18 de mayo de 2011

Miércoles de la 4ª semana de Pascua Ciclo A.

Lecturas 

Miércoles 18 de Mayo del 2011
Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (12,24–13,5):

En aquellos días, la palabra de Dios cundía y se propagaba. Cuando cumplieron su misión, Bernabé y Saulo se volvieron de Jerusalén, llevándose con ellos a Juan Marcos. En la Iglesia de Antioquía había profetas y maestros: Bernabé, Simeón, apodado el Moreno, Lucio el Cireneo, Manahén, hermano de leche del virrey Herodes, y Saulo.
Un día que ayunaban y daban culto al Señor, dijo el Espíritu Santo: «Apartadme a Bernabé y a Saulo para la misión a que los he llamado.»
Volvieron a ayunar y a orar, les impusieron las manos y los despidieron. Con esta misión del Espíritu Santo, bajaron a Seleucia y de allí zarparon para Chipre. Llegados a Salamina, anunciaron la palabra de Dios en las sinagogas de los judíos, llevando como asistente a Juan.

Palabra de Dios

Salmo
Sal 66,2-3.5.6.8

R/. Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben

El Señor tenga piedad nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación. R/.

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra. R/.

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
Que Dios nos bendiga;
que le teman hasta los confines del orbe. R/.

Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Juan (12,44-50):

En aquel tiempo, Jesús dijo, gritando: «El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me ha enviado. Y el que me ve a mí ve al que me ha enviado. Yo he venido al mundo como luz, y así el que cree en mí no quedará en tinieblas. Al que oiga mis palabras y no las cumpla yo no lo juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo. El que me rechaza y no acepta mis palabras tiene quien lo juzgue: la palabra que yo he pronunciado, ésa lo juzgará en el último día. Porque yo no he hablado por cuenta mía; el Padre que me envió es quien me ha ordenado lo que he de decir y cómo he de hablar. Y sé que su mandato es vida eterna. Por tanto, lo que yo hablo lo hablo como me ha encargado el Padre.»

Palabra del Señor

Comentario al Evangelio del Miércoles 18 de Mayo del 2011

Pablo Largo, cmf

Queridos amigos:
Jesús no estuvo entre nosotros para vivir a escondidas y sin musitar palabra. Es el Revelador: no puede pasarse los días de incógnito, como una sombra fugitiva, como un testigo vergonzante de Dios. Jesús es la luz que brilla en la tiniebla, porque la tiniebla no logró sofocarla. Ya desde el primer signo, la transformación del agua en vino abundante y generoso, manifestó su gloria; al percibirla, los discípulos creyeron en él.
Nos toca escuchar y cumplir, escuchar y guardar. “Guardar” es una traducción muy atinada. Nos hace evocar a quien está encargado de la vigilancia de algo; por ejemplo, de un tesoro. Es un centinela, un custodio, y tiene la atención fija en lo que se le ha confiado. Le va la vida en ello. La palabra de Jesús es un gran tesoro, hay que “guardarla”. El guardián de la palabra no deja que vengan los pájaros del cielo y se lleven esa semilla preciosa; el guardián de la palabra no la lleva como un libro en el bolsillo del chaleco, sino que la interioriza y la hace suya (León Felipe). El guardián de la palabra deja que esta vaya modelando su modo de pensar, de sentir, de actuar, de reaccionar, porque ella es como el espejo en que se mira y en que confronta lo que de hecho es y lo que la palabra lo insta a ser. Le va la vida en ello.
Los judíos ortodoxos, en ciertos rezos, llevan filacterias (“guardianas”, cabe traducir), unas envolturas de cuero que guardan tiras de pergamino con textos de las Escrituras. Las sujetan, una, al brazo izquierdo, y la otra, a la frente. Nuestras filacterias han de ser el corazón creyente que medita, los brazos hacendosos y las manos diestras en la práctica. Seamos vestales que día y noche mantienen vivo el fuego de la Palabra.
Vuestro amigo
Pablo Largo

Liturgia Viva 

CRISTO NUESTRA LUZ – VIDA ETERNA
(Hch 12,24-25; 13, 1-5a; Jn 12,44-50)

Introducción
“Vine no a juzgar al mundo, sino a salvarlo”, nos dice Jesús hoy. Él vino para traernos vida, vida sin límite, vida eterna. Él viene como luz para nuestro mundo. Si creemos en él, iluminados con su luz lograremos percibir dónde nos falta amor que mueva el mundo, dónde nuestro sentido de justicia es sólo pálido y sin ilusión. A su luz aprenderemos a ver cómo podemos servirnos unos a otros y llegar a ser ricos y maduros como seres humanos. Entonces, nosotros también nos convertiremos al menos en diminutas luces que lleven un poco de claridad y calor a nuestro mundo frío y oscuro.

Oración Colecta
Señor Dios nuestro:
Por medio de tu mismo Hijo Jesucristo
tú nos aseguras que él vino no a condenar,
sino a traernos perdón y vida,
una vida que es rica y valiosa,
que vale la pena vivirla
y que nos revitaliza a nosotros y a nuestro mundo,
con amor y espíritu de servicio.
Queremos que Cristo esté con nosotros
como luz con la que vemos
todo lo que es bueno y digno de vivirse.
Y danos la gracia de participar un día en su vida eterna.
Te lo pedimos por el mismo Jesucristo nuestro Señor.

Intenciones
Para que también las Iglesias jóvenes estén dispuestas y deseosas de enviar misioneros a gentes y pueblos que todavía no gozan de la luz de Cristo, roguemos al Señor.
Para que las personas que viven con inseguridad e incertidumbre, y en la oscuridad del temor y del sufrimiento, vean la luz de Cristo, que les lleva alivio y fortaleza, roguemos al Señor.
Para que todos nosotros en esta nuestra comunidad seamos al menos un humilde, pero eficaz reflejo de la luz de Cristo, roguemos al Señor.

Oración sobre las Ofrendas
Oh Padre eterno:
¡Qué bueno que no tenemos que esperar
al final de nuestra peregrinación en la tierra
para disfrutar la felicidad de la vida eterna!
Haz que, cuando comamos el pan de vida de Jesús,
y bebamos su sangre de fortaleza,
su vida crezca en nosotros
y florezca para la vida eterna.
Cumple en nosotros esta promesa
que nos hizo tu Hijo, Jesucristo, nuestro Señor.

Bendición
Hermanos: Dichosos nosotros, que, gracias a Dios, no vivimos en la oscuridad, sino en plena luz. Podemos todavía plantearnos preguntas, no entendemos todo sobre nuestra fe, pero conocemos a la persona única de Jesús y creemos en él, que se proclamó a sí mismo como Luz del mundo. Que esta luz resplandezca siempre clara y radiante sobre nosotros.
Y que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre nosotros y permanezca para siempre.