7 de agosto de 2011

DOMINGO XIX DEL TIEMPO ORDINARIO Ciclo A





Echar raíces en Dios
Mt 14,22-33
Son numerosas las ocasiones en que los evangelistas nos repiten que Jesús se retiraba a solas a orar. Un gesto vale más que mil palabras. Con ello nos enseña también a nosotros la necesidad que tenemos de esa oración silenciosa, de ese estar con el Padre a solas, sabiendo que nos ama y nos cuida. Sin una vida profunda de oración, nuestra existencia será como esa barca zarandeada por las olas, alborotada por cualquier dificultad, sin raíces, sin estabilidad.
El que ora de verdad va alimentando su vida de fe, va echando raíces en Dios. La oración le da ojos para conocer a Jesús y descubrirle en todo, incluso en medio de las dificultades, del sufrimiento y de las pruebas: “Verdaderamente eres Hijo de Dios”. La falta de oración, en cambio, hace que se sienta a Jesús como un “fantasma”, como algo irreal; el que no ora es un hombre de poca fe, duda y hasta acaba perdiendo la fe.
El que trata de manera íntima y familiar con Dios experimenta la seguridad de saberse acompañado, de saberse protegido por un amor que es más fuerte que el dolor y que la muerte. El que no ora se siente solo. El que ora convive con Cristo y experimenta la fuerza de sus palabras: “Tranquilícense, soy Yo; no teman”. Es necesario volver a descubrir entre los cristianos la dicha de la oración. Cristo no quiere siervos, sino amigos que vivan en íntima familiaridad con Él. (FGD)



ANTÍFONA DE ENTRADA Cfr. Sal 73, 20.19.22.23
Acuérdate, Señor, de tu alianza, y no olvides para siempre a tus pobres. Levántate, Señor, defiende tu causa y no desoigas el clamor de los que te invocan.
ACTO PENITENCIAL
     Tú nos llamas hacer silencio en el tumulto de nuestra vida para reconocerte, cuando pasas cerca de nosotros. Señor, ten piedad
     Tú nos llamas a confiar en ti, cuando la barca de nuestra vida es sacudida por las olas. Cristo, ten piedad
     Tú nos pides no olvidarnos de tu presencia en el corazón de nuestra vida, cuando se levanta el viento de las pasiones. Señor, ten piedad
Se dice Gloria
ORACIÓN COLECTA
Dios todopoderoso y eterno, a quien, movidos por el Espíritu Santo, nos animamos a llamar Padre; confirma en nuestros corazones la condición de hijos tuyos, para que podamos entrar en la herencia prometida. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
PRIMERA LECTURA 1 Rey 19,9. 11-13
Lectura del primer libro de los Reyes.
Habiendo llegado Elías ala montaña de Dios, el Horeb, entró en la gruta y pasó la noche. Allí le fue dirigida la palabra del Señor. El Señor le dijo: “Sal y quédate de pie en la montaña, delante del Señor”. Y en ese momento el Señor pasaba. Sopló un viento huracanado que partía las montañas y resquebrajaba las rocas delante del Señor. Pero el Señor no estaba en el viento. Después del viento, hubo un terremoto. Pero el Señor no estaba en el terremoto. Después del terremoto, se encendió un fuego. Pero el Señor no estaba en el fuego. Después del fuego, se oyó el rumor de una brisa suave. Al oírla, Elías se cubrió el rostro con su manto, salió y se quedó de pie a la entrada de la gruta.
Palabra de Dios.
COMENTARIO
¿Dónde reconocerla presencia de Dios? El profeta está atento al encuentro con Dios. Hay signos que pueden ser contradictorios, pero el profeta no desiste en su búsqueda. Dios se revelará y será posible dialogar con él.
SALMO Sal 84, 9-14
R. Muéstranos, Señor, tu misericordia, y danos tu salvación.
Voy a proclamar lo que dice el Señor: el Señor promete la paz para su pueblo y sus amigos. Su salvación está muy cerca de sus fieles, y la Gloria habitará en nuestra tierra. R.
El Amor y la Verdad se encontrarán, la Justicia y la Paz se abrazarán; la Verdad brotará de la tierra y la Justicia mirará desde el cielo. R.
El mismo Señor nos dará sus bienes y nuestra tierra producirá sus frutos. La Justicia irá delante de Él, y la Paz, sobre la huella de sus pasos. R.
SEGUNDA LECTURA Rom 9, 1-5
Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Roma.
Hermanos: Digo la verdad en Cristo, no miento, y mi conciencia me lo atestigua en el Espíritu Santo. Siento una gran tristeza y un dolor constante en mi corazón. Yo mismo desearía ser maldito, separado de Cristo, en favor de mis hermanos, los de mi propia raza. Ellos son israelitas: a ellos pertenecen la adopción filial, la gloria, las alianzas, la legislación, el culto y las promesas. A ellos pertenecen también los patriarcas, y de ellos desciende Cristo según su condición humana, el cual está por encima de todo, Dios bendito eternamente. Amén.
Palabra de Dios.
COMENTARIO
Para el apóstol Pablo es un enigma que el pueblo de Israel, tras siglos esperando al Mesías, no lo haya acogido. Lo que nos da a entender que también muchos cristianos de la comunidad de Roma participan de esta ansiedad reflejada en la carta del apóstol.
ALELUYA Sal 129,5
Aleluya. Mi alma espera en el Señor, y yo confío en su palabra. Aleluya.
EVANGELIO Mt 14, 22-33
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Después de la multiplicación de los panes, Jesús obligó a los discípulos que subieran a la barca y pasaran antes que Él a la otra orilla, mientras Él despedía a la multitud. Después, subió a la montaña para orar a solas. Y al atardecer, todavía estaba allí, solo. La barca ya estaba muy lejos de la costa, sacudida por las olas, porque tenían viento en contra. A la madrugada, Jesús fue hacia ellos, caminando sobre el mar. Los discípulos, al verlo caminar sobre el mar, se asustaron. “Es un fantasma”, dijeron, y llenos de temor se pusieron a gritar. Pero Jesús les dijo: “Tranquilícense, soy Yo; no teman”. Entonces Pedro le respondió: “Señor, si eres Tú, mándame ir a tu encuentro sobre el agua”. “Ven”, le dijo Jesús. Y Pedro, bajando de la barca, comenzó a caminar sobre el agua en dirección a Él. Pero, al ver la violencia del viento, tuvo miedo, y como empezaba a hundirse, gritó: “Señor, sálvame”. En seguida, Jesús le tendió la mano y lo sostuvo, mientras le decía: “Hombre de poca fe, ¿porqué dudaste?”. En cuanto subieron a la barca, el viento se calmó. Los que estaban en ella se postraron ante Él, diciendo: “Verdaderamente, Tú eres el Hijo de Dios”.
Palabra del Señor.
COMENTARIO
El relato de Mateo presenta el progresivo reconocimiento de los Apóstoles de ver a Jesús como el Hijo de Dios, de creer que él viene hasta nosotros por encima de todas las agitaciones y temores para tendernos su mano salvadora.
Se dice el Credo
ORACION DE LOS FIELES
S. Hoy todavía, como en tiempo del Evangelio, la barca de Pedro está sacudida en medio de tempestades. Oremos para que el Señor Jesús la guarde bajo la constante protección de su amor.
     Oremos por la Iglesia de Jesucristo, Como el profeta Elías, que vaya a tu encuentro, Señor, y sepa reconocer tú paso.
     Oremos por el pueblo de Israel de quien nació Jesús según la carne. Condúcelo a la plenitud de la redención. Concédele reconocer en Jesús a su Mesías, el Dios que es bendito eternamente.  (Rom 9,5)
     Oremos por los que, en medio de la violencia de la tempestad están angustiados por la duda y creen ver fantasmas en todas partes. Hazles oír la voz de Jesús que les dice: "Tranquilícense, soy Yo! No teman!" (Mt 14,27)
     Oremos por los que tienen miedo de hundirse y luchan en medio de las olas y del viento. Concédeles coger la mano que Jesús les tiende. (Mt 14,31) Sálvalos en nombre de tu amor.
     Oremos por nuestra comunidad que reúne tu amor. Enséñanos, Señor, a saber apartarnos a imitación de Jesús, y a recogernos para orar. (Mt 14,23)
S. Dios nuestro Padre, tu eres bendito eternamente. (Rom 9,5) ¡A ti la alabanza y el amor de nuestra vida por los siglos de los siglos!
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Padre de bondad, acepta los dones que misericordiosamente has dado a tu Iglesia y que, con tu poder, conviertes en sacramento de salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor.
PREFACIO DOMINICAL
ANTÍFONA DE COMUNIÓN Sa1147,12.14
Jerusalén, glorifica al Señor tu Dios, que sacia con lo mejor del trigo.
O bien: Cfr. Jn 6, 51
Dice el Señor: el pan que yo daré, es mi carne para la vida del mundo.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Padre, que la comunión de tus sacramentos nos alcance la salvación y nos confirme en la luz de tu verdad. Por Jesucristo, nuestro Señor.