15 de junio de 2011

Miércoles de la 11ª semana del Tiempo Ordinario



Lecturas 
Miércoles 15 de Junio del 2011
Primera lectura
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios (9,6-11):

El que siembra tacañamente, tacañamente cosechará; el que siembra generosamente, generosamente cosechará. Cada uno dé como haya decidido su conciencia: no a disgusto ni por compromiso; porque al que da de buena gana lo ama Dios. Tiene Dios poder para colmaros de toda clase de favores, de modo que, teniendo siempre lo suficiente, os sobre para obras buenas. Como dice la Escritura: «Reparte limosna a los pobres, su justicia es constante, sin falta.» El que proporciona semilla para sembrar y pan para comer os proporcionará y aumentará la semilla, y multiplicará la cosecha de vuestra justicia. Siempre seréis ricos para ser generosos, y así, por medio nuestro, se dará gracias a Dios.

Palabra de Dios
Salmo
Sal 111,1-2.3-4.9

R/. Dichoso quien teme al Señor

Dichoso quien teme al Señor
y ama de corazón sus mandatos.
Su linaje será poderoso en la tierra,
la descendencia del justo será bendita. R/.

En su casa habrá riquezas y abundancia,
su caridad es constante, sin falta.
En las tinieblas brilla como una luz
el que es justo, clemente y compasivo. R/.

Reparte limosna a los pobres;
su caridad es constante, sin falta,
y alzará la frente con dignidad. R/.

Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (6,1-6.16-18):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario, no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta por delante, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo pagará. Cuando recéis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea la gente. Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, cuando vayas a rezar, entra en tu aposento, cierra la puerta y reza a tu Padre, que está en lo escondido, y tu Padre, que ve en lo escondido, te lo pagará. Cuando ayunéis, no andéis cabizbajos, como los hipócritas que desfiguran su cara para hacer ver a la gente que ayunan. Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no la gente, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará.»

Palabra del Señor
Comentario al Evangelio del Miércoles 15 de Junio del 2011

Jose María Vegas, cmf

Los deberes morales y la pureza del corazón

La triada limosna, ayuno y oración es la expresión de las tres relaciones fundamentales en las que inevitablemente vive el hombre, y que constituyen las tres fuentes primarias de exigencia moral: la relación con los demás, la relación consigo mismo y la relación con Dios. Con los demás debemos ser justos y benevolentes; en relación con nosotros mismos debemos controlar y dominar las propias inclinaciones; en relación con Dios, hemos de elevar nuestra mente y nuestro corazón para reconocerlo, alabarlo, adorarlo y someternos a Él. Pero Jesús no se limita a recordarnos estas obligaciones elementales, sino que nos exhorta a practicar estas virtudes (si queremos decirlo de manera clásica: las de justicia, templanza y religión) con pureza de corazón. Porque nuestra inclinación al pecado no se expresa sólo en la contravención de nuestros deberes (siendo injustos e inmisericordes, entregándonos a nuestras bajas pasiones y viviendo de espaldas a Dios), sino también en su instrumentalización, que los convierte en meros medios para fines egoístas: exhibirnos, atraernos la aprobación o la admiración social, hacer de este modo carrera. Jesús nos llama a hacer el bien por el bien mismo y no por los beneficios añadidos que podamos obtener de él. Es una llamada a la generosidad que sabe posponer los beneficios inmediatos al bien elegido por razón de sí mismo, por su intrínseca dignidad. Es la misma llamada que se percibe en la exhortación de Pablo a sus cristianos de Corinto, cuya promesa de favores por parte de Dios evidentemente no se refiere a bienes contables recibidos en esta vida. Y es que, de hecho, la felicidad y el bienestar material a los que aspiramos tan legítima como inevitablemente dependen de múltiples factores que no están en nuestra mano y, por tanto, no hay modo de asegurárselos en esta vida, incluso si, transgrediendo todo límite moral, usamos medios ilegítimos (desde el egoísmo más craso, hasta la sutil instrumentalización de la virtud). Lo único que en esta vida depende completamente de nosotros es el vivir con dignidad, honestamente. Y, como hacer esto significa, a fin de cuentas, reconocer de un modo u otro la fuente de todo bien, que es Dios, vivir con dignidad, aún a costa de perder en esta vida, significa abrirse a esa clase de bienes definitivos que sólo Dios puede otorgar, y en los que la vida vivida con dignidad y el deseo de felicidad encuentran por fin acuerdo y armonía.

Saludos cordiales
José M.ª Vegas cmf
http://josemvegas.wordpress.com/

Liturgia Viva

DANDO GENEROSAMENTE
(Año I. 2 Cor 9:6-11; Mt 5:1-6, 16-18)

Introducción
Año I y Evangelio: Tanto Jesús (en el evangelio) como Pablo (en la primera lectura) nos hablan hoy sobre el compartir sincero y generoso. Para Pablo, los que dan y comparten generosamente y con espontaneidad son ministros de la bondad de Dios. Dan gracias a Dios por lo que ellos mismos han recibido, y se enriquecen todavía más al compartir. La limosna, el dar -y también la oración y el ayuno- deben hacerse honrar a Dios, dice Jesús, no para complacerse en sí mismos o para ser admirado y aplaudido por los demás. Sería bueno para nosotros, para nuestras organizaciones católicas e instituciones de la Iglesia recordar que nosotros no tenemos el monopolio de la caridad, que Dios está presente en cada acto de amor y en cada compartir, aunque no lleven la etiqueta de “católico”. El auténtico amor es discreto, como el de Dios.

Colecta
Señor Dios nuestro:
Tú nos concedes que el Espíritu Santo
nos llene generosamente
con múltiples dones.
Y tú quieres que seamos
ministros de tu generosidad
para cada uno de nuestros hermanos.
Ayúdanos a expresarte nuestra gratitud
y a revelar tu bondad
compartiendo lo que somos y tenemos,
con total alegría y sinceridad,
como hizo Jesús, tu Hijo,
que vive y reina contigo
por los siglos de los siglos.

Intenciones
Para que nosotros seamos discretos y circunspectos
cuando ayudamos a la gente marginada y necesitada, oremos.
Que aprendamos a percatarnos de las tácitas necesidades de la gente modesta, tímida y sencilla, oremos.
Que el Señor nos dé la gracia de ser generosos de corazón (siendo sensibles y compasivos) y también generosos de manos (con acciones de servicio concretas y comprometidas).

Oración sobre las Ofrendas
Señor Dios nuestro:
Tú nos das no solamente las cosas que necesitamos
sino también compartes con nosotros
lo mejor de ti mismo:
tu Hijo Jesucristo.
Acepta de nuestras manos
estos humildes dones de pan y vino,
que hemos recibido de ti.
Que por su medio
tu Hijo se haga presente entre nosotros.
Con esos dones queremos expresar
que nosotros también
estamos dispuestos a compartir con otros,
sin poner ni etiquetas
ni código de precios en nuestros dones,
y darnos a nosotros mismos con Jesús,
que vive contigo y con el Espíritu Santo
por los siglos de los siglos.

Oración después de la Comunión
Señor Dios nuestro, nuestro Padre en el cielo:
Tus propios dones son con frecuencia
humildes y velados,
como el de darnos a tu Hijo
en los signos de pan y vino.
Oh Dios, que miras
en lo más profundo de nuestros corazones,
enséñanos a compartir sin exhibicionismos;
que nuestra mano izquierda no sepa
lo que nuestra mano derecha está dando.
Que nos contentemos con saber que tú lo sabes:
tú que eres nuestro Padre
en Cristo Jesús, nuestro Señor.

Despedida
Hermanos: Si amamos solamente a los que nos aman, hacemos simplemente lo que hace también la gente que no cree. Nunca habríamos de excluir a nadie de nuestro amor, ya que ésta es la señal distintiva de los seguidores de Jesús: “Amar al prójimo como a nosotros mismos.”
Para que puedan cumplir esto fielmente,
que el Señor les bendiga,
el Padre, y el Hijo, y el Espíritu Santo.