para nuestras familias, concédenos practicar sus virtudes
domésticas y estar unidos por los lazos de tu amor, para que podamos ir a gozar
con ella eternamente de la alegría de tu casa. Por nuestro Señor Jesucristo...
LITURGIA DE LA PALABRA
Samuel quedará consagrado de por vida al Señor.
Del primer libro de Samuel: 1, 20-22. 24-28
En aquellos días, Ana concibió, dio a luz un hijo y le puso por nombre
Samuel, diciendo: "Al Señor se lo pedí". Después de un año, Elcaná,
su marido, subió con toda la familia para hacer el sacrificio anual para honrar
al Señor y para cumplir la promesa que habían hecho, pero Ana se quedó en su
casa.
Un tiempo después, Ana llevó a Samuel, que todavía era muy pequeño, a la
casa del Señor, en Siló, y llevó también un novillo de tres años, un costal de
harina y un odre de vino.
Una vez sacrificado el novillo, Ana presentó el niño a Elí y le dijo:
"Escúchame, señor: te juro por mi vida que yo soy aquella mujer que estuvo
junto a ti, en este lugar, orando al Señor. Éste es el niño que yo le pedía al
Señor y que Él me ha concedido. Por eso, ahora yo se lo ofrezco al Señor, para
que le quede consagrado de por vida". Y adoraron al Señor.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Comentario:
El capítulo 1 de Samuel que inaugura la historia seguida de los libros de
Samuel y de Reyes, está literariamente estructurado sobre la repetición del
término "Señor" (Yahvé) 21 veces (¡7x3!) y el verbo-clave
"pedir", repetido 7 veces; con ello el autor quiere subrayar el
significado religioso del hecho: obedece a la voluntad salvífica de Dios que da
generosamente al que se abre a él y le pide.
En la primera parte del fragmento se nos narra el nacimiento del muchacho,
el significado de su nombre y el voto de Ana. Pero el acento sobre la segunda
parte, centrada en la actitud de la madre. Ana, después de haber amamantado al
niño durante dos años, según la costumbre de la época es capaz de desprenderse
del chiquillo, después de haberlo deseado tanto y por tanto tiempo.
La entrega de Samuel al servicio del Señor adquiere connotaciones
sacrificiales, al mencionar el novillo, la harina y el vino del sacrificio que
acompaña el voto de Ana. Esta entrega sacrificialmente su hijo al Señor, no lo
sacrifica pero lo consagra al Señor. Consagra lo más preciado en su vida. La
actitud de Ana enlaza así con la de Abrahán (cf. Gn 22) capaz de sacrificar
Isaac al Señor.
La fe y el desprendimiento de Abrahán y de Ana son el prototipo de los de
María que entrega a su hijo al servicio del Padre, aun sin comprender demasiado
el significado de su gesto.
JORDI LATORRE
MISA DOMINICAL 1991, 17
Del salmo 83 R/. Señor, dichosos los que viven en tu casa.
Anhelando los atrios del Señor se consume mi alma. Todo mi ser de gozo se
estremece y el Dios vivo es la causa. R/.
Dichosos los que viven en tu casa, te alabarán para siempre; dichosos los
que encuentran en ti su fuerza y la esperanza de su corazón. R/.
Escucha mi oración, Señor de los ejércitos; Dios de Jacob, atiéndeme.
Míranos, Dios y protector nuestro, y contempla el rostro de tu Mesías. R/.
Nos llamamos hijos de Dios y lo somos.
De la primera carta del apóstol san Juan: 3, 1-2. 21-24
Queridos hijos: Miren cuánto amor nos ha tenido el Padre, pues no sólo nos
llamamos hijos de Dios, sino que lo somos. Si el mundo no nos conoce, es porque
tampoco lo ha reconocido a Él.
Hermanos míos, ahora somos hijos de Dios, pero aún no se ha manifestado
cómo seremos al fin. Y ya sabemos que, cuando Él se manifieste, vamos a ser
semejantes a Él, porque lo veremos tal cual es. Si nuestra conciencia no nos
remuerde, entonces, hermanos míos, nuestra confianza en Dios es total. Puesto
que cumplimos los mandamientos de Dios y hacemos lo que le agrada, ciertamente
obtendremos de Él todo lo que le pidamos.
Ahora bien, éste es su mandamiento: que creamos en la persona de
Jesucristo, su Hijo, y nos amemos los unos a los otros, conforme al precepto
que nos dio. Quien cumple sus mandamientos permanece en Dios y Dios en Él. En
esto conocemos, por el Espíritu que Él nos ha dado, que Él permanece en
nosotros.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
ACLAMACIÓN (Cfr. Hch 16, 14) R/. Aleluya, aleluya.
Abre, Señor, nuestros corazones, para que aceptemos las palabras de tu
Hijo. R/.
Los padres de Jesús lo encontraron en medio de los doctores.
Del santo Evangelio según san Lucas: 2, 41-52
41Sus padres iban todos
los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua.
42Cuando tuvo doce años,
subieron ellos como de costumbre a la fiesta 43y, al
volverse, pasados los días, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo su
padres.
44Pero creyendo que
estaría en la caravana, hicieron un día de camino, y le buscaban entre los
parientes y conocidos; 45pero al no
encontrarle, se volvieron a Jerusalén en su busca.
46Y sucedió que, al
cabo de tres días, le encontraron en el Templo sentado en medio de los
maestros, escuchándoles y preguntándoles; 47todos los que le oían, estaban estupefactos por su inteligencia y sus
respuestas.
48Cuando le vieron,
quedaron sorprendidos, y su madre le dijo:
«Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y
yo, angustiados, te andábamos buscando.»
49El les dijo:
«Y ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía
estar en la casa de mi Padre?»
50Pero ellos no comprendieron
la respuesta que les dio.
51Bajó con ellos y vino
a Nazaret, y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba cuidadosamente todas las
cosas en su corazón.
52Jesús progresaba en
sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres.
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Comentario:
Este hecho es la "última página" de los relatos de la Sagrada
Familia en los Evangelios.
Aquí Jesús parece contradecir aquello de que vivía sujeto a sus padres. Él
revela con su fuerte personalidad, la conciencia de su misión. Manifiesta
repentinamente una firme separación de María y José. Afirma que asume como
norma de su comportamiento sólo su pertenencia al Padre, y no a los vínculos
familiares terrenos.
Al dejar partir a María y José sin avisarles de su intención de permanecer
en Jerusalén, Jesús los introduce en el misterio del sufrimiento que lleva a la
alegría.
Así María y José viven tres días dramáticos en que Jesús se separa de ellos
para permanecer en el templo; es la anticipación del triúdio de su pasión,
muerte y resurrección.
Al encontrarlo en el Templo, se sorprenden pues su conducta es distinta a
la habitual; está en medio de los doctores de la Ley escuchándolos y
haciéndoles preguntas.
Jesús asume aquí el papel de Maestro (como lo hará más tarde en su vida
pública) pronunciando palabras que producen admiración en los que lo escuchan.
Ante la pregunta de María sobre el porqué de su conducta, Jesús responde
que Él debe ocuparse de las cosas de su Padre, poniendo de manifiesto su
independencia con respecto a todo vínculo humano cuando está de por medio la
Voluntad Divina.
María y José no lo comprendieron en ese momento, pero no le hicieron más
preguntas.
La Virgen guardaba todas estas cosas en su corazón, y este hecho es el
primer eslabón de una cadena de acontecimientos que llevará a María de ser
maestra de Jesús a ser su primera discípula.
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Credo
PLEGARIA UNIVERSAL
Presentemos nuestras plegarias a Dios, el Padre de todos, que hace de
nosotros su familia.
Después de cada petición diremos:
Escúchanos, Padre, y aumenta nuestra fe.
Por la Iglesia, por todos los cristianos. Que el Señor nos llene de su
gracia, y demos siempre un buen testimonio de su bondad. Oremos.
Por nuestras familias. Que nos amemos cada día más, que sepamos superar las
dificultades, que pongamos amor y alegría a nuestro alrededor, que tengamos el
espíritu abierto a todos los que nos necesiten. Oremos.
Por las familias que se encuentran con problemas graves: las que viven en
la pobreza y el abandono, las que sufren tensiones y rupturas. Que encuentren
ayuda y fortaleza para salir adelante. Oremos.
Por nosotros. Que estas fiestas de Navidad nos llenen de alegría y de
confianza. Oremos.
Escucha, Padre, nuestra oración, y bendice al mundo entero con el don de la
paz. Por Jesucristo, nuestro Señor.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Acepta, Señor, este sacrificio de reconciliación y, por intercesión de la
Virgen Madre de Dios y de san José, concede a nuestras familias vivir siempre
en tu amistad y en tu paz. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio I-III de Navidad.
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN (Ba 3, 38)
Nuestro Dios apareció en el mundo y convivió con los hombres.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Padre lleno de amor, concede a los que acabamos de alimentarnos con este
sacramento celestial, imitar siempre los ejemplos de la Sagrada Familia, para
que, después de las pruebas de esta vida, podamos gozar eternamente con ellos
en el cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
UNA REFLEXIÓN PARA NUESTRO TIEMPO.- En la escena evangélica asistimos a un
evento de ruptura. En cierta medida el adolescente Jesús se despega de sus
padres al momento de su vinculación con la ley de Moisés. Vive de algún modo
"una crisis de identidad": ya no estará vinculado estrechamente con
la guía de sus padres, sino con el designio de Dios. No es suficiente liberarse
de los obstáculos que acotan nuestra libertad, sino aprender a usar esa
libertad. La finalidad que pretendemos alcanzar con nuestra libertad recién
recuperada es la cuestión más decisiva. Podemos recordar a numerosos jóvenes
que alegan su derecho a emanciparse de la autoridad paterna, sin tener un
proyecto de vida que los mantenga libres y autónomos. Con frecuencia terminan
atrapados en las dependencias y adicciones que fomenta la sociedad de consumo.
La conquista de la libertad interior es un esfuerzo constante que demanda
mantenerse atento durante toda la vida. El Señor Jesús se "liberó" de
la tutela familiar para asimilar con toda radicalidad el proyecto de Dios Padre
en su vida.