SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS
Santidad para todos
Hoy es una fiesta de inmenso gozo, pues celebramos a todos los santos, que no son pocos, sino «una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas». Hemos de dejarnos arrebatar por este espectáculo maravilloso que nos presenta el libro del Apocalipsis: La multitud de santos, conocidos y desconocidos, de todas las épocas, hermanos nuestros, que ya han alcanzado la plenitud de hijos de Dios, que son semejantes a Dios porque le ven «tal cual es», que han recogido plenamente el fruto de haber vivido las bienaventuranzas en la tierra.
Como siempre, la liturgia centra nuestra atención en Cristo. Es a él a quien celebramos, pues toda esta multitud de santos son fruto de la redención de Cristo, son los que «han lavado y blanqueado sus mantos en la sangre del Cordero». Lejos de distraer de Cristo, los santos nos hacen comprender mejor la grandeza del Redentor y la fecundidad de su sangre. Por eso es a él a quien cantamos: « ¡La salvación es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero!»
Por eso, esta fiesta llena de gozo lo es también de esperanza. Lo que Cristo ha hecho con ellos lo puede hacer y lo quiere hacer también en nosotros. La santidad se ofrece a todos, porque la misma sangre redentora que les ha lavado a ellos nos quiere lavar también a nosotros. Por eso, pedimos a Dios para nosotros la abundancia de su misericordia y su perdón. Contamos, además, con la intercesión y ayuda de esta multitud de hermanos nuestros.
I. RITOS INICIALES
ANTÍFONA DE ENTRADA
Alegrémonos todos en el Señor al celebrar esta solemnidad en honor de todos los santos. Los ángeles se regocijan por esta solemnidad y alaban al Hijo de Dios.
ACTO PENITENCIAL
Humildes y penitentes, como el publicano en el templo, acerquémonos al Dios justo, y pidámosle que tenga piedad de nosotros, que también nos reconocemos pecadores.
(Se hace una breve pausa en silencio.)
† Señor, ten misericordia de nosotros.
R. Porque hemos pecado contra ti.
† Muéstranos, Señor, tu misericordia.
R. Y danos tu salvación.
† Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
Amén.
SE DICE GLORIA A DIOS
Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor. Por tu inmensa gloria te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos gracias, Señor Dios, Rey celestial, Dios Padre todopoderoso. Señor, Hijo único, Jesucristo. Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre; tú que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros; tú que quitas el pecado del mundo, atiende nuestra suplica; tú que estás sentado a la derecha del Padre, ten piedad de nosotros; porque sólo tú eres Santo, sólo tú Señor, sólo tú Altísimo, Jesucristo, con el Espíritu Santo en la gloria de Dios Padre. Amén.
ORACIÓN COLECTA
Dios todopoderoso y eterno, que nos concedes celebrar en una sola fiesta los méritos de todos tus santos; te rogamos que, por las súplicas de tantos intercesores, derrames sobre nosotros la ansiada plenitud de tu misericordia.
Por nuestro Señor Jesucristo
II. LITURGIA DE LA PALABRA
PRIMERA LECTURA Apoc 7, 2-4. 9-14
Vi una muchedumbre inmensa, que nadie podía contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas. El destino eterno del hombre se libra a diario en la vida temporal, cualquiera que sea su raza, la condición y estado de cada hombre.
Lectura del libro del Apocalipsis.
Yo, Juan, vi a un ángel que subía del Oriente, llevando el sello del Dios vivo. Y comenzó a gritar con voz potente a los cuatro ángeles que habían recibido el poder de dañar a la tierra y al mar: “No dañen a la tierra ni al mar ni a los árboles hasta que marquemos con el sello la frente de los servidores de nuestro Dios”.
Oí entonces el número de los que habían sido marcados: eran ciento cuarenta y cuatro mil pertenecientes a todas las tribus de Israel. Después de esto, vi una enorme muchedumbre imposible de contar, formada por gente de todas las naciones, familias, pueblos y lenguas. Estaban de pie ante el trono y delante del Cordero, vestidos con túnicas blancas; llevaban palmas en la mano y exclamaban con voz potente: “¡La salvación viene de nuestro Dios que está sentado en el trono y del Cordero!”. Y todos los ángeles que estaban alrededor del trono, de los ancianos y de los cuatro seres vivientes, se postraron con el rostro en tierra delante del trono, y adoraron a Dios, diciendo: “¡Amén! ¡Alabanza, gloria y sabiduría, acción de gracias, honor, poder y fuerza a nuestro Dios para siempre! ¡Amén!”. Y uno de los ancianos me preguntó: “¿Quiénes son y de dónde vienen los que están revestidos de túnicas blancas?”. Yo le respondí: “Tú lo sabes, Señor”. Y él me dijo: “Estos son los que vienen de la gran tribulación; ellos han lavado sus vestiduras y las han blanqueado en la sangre del Cordero”.
Palabra de Dios.
COMENTARIO
Esta visión de Juan nos ofrece una representación simbólica de la liturgia del Reino: el Cordero, la multitud reunida ante el trono de Dios, las túnicas blancas, las palmas en las manos y la potente voz que se oía ... Pero todo ello precedido de la lucha, la persecución y la muerte violenta. No hay otro modo de seguir tras las huellas del Maestro y anunciar el Evangelio de la vida que el camino de la cruz. El Evangelio anunciado no se interesa simplemente por un hecho del pasado, sino trata de hacer revivir en nosotros la vida del Resucitado, del Inmolado, del Perseguido por excelencia, llevando al mismo tiempo a los otros los beneficios de la salvación. De ahí que el cristiano sea un inconformista y se rebele frente a todo lo que atente contra la dignidad de la persona. Es lo que ha llevado a Juan a proclamar el triunfo del Cordero y de todos los que se configuren a Él.
SALMO Sal 23, 1-6
R. Así son los que buscan tu rostro, Señor.
O bien: ¡Benditos los que buscan al Señor!
Del Señor es la tierra y todo lo que hay en ella, el mundo y todos sus habitantes, porque él la fundó sobre los mares; él la afirmó sobre las corrientes del océano. R.
¿Quién podrá subir a la montaña del Señor y permanecer en su recinto sagrado? El que tiene las manos limpias y puro el corazón; el que no rinde culto a los ídolos ni jura falsamente. R.
Él recibirá la bendición del Señor, la recompensa de Dios, su Salvador. Así son los que buscan al Señor, los que buscan tu rostro, Dios de Jacob. R.
SEGUNDA LECTURA 1Jn 3, 1-3
Veremos a Dios tal cual es. La santidad cristiana es siempre una iniciativa del de Amor de Dios sobre el hombre, aunque queda bajo la responsabilidad de los propios hombres el secundar esa iniciativa y esa elección, respondiendo con amorosa conciencia de hijos de Dios.
Lectura de la primera carta del apóstol san Juan.
Queridos hermanos: ¡Miren cómo nos amó el Padre! Quiso que nos llamáramos hijos de Dios, y nosotros lo somos realmente. Si el mundo no nos reconoce, es porque no lo ha reconocido a él. Queridos míos, desde ahora somos hijos de Dios, y lo que seremos no se ha manifestado todavía. Sabemos que cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es. El que tiene esta esperanza en él, se purifica, así como él es puro.
Palabra de Dios.
COMENTARIO
Juan considera aquí al cristiano en su realidad concreta de individuo que está en comunión con el Padre y el Hijo e indica el motivo de esa comunión en el hecho de ser él ahora realmente hijo de Dios y objeto de su amor. He aquí nuestra realidad, que no puede ser comprendida por los que no han experimentado la presencia de Dios en su vida y en sus obras. El cristiano es consciente de que Dios mora en su interior.
Sabe que la salvación realizada por Jesús lo ha convertido en hijo, coheredero con Él. De esa experiencia que le da la fe brota una alegría profunda e inacabable, pues ya lo prometió el Maestro: “Nadie podrá arrebatarles su alegría” (Jn 16, 22). Pero esta alegría debe comunicarse, ya que ya que «un santo triste es un triste santo».
ALELUYA Mt 11, 28
Aleluya. “Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré”, dice el Señor. Aleluya.
EVANGELIO Mt 4, 25—5, 12
Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Las bienaventuranzas evangélicas son el camino auténtico que Cristo nos ha garantizado con su vida y con su gracia para la santidad cristiana. Son la semblanza modélica del propio Corazón de Jesucristo.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo
Seguían a Jesús grandes multitudes que llegaban de Galilea, de la Decápolis, de Jerusalén, de Judea y de la Transjordania.
Al ver a la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó y sus discípulos se acercaron a él. Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo: “Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el reino de los cielos. Felices los afligidos, porque serán consolados. Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia. Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia.
Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios. Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios. Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el reino de los cielos. Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí.
Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo; de la misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron”.
Palabra del Señor.
COMENTARIO
El evangelio nos presenta el marco perfecto en el que debe ubicarse la fotografía de todo varón y de toda mujer que vivieron su vocación a la santidad en plenitud. El llamar “felices” a los pobres, a los afligidos, a los perseguidos, a los hambrientos y a los sedientos no implica la justificación de esas situaciones, sino más bien su condena. Son un estímulo para luchar contra ellas. La felicidad aquí prometida por el Maestro es posible porque Él está presente y es ofrecida a los hombres y mujeres que escuchan con fe, a pesar de la dura realidad de su situación actual. Por tanto, Mateo indica que la verdadera recompensa y la alegría total no son de este mundo, y sólo pertenecen a quienes se han puesto en el camino del Sermón de la Montaña: “Sean perfectos como perfecto es el Padre celestial” (Mt 5, 48).
EL CREDO
Creo en Dios Padre todopoderoso. Creador del cielo y de la tierra. Y en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor; que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen; padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado; descendió a los infiernos; al tercer día resucitó de entre los muertos; subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios Padre todopoderoso; desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos.
Creo en el Espíritu Santo, la Santa Iglesia Católica, la comunión de los Santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne, y la vida eterna. Amén.
ORACIÓN DE LOS FIELES
† En esta oración pública y comunitaria que vamos a hacer, no se limite cada uno a orar por sí mismo o por sus necesidades, sino oremos a Cristo, el Señor, por todo el pueblo.
R. Cristo, óyenos, o bien: Cristo, escúchanos.
· Pidamos para todo el pueblo cristiano la abundancia de la bondad divina.
· Imploremos la largueza de los dones espirituales para todos los no creyentes.
· Supliquemos la fortaleza del Señor para todos los que gobiernan las naciones.
· Pidamos al Señor que gobierna el mundo tiempo bueno y maduración de los frutos
· Roguemos al Señor por todos nuestros hermanos qué no han podido venir a esta celebración
· Oremos al Juez de todos los hombres por el descanso eterno de los fieles difuntos...
· Pidamos la clemencia del Salvador para todos nosotros, que imploramos con fe la misericordia del Señor.
· Imploremos la misericordia de Cristo, el Señor, en favor nuestro y de nuestros familiares, Confiando en la bondad del Señor.
† Atiende benignamente nuestras súplicas, Señor, y escucha las oraciones de tus fieles. Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.
III. LITURGIA EUCARISTICA
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Señor, sean de tu agrado los dones que te ofrecemos en honor de todos los Santos y concédenos que ellos que ya han alcanzado la felicidad eterna, nos hagan sentir su fraterna solicitud por nuestra salvación. Por Jesucristo nuestro Señor.
PLEGARIA EUCARISTICA
PREFACIO
LA GLORIA DE LA IGLESIA, NUESTRA MADRE
† El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.
† Levantemos el corazón.
R. Lo tenemos levantado hacia el Señor.
† Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
R. Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
Porque hoy nos permites honrar a la Ciudad santa, la Jerusalén celestial, que es nuestra madre, donde una multitud de hermanos nuestros ya te alaba eternamente. Nosotros, avanzando en la fe, nos encaminamos con entusiasmo hacia ella, y nos alegramos al celebrar la gloria de los miembros más insignes de tu Iglesia; en ellos encontramos al mismo tiempo ejemplo y ayuda para nuestra fragilidad.
Por eso, unidos a ellos y a todos los ángeles, te glorificamos unánimemente, y te alabamos con nuestras voces, diciendo:
Santo, Santo, Santo..
Durante la consagración, de rodillas, "a no ser que lo impida la estrechez del lugar, la aglomeración de la concurrencia o cualquier otra causa razonable". Terminada la consagración y la elevación del cáliz, con la genuflexión del sacerdote, hasta el final de la misa: de pie.
RITO DE COMUNION
PADRE NUESTRO
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.
LA PAZ
Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles: “La paz os dejo, mi paz os doy”. No tengas en cuenta nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia, y, conforme a tu palabra, concédele la paz y la unidad. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
CORDERO
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros. Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros. Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, danos la paz.
ANTÍFONA DE COMUNIÓN Mt 5, 8-10
Bienaventurados los que tienen un corazón puro, porque verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Dios, te adoramos y proclamamos admirable y el único Santo entre todos tus santos; imploramos tu gracia por la que alcancemos la santidad en la plenitud de tu amor, y pasemos de esta mesa de los peregrinos al banquete de la patria del cielo. Por Jesucristo nuestro Señor
IV. RITOS DE CONCLUSION
Bendición