13 de noviembre de 2010

Sábado de la 32ª semana del Tiempo Ordinario Ciclo C.

Lecturas

Sábado 13 de Noviembre del 2010
Primera lectura
Lectura de la tercera carta del apóstol san Juan (5-8):

Querido amigo Gayo, te portas con plena lealtad en todo lo que haces por los hermanos, y eso que para ti son extraños. Ellos han hablado de tu caridad ante la comunidad de aquí. Por favor, provéelos para el viaje como Dios se merece; ellos se pusieron en camino para trabajar por él sin aceptar nada de los gentiles. Por eso debemos nosotros sostener a hombres como éstos, cooperando así en la propagación de la verdad.

Palabra de Dios
 
Salmo
Sal 111,1-2.3-4.5-6

R/.
Dichoso quien teme al Señor

Dichoso quien teme al Señor
y ama de corazón sus mandatos.
Su linaje será poderoso en la tierra,
la descendencia del justo será bendita. R/.

En su casa habrá riquezas y abundancia,
su caridad es constante, sin falta.
En las tinieblas brilla como una luz
el que es justo, clemente y compasivo. R/.

Dichoso el que se apiada y presta,
y administra rectamente sus asuntos.
El justo jamás vacilará,
su recuerdo será perpetuo. R/.
 
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Lucas (18,1-8):

En aquel tiempo, Jesús, para explicar a sus discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso esta parábola: «Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres. En la misma ciudad había una viuda que solía ir a decirle: "Hazme justicia frente a mi adversario." Por algún tiempo se negó, pero después se dijo: "Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está fastidiando, le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara."»
Y el Señor añadió: «Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?»

Palabra del Señor

Comentario al Evangelio

Fernando Torres Pérez cmf
      Hace unos años tuve una reunión con una persona, ya entonces jubilada, que había trabajado toda su vida como agente comercial. Me sorprendió que una de las ideas que nos repitió más veces fue que para vender lo más importante era escuchar al cliente. Me hizo pensar. Y me fui dando cuenta de que los problemas de comunicación son mucho más abundantes de lo que pensaba, que nos resulta relativamente difícil escuchar a los otros pero que nos encanta sentirnos escuchados. 

      El Evangelio de hoy nos propone un caso de mala comunicación. El juez no escucha, no quiere escuchar, a la viuda que acude a él solicitando justicia. Sus oídos están cerrados. Quizá porque están cubiertos por el ruido que hace el adversario. Quién sabe si es un ruido que tiene la forma de monedas. Todo es posible. El hecho es que la comunicación es cero. Y el resultado es que lo obvio: hacer justicia, no se realiza. Sólo la insistencia de la viuda logra atravesar la interferencia, el ruido, la cerrazón del juez y hacer que el mensaje llegué a su destinatario. Sólo  su perseverancia es causa de que al fin el juez haga justicia. Aunque sea para liberarse de ella. 

      Jesús pone esta comparación para explicarnos que Dios, su Padre, no tiene esos problemas de comunicación. Dios es el que escucha el clamor de los pobres –¿qué otros pueden ser “sus elegidos” de que habla el Evangelio?–. Les escucha no como quien oye llover sino con un corazón compasivo y atento. Son sus hijos los que claman por sus derechos. El mensaje de los pobres llega hasta el corazón de Dios y no hay que dudar que tomará cartas en el asunto.

      El Evangelio termina con una pregunta un tanto enigmática de Jesús: “Cuándo venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe en esta tierra?” En realidad, Jesús sigue hablando de la comunicación. Dios se ha hecho hombre, se ha encarnado, ha establecido un canal de comunicación con la humanidad. ¿Será que nadie está dispuesto a escuchar? ¿Será que todos vamos a pasar de largo y vamos a dejar que las palabras del Evangelio se pierdan en el vacío. Es que al final, la fe es también una cuestión de comunicación, de escuchar al Dios que nos habla, de dejar que sus palabras lleguen hasta el fondo de nuestro corazón y de dar una respuesta. Al amor sólo se puede responder con amor. La fe es cuestión de escuchar y la respuesta es cuestión de justicia y de amor.

Liturgia Viva

ORACIÓN INSISTENTE
(Año II. 3 Jn 5-8;  Lc 18,1-8)

Introducción. Este breve extracto de la tercera carta de Juan reconoce con gratitud que el líder de la comunidad Gayo ofreció hospitalidad y ayudó a los predicadores itinerantes del evangelio.
Evangelio. Lucas ha debido pensar en los que oran, y luego piensan que Dios no actúa cuando ellos le suplican. Hay también un tono escatológico en las palabras de Jesús para que la demora en la venida del reino no nos desaliente. De todos modos, nuestra oración debería ser siempre  insistente y llena de confianza.

Oración Colecta
Señor Dios nuestro:
Sabemos que eres nuestro Padre amoroso,
que nos esperas,  y que estás atento a nosotros
en cada momento de nuestras vidas.
Que nuestra oración te llegue hoy a ti
como un aliento de esperanza y un grito de confianza
que brotan de la pobreza de nuestros corazones.
Y si alguna vez  tienes que denegar nuestra plegaria
cuando pedimos cosas inconvenientes o inútiles,
danos lo que realmente necesitamos
y guarda viva nuestra confianza
de que tú eres bueno y cariñoso con nosotros
ya que nos amas en Jesucristo tu Hijo, nuestro Señor.

Intenciones
  • Por los ministros de la Iglesia consagrados, que sean hombres y mujeres de oración, y conscientes de las palabras del Señor, “Sin mí no pueden ustedes hacer nada,” roguemos al Señor.
  • Por todos los que buscan a Dios, para que entren en un diálogo con él,  rogando desde el fondo del corazón para que descubran cómo pueden vivir su vida cristiana, roguemos al Señor.
  • Por todos los cristianos, para que nuestras oraciones por los pobres y los que sufren nos comprometan más seriamente a proporcionarles justicia, a aligerar sus pesadas cargas y a restaurar su dignidad como personas, roguemos al Señor.
Oración sobre las Ofrendas
Oh Dios y Padre nuestro:
Tú no puedes ignorar nuestra oración
si tenemos confianza total en ti.
Que el Espíritu Santo aquí ahora entre nosotros
nos mueva a orar confiada e insistentemente.
Que él clame desde nuestros corazones
y te llame, con nosotros,  “Padre nuestro”,
por medio de aquél que se ofrece a si mismo
y nos ofrece  a nosotros a ti,
Jesucristo nuestro Señor.

Oración después de la Comunión
Oh Dios y Padre nuestro:
Junto con Jesús hemos alzado nuestras manos
en oración hacia ti, nuestro Dios de vida.
Con Jesús seguimos confiando en ti.
Así pues, escúchanos, también en nuestras penas y luchas,
cuando estemos desalentados
y andemos a tientas en la oscuridad,
pues  creemos que tú nos amas
y quieres que encontremos la felicidad,
por medio de Jesucristo nuestro Señor.

Bendición
Hermanos: Habríamos de guardar en nuestra mente que la oración no consiste justo en pedir favores para cada uno de nosotros personalmente, sino, además de la alabanza y acción de gracias a Dios, en interceder para el bien de otros, para el bien de la comunidad.  Razón de más por la que esa oración habría de ser insistente.
Que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre ustedes y permanezca para siempre.