4 de abril de 2012

Miércoles Santo. Ciclo B





Santos: Isidoro de Sevilla, Doctor de la Iglesia; Benito de Palermo, abad; Cayetano Catanoso, fundador. Feria (morado)

TU LO HAS DICHO
Is 50, 4-9, Mt 26, 14-25
Al darse cuenta el Señor Jesús de la mezquindad con la cual uno de sus discípulos, Judas Iscariote, lo iba a entregar en manos de los sacerdotes, no se resquebrajó internamente, ni tampoco se victimizó. Aquella traición le parecía previsible, no era ninguna sorpresa. Su fortaleza interior y la fidelidad al proyecto salvífico de su Padre no dependían de la volatilidad de las emociones y sentimiento de sus discípulos. La respuesta de Jesús en esa hora adversa estaba bien cimentada. Aquel momento dramático no era una prueba de fuerza entre Él y un laico que cumplía señales, que despertaban la prepotencia y el olfato político de la casta sacerdotal que pretendía aplastarlo. Era el momento de la máxima definición. Era necesario obrar de forma correcta, cumpliendo la voluntad de su Padre.


ANTÍFONA DE ENTRADA Flp 2, 10. 8. 11
Al nombre de Jesús, doble la rodilla todo cuanto hay en el cielo, en la tierra y en los abismos, porque el Señor se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por eso, el Señor Jesucristo está en la gloria de Dios Padre.

ORACIÓN COLECTA
Señor, que quisiste que tu Hijo sufriera por nosotros la muerte de cruz, para librarnos del poder del demonio; concede a tus servidores alcanzar la gracia de la resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo.

LECTURA Is 50, 4-9
Lectura del libro de Isaías.
El mismo Señor me ha dado una lengua de discípulo, para que yo sepa reconfortar al fatigado con una palabra de aliento. Cada mañana, él despierta mi oído para que yo escuche como un discípulo.
El Señor abrió mi oído y yo no me resistí ni me volví atrás. Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban y mis mejillas a los que me arrancaban la barba; no retiré mi rostro cuando me ultrajaban y escupían. Pero el Señor viene en mi ayuda: por eso, no quedé confundido; por eso, endurecí mi rostro como el pedernal, y sé muy bien que no seré defraudado.
Está cerca el que me hace justicia: ¿quién me va a procesar? ¡Comparezcamos todos juntos! ¿Quién será mi adversario en el juicio? ¡Que se acerque hasta mí! Sí, el Señor viene en mi ayuda: ¿quién me va a condenar?
Palabra de Dios.

COMENTARIO
“No retiré mi rostro cuando me ultrajaban y escupían”. Este tercer canto del Siervo de Yahvé, que ya meditamos el Domingo de Ramos, bien puede llamarse “canto de la pasión”, porque relata detalladamente los sufrimientos del Mesías. Es un poema de confianza y de victoria. El Siervo, en su misión de consolar al abatido, está continuamente a la escucha de la palabra que anima y fortalece. Por eso, la iglesia proclama este canto dentro de los acontecimientos pascuales como patrimonio de ellos y, por la dimensión de “pasióngloriosa”que incluye.

SALMO Sal 68, 8-10. 21-22. 31. 33-34
R. ¡Señor, Dios mío, por tu gran amor, respóndeme!
Por ti he soportado afrentas y la vergüenza cubrió mi rostro; me convertí en un extraño para mis hermanos, fui un extranjero para los hijos de mi madre: porque el celo de tu Casa me devora, y caen sobre mí los ultrajes de los que te agravian. R.
La vergüenza me destroza el corazón, y no tengo remedio. Espero compasión y no la encuentro, en vano busco un consuelo: pusieron veneno en mi comida, y cuando tuve sed me dieron vinagre. R.
Así alabaré con cantos el nombre de Dios, y proclamaré su grandeza dando gracias; que lo vean los humildes y se alegren, que vivan los que buscan al Señor: porque el Señor escucha a los pobres y no desprecia a sus cautivos. R.

ACLAMACIÓN
¡Salve, Rey nuestro! Sólo tú te has compadecido de nuestros errores.
O bien:
¡Salve, Rey nuestro, obediente al Padre! Fuiste llevado a la crucifixión, como un manso cordero a la matanza.

EVANGELIO Mt 26, 14-25
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdotes y les dijo: ¿Cuánto me darán si se lo entrego?
Y resolvieron darle treinta monedas de plata. Desde ese momento, Judas buscaba una ocasión favorable para entregarlo. El primer día de los Ácimos, los discípulos fueron a preguntar a Jesús: ¿Dónde quieres que te preparemos la comida pascual?
Él respondió, vayan a la ciudad, a la casa de tal persona, y díganle: ‘El Maestro dice, se acerca mi hora, voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos’.
Ellos hicieron como Jesús les había ordenado y prepararon la Pascua. Al atardecer, estaba a la mesa con los Doce y, mientras comían, Jesús les dijo: Les aseguro que uno de ustedes me entregará.
Profundamente apenados, ellos empezaron a preguntarle uno por uno: ¿Seré yo, Señor? .
Él respondió: El que acaba de servirse de la misma fuente que yo, ése me va a entregar.
El Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ay de aquél por quien el Hijo del hombre será entregado: más le valdría no haber nacido!. Judas, el que lo iba a entregar, le preguntó: ¿Seré yo, Maestro?. Tú lo has dicho, le respondió Jesús.
Palabra del Señor.

COMENTARIO
“Les aseguro que uno de ustedes me entregará”. Nos encontramos ante la misma confesión que el Maestro hizo ayer, según la narración de Juan. El Maestro vuelve a anunciar a los suyos la traición de Judas en el marco de la cena pascual. Así, manifiesta desde ese momento que los acontecimientos de la pasión no escapan a su conocimiento. Este anuncio se da en un contexto de amistad y participación que, en realidad era también un gesto de comunión con Dios. El Maestro no condena a Judas, sino que es él quien se juzga al separarse de la comunión que se le ofrece en ese momento particularmente significativo.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Señor, recibe los dones que te presentamos, y dígnate concedernos que seamos consecuentes en nuestra vida con la Pasión de tu Hijo celebrada sacramentalmente. Por Jesucristo nuestro Señor.

ANTÍFONA DE COMUNIÓN Mt 20, 28
El Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Dios todopoderoso, concédenos experimentar la plena convicción de que nos has dado la Vida eterna por la muerte temporal de tu Hijo significada en estos sagrados misterios. Por Jesucristo nuestro Señor.