Santos: Escolástica de Nursia, fundadora;
Guillermo de Malavalle, ermitaño. Beato Luis Stepinac, mártir. (Verde)
AHORA SERÁS PESCADOR DE HOMBRES
Is 6,1-2. 3-8; 1 Co 15, 1-11; Lc 5,1-11
Pedro, Pablo e Isaías, tres israelitas de primer
nivel. Un pescador entusiasta, un intelectual congruente y generoso y un
sacerdote convertido en profeta. Cada uno descubrió en sus circunstancias
cotidianas el murmullo misterioso del llamado del Señor. Isaías discurría sus
días entre el altar y las ofrendas en el templo hermoso que construyera
Salomón. Un día dejó a un lado sus vestiduras sacras y se puso a contemplar con
mirada penetrante el trajín de su pueblo, descubriendo que le habían dado la
espalda a Dios, al olvidarse cínicamente, de practicar la justicia y el derecho
con sus hermanos. Pedro, entendió que si continuaba dedicando las 24 horas de
su jornada al oficio de pescador, no podría auxiliar a Jesús en el proyecto
esperanzador del Reino de Dios y se puso a seguirle. Un buen día, también Pablo
comprendió que el verdadero rostro de Dios no estaba en los versículos de la
Torah, sino el amor compasivo que Jesús resucitado había tenido hacia Él. Por
eso decidió conciliar su amor por la Palabra Santa con su fe inquebrantable en
Jesús.
ANTÍFONA DE ENTRADA (Sal 94, 6-7)
Entremos y adoremos de rodillas al Señor, creador
nuestro, porque Él es nuestro Dios.
ORACIÓN COLECTA
Señor, que tu amor incansable cuide y proteja siempre
a estos hijos tuyos, que han puesto en tu gracia toda su esperanza. Por nuestro
Señor Jesucristo...
LITURGIA DE LA PALABRA
Aquí estoy, Señor, envíame.
Del libro del profeta Isaías: 6, 1-2. 3-8
El año de la muerte del rey Ozías, vi al Señor,
sentado sobre un trono muy alto y magnífico. La orla de su manto llenaba el
templo. Había dos serafines junto a Él, con seis alas cada uno, que se gritaban
el uno al otro:
"Santo, santo, santo es el Señor, Dios de los
ejércitos; su gloria llena toda la tierra".
Temblaban las puertas al clamor de su voz y el templo
se llenaba de humo. Entonces exclamé:
"¡Ay de mí!, estoy perdido, porque soy un hombre
de labios impuros, que habito en medio de un pueblo de 1abios impuros, porque
he visto con mis ojos al Rey y Señor de los ejércitos".
Después voló hacia mí uno de los serafines. Llevaba en
la mano una brasa, que había tomado del altar con unas tenazas. Con la brasa me
tocó la boca, diciéndome: "Mira: Esto ha tocado tus labios. Tu iniquidad
ha sido quitada y tus pecados están perdonados".
Escuché entonces la voz del Señor que decía: "¿A
quién enviaré? ¿Quién irá de parte mía?". Yo le respondí: "Aquí
estoy, Señor, envíame".
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Comentario:
Estas lecturas hablan de nuestra misión por medio de
las misiones entregadas por Dios a Isaías, a Pablo, y a Simón Pedro. Todos
estos hombres primero reciben una manifestación de la gloria de Dios. Isaías ve
al Señor en su trono con los serafines. Pablo menciona como el Cristo
resucitado se manifestó a él aún cuando estaba persiguiendo a los cristianos.
Pedro ve la gloria de Dios cuando Jesús le manda a volver a pescar después de
pasar una noche entera sin tener éxito. El resultado es que «las redes se rompían».
Todos ven la gloria de Dios.
Y cada uno de estos hombres reconoce su condición de
pecador. Isaías dice «¡Ay de mí!, estoy perdido, porque soy un hombre de labios
impuros . . . .» Pablo reconoce que él fue «como un aborto . . . . el último de
los apóstoles e indigno de llamarme apóstol». Simón Pedro respondió: «¡Apártate
de mí, Señor, porque soy un pecador!»
Pero la gracia de Dios los purificó y les dio su
misión. El teólogo suizo Hans Urs von Balthasar comentó como, antes de
encontrarse con Cristo, Simón no pudo descrubrir su misión particular por medio
de sus propios esfuerzos como pescador. Solamente por medio de Cristo pudo
Simón descrubrir que su destino eterno y verdadero era de ser Pedro y no
simplemente el pescador Simón. También cada uno de nosotros se descubrirá
solamenta por medio de un encuentro con Cristo quien nos da nuestra misión
particular y eterna.
Del salmo 137 R/. Cuando te invocamos, Señor, nos
escuchaste.
De todo corazón te damos gracias, Señor, porque
escuchaste nuestros ruegos. Te cantaremos delante de tus ángeles. Te adoraremos
en tu templo. R/.
Señor, te damos gracias por tu lealtad y por tu amor:
siempre que te invocamos nos oíste y nos llenaste de valor. R/.
Que todos los reyes de la tierra te reconozcan al
escuchar tus prodigios. Que alaben tus caminos, porque tu gloria es inmensa.
R/.
Tu mano, Señor, nos pondrá a salvo, y así concluirás
en nosotros tu obra. Señor, tu amor perdura eternamente; obra tuya soy, no me
abandones. R/.
Esto es lo que hemos predicado y lo que ustedes han
creído.
De la primera carta del apóstol san Pablo a los
corintios: 15, 1-11
Hermanos: Les recuerdo el Evangelio que yo les
prediqué y que ustedes aceptaron y en el cual están firmes. Este Evangelio los
salvará, si lo cumplen tal y como yo lo prediqué. De otro modo, habrán creído
en vano.
Les transmití, ante todo, lo que yo mismo recibí: que
Cristo murió por nuestros pecados, como dicen las Escrituras; que fue sepultado
y que resucitó al tercer día, según estaba escrito; que se le apareció a Pedro
y luego a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos reunidos,
la mayoría de los cuales vive aún y otros ya murieron. Más tarde se le apareció
a Santiago y luego a todos los apóstoles.
Finalmente, se me apareció también a mí, que soy como
un aborto. Porque yo perseguí a la Iglesia de Dios y por eso soy el último de
los apóstoles e indigno de llamarme apóstol. Sin embargo, por la gracia de
Dios, soy lo que soy, y su gracia no ha sido estéril en mí; al contrario, he
trabajado más que todos ellos, aunque no he sido yo, sino la gracia de Dios,
que está conmigo. De cualquier manera, sea yo, sean ellos, esto es lo que
nosotros predicamos y esto mismo lo que ustedes han creído.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Comentario:
Historias de Envío
El tema central de las lecturas de hoy es el envío,
que literalmente significa: ser puesto en el camino. Tres cosas conviene
reflexionar en este domingo: quién envía, a quiénes envía, y qué caminos los
envía.
Empecemos sin embargo por los enviados. En la primera
lectura se trata de Isaías, que se reconoce como "hombre de labios
impuros;" en el evangelio los llamados son unos pescadores sin mucho
éxito. En esos personajes quedan bien representadas las dos grandes
limitaciones humanas: el pecado y la insuficiencia o impotencia.
Isaías se ve obligado a reconocer su situación de
pecado ante la luz deslumbrante de Dios que lo llama. Los pescadores de
Galilea, en cambio, no han obrado mal sino que sencillamente no han sabido o no
han podido lograr lo que querían. Solemos decir: no se les dieron las cosas.
Si uno lo piensa bien, también el pecado es una clase
de insuficiencia, aunque interna. Pecamos porque no soportamos el peso del
camino. Queremos encontrar un atajo hacia la felicidad o asegurar que sí valemos,
que nuestras cosas importan, que nuestras fuerzas y deseos pueden imponerse.
Todas estas limitaciones de los que son enviados
terminan por producir extrañeza: ¿por qué el Dios que todo lo puede quiere
valerse de instrumentos tan frágiles, tan romos, tan proclives al error y tan
capaces de traición? La pregunta se hace más aguda si uno piensa en las
historias vocacionales, a veces de final triste, que uno conoce en la Iglesia.
Esto es lo que hemos predicado y lo que ustedes han
creído.
ACLAMACIÓN (Mt 4, 19) R/. Aleluya, aleluya.
Síganme, dice el Señor, y yo los haré
pescadores de hombres. R/.
Dejándolo todo, lo siguieron.
Del santo Evangelio según san Lucas: 5, 1-11
En aquel tiempo, Jesús estaba a orillas del lago de
Genesaret y la gente se agolpaba en torno suyo para oír la palabra de Dios.
Jesús vio dos barcas que estaban junto a la orilla. Los pescadores habían
desembarcado y estaban lavando las redes. Subió Jesús a una de las barcas, la
de Simón, le pidió que la alejara un poco de tierra, y sentado en la barca,
enseñaba a la multitud.
Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: "Lleva la
barca mar adentro y echen sus redes para pescar". Simón replicó:
"Maestro, hemos trabajado toda la noche y no hemos pescado nada; pero,
confiado en tu palabra, echaré las redes". Así lo hizo y cogieron tal
cantidad de pescados, que las redes se rompían. Entonces hicieron señas a sus
compañeros, que estaban en la otra barca, para que vinieran a ayudarlos.
Vinieron ellos y llenaron tanto las dos barcas, que casi se hundían.
Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús
y le dijo: "¡Apártate de mí, Señor, porque soy un pecador!" Porque
tanto él como sus compañeros estaban llenos de asombro al ver la pesca que
habían conseguido. Lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo,
que eran compañeros de Simón.
Entonces Jesús le dijo a Simón: "No temas; desde
ahora serás pescador de hombres". Luego llevaron las barcas a tierra y,
dejándolo todo, lo siguieron.
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Comentario:
En este relato de Lucas, todo está puesto al servicio
de un tema importante: los llamados son capaces de asumir el riesgo, la
inseguridad y la inestabilidad para seguir al Maestro. Ciertamente que no es
una invitación a abandonar el trabajo y sus exigencias. Se trata cada día de
‘remar mar adentro y echar las redes para pescar” Lucas relaciona, no sin
razón, la vocación- misión de los apóstoles con una pesca abundante y en aguas
profundas. A los ojos de éstos, anunciar el Evangelio es una empresa de rescate
que saca del hundimiento a una humanidad sumergida y el apóstol se convierte en
un «pescador de hombres».
Credo
PLEGARIA UNIVERSAL
Con fe y confianza, y con un corazón muy abierto al
mundo entero, presentemos nuestra oración al Padre. Después de cada petición
diremos: Padre, escúchanos, y aumenta nuestra fe.
Por todos los que formamos la Iglesia. Que vivamos
fraternalmente y ayudemos a construir un mundo más libre y más humano. Oremos.
Por los religiosos y religiosas. Que crezcan cada día
en la fe y en la esperanza, y den un buen testimonio del amor de Dios en medio
del mundo. Oremos.
Por nuestro país. Que tengamos prosperidad, y el bienestar
llegue a todos los que aquí vivimos. Oremos.
Por los enfermos. Que no les falte nuestra compañía y
comprensión. Oremos.
Por nosotros. Que estemos atentos a las llamadas que
Dios nos hace en nuestra vida. Oremos.
Escucha, Padre, los deseos y plegarias de tu pueblo;
danos luz para conocer tu voluntad y la fuerza necesaria para cumplirla. Por
Jesucristo, nuestro Señor.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Señor, Dios nuestro, tú que nos has dado este pan y
este vino para reparar nuestras fuerzas, conviértelos para nosotros en
sacramento de vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio para los domingos del Tiempo Ordinario.
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN (Sal 106, 8-9)
Demos gracias al Señor por su misericordia, por las
maravillas que hace por su pueblo; porque da de beber al que tiene sed y les da
de comer a los hambrientos.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Señor, tú que has querido hacernos participar de un
mismo pan y de un mismo cáliz, concédenos vivir de tal manera unidos en Cristo,
que nuestro trabajo sea eficaz para la salvación del mundo. Por Jesucristo,
nuestro Señor.
UNA REFLEXIÓN PARA NUESTRO TIEMPO.- Indudablemente
que quien haya vivido su camino de fe como cristiano tendrá experiencia de lo
intensas que son las vivencias de un converso. Efectivamente, quien redescubre
o conoce de corazón a Jesús, no sigue recorriendo las veredas acostumbradas. El
converso siente que un fuego caliente quema su corazón y calcina sus pies. El
converso habla y vive de manera nueva. Reorienta sus valores, actitudes y
opciones. Los tres creyentes que nos presenta la liturgia semanal marcaron
decisivamente nuestra manera de comprender la vida y la relación con Dios.
Fueron israelitas congruentes que adecuaron su fe con su vida. Ni rupturas, ni
desgarrones entre sus creencias y su práctica cotidiana. Su transparente
fidelidad al camino que Dios les había permitido descubrir, llenó de sentido su
vida. Encontraron, cada cual a su manera, la roca, el tesoro escondido y la luz
que reordenó radicalmente su existencia. Siglos de distancia nos separan de
todos ellos, y no obstante, siguen siendo nuestros referentes en el camino del
seguimiento de Cristo.