18 de junio de 2011

Viernes de la 11ª semana del Tiempo Ordinario



Lecturas 

Viernes 17 de Junio del 2011
Primera lectura
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios (11,18.21b-30):

Son tantos los que presumen de títulos humanos, que también yo voy a presumir. Pues, si otros se dan importancia, hablo disparatando, voy a dármela yo también. ¿Que son hebreos?, también yo; ¿que son linaje de Israel?, también yo; ¿que son descendientes de Abrahán?, también yo; ¿que si ven a Cristo?, voy a decir un disparate: mucho más yo. Les gano en fatigas, les gano en cárceles, no digamos en palizas y en peligros de muerte, muchísimos; los judíos me han azotado cinco veces, con los cuarenta golpes menos uno; tres veces he sido apaleado, una vez me han apedreado, he tenido tres naufragios y pasé una noche y un día en el agua. Cuántos viajes a pie, con peligros de ríos, con peligros de bandoleros, peligros entre mi gente, peligros entre gentiles, peligros en la ciudad, peligros en despoblado, peligros en el mar, peligros con los falsos hermanos. Muerto de cansancio, sin dormir muchas noches, con hambre y sed, a menudo en ayunas, con frío y sin ropa. Y, aparte todo lo demás, la carga de cada día, la preocupación por todas las Iglesias. ¿Quién enferma sin que yo enferme?; ¿quién cae sin que a mí me dé fiebre? Si hay que presumir, presumiré de lo que muestra mi debilidad.

Palabra de Dios

Salmo
Sal 33,2-3.4-5.6-7

R/. El Señor libra a los justos de sus angustias

Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren. R/
.
Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor y me respondió,
me libró de todas mis ansias. R/.

Contempladlo y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
Si el afligido invoca al Señor,
él lo escucha y lo salva de sus angustias. R/.

Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (6,19-23):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No atesoréis tesoros en la tierra, donde la polilla y la carcoma los roen, donde los ladrones abren boquetes y los roban. Atesorad tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni carcoma que se los coman ni ladrones que abran boquetes y roben. Porque donde está tu tesoro allí está tu corazón. La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, tu cuerpo entero tendrá luz; si tu ojo está enfermo, tu cuerpo entero estará a oscuras. Y si la única luz que tienes está oscura, ¡cuánta será la oscuridad!»

Palabra del Señor
Comentario al Evangelio

Jose María Vegas, cmf
El verdadero tesoro

La psicología afirma que el hombre necesita una dosis razonable de autoestima. La humildad no consiste en la humillación de sí, sino, como decía santa Teresa de Jesús, en “andar en verdad”. Y la verdad de nuestros límites, defectos y pecados no puede desmentir el valor infinito que Dios ha depositado en cada uno de nosotros. Pero, al mismo tiempo, la sana y necesaria autoestima, para no caer en el narcisismo y la egolatría, tiene que saber reconocer con agradecimiento que no somos nosotros mismos la fuente última de nuestro valor y de nuestros talentos. Pablo, en polémica con los cristianos judaizantes que tratan de descalificarlo, exhibe sus títulos, los que le habilitan como “judío de pura cepa”, y los que hablan de él como auténtico apóstol, el más celoso y esforzado de todos. Pero esta exhibición paulina es algo más que un ejercicio de autoestima o de orgullo. Al enunciar primero sus títulos judíos, y luego los que le habilitan como apóstol de Cristo, está claro que está diciendo lo que vale y lo que no vale de todo esto. La pureza de su linaje hebreo es paja y viento que en nada sirve para la salvación. Mientras que el testimonio de su entrega apostólica apunta no a su propia persona, sino a la de Aquel a quien Pablo sirve con pasión. Vemos encarnadas en el Apóstol de los gentiles las palabras que Jesús nos dirige hoy sobre lo que verdaderamente vale. Pablo vive como vive y desprecia lo que desprecia porque ha encontrado un tesoro que supera toda medida y al que ha entregado por completo su corazón, su mente, sus trabajos y su vida entera; ha encontrado una luz que le ha iluminado por dentro y le ha hecho descubrir el verdadero valor de todas las cosas, incluidas aquellas que antes le parecían más preciosas. En él y en su pasión apostólica entendemos que la verdadera autoestima no nos encierra en nosotros mismos, sino que, por el contrario, nos abre a los demás; porque, al descubrir que su fuente no somos nosotros mismos, sino el Dios que nos trasciende y que se nos ha manifestado en Jesucristo, no podemos no tratar de comunicar a los demás, y por todos los medios a nuestro alcance, que también ellos están habitados de ese valor inconmensurable que, además, en cada uno adquiere un matiz personal e intransferible: el de la propia vocación.

Saludos cordiales
José M.ª Vegas cmf

http://josemvegas.wordpress.com/

Liturgia Viva 

¿DÓNDE ESTÁ NUESTRO TESORO?
(Año I. 2 Cor 11:18,21b-30; Mt 6:19-23)

Introducción
Año I: Para defender su ministerio, San Pablo se jacta de todo lo que ha hecho y sufrido en el servicio al evangelio, en las jóvenes comunidades cristianas. Estos sufrimientos le afectan y le hieren, porque sacan a relucir su debilidad humana. Pero él sigue resueltamente adelante, porque Dios es su fuerza y su tesoro, la luz que ilumina todo su ser.

Evangelio: ¿Cuáles son las cosas que nos preocupan, que dan vueltas constantemente en nuestra mente? La respuesta a esa pregunta nos indicará cuáles son nuestros valores, “dónde está nuestro corazón.” Para muchos generosos y comprometidos cristianos, estos valores (o mejor, contravalores) raramente serán tan rastreros y groseros, como la búsqueda loca del mero placer y el hambre insaciable por riquezas materiales y bienestar mundano, aunque éstas actitudes no siempre estén descartadas completamente. Pero ¿ qué decir acerca de la ambición por la promoción y el poder, la tendencia a dominar a otros, y modelar a los demás a nuestra imagen y semejanza, más que a la semejanza de Dios? ¿Qué pensar acerca de esa actitud que tiende a colocarnos a nosotros mismos como centro del universo?
¿Dónde, cuando y cómo buscamos lo que el Señor llama la “única cosa necesaria?”

Colecta
Señor Dios nuestro:
Tú eres el origen y el fin de todo,
el auténtico sentido de nuestra existencia
y la meta de todo lo que hacemos.
Te pedimos hoy:
sácanos de nuestros pequeños mundos,
creados por nosotros a nuestra medida,
y ábrenos a ti y a tu Reino.
Sé tú mismo para nosotros
la perla preciosa de nuestras vidas;
y que cada persona a nuestro alrededor
sea como el caparazón en el que encontramos esa perla
que es Cristo y eres tú,
que viven y reinan con el Espíritu Santo
por los siglos de los siglos. Amén.

Intenciones
Por todos aquellos que se preocupan excesivamente por el dinero y las riquezas, para que aprendan a ser sensibles y a preocuparse sinceramente por los que no pueden gozar ni de lo más esencial en la vida, roguemos.
Por los que han sido víctimas de la codicia e intolerancia, para que muchas personas bondadosas les restauren su fe en Dios y en sus hermanos los hombres.
Por todos nosotros, para que seamos agradecidos a Dios por habernos dado fe en él, y en su amor y misericordia, oremos.

Oración sobre las Ofrendas
Señor Dios nuestro:
tú nos reúnes alrededor de la mesa
de tu Hijo Jesucristo.
La eucaristía es para nosotros
el mejor y más precioso tesoro.
Haznos apreciar en todo su valor
la presencia de Jesús entre nosotros.
Que nos enriquezca siempre
con el profundo sentido de su cercanía.
Y que aprendamos de él
a estar presentes los unos a los otros
con generosidad y afecto.
Te lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor.

Oración después de la Comunión
Señor Dios nuestro:
De las palabras y de la presencia misteriosa de Jesús
aprendemos que no hay nada más precioso
que tu amor hacia nosotros
y el Reino que tú quieres construir con nosotros.
Queremos que seas nuestra alegría y nuestro tesoro.
Te damos gracias, porque nos has encontrado.
Que nosotros también
sigamos siempre encontrándote a ti
en las diferentes formas en las que te manifiestas,
en la bondad de la gente,
y en los tesoros de nuestra fe.
Nuestras sinceras gracias a ti, Padre,
por Jesucristo nuestro Señor.

Bendición
Hermanos Nuestra oración y todo nuestro culto
es servicio a Dios y a nuestro prójimo,
no servicio egoísta a sí mismo
en el sentido de presumir y alardear
por lo que hacemos para Dios
y para nuestros prójimos.
Lo primero es adoración en espíritu y en verdad.
Que Dios les bendiga, el Padre, y el Hijo,
y el Espíritu Santo.