16 de abril de 2011

Sábado de la 5ª semana de Cuaresma Ciclo A.

Lectura
 Sábado 16 de Abril del 2011
Primera lectura
Lectura de la profecía de Ezequiel (37,21-28):



Así dice el Señor: «Yo voy a recoger a los israelitas por las naciones adonde marcharon, voy a congregarlos de todas partes y los voy a repatriar. Los haré un solo pueblo en su país, en los montes de Israel, y un solo rey reinará sobre todos ellos. No volverán a ser dos naciones ni a desmembrarse en dos monarquías. No volverán a contaminarse con sus ídolos y fetiches y con todos sus crímenes. Los libraré de sus pecados y prevaricaciones, los purificaré: ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios. Mi siervo David será su rey, el único pastor de todos ellos. Caminarán según mis mandatos y cumplirán mis preceptos, poniéndolos por obra. Habitarán en la tierra que le di a mi siervo Jacob, en la que habitaron vuestros padres; allí vivirán para siempre, ellos y sus hijos y sus nietos; y mi siervo David será su príncipe para siempre. Haré con ellos una alianza de paz, alianza eterna pactaré con ellos. Los estableceré, los multiplicaré y pondré entre ellos mi santuario para siempre; tendré mi morada junto a ellos, yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Y sabrán las naciones que yo soy el Señor que consagra a Israel, cuando esté entre ellos mi santuario para siempre.»

Palabra de Dios

Salmo
Jr 31,10.11-12ab.13



R/. El Señor nos guardará como un pastor a su rebaño



 Escuchad, pueblos, la palabra del Señor, 

anunciadla en las islas remotas: 
«El que dispersó a Israel lo reunirá, 
lo guardará como un pastor a su rebaño.» R/.
 Porque el Señor redimió a Jacob, 
lo rescató de una mano más fuerte. 
Vendrán con aclamaciones a la altura de Sión, 
afluirán hacia los bienes del Señor. R/.
 Entonces se alegrará la doncella en la danza, 
gozarán los jóvenes y los viejos; 
convertiré su tristeza en gozo, 
los alegraré y aliviaré sus penas. R/.

Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Juan (11,45-57):



En aquél tiempo, muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él. Pero algunos acudieron a los fariseos y les contaron lo que había hecho Jesús. 
Los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron el Sanedrín y dijeron: «¿Qué hacemos? Este hombre hace muchos signos. Si lo dejamos seguir, todos creerán en él, y vendrán los romanos y nos destruirán el lugar santo y la nación.» 
Uno de ellos, Caifás, que era sumo sacerdote aquel año, les dijo: «Vosotros no entendéis ni palabra; no comprendéis que os conviene que uno muera por el pueblo, y que no perezca la nación entera.» 
Esto no lo dijo por propio impulso, sino que, por ser sumo sacerdote aquel año, habló proféticamente, anunciando que Jesús iba a morir por la nación; y no sólo por la nación, sino también para reunir a los hijos de Dios dispersos. Y aquel día decidieron darle muerte. Por eso Jesús ya no andaba públicamente con los judíos, sino que se retiró a la región vecina al desierto, a una ciudad llamada Efraín, y pasaba allí el tiempo con los discípulos. Se acercaba la Pascua de los judíos, y muchos de aquella región subían a Jerusalén, antes de la Pascua, para purificarse.
Buscaban a Jesús y, estando en el templo, se preguntaban: «¿Qué os parece? ¿No vendrá a la fiesta?» 
Los sumos sacerdotes y fariseos habían mandado que el que se enterase de dónde estaba les avisara para prenderlo.
Palabra del Señor


Comentario al Evangelio
UNA SEMANA SANTA CON PERSPECTIVA Y SENTIDO
Enrique Martinez cmf

          En vísperas ya de la Semana Santa, es el momento de reunir fuerzas, de recoger todo el trabajo de la Cuaresma, de motivarnos y plantearnos cómo queremos vivir estos días. La oración personal tiene una especial relevancia, de modo que, quizá por las vacaciones, los viajes y las actividades mil que nos invaden estos días, no se nos pase todo más superficialmente de lo que quisiéramos. Preparar (nos) para las distintas celebraciones, procesiones, tradiciones, etc,  y reservanos algún espacio contemplativo para profundizar en los densos y ricos contenidos de cada uno de los días.
       Tengo a veces la impresión de que vivimos los días de la Semana Santa con un subrayado del dolor, el sacrificio, la cruz... a los que falta la debida perspectiva pascual. Nos impresiona mucho todo lo que le ocurre a Jesús estos días, y se nos llama a menudo a sentirnos pecadores, responsables de alguna manera de aquellos lamentables hechos, a fijarnos en el dolor de Jesús y su Madre... pero olvidamos (o no tenemos suficientemente en cuenta) que todo esto que «celebramos» y actualizamos adquiere su sentido y justificación desde la Resurrección de Jesús. 
       Y que no podemos separar lo que le ocurre a Jesús estos días, de todo el resto de su vida: que su Pasión es consecuencia de su mensaje, sus opciones de vida, su proyecto Salvador. Y que lo que nos salva es su amor, su entrega, su obediencia... y no tanto la «cantidad» de dolor y sufrimiento que tuvo que pasar los últimos días. 
          Y que volcarnos en las celebraciones de la Semana Santa y echar lo mejor de nosotros mismos en acompañar al Señor en su Pasión... para que el día de Pascua pase medio inadvertido, es no estar bien orientados. Añadamos que no sería muy justo vivir estos días sólo como un acontecimiento histórico que le ocurrió hace la tira de siglos al Hijo de Dios... sin caer en la cuenta que el Hijo de Dios vive HOY en los hijos de Dios situaciones similares de pasión, condena, rechazo y muerte.
      Por eso hoy quisiera resaltar de la lectura profética toda esa colección de verbos de futuro, de promesas, de regalos que Dios libremente quiso y quiere hacernos con la Alianza que Jesús sellará en el altar de la cruz. Podemos repasar, contemplar y «masticar» todos esos verbos y sustantivos que tienen a Dios como actor principal: recogeré, congregaré, repatriaré, uniré en un solo pueblo, libraré, purificaré, habitarán, vivirán para siempre, alianza de paz, serán mi pueblo, estableceré, multiplicaré, podré en ellos mi santuario, mi morada... De modo que se despierte la ilusión y el deseo y la esperanza en nuestro corazón al saber que somos destinatarios inmerecidos de todo esto, porque Dios nos ama sin condiciones, tanto, que nos entrega a su Hijo para nuestra salvación. Y que todo esto será especialmente verdadero (y renovado) en la Mañana de Pascua. Que el Hijo de Dios morirá por el pueblo, y para reunir a los hijos de Dios dispersos.
           En este Sábado en que la Iglesia suele recordar con cariño a su Madre, podemos pedir a «la Virgen de los Dolores Esperanzados» que nos ayude a guardar todos estos acontecimientos en el corazón. Que nos ayude a vivir nuestras noches oscuras con la confianza puesta en el Padre que nos ama, aunque no entendamos mucho. Que nos enseñe a estar, como hermanos y como Iglesia, al lado de todos los crucificados e hijos de Dios sufrientes, que necesitan de nuestra mirada, nuestra cercanía, nuestra presencia... y nuestro compromiso, para que los de siempre dejen de salirse con la suya para mantener sus ventajas políticas, sociales, económicas... a costa de los más pequeños y débiles. Que ella nos guíe para que busquemos y encontremos a Jesús, que sí, un año más, «vendrá a la fiesta».
Enrique Martínez, cmf
Liturgia Viva

REUNIENDO LO QUE ESTÁ DISPERSO       

(Ex 37,21-28; Jn 11,45-57)


Introducción
Durante el tiempo de la prueba purificadora del exilio, el profeta Ezequiel predica el sueño utópico de Dios: Israel se reunirá de nuevo como un solo pueblo: una nación, una tierra, un santuario, regidos todos por un solo pastor y rey-servido, bajo el poder de un Dios en una única Alianza de paz.  ---
En el Evangelio, después de la resurrección de Lázaro, el cínico Sumo Sacerdote y otros líderes religiosos deciden condenar al molesto alborotador, Jesús, por razones oportunistas de estado. Pero Juan, y los cristianos con él, se percatan de que la muerte de Jesús, en beneficio de todos, finalmente nos unificará a todos en su reino.
Hoy somos todavía tribus dispersas y divididas, dentro y fuera de la Iglesia. ¿Es la unidad para nosotros una utopía o una firme esperanza? ¿Nos damos cuenta de que la unidad se puede alcanzar solamente con respeto, amor y sacrificio?

Oración Colecta
Señor Dios, creador y Padre de todos:
Tus hijos e hijas
están todavía dispersos y divididos:
Cristianos y no-cristianos,
sectas e iglesias diversas, 
pretendiendo tener 
los derechos exclusivos sobre tu Hijo,
y cada una de ellas llena todavía de facciones…
Señor, haznos soñar de nuevo el sueño 
que sólo tú puedes hacer posible:
y es que todos podemos ser uno
si creemos en Jesús y le seguimos 
a él que murió para unir a todo lo que está disperso, 
él Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro
que vive y reina por los siglos de los siglos.

Intenciones
-    Para que nuestro mundo llegue a ser uno,  buscando  la paz para todos, con acceso de todas las naciones a los bienes de nuestro mundo, y con respeto y comprensión para todos y cada uno de los pueblos de la tierra, roguemos al Señor.
-    Para que la muerte y resurrección de Jesús, el Señor, reúna eficazmente, para que vivan juntas, a las Iglesias dispersas y divididas, roguemos al Señor..
-    Que nuestras comunidades cristianas encuentren la unidad en la oración, en el compartir y en el servicio mutuo, roguemos al Señor.

Oración sobre las Ofrendas
Señor Dios nuestro:
Tú nos has convocado a todos juntos
a la mesa de tu Hijo. 
Únenos a todos en él, 
haz que seamos una sola mente y un solo corazón,
para que podamos ser, 
para un mundo dividido,
un signo de que la unidad es posible
cuando nos podemos encontrar en Cristo Jesús,
Hijo tuyo y Señor nuestro
por los siglos de los siglos.

Oración después de la Comunión
Señor, Dios y Padre nuestro:
Tú quieres que lleguemos a ser uno
bajo la inspiración de Cristo,  
nuestro siervo y pastor.
Te pedimos que aprendamos de él
a ser servidores de amor y de verdad
y a sacrificar nuestros intereses exclusivistas
en beneficio del bien de todos. 
Que bajo la guía de tu Hijo,
nosotros seamos de verdad tu pueblo
y tú nuestro Dios,
por los siglos de los siglos.

Bendición
Hermanos: ¡Qué lejos estamos todavía del ideal: “Ser una sola mente y un solo corazón”, sea en nuestro mundo, o en nuestras iglesias, o en nuestras comunidades cristianas! Que el Señor nos reúna   -todos juntos-,  a sus hijos divididos y dispersos.  
Para ello, que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre nosotros y nos acompañe siempre.