25 de mayo de 2011

Miércoles de la 5ª semana de Pascua Ciclo A.

Lecturas 

Miércoles 25 de Mayo del 2011

Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (15,1-6):

En aquellos días, unos que bajaron de Judea se pusieron a enseñar a los hermanos que, si no se circuncidaban conforme a la tradición de Moisés, no podían salvarse. Esto provocó un altercado y una violenta discusión con Pablo y Bernabé; y se decidió que Pablo, Bernabé y algunos más subieran a Jerusalén a consultar a los apóstoles y presbíteros sobre la controversia. La Iglesia los proveyó para el viaje; atravesaron Fenicia y Samaria, contando a los hermanos cómo se convertían los gentiles y alegrándolos mucho con la noticia. Al llegar a Jerusalén, la Iglesia, los apóstoles y los presbíteros los recibieron muy bien; ellos contaron lo que Dios había hecho con ellos.
Pero algunos de la secta de los fariseos, que habían abrazado la fe, intervinieron, diciendo: «Hay que circuncidarlos y exigirles que guarden la ley de Moisés.»
Los apóstoles y los presbíteros se reunieron a examinar el asunto.

Palabra de Dios

Salmo
Sal 121,1-2.4-5

R/. Vamos alegres a la casa del Señor

¡Qué alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la casa del Señor»!
Ya están pisando nuestro pies
tus umbrales, Jerusalén. R/.

Allá suben las tribus, las tribus del Señor,
según la costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de justicia,
en el palacio de David. R/.

Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Juan (15,1-8):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, corno el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos.»

Palabra del Señor

Comentario al Evangelio

Fernando Torres Pérez cmf

Interesante lectura la primera de este día. La traducción no habla de una discusión ni de un diálogo. Habla con claridad de un altercado y una violenta discusión. Tan violento que al final deciden que Pablo, Bernabé y algunos otros –suponemos que los que se oponían a Pablo y Bernabé– subieran a Jerusalén a consultar con los apóstoles. Es importante recordar que estamos hablando de los primeros tiempos del cristianismo, de las primeras comunidades cristianas, de aquellos tiempos en que todo era reciente y vivían abundantes testigos que habían conocido a Jesús en vida, que habían experimentado la Pascua, la muerte y resurrección de Jesús. Ni siquiera aquellos fueron tiempos fáciles en la Iglesia. Por definición, la Iglesia es una comunidad viva y, como tal, está llena de conflictos, de dificultades. Lo importante no es hacer como si los conflictos no existiesen. Lo importante es el modo de enfrentarlos, de buscar una solución.
No hay que dudar que aquellos primeros cristianos, usando la misma imagen que usa Jesús en el Evangelio, eran buenos sarmientos, estaban bien unidos a la vid. El Padre cuidaba de que todo fuese creciendo de la forma adecuada. No hay que dudar de la buena voluntad de unos y otros. Pero eso no evita los conflictos. En la Iglesia y en cualquier comunidad o grupo humano.
Desde esa buena voluntad, es como aquella comunidad cristiana se enfrentó con aquel conflicto y buscó una solución. En primer lugar, decidieron no expulsar ni excluir a nadie. Quizá habían tomado nota de que sólo el Padre era el viñador que podía coger los sarmientos malos y echarlos al fuego. Ellos no se sentían con la autoridad de expulsar a nadie de la comunidad. Dato a tener en cuenta. En segundo lugar, decidieron consultar con los apóstoles, ampliar el círculo del diálogo, buscar más luz sobre el problema que les había surgido. Por eso el viaje a Jerusalén.
Ya veremos en las lecturas de los próximos días en que va a dar el asunto. Por ahora, quede para nosotros que 1) no hay que excluir a nadie ni condenar ni nada similar y 2) el diálogo siempre es posible. Porque la buena voluntad hay que suponerla en todos y todos somos sarmientos unidos a Jesús en manos del Padre.

Liturgia Viva 

UNIDOS EN LA VID VERDADERA
(Hch 15,1-6; Jn 15,1-8)

Introducción
Injertados por el bautismo en Cristo, que es la vid verdadera, y por lo tanto, llamados a ser uno en él, por vocación y por nuestro mismo ser cristiano, con frecuencia nos desintegramos en grupos y facciones a causa de nuestra procedencia de tierra y cultura, de regionalismos y diferencias de lenguaje, orígenes y clases sociales, raza y color, actitud o talante conservador o progresista… --- Así mismo ocurría en la Iglesia primitiva: cristianos discriminados a causa de su origen pagano, facciones incluso entre los de origen judío. --- ¿Somos nosotros acaso algo mejores? No es de extrañar que demos poco fruto… --- Que el Señor nos pode y purifique y nos una a todos en Cristo, como sarmientos de la misma vid.

Oración Colecta
Señor Dios nuestro, Padre amoroso:
Tú nos has dado a tu Hijo Jesucristo
como la verdadera vid de vida
y como nuestra fuente de fortaleza.
Ayúdanos a vivir su vida
como sarmientos vivos adheridos a la vid,
y a dar fruto abundante de justicia, amor y paz.
Que nuestra unión a Jesús se haga visible
en nuestra apertura y generosidad,
de los unos a los otros,
y en nuestra unidad como hermanos y hermanas,
para que él esté visiblemente presente entre nosotros,
ahora y por los siglos de los siglos.

Intenciones
Señor Jesús, no permitas que tu Iglesia se divida en grupos y facciones cerrados y egoístas; haznos a todos uno en ti, de manera firme y profunda. Y así te rogamos:

Señor Jesús, que los enfermos y los que sufren recuerden que tú te identificas y eres uno con ellos. Y así te rogamos:

Señor Jesús, que el vino nuevo de tu gracia rebose en nosotros, para que nos haga grandes y fuertes en amabilidad y amor.
Y así te rogamos:

Oración sobre las Ofrendas
Señor Dios nuestro, Padre amoroso:
Tú plantaste a tu Hijo entre nosotros
como la verdadera vid que da vida.
Deseamos ardientemente
que él se nos dé de nuevo a nosotros hoy
en esta eucaristía
como pan de fortaleza
y se derrame a sí mismo por nosotros
como vino que unifica, da vida y alegría,
para que nosotros vivamos en él y él en nosotros
y para que demos frutos de unidad y de amor,
en el mismo Jesucristo nuestro Señor.

Oración después de la Comunión
Señor Dios nuestro, Padre amoroso:
Te damos gracias por colmarnos
con la savia de vida de Jesús
-que es nuestra vid verdadera-.
Queremos seguir viviendo
en unión con él y con los hermanos,
para que en las incertidumbres de la vida
sigamos creyendo, esperando
y construyendo juntos
un reino de fraternidad y de amor.
Y cuando andemos un poco a ciegas en la oscuridad
-en días de prueba y sufrimiento-,
danos la convicción
de que tú estás purificando nuestra fe
y de que estás siempre con nosotros:
en los hermanos y en tu Hijo,
Jesucristo nuestro Señor.

Bendición
Hermanos: Jesús, el Señor, nos ha dicho hoy: “Vivan y permanezcan en mí, como yo permanezco en ustedes”. Sí, permanezcamos en su amor y hagamos las tareas de cada día en unión con él y sostenidos por su fuerza, y llevémosle a nuestros hermanos por medio de nuestra mutua preocupación, cuidado y amor.
Y para conseguir este preciado don, que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre nosotros y nos acompañe siempre.