Santos: Santa Lucía Filippini, fundadora; Dimas "el Buen ladrón", laico. Beato Emiliano Kovtch, mártir. Feria (Morado)
PARA QUE ABRAS LOS OJOS A LOS CIEGOS
Is 42,1-7; Jn 12,1-11
El profeta Isaías proclama la misión restauradora de Israel. En adelante, el pueblo tendrá que vivir al servicio de la inteligencia creyente. Como luz de las naciones el pueblo facilitará a los habitantes de otros países el acceso al misterio de Dios. Los hijos de Israel saben descifrar los caminos de la experiencia de fe, saben reconocer las huellas de la presencia de Dios en la historia humana. Una certeza entre otras muchas anima su vida: Dios vive con nosotros y sabemos reconocer su presencia amorosa. María, la mujer que nos presenta el Evangelio de san Juan también cumple una función esclarecedora para sus hermanos. Ella intuye que Jesús, el amado maestro, tiene que morir y se adelanta a ungirle para el momento futuro de su sepultura. Mientras que otros discípulos se resisten a la noticia de la muerte próxima de Jesús, esta mujer la asume con mirada creyente.
ANTÍFONA DE ENTRADA (Sal 34, 1-2; Sal 139, 8)
Combate, Señor, a los que me combaten, ataca a los que me atacan; ponte la armadura, toma el escudo y ven en mi ayuda. Tú eres mi fortaleza y mi salvación.
ORACIÓN COLECTA
Concédenos, Señor, nueva fuerza para no sucumbir a nuestras humanas debilidades, por los méritos de la pasión de tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
LITURGIA DE LA PALABRA
No gritará ni hará oír su voz en las plazas.
Del libro del profeta Isaías: 42, 1-7
Miren a mi siervo, a quien sostengo, a mi elegido, en quien tengo mis complacencias. En él he puesto mi espíritu, para que haga brillar la justicia sobre las naciones. No gritará ni clamará, no hará oír su voz en las plazas, no romperá la caña resquebrajada, ni apagará la mecha que aún humea. Proclamará la justicia con firmeza, no titubeará ni se doblegará, hasta haber establecido el derecho sobre la tierra y hasta que las islas escuchen su enseñanza. Esto dice el Señor Dios, el que creó el cielo y lo extendió, el que dio firmeza a la tierra, con lo que en ella brota; el que dio el aliento a la gente que habita la tierra y la respiración a cuanto se mueve en ella: "Yo, el Señor, fiel a mi designio de salvación, te llamé, te tomé de la mano; te he formado y te he constituido alianza de un pueblo, luz de las naciones, para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión y de la mazmorra a los que habitan en tinieblas".
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Comentario:
El Siervo de Dios
Lunes, Martes y Miércoles de esta semana van acompañados, en
la primera lectura de la Misa, por sendos textos del profeta Isaías. Se trata
de pasajes bellos y hondos, de singular hermosura y un contenido que toca el
alma creyente. Una larga y venerable tradición les ha dado un nombre común: los
Cánticos del Siervo.
Se describe en estas piezas bellísimas de literatura y
profecía el perfil de un personaje misterioso, quizá un ser humano en
particular, quizá el mismo Isaías, tal vez el pueblo sufriente y fiel. Lo
cierto es que estos textos que antecedieron en siete siglos al nacimiento de
Cristo pronto fueron leídos por la comunidad creyente como un retrato del
Mesías en su Pasión.
Y la verdad impacta sobremanera ver a Jesús con los ojos de
Isaías. Es ver al Mesías en contacto inmediato con el dolor de la humanidad y a
la vez en perfecta fidelidad a Dios. ¿Y dónde se encuentra este cuadro mejor o
más patente que en la Cruz Bendita de nuestro Salvador?
En el primero de esos Cánticos, el que la Iglesia nos ofrece
hoy, tomado del capítulo 42 de Isaías, hay un tono irreprimible de victoria. El
Siervo de Dios es el "elegido", es Aquel destinado a realizar el
designio salvador de Dios con firmeza y constancia, hasta los confines mismos
de la tierra. Es este el pasaje famoso en que se llama a Jesucristo "Luz
de las Naciones", nombre que dio su título a una de las Constituciones del
Concilio Vaticano II, la que trata sobre la Iglesia.
Guiados, pues, por la liturgia, miremos a Cristo y en él
gocémonos. Su misión, que no ha de fallar, es "proclamar la justicia con
firmeza, no titubear ni doblegarse, hasta haber establecido el derecho sobre la
tierra y hasta que las islas escuchen su enseñanza...".
Del salmo 26 R/. El Señor es mi luz y mi salvación.
El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién voy a tenerle miedo? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién podrá hacerme temblar? R/.
Cuando me asaltan los malvados para devorarme, ellos, enemigos y adversarios, tropiezan y caen. R/.
Aunque se lance contra mí un ejército, no temerá mi corazón; aun cuando hagan la guerra contra mí, tendré plena confianza en el Señor. R/.
La bondad del Señor espero ver en esta misma vida. Ármate de valor y fortaleza y en el Señor confía. R/.
ACLAMACIÓN R/. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Señor Jesús, rey nuestro, sólo tú has tenido compasión de nuestras faltas. R/.
Déjala. Esto lo tenía guardado para el día de mi sepultura.
Del santo Evangelio según san Juan: 12, 1-11
Seis días antes de la Pascua, fue Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Allí le ofrecieron una cena; Marta servía y Lázaro era uno de los que estaban con Él a la mesa. María tomó entonces una libra de perfume de nardo auténtico, muy costoso, le ungió a Jesús los pies con él y se los enjugó con su cabellera, y la casa se llenó con la fragancia del perfume.
Entonces Judas Iscariote, uno de los discípulos, el que iba a entregar a Jesús, exclamó: "¿Por qué no se ha vendido ese perfume en trescientos denarios para dárselos a los pobres?". Esto lo dijo, no porque le importaran los pobres, sino porque era ladrón, y como tenía a su cargo la bolsa, robaba lo que echaban en ella.
Entonces dijo Jesús: "Déjala. Esto lo tenía guardado para el día de mi sepultura; porque los pobres los tendrán siempre con ustedes, pero a mí no siempre me tendrán".
Mientras tanto, la multitud de judíos, que se enteró de que Jesús estaba allí acudió, no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, a quien el Señor había resucitado de entre los muertos. Los sumos sacerdotes deliberaban para matar a Lázaro, porque a causa de él, muchos judíos se separaban y creían en Jesús.
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Comentario:
Perfume para una sepultura
¡Oh, qué contraste entre ese tono victorioso del Cántico de
Isaías y las notas lúgubres del texto del evangelio de hoy! Si en la primera
lectura se oyen ecos de triunfo en este evangelio resuenan lamentaciones. Está
próxima la sepultura, y Jesús, como asumiendo ya la condición de un muerto,
acepta los perfumes propios de un funeral a usanza de su época y cultura.
Después de las lecturas de los evangelios de la semana
pasada, entendemos bien que ahora ya poco queda por hacer. Las opiniones se han
radicalizado y Juan lo resume preciosamente con lo que sucede en torno a
Lázaro, a quien el Señor ha devuelto la vida: "la multitud de judíos, que
se enteró de que Jesús estaba allí, acudió, no sólo por Jesús, sino también
para ver a Lázaro, a quien el Señor había resucitado de entre los muertos. Los
sumos sacerdotes deliberaban para matar a Lázaro, porque a causa de él, muchos
judíos se separaban y creían en Jesús".
Dos cosas es justo destacar de esta nota que nos ofrece
Juan. Primera: el deseo de matar a Jesús no es la aspiración mayoritaria del
pueblo judío, que más bien saluda en el milagro de Lázaro una señal digna de
ser conocida y de despertar la fe. Segunda: las autoridades tienen clara una
razón para querer deshacerse de Jesús: la gente se estaba apartando de ellos y yendo
donde Jesús. La crudeza de esta descripción nos es necesaria para meternos en
lo que estaba sucediendo en esas horas decisivas, y en los planes que
condujeron a la muerte de Cristo.
Pero más allá de esos planes, hay un plan, el de Dios.
Cuando Jesús ve en el acto de cariño de la mujer que derrama el perfume una
"unción para sepultura" está saltando de las consideraciones
puramente humanas al designio de su Padre. Una lección que nos invita a
levantar la mirada, pues más allá de los intereses inmediatos hay un amor que
mira lejos.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Mira, Señor, con bondad, este sacrificio que tú instituiste misericordiosamente para reparar el daño de nuestros pecados, y hazlo producir en nosotros abundantes frutos de vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
PREFACIO II DE LA PASIÓN DEL SEÑOR
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y fuente de salvación darte gracias y alabarte siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
Porque se acercan ya los días santos de la pasión salvadora y de la gloriosa resurrección de Jesucristo, nuestro Señor, en los que celebramos su triunfo sobre la soberbia del demonio y recordamos el misterio de nuestra redención.
Por eso, los ángeles te cantan con júbilo eterno y nosotros nos unimos a sus voces, cantando humildemente tu alabanza: Santo, Santo, Santo...
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN (Sal 101, 3)
No te me ocultes, Señor, el día de mi desgracia. Escúchame con bondad, y, siempre que te invoque, respóndeme enseguida.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Quédate, Señor, con nosotros y protege con tu amor infatigable nuestros corazones santificados por esta Eucaristía, para que podamos conservar siempre las gracias que hemos recibido de tu misericordia. Por Jesucristo, nuestro Señor.