12 de diciembre de 2010

Domingo 3º de Adviento - Ciclo A

Lecturas

Domingo 12 de Diciembre del 2010
Primera lectura
Lectura del libro de Isaías (35,1-6a.10):

El desierto y el yermo se regocijarán, se alegrarán el páramo y la estepa, florecerá como flor de narciso, se alegrará con gozo y alegría. Tiene la gloria del Líbano, la belleza del Carmelo y del Sarión. Ellos verán la gloria del Señor, la belleza de nuestro Dios. Fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes; decid a los cobardes de corazón: «Sed fuertes, no temáis. Mirad a vuestro Dios, que trae el desquite; viene en persona, resarcirá y os salvará.» Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán, saltará como un ciervo el cojo, la lengua del mudo cantará. Volverán los rescatados del Señor, vendrán a Sión con cánticos: en cabeza, alegría perpetua; siguiéndolos, gozo y alegría. Pena y aflicción se alejarán.


Palabra de Dios
 
Salmo
Sal 145,7.8-9a.9bc-10

R/.
Ven, Señor, a salvarnos

El Señor mantiene su fidelidad perpetuamente,

hace justicia a los oprimidos,
da pan a los hambrientos.
El Señor liberta a los cautivos. R/.


El Señor abre los ojos al ciego,

el Señor endereza a los que ya se doblan,
el Señor ama a los justos,
el Señor guarda a los peregrinos. R/.


Sustenta al huérfano y a la viuda

y trastorna el camino de los malvados.
El Señor reina eternamente,
tu Dios, Sión, de edad en edad. R/.
 
Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol Santiago (5,7-10):

Tened paciencia, hermanos, hasta la venida del Señor. El labrador aguarda paciente el fruto valioso de la tierra, mientras recibe la lluvia temprana y tardía. Tened paciencia también vosotros, manteneos firmes, porque la venida del Señor está cerca. No os quejéis, hermanos, unos de otros, para no ser condenados. Mirad que el juez está ya a la puerta. Tomad, hermanos, como ejemplo de sufrimiento y de paciencia a los profetas, que hablaron en nombre del Señor.


Palabra de Dios
 
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (11,2-11):

En aquel tiempo, Juan, que había oído en la cárcel las obras del Mesías, le mandó a preguntar por medio de sus discípulos: «¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?»

Jesús les respondió: «Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven, y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios, y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el Evangelio. ¡Y dichoso el que no se escandalice de mí!»
Al irse ellos, Jesús se puso a hablar a la gente sobre Juan: «¿Qué salisteis a contemplar en el desierto, una caña sacudida por el viento? ¿O qué fuisteis a ver, un hombre vestido con lujo? Los que visten con lujo habitan en los palacios. Entonces, ¿a qué salisteis?, ¿a ver a un profeta? Sí, os digo, y más que profeta; él es de quien está escrito: "Yo envío mi mensajero delante de ti, para que prepare el camino ante ti." Os aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan, el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él.»

Palabra del Señor

Comentario al Evangelio

Fernando Torres Pérez cmf
 
  Constantes en la esperanza
 

 
       ¿Vieron realmente los discípulos de Juan lo que Jesús les dice que están pasando? ¿Estaba pasando realmente? ¿Era verdad que los ciegos veían, los inválidos andaban, los leprosos quedaban limpios y los sordos oían? ¿Era verdad entonces que los muertos resucitaban y que a los pobres se les anunciaba el Evangelio? ¿Es verdad ahora? ¿Están ahí esos signos de la venida del Mesías?
      Tenemos muchas preguntas y pocas respuestas. Hoy no tenemos a nadie haciendo milagros por la calle pero con el esfuerzo de todos hemos construido hospitales en los que se ayuda a las personas, se curan muchas enfermedades y se palía el dolor y el sufrimiento de las personas. Hoy tenemos unas cuantas guerras en marcha a lo largo y a lo ancho de este mundo pero también tenemos unas fuerzas militares que con el casco azul de las Naciones Unidas tratan de ser agentes de paz en medio de los conflictos. Hoy hay muchos pobres pero también hay muchas organizaciones que se dedican a tratar de crear las condiciones que hagan posible el desarrollo de los pueblos más pobres, ayudando a la infancia, favoreciendo la educación, creando infraestructuras favoreciendo un comercio justo y defendiendo los derechos humanos. 
 
Ya se ven signos de esperanza
      Es verdad que no hay ningún problema que se haya solucionado del todo. La crisis económica actual ha empeorado algunos. Pero hay muchas personas que están más concienciadas que nunca, que apoyan con su tiempo (cientos de miles de voluntarios) y con su dinero todos esos esfuerzos. En ese sentido estamos en el mejor momento de la historia de la humanidad. Sin punto de comparación. 
      Esos son los signos que hoy proclaman, para el que lo quiera ver, que Dios sigue actuando en nuestra historia, que Dios no nos ha dejado abandonados. Y eso a pesar de que nosotros no siempre trabajamos por hacer las cosas bien. A veces, como los niños, destrozamos más que construimos. Pero Dios está ahí y lo podemos ver. Esa es nuestra fe. Como día León Felipe: “Señor, yo te amo porque juegas limpio; / sin trampas –sin milagros–; / porque dejas que salga, / paso a paso, / sin trucos –sin utopías–, / carta a carta, sin cambiazos, / tu formidable / solitario.”
      Lo que pasa en el mundo está ahí. Depende de nosotros si lo queremos ver con ojos de esperanza o si preferimos dejarnos llevar por lo de siempre. Los que salieron a contemplar a Juan, ¿fueron a ver un espectáculo o reconocieron al enviado de Dios que anunciaba la llegada de la gran esperanza, del Mesías? El asunto depende de nosotros. Es parte de nuestra apuesta personal, de nuestra capacidad de arriesgar. Pero si abrimos los ojos, veremos lo que Dios está haciendo en el mundo. 
 
Fuertes y pacientes
      Hay que ser fuertes para vivir en esta tensión. Lo que vemos, lo que experimentamos día a día, no ha llegado todavía a su plenitud. Nada es perfecto. Ni en nuestra vida personal, ni en nuestra familia, ni en la sociedad, ni en la Iglesia. En el mundo hay todavía demasiadas injusticias, demasiados marginados, demasiados excluidos. Los poderosos de cualquier tipo siguen mirando más por sus propios intereses que por los intereses de todos. Todo esto es cierto. Pero el discípulo de Jesús ve ya cómo se está anunciando a los pobres la buena nueva. Ve que los cojos andan y cómo nosotros mismos nos llenamos de una esperanza nueva. 
      Los que vacilan deberían escuchar con atención la palabra de Isaías: “Fortaleced las manos débiles, decid a los cobardes de corazón: ‘Sed fuertes, no temáis’.” Debemos dejar que esa palabra llegue a nuestro corazón para salir a la calle a proclamar la esperanza de que estamos convencidos de que Dios está de nuestra parte, de que no nos dejará de su mano, de que volverán los rescatados del Señor y “pena y aflicción se alejarán.”
      Es tiempo de saber conjugar la esperanza con la paciencia y la constancia, el trabajo comprometido diario con las manos abiertas –y tantas veces vacías– vueltas al Señor de la historia. Y aguardar, como dice la segunda lectura, como el labrador, pacientemente, el fruto valioso del amor de Dios que se manifiesta hoy en nuestro mundo y que se manifestará algún día en toda su plenitud. Pero para eso no hay que olvidarse de trabajar la tierra y dejarla preparada para acoger la semilla del Reino. 


Liturgia Viva

DOMINGO TERCERO DE ADVIENTO (Ciclo A)

No Habrá Pobres entre Ustedes


Saludo
(De la Antífona de Entrada)
Alégrense siempre en el Señor:
El Señor está cerca.
Él está aquí entre nosotros.
Que el Señor Jesús esté siempre con ustedes.

Introducción por el Celebrante

No Habrá Pobres entre Ustedes
Entre los principales signos que Jesús cita sobre su identidad como el esperado Mesías está el siguiente: él llevó la Buena Nueva de salvación a los pobres. Los profetas del Antiguo Testamento habían dicho que el Salvador haría eso precisamente. Incluso la Ley había dicho ya anteriormente: “No habrá pobres entre ustedes”. Los pobres eran la gran preocupación de Jesús. --- Nosotros somos discípulos de Jesús. ¿En qué medida alcanzamos fraternalmente a los pobres, como Jesús? ¿Cuántos pobres hay todavía entre nosotros? Pidamos a Dios en esta eucaristía que nos haga conscientes de la pobreza que nos rodea, y que nos haga signos vivientes de su presencia bondadosa para los pobres.

Acto Penitencial

Pidamos perdón al Señor
porque hemos cerrado nuestros ojos
y no hemos visto o ayudado a los pobres
en su situación, grave e inhumana.
(Pausa)

Señor Jesús, tú diste vista a los ciegos.
Haz que nosotros veamos la miseria y aflicción de los pobres.
R/ Señor, ten piedad de nosotros.

Cristo Jesús, tú hiciste que los sordos oyeran.

Abre nuestros oídos a los gritos y clamores de los débiles.
R/ Cristo, ten piedad de nosotros.

Señor Jesús, tú hiciste andar a los cojos.

Haz que sepamos animar
a los que están paralizados por sus miedos y fracasos.
R/ Señor, ten piedad de nosotros.

Perdona nuestros pecados, Señor, haznos más semejantes a ti en el amor a los pobres y llévanos a la vida eterna.

Oración Colecta

Oremos para que nuestros hermanos puedan reconocer en nosotros
que nuestro Dios salvador está aquí entre todos.
(Pausa)

Señor, Dios de alegría y esperanza:
Tú quieres venir hoy y estar cerca de nosotros
por medio de tu Hijo Jesucristo.
Que se perciba de modo palpable y visible
que él, Jesús, vive entre nosotros
cuando nos sentimos cercanos unos a otros
y promovemos paz y justicia,
especialmente entre los más pobres
y entre todos los que sufren.
Ojalá nuestros hermanos reconozcan de este modo
que Jesús es quien ha de venir
y así le reciban con alegría.
Te lo pedimos por medio del mismo Jesucristo, nuestro Señor.

Primera Lectura
(Is 35,1.6,10): Alegría para los Que Sufren
Por medio del profeta Isaías, Dios promete que él mismo vendrá a liberar a su pueblo. – Jesús traerá esta esperanza y alegría a los pobres y a los que sufren.

Segunda Lectura
(Sant 5,7-10): Tengan Paciencia: El Señor Está de Camino hacia Nosotros

Evangelio
(Mt 11,2-11): La Buena Noticia Proclamada a los Pobres
Jesús trae el amor de Dios a los pobres y a los que sufren; de esta forma cumple lo que el profeta Isaías había anunciado sobre la instauración del nuevo mundo de Dios.

Oración de los Fieles

Pidamos a Jesús nuestro Señor que no tarde más en traernos la alegría de vivir más profundamente entre nosotros. Y digámosle: R/ ¡Ven, Señor Jesús!

  1. Nosotros hemos creado en nuestro mundo demasiados desiertos donde el amor brilla por su ausencia. Para que el Señor haga fértiles nuestros desiertos y broten y florezcan con la alegría del amor, y así le pedimos: ¡Ven, Señor Jesús!
  2. Nosotros hemos rechazado tantas veces dialogar unos con otros. Para que el Señor abra nuestros oídos sordos y dé habla a nuestros labios silenciosos, para compartir con los hermanos la alegría de la comprensión y de la unidad, y así le pedimos: ¡Ven, Señor Jesús!
  3. Nosotros hemos construido prisiones unos para otros. Para que el Señor que libera a los cautivos restaure la libertad de todos, y así le pedimos: ¡Ven, Señor Jesús!
  4. Nosotros con frecuencia nos declaramos guerra unos contra otros. Para que el Señor extinga de nuestro corazón todo odio y rencor, y nos traiga la alegría de su paz, y así le pedimos: ¡Ven, Señor Jesús!
  5. Nosotros hemos dejado que los pobres pasaran hambre y aflicción. Para que el Señor nos mueva a compartir mutuamente nuestro alimento y nuestro amor, y así le pedimos: ¡Ven, Señor Jesús!
  6. Nosotros hemos permitido que nuestra fe se ajase y secase. Para que el Señor abra nuestros corazones y renueve la alegría de nuestra fe en su presencia, y así le pedimos: ¡Ven, Señor Jesús!
¡Ven, Señor Jesús! ¡Ven y sálvanos! Sin ti nada podemos, pero contigo podemos
realizar lo imposible, porque tú eres nuestro Señor y Salvador por los siglos de los siglos.

Oración sobre las Ofrendas

Oh Dios, Padre nuestro:
En esta celebración eucarística
tu Hijo viene a nuestro altar
para compartir su propia persona con nosotros
en el signo del pan que se parte
y de la copa que pasa de mano en mano
fomentando alegría.
Danos la gracia de ser muy conscientes
de que el modo de la venida de Jesús
consiste principalmente
en darse a sí mismo y llevar alegría a todos.
Danos el valor de hacer para los demás
lo que él hizo y hace todavía por nosotros,
de modo que él viva entre nosotros
ahora y por los siglos de los siglos.

Introducción a la Plegaria Eucarística

Con acción de gracias al Padre acogemos a Cristo en medio de nosotros en esta eucaristía, y rogamos para que él se haga visible en nosotros.

Invitación al Padre Nuestro

Unidos a Jesús oramos a nuestro Padre en el cielo
con la oración confiada de los pobres,
que saben que todo lo bueno
procede de las manos de Dios.
R/ Padre nuestro…

Líbranos, Señor

Líbranos Señor del peor de los males, el pecado,
y también de la ceguera que cierra nuestros ojos
y nos impide verte a ti y las necesidades de los pobres.
Abre nuestros oídos a tu palabra
y a las carencias y necesidades de los que nos rodean.
Haznos caminar por tus caminos
y líbranos de nuestro egoísmo.
Ayúdanos a preparar con alegría y esperanza
la venida liberadora entre nosotros
de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo.
R/ Tuyo es el reino…

Invitación a la Comunión

Éste es Jesucristo, el Señor,
que proclamó a los pobres la Buena Noticia de Salvación,
a los presos la libertad
y a los tristes y afligidos la alegría.
Dichosos nosotros al recibirle con gozo y júbilo
en esta comunión.

Oración después de la Comunión

Oh Dios y Padre nuestro:
Tú nos has confiado a nosotros, tu pueblo,
la misión de Jesús, tu Hijo.
Ayúdanos a fortalecer a los cansados.
a dar esperanza a los desalentados,
a estar cerca de los pobres y débiles
y a levantar, con la amabilidad de Jesús,
a los que se sientan derrotados en la cuneta de la vida.
Pero, acuérdate también de nosotros, Padre bondadoso,
ya que somos ciertamente débiles e inseguros;
y quédate con nosotros
por medio de Jesucristo nuestro Señor.

Bendición

Hermanos: Dios nos ha mostrado en Jesús
su preocupación por los débiles y heridos.
Si Jesús vive entre nosotros,
quiere extender su mismo cuidado a través de nosotros.
Que el Señor siga viniendo a nuestro mundo a través de nuestro amor y compasión.
Y para esta hermosa tarea, que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre nosotros y nos acompañe siempre.