12 de mayo de 2011

Jueves de la 3ª semana de Pascua Ciclo A.

Lecturas 

Jueves 12 de Mayo del 2011
Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (8,26-40):

En aquellos días, el ángel del Señor le dijo a Felipe: «Ponte en camino hacia el Sur, por la carretera de Jerusalén a Gaza, que cruza el desierto.»
Se puso en camino y, de pronto, vio venir a un etíope; era un eunuco, ministro de Candaces, reina de Etiopía e intendente del tesoro, que había ido en peregrinación a Jerusalén. Iba de vuelta, sentado en su carroza, leyendo el profeta Isaías.
El Espíritu dijo a Felipe: «Acércate y pégate a la carroza.»
Felipe se acercó corriendo, le oyó leer el profeta Isaías, y le preguntó: «¿Entiendes lo que estás leyendo?»
Contestó: «¿Y cómo voy a entenderlo, si nadie me guía?»
Invitó a Felipe a subir y a sentarse con él. El pasaje de la Escritura que estaba leyendo era éste: «Como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca. Sin defensa, sin justicia se lo llevaron, ¿quién meditó en su destino? Lo arrancaron de los vivos.»
El eunuco le preguntó a Felipe: «Por favor, ¿de quién dice esto el profeta?; ¿de él mismo o de otro?»
Felipe se puso a hablarle y, tomando pie de este pasaje, le anunció el Evangelio de Jesús.
En el viaje llegaron a un sitio donde había agua, y dijo el eunuco: «Mira, agua. ¿Qué dificultad hay en que me bautice?»
Mandó parar la carroza, bajaron los dos al agua, y Felipe lo bautizó. Cuando salieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe. El eunuco no volvió a verlo, y siguió su viaje lleno de alegría. Felipe fue a parar a Azoto y fue evangelizando los poblados hasta que llegó a Cesarea.
Palabra de Dios

Salmo
Sal 65,8-9.16-17.20

R/. Aclamad al Señor, tierra entera

Bendecid, pueblos, a nuestro Dios,
haced resonar sus alabanzas,
porque él nos ha devuelto la vida
y no dejó que tropezaran nuestros pies. R/.

Fieles de Dios, venid a escuchar,
os contaré lo que ha hecho conmigo:
a él gritó mi boca
y lo ensalzó mi lengua. R/.

Bendito sea Dios,
que no rechazó mi súplica
ni me retiró su favor. R/.

Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Juan (6,44-51):

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: "Serán todos discípulos de Dios." Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende viene a mí. No es que nadie haya visto al Padre, a no ser el que procede de Dios: ése ha visto al Padre. Os lo aseguro: el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron: éste es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.»
Palabra del Señor

Comentario al Evangelio 

Samuel Sueiro, cmf

El camino emprendido por Esteban entre los judíos es continuado por Felipe en otras tierras. Leyendo con atención los relatos de los Hechos, sabemos que el apostolado tanto de Esteban, el «servidor», como el de Felipe, «apóstol», nacen de la disponibilidad que ambos le ofrecen al Espíritu del Resucitado. Los cristianos no seguimos a un fracasado, ni sostenemos una causa perdida; más bien, le hemos abierto nuestras puertas al Dios vivo que ama y actúa en el mundo. Ese Dios que es Espíritu, Señor y Dador de Vida, y que hace de la Iglesia un humilde instrumento de su acción en nuestra historia. El mismo Espíritu que permite contemplar la vida desde su profundidad y leer los acontecimientos «por dentro». La primera lectura nos muestra un ejemplo de ello: un etíope que conoce sin comprender, que busca en el testimonio de la experiencia de Dios con los hombres —en el testimonio de la Escritura— un sentido que le mueva a entender y actuar. En Felipe, encontramos un modelo de atención y audacia, que nos invita a tener unos ojos atentos y unas manos prontas para ayudar a nuestros hermanos a creer en la Palabra de la Vida. Como dice el Salmo: «Venid a escuchar, os contaré qué ha hecho conmigo».
También el Evangelio de hoy insiste en ello: todo el que se acerca a Jesús, en el fondo, ha sido atraído por el Padre. Por ello, sus seguidores hemos de sentirnos llamados a descubrir esa atracción de Dios en el corazón de nuestros hermanos y ayudarnos mutuamente a creer, a confiar en que quien emprende su camino hasta el final, tendrá vida para siempre. Para esto vino al mundo y para esto se hizo semejante a nosotros: se hizo carne para la vida del mundo. Pidámosle esta capacidad de acogida, atención y generosidad; será nuestro mayor amor al mundo.

Liturgia Viva 

ENCUENTRO CON CRISTO EN LA PALABRA Y EN EL SACRAMENTO
(Hch 8,26-40; Jn 6,44-51)

Introducción
Lucas presenta en el Libro de Los Hechos la conversión del tesorero de la reina de Etiopía muy en paralelo con la de los discípulos de Emaús. Éstos habían escuchado la explicación de las Escrituras por parte de Cristo acerca de sí mismo, y entonces reconocieron y encontraron realmente al Señor, vivo y resucitado, al partir el pan, en la eucaristía. El etíope había recibido explicación de las Escrituras sobre el cordero sacrificado y sobre la buena nueva de la resurrección de Jesús.
En el evangelio, Cristo habla de nuevo de sí mismo como pan de vida que hay que aceptar con fe, y promete dar el pan de su propia carne en la eucaristía para la vida del mundo, para la vida eterna.

Oración Colecta
Oh Padre de bondad:
Tú atraes hacia ti a todos los hombres
que creen en tu Hijo Jesucristo.
Fe, Señor, fe es lo que necesitamos.
Dánosla, te rogamos;
una fe viva para que podamos encontrar hoy
a Jesucristo, tu Hijo,
en tu palabra que nos diriges,
en el pan de vida que nos ofreces,
y en el alimento que podemos compartir
mutuamente con los hermanos.
Todo ello en el mismo Jesucristo,
Hijo tuyo y Señor nuestro,
que vive contigo y con el Espíritu Santo
ahora y por los siglos de los siglos.

Intenciones
Señor Jesús, haz que tu palabra y tu persona estén tan vivas en nosotros que sintamos la necesidad y urgencia de compartirlas con todos los que viven junto a nosotros; y así te decimos:
Señor Jesús, que la eucaristía revitalice nuestras comunidades con un espíritu de servicio y de justicia, y así te decimos:
Señor Jesús, queremos volvernos entusiastas en el amor y en el compartir, como los primeros cristianos; y así te decimos:

Oración sobre las Ofrendas
Señor Dios,
Queremos vivir,
vivir al máximo y sin límites ni fronteras.
Te rogamos nos des el pan de vida, ,
para que conozcamos, amemos y vivamos intensamente;
para que nos demos a nosotros mismos
con Jesús, que se dio a sí mismo
como carne para la vida del mundo.
Que así podamos resucitar con él en el último día
para vivir felizmente contigo
por los siglos de los siglos.

Oración después de la Comunión
Oh Dios de los vivientes:
Tú nos has dado el pan de vida
para que, comiéndolo,
no muramos y tengamos vida.
Te damos gracias por ello, Padre,
pero fortalece y haz más profunda nuestra fe,
para que reconozcamos que tu Hijo está con nosotros,
y que con él el mundo puede vivir
una vida digna de vivirse,
una vida de esperanza y de justicia,
de dignidad y de amor,
una vida que perdure
por los siglos de los siglos.

Bendición
Hermanos: Vivir, ser vivaz, vibrar animosos con la vida, así es cómo nosotros y nuestras comunidades habríamos de mostrarnos, si es que el Señor está vivo realmente entre nosotros. Algunas comunidades cristianas primitivas se llamaban a sí mismas “Hoy zontes”, “los que viven”. ¿Acaso no habríamos de ser todos así?
Para ello, que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre todos nosotros y permanezca para siempre.